Alejandro Lodi
“Implacable: se dice de las cosas o fenómenos que no se calman, y de las personas que no se ablandan o suavizan su actitud…”. (Diccionario Enciclopédico Ilustrado, Editorial Norma).
«Implacable: inflexible, inexorable, intransigente, imperturbable, insobornable, inconmovible, inconquistable, riguroso, severo, cruel, firme, pétreo, despiadado,
sanguinario, encarnizado, inclemente…». (Diccionario de sinónimos y antónimos, Editorial Gredos).Sólo
enumerar las fechas y disponer de la más distraída memoria. O contar con el más
improvisado resumen del más modesto manual escolar de historia. Los tránsitos
de Júpiter por Cáncer aplicados a la carta natal de Argentina transparentan una
regularidad cíclica -de aproximadamente 12 años- con la que los acontecimientos
se corresponden de un modo tan evidente como sorprendente (de hecho, un buen
caso para avergonzar a los escépticos de la astrología).
Considerando
desde 1930:
Junio
1930 – Julio 1931
Junio
1942 – Junio 1943
Mayo
1954 – Junio 1955
Septiembre
1965 – Septiembre 1966
Agosto
1977 – Septiembre 1978
Julio
1989 – Agosto 1990
Julio
2001 – Agosto 2002
Junio
2013 – Julio 2014
Surge
de inmediato la sincronicidad con momentos de crisis política que
comprometieron la vigencia del sistema republicano constitucional. Y todos
ellos incluyen la salida forzada (o la imposibilidad legal de su permanencia en
el poder) de la figura a cargo de la presidencia.
¿Cómo
asociar golpes de Estado, abruptas caídas o límite a anhelos de continuidad
hegemónica de presidentes constitucionales elegidos por el voto de la
ciudadanía con los climas de expansión, confianza, y fluidez benefactora que
esperamos encontrar en los tránsitos de Júpiter?
En
la carta de Argentina, los tránsitos jupiterianos por Cáncer activan a la
oposición Sol-Luna. De Cáncer en Medio Cielo (el Sol) a Capricornio en Fondo de
Cielo (la Luna). Un clima que propicia la necesidad de sentirse estimulados por
las figuras gobernantes, pero que, por eso, pone a prueba las posibilidades y
la capacidad de esos gobernantes para hacerlo. Son tiempos en que el pueblo (la
Luna) busca un sentido trascendente a sus angustias presentes. La comunidad
necesita ver en el gobernante ejecutivo (el Sol) a un convincente guía vital,
capaz de resolver los conflictos que la abruman. Y esto puede ser llevado a
cabo con mayor o menor racionalidad, con capacidad de respuesta consciente o
con irritada reacción. De hecho, son tiempos propicios para asistir a la madura
templanza o a la regresiva excitación ante oportunidades de ir más allá de las
limitaciones generadoras de conflicto y de abrazar las complejidades que nos
constituyen gracias a una visión más vasta y comprensiva de nuestro ser y
destino.
Los
tránsitos de Júpiter por Cáncer en nuestra historia implican, al mismo tiempo,
la transición de casa VIII a casa IX. Esto es, el pasaje de momentos de
explícita manifestación de conflictos y tensiones que parecen no poder
resolverse, a otros en los que se siente emerger una esperanza de dirección,
sentido convergente y despliegue hacia una abundancia futura. Lo que parecía
cerrado y asfixiante parece volverse abierto y vital.
En
síntesis, Júpiter transitando Cáncer en la carta de Argentina representa un
“tiempo estacional” en el que la comunidad necesita ver futuro, sentirse
convocada por un porvenir venturoso, y creer que ha dejado atrás dolores,
conflictos y miedos. Y ya sabemos que los tiempos estacionales son amorales.
Que redunden en dicha o desdicha depende de la disposición consciente para
saber aprovecharlos. Como aprovechar la primavera o el otoño.
Recordemos
los acontecimientos:
6
de septiembre de 1930: Golpe militar a
Hipólito Yrigoyen (Júpiter en 14° 42’ de Cáncer).
4
de junio de 1943: Golpe de oficiales nacionalistas a Ramón Castillo (Júpiter en
24° 31’ de Cáncer).
16
de septiembre de 1955: Golpe militar a Juan Perón (Júpiter en 20° 14’ de
Cáncer).
28
de junio de 1966: Golpe militar a Arturo Illia (Júpiter en 11° 22’ de Cáncer)..
25
de junio de 1978: Final del Mundial de Fútbol organizado por el régimen militar
instaurado luego del golpe a Isabel Perón (Júpiter en 14° 21’ de Cáncer).
9
de julio de1990: Entrega anticipada del gobierno de Raúl Alfonsín (Júpiter
ingresa a Cáncer el 31 de julio).
20
de diciembre de 2001: Renuncia de Fernando De La Rúa (Júpiter en 12° 23’ de
Cáncer).
8
de julio de 2013: Se divide el peronismo y se frustra la continuidad de
Cristina Fernández (Júpiter en 2° 42’ de Cáncer).
Sucesos
vividos con un ambivalencia que sorprende a la mirada del presente y sobre los
que prevalece, acaso, una sensación amarga en nuestro recuerdo. Evocarlos deja
un sabor frustrante. Sin embargo, que aparezcan asociados a Júpiter nos exige
una memoria incómoda, que quizás obligue a resignificarlos a favor de la
verdad: en el caso de las interrupciones abruptas y violentas, todas ellas
fueron celebradas por la suficiente masa crítica de la población. O, al menos,
vividas con cierta indiferencia o resignada previsibilidad. Y, aunque
conociendo las consecuencias históricas nos resulte horroroso, es necesario
recordar que siempre fueron experimentados como el alivio a una situación
agobiante, como esperanza de un mañana mejor ante la oscuridad de un presente
que se sentía insoportable, a veces (las más) de la mano de una promesa de
orden marcial que se apreciaba justo, a veces (las menos) alentados en ideales
de renovación democrática.
Atender
a la sincronicidad de esos hechos históricos con tránsitos significativos de
Júpiter rescata la memoria de que los golpes de Estado o las salidas abruptas
de presidentes se percibieron como la resolución de una situación de conflicto,
no como su generación. Siempre se vivió como el fin de una contienda o de una
situación de crisis, no como su comienzo.
Aún
después de la era de los golpes militares (1930-1982), esos tránsitos de
Júpiter por Cáncer tuvieron que ver con renuncias presidenciales. Y antes de
ese período también: Luis Sáenz Peña durante el tránsito de 1895 y Manuel
Quintana en el de 1906.
Superada
entonces la época militarista (final que encuentra correspondencia con el
tránsito simultáneo de Saturno y Plutón sobre el Ascendente en 1982-1983), los
siguientes momentos de tránsito de Júpiter por Cáncer fueron sincrónicos a
crisis económicas, políticas e institucionales tanto como de gobernabilidad y
autoridad de la figura gobernante. Por cierto, se intentaron generar
condiciones para el golpismo, tal como se lo había entendido hasta 1983. Dos
hitos: el alzamiento de “militares carapintadas” y el intento de copamiento del
regimiento de La Tablada por parte de grupos de izquierda revolucionaria de los
´70. Sin embargo, no contaron con la suficiente empatía de la población: esa
forma de golpe de Estado había perdido su “masa crítica”. Sin que fueran
armadas ni derrocamientos forzados, algunas de las resoluciones de esas crisis
implicaron «entrega anticipada del gobierno» (Alfonsín) o «renuncia» (De La
Rúa) de los mandatarios presidenciales. Malas noticias: el tránsito de Júpiter
por Cáncer tiende a corresponderse con crisis institucionales y de
gobernabilidad. Buenas noticias: los golpes promovidos desde la voluntad
autoritaria de quienes lo proponen ya no tienen espacio, ceden a giros y
alteraciones de la continuidad política que cuentan con el aval consciente de
la comunidad bajo formas democráticas y constitucionales.
Observemos
el punto de la voluntad y la conciencia. Para generar conciencia no se requiere
de fervor militante, sino más bien de paciencia budista. Los tiempos orgánicos
de la conciencia son mucho más lentos que los de la voluntad. Lo sabe todo
aquel que, a escala individual, haya profundizado en un complejo emocional, en
una conducta adictiva o en los cambios de hábitos que requiere el simple intento de una dieta (la
más frívola).
Operando
sobre la voluntad pueden obtenerse resultados muy rápidos, casi mágicos. El
propósito de una idea parece triunfar sobre la vivencia. Pero la intensidad de
la experiencia vital y su fuerza inconsciente, en algún momento, desbordará ese
marco ideal. La duda y la desilusión fragilizarán aquellas convicciones.
Operar
en la conciencia implica una alteración de la percepción. Puede parecer que no
se avanza un solo paso durante mucho tiempo, pero cuando ocurre (por lo
general, de súbito) ya resulta irreversible: no puede dejar de verse lo que ha
sido reconocido. Esa conciencia implica el agotamiento y colapso de un hábito
perceptivo, no el convencimiento argumental de una posición conceptual. Y
aunque contengan ideas, los valores de la conciencia no son ideológicos, sino
vivenciales.
Y
aquí es donde la astrología habilita una percepción que desborda las
ideologías, una constancia perceptiva que no puede ser contenida en los bordes
seguros de la descripción del mundo que habitamos. La astrología nos exige
reconocer.
En
el contexto del anterior tránsito de Júpiter por Cáncer de 2013-2014, en
Argentina se planteaba el enorme desafío de apertura de confianza y de
gobernabilidad que supone el traspaso del ejercicio de poder. Se hacía
manifiesto, por entonces, que la tendencia de la facción gobernante no sería
confirmada por la fuerza política que asumiría en 2015. Luego de que Sergio
Massa generara la fractura del frente peronista, se gestó una coalición de
facciones, Cambiemos, que se presentaba opuesta al peronismo kirchnerista
vigente desde 12 años atrás (es decir, desde el anterior tránsito de Júpiter
por Cáncer). La evidencia de una inevitable alternancia, de un salto en la
continuidad de la visión política con la que se ejercería el poder, y que
pondría a prueba la madurez de la conciencia colectiva para aceptar, en lugar
de resistir, un rumbo más expansivo que supiera sintetizar nuevas esperanzas
para enfrentar la inercia restrictiva que la mayor parte de la comunidad creía
necesario superar.
Una
escena, plena de simbolismo, alertó sobre dificultades para capitalizar el
efecto benefactor jupiteriano: en
diciembre de 2015, el ritual del traspaso de gobierno se celebró sin que la
presidente saliente, Cristina Fernández, entregara los atributos de poder al
presidente entrante, Mauricio Macri. No se trató simplemente de conductas
inapropiadas de personas. Allí se expuso un trauma de nuestra psique colectiva:
primó la desconfianza al otro, la cristalizada creencia -y vivencia- de que
ceder el gobierno implicaba entregárselo a un enemigo. Una certeza extrema y
rígida que convence de que la patria no responde a visiones distintas que se
reconocen y descubren convergencia en un espacio compartido, sino que coincide
con la visión de una facción. El poder no circula, se concentra en la voluntad
de una facción y de un líder que la representa. Antes que el otro, la patria
soy yo. O antes que ellos, somos nosotros. Una patología que atraviesa toda
nuestra historia: el miedo polarizante que prevalece sobre la confianza en la
dinámica polar… Y somos Ascendente en Libra. Una desconcertante paradoja.
Aquí
se pone de manifiesto que para disfrutar de los beneficios que habilita Júpiter
debe disponerse de una conciencia abierta a la dinámica de polaridad antes que
replegada en la polarización, dispuesta al reconocimiento de la
complementariedad de los polos opuestos antes que replegada en el afán de
hegemonía absoluta de uno de los polos sobre el otro.
En
2025 se presenta nuevamente la oportunidad del tránsito de Júpiter por Cáncer.
Junio
2025 – Junio 2026
La
comunidad argentina convive con un clima de polarización tan excitante como
asfixiante. Para algunos, aparece como signo de un fatal destino
autodestructivo. Para otros, como un estado necesario para el agotamiento del
encanto de las visiones extremas. Como de costumbre, acaso ambas posiciones
contengan la verdad. Lo cierto es que, desde 2013 a 2025, la polarización
política se ha incrementado de un modo manifiesto. Y comienza a ser evidente
que convive con una apatía silenciosa que se traduce en porcentajes de
ausentismo electoral inéditos. Una mitad de la comunidad capturada por la
polarización extrema y otra mitad de la comunidad atravesada por una realidad
urgente, indiferente aquellas posiciones fundamentalistas y que no encuentra
representación política.
Ambas
posiciones políticas polarizadas comparten una paradoja: deben insistir en
imponer la visión extrema y en el modo de expresión extrema para consolidar la
confianza de sus seguidores y, al mismo tiempo, esa imposición y esos modos
bloquea la posibilidad de generar nuevas empatías y asegurar mayorías. En tanto
posiciones polarizadas, están atravesadas por la paradoja de que para
consolidarse necesitan hacer algo que los termina perjudicando: si seguimos
haciendo lo mismo no sumamos nuevos votos, pero si dejamos de hacerlo, perdemos
los que tenemos. Y en caso de sumar, cada posición polarizada lo hace por
rechazo a la otra posición polarizada antes que por auténtica adhesión. Cada
posición polarizada se revitaliza porque se hace más extrema la radicalización
de la otra posición. El hámster en la rueda. Y el miembro de la comunidad que
no quiere contribuir con la polarización, al no encontrar opciones, no se
siente estimulado en ir a votar. Una frustración que puede tornarse en riesgosa
indiferencia. Plantea una verdad velada acerca de la representatividad de los
funcionarios públicos. Cualquier candidato celebraría ganar elecciones con el
50% de los votos. Con un ausentismo del mismo porcentaje, ese triunfo
implicaría la adhesión del 25% de los habilitados a votar (que, además, no
representan al porcentaje total de la población). Un golpe a la ilusión de que
las decisiones de quien triunfa en elecciones expresan “la voluntad del
pueblo”.
En
este contexto, la oferta jupiteriana sorprende e interroga. Un clima propicio
para la superación de conflictos y tensiones, y para la consecuente expansión
de visiones de progreso y bienestar que, antes que extremar diferencias, se
descubran convergentes en una aventura compartida. Un ideal de comunidad que
difiere del sueño de una facción. Acaso resulte un desafío a nuestras
fijaciones ideológicas y emocionales, agentes del bloqueo a toda manifestación
de gracia benefactora. El repliegue sectario y maniqueo como expresión de la
ingenuidad jupiteriana; la confianza expansiva y trascendente como estímulo de
sentido jupiteriano. Una clave para afrontar ese desafío es la madurez. Y la
autocrítica es signo de madurez y condición del despliegue evolutivo (algo así
como “del progreso”). La falta de autocrítica revela inmadurez, inseguridad
adolescente, falta de templanza. Es
síntoma de una conciencia capturada en miedos regresivos; en caso extremos, de
psicopatía.
Si
prevalece el encanto de la polarización, el tiempo de Júpiter en Cáncer entre
junio de 2025 y junio de 2026 se traducirá en alguna variante de las
distorsiones patológicas ya conocidas. La polarización sólo puede disolverse
cuando el hechizo del fundamentalismo de las ideas y de la adoración a los
líderes expone su toxicidad, su fatal efecto es inhibir todo discernimiento
consciente. El alerta de psicosis, de negación de la realidad para habitar un
imaginario fascinante. Si, en cambio, en la conciencia colectiva prepondera el
hartazgo del conflicto, la comprensión de totalidad y la apertura a una
dirección expandida, incluyente y esperanzada acaso nos sorprendamos
contemporáneos y protagonistas de una realidad nueva.
Finalmente,
y para salir de nuestro ombligo, universalicemos.
Como
tránsito por Cáncer, el actual clima jupiteriano sería igualmente significativo
para toda nación que fuera canceriana. Por ejemplo, EEUU. Esas mismas fechas en
correspondencias con otros hechos:
1930-1931:
Crisis financiera de Wall Street.
1942-1943:
Ataque a Pearl Harbor y entrada a la Segunda Guerra Mundial.
1954-1955:
Fin de guerra de Corea.
1965-1966:
Guerra de Vietman.
1977-1978:
Crisis en Irán.
1989-1990:
Guerra del Golfo Pérsico.
2001-2002:
Ataque a las Torres Gemelas. Invasión a Afganistán.
2013-2014:
Crisis en Siria y amenaza de guerra.
Ahora,
en junio de 2025, surge el conflicto entre Israel e Irán, la amenaza de una
guerra que incluya armamento nuclear, y que involucra la actuación de EEUU.
Y
esta relevancia jupiteriana también aplicaría a otra nación, un caso pendiente
de futura investigación. Una comunidad del cercano oriente habría apreciado, a
lo largo de su historia, la benefactora e implacable visita de Júpiter a su Sol
y Luna en Cáncer desde un fundacional y discutido 18 de julio de 1830. Cierto
modo de comprender -acaso el más acertado- al Uruguay.
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