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23 de junio de 2025

Júpiter, el benefactor implacable (remix 2025)

Alejandro Lodi

“Implacable: se dice de las cosas o fenómenos que no se calman, y de las personas que no se ablandan o suavizan su actitud…”. (Diccionario Enciclopédico Ilustrado, Editorial Norma).

«Implacable: inflexible, inexorable, intransigente, imperturbable, insobornable, inconmovible, inconquistable, riguroso, severo, cruel, firme, pétreo, despiadado,

sanguinario, encarnizado, inclemente…». (Diccionario de sinónimos y antónimos, Editorial Gredos).

Sólo enumerar las fechas y disponer de la más distraída memoria. O contar con el más improvisado resumen del más modesto manual escolar de historia. Los tránsitos de Júpiter por Cáncer aplicados a la carta natal de Argentina transparentan una regularidad cíclica -de aproximadamente 12 años- con la que los acontecimientos se corresponden de un modo tan evidente como sorprendente (de hecho, un buen caso para avergonzar a los escépticos de la astrología).

Considerando desde 1930:

Junio 1930 – Julio 1931

Junio 1942 – Junio 1943

Mayo 1954 – Junio 1955

Septiembre 1965 – Septiembre 1966

Agosto 1977 – Septiembre 1978

Julio 1989 – Agosto 1990

Julio 2001 – Agosto 2002

Junio 2013 – Julio 2014

Surge de inmediato la sincronicidad con momentos de crisis política que comprometieron la vigencia del sistema republicano constitucional. Y todos ellos incluyen la salida forzada (o la imposibilidad legal de su permanencia en el poder) de la figura a cargo de la presidencia.

¿Cómo asociar golpes de Estado, abruptas caídas o límite a anhelos de continuidad hegemónica de presidentes constitucionales elegidos por el voto de la ciudadanía con los climas de expansión, confianza, y fluidez benefactora que esperamos encontrar en los tránsitos de Júpiter?

En la carta de Argentina, los tránsitos jupiterianos por Cáncer activan a la oposición Sol-Luna. De Cáncer en Medio Cielo (el Sol) a Capricornio en Fondo de Cielo (la Luna). Un clima que propicia la necesidad de sentirse estimulados por las figuras gobernantes, pero que, por eso, pone a prueba las posibilidades y la capacidad de esos gobernantes para hacerlo. Son tiempos en que el pueblo (la Luna) busca un sentido trascendente a sus angustias presentes. La comunidad necesita ver en el gobernante ejecutivo (el Sol) a un convincente guía vital, capaz de resolver los conflictos que la abruman. Y esto puede ser llevado a cabo con mayor o menor racionalidad, con capacidad de respuesta consciente o con irritada reacción. De hecho, son tiempos propicios para asistir a la madura templanza o a la regresiva excitación ante oportunidades de ir más allá de las limitaciones generadoras de conflicto y de abrazar las complejidades que nos constituyen gracias a una visión más vasta y comprensiva de nuestro ser y destino.

Los tránsitos de Júpiter por Cáncer en nuestra historia implican, al mismo tiempo, la transición de casa VIII a casa IX. Esto es, el pasaje de momentos de explícita manifestación de conflictos y tensiones que parecen no poder resolverse, a otros en los que se siente emerger una esperanza de dirección, sentido convergente y despliegue hacia una abundancia futura. Lo que parecía cerrado y asfixiante parece volverse abierto y vital.

 

En síntesis, Júpiter transitando Cáncer en la carta de Argentina representa un “tiempo estacional” en el que la comunidad necesita ver futuro, sentirse convocada por un porvenir venturoso, y creer que ha dejado atrás dolores, conflictos y miedos. Y ya sabemos que los tiempos estacionales son amorales. Que redunden en dicha o desdicha depende de la disposición consciente para saber aprovecharlos. Como aprovechar la primavera o el otoño.

Recordemos los acontecimientos:

6 de septiembre de 1930:  Golpe militar a Hipólito Yrigoyen (Júpiter en 14° 42’ de Cáncer).

4 de junio de 1943: Golpe de oficiales nacionalistas a Ramón Castillo (Júpiter en 24° 31’ de Cáncer).

16 de septiembre de 1955: Golpe militar a Juan Perón (Júpiter en 20° 14’ de Cáncer).

28 de junio de 1966: Golpe militar a Arturo Illia (Júpiter en 11° 22’ de Cáncer)..

25 de junio de 1978: Final del Mundial de Fútbol organizado por el régimen militar instaurado luego del golpe a Isabel Perón (Júpiter en 14° 21’ de Cáncer).

9 de julio de1990: Entrega anticipada del gobierno de Raúl Alfonsín (Júpiter ingresa a Cáncer el 31 de julio).

20 de diciembre de 2001: Renuncia de Fernando De La Rúa (Júpiter en 12° 23’ de Cáncer).

8 de julio de 2013: Se divide el peronismo y se frustra la continuidad de Cristina Fernández (Júpiter en 2° 42’ de Cáncer).

Sucesos vividos con un ambivalencia que sorprende a la mirada del presente y sobre los que prevalece, acaso, una sensación amarga en nuestro recuerdo. Evocarlos deja un sabor frustrante. Sin embargo, que aparezcan asociados a Júpiter nos exige una memoria incómoda, que quizás obligue a resignificarlos a favor de la verdad: en el caso de las interrupciones abruptas y violentas, todas ellas fueron celebradas por la suficiente masa crítica de la población. O, al menos, vividas con cierta indiferencia o resignada previsibilidad. Y, aunque conociendo las consecuencias históricas nos resulte horroroso, es necesario recordar que siempre fueron experimentados como el alivio a una situación agobiante, como esperanza de un mañana mejor ante la oscuridad de un presente que se sentía insoportable, a veces (las más) de la mano de una promesa de orden marcial que se apreciaba justo, a veces (las menos) alentados en ideales de renovación democrática.

Atender a la sincronicidad de esos hechos históricos con tránsitos significativos de Júpiter rescata la memoria de que los golpes de Estado o las salidas abruptas de presidentes se percibieron como la resolución de una situación de conflicto, no como su generación. Siempre se vivió como el fin de una contienda o de una situación de crisis, no como su comienzo.

Aún después de la era de los golpes militares (1930-1982), esos tránsitos de Júpiter por Cáncer tuvieron que ver con renuncias presidenciales. Y antes de ese período también: Luis Sáenz Peña durante el tránsito de 1895 y Manuel Quintana en el de 1906.

Superada entonces la época militarista (final que encuentra correspondencia con el tránsito simultáneo de Saturno y Plutón sobre el Ascendente en 1982-1983), los siguientes momentos de tránsito de Júpiter por Cáncer fueron sincrónicos a crisis económicas, políticas e institucionales tanto como de gobernabilidad y autoridad de la figura gobernante. Por cierto, se intentaron generar condiciones para el golpismo, tal como se lo había entendido hasta 1983. Dos hitos: el alzamiento de “militares carapintadas” y el intento de copamiento del regimiento de La Tablada por parte de grupos de izquierda revolucionaria de los ´70. Sin embargo, no contaron con la suficiente empatía de la población: esa forma de golpe de Estado había perdido su “masa crítica”. Sin que fueran armadas ni derrocamientos forzados, algunas de las resoluciones de esas crisis implicaron «entrega anticipada del gobierno» (Alfonsín) o «renuncia» (De La Rúa) de los mandatarios presidenciales. Malas noticias: el tránsito de Júpiter por Cáncer tiende a corresponderse con crisis institucionales y de gobernabilidad. Buenas noticias: los golpes promovidos desde la voluntad autoritaria de quienes lo proponen ya no tienen espacio, ceden a giros y alteraciones de la continuidad política que cuentan con el aval consciente de la comunidad bajo formas democráticas y constitucionales.

Observemos el punto de la voluntad y la conciencia. Para generar conciencia no se requiere de fervor militante, sino más bien de paciencia budista. Los tiempos orgánicos de la conciencia son mucho más lentos que los de la voluntad. Lo sabe todo aquel que, a escala individual, haya profundizado en un complejo emocional, en una conducta adictiva o en los cambios de hábitos que  requiere el simple intento de una dieta (la más frívola).

Operando sobre la voluntad pueden obtenerse resultados muy rápidos, casi mágicos. El propósito de una idea parece triunfar sobre la vivencia. Pero la intensidad de la experiencia vital y su fuerza inconsciente, en algún momento, desbordará ese marco ideal. La duda y la desilusión fragilizarán aquellas convicciones.

Operar en la conciencia implica una alteración de la percepción. Puede parecer que no se avanza un solo paso durante mucho tiempo, pero cuando ocurre (por lo general, de súbito) ya resulta irreversible: no puede dejar de verse lo que ha sido reconocido. Esa conciencia implica el agotamiento y colapso de un hábito perceptivo, no el convencimiento argumental de una posición conceptual. Y aunque contengan ideas, los valores de la conciencia no son ideológicos, sino vivenciales.

Y aquí es donde la astrología habilita una percepción que desborda las ideologías, una constancia perceptiva que no puede ser contenida en los bordes seguros de la descripción del mundo que habitamos. La astrología nos exige reconocer.

En el contexto del anterior tránsito de Júpiter por Cáncer de 2013-2014, en Argentina se planteaba el enorme desafío de apertura de confianza y de gobernabilidad que supone el traspaso del ejercicio de poder. Se hacía manifiesto, por entonces, que la tendencia de la facción gobernante no sería confirmada por la fuerza política que asumiría en 2015. Luego de que Sergio Massa generara la fractura del frente peronista, se gestó una coalición de facciones, Cambiemos, que se presentaba opuesta al peronismo kirchnerista vigente desde 12 años atrás (es decir, desde el anterior tránsito de Júpiter por Cáncer). La evidencia de una inevitable alternancia, de un salto en la continuidad de la visión política con la que se ejercería el poder, y que pondría a prueba la madurez de la conciencia colectiva para aceptar, en lugar de resistir, un rumbo más expansivo que supiera sintetizar nuevas esperanzas para enfrentar la inercia restrictiva que la mayor parte de la comunidad creía necesario superar.

Una escena, plena de simbolismo, alertó sobre dificultades para capitalizar el efecto benefactor  jupiteriano: en diciembre de 2015, el ritual del traspaso de gobierno se celebró sin que la presidente saliente, Cristina Fernández, entregara los atributos de poder al presidente entrante, Mauricio Macri. No se trató simplemente de conductas inapropiadas de personas. Allí se expuso un trauma de nuestra psique colectiva: primó la desconfianza al otro, la cristalizada creencia -y vivencia- de que ceder el gobierno implicaba entregárselo a un enemigo. Una certeza extrema y rígida que convence de que la patria no responde a visiones distintas que se reconocen y descubren convergencia en un espacio compartido, sino que coincide con la visión de una facción. El poder no circula, se concentra en la voluntad de una facción y de un líder que la representa. Antes que el otro, la patria soy yo. O antes que ellos, somos nosotros. Una patología que atraviesa toda nuestra historia: el miedo polarizante que prevalece sobre la confianza en la dinámica polar… Y somos Ascendente en Libra. Una desconcertante paradoja.

Aquí se pone de manifiesto que para disfrutar de los beneficios que habilita Júpiter debe disponerse de una conciencia abierta a la dinámica de polaridad antes que replegada en la polarización, dispuesta al reconocimiento de la complementariedad de los polos opuestos antes que replegada en el afán de hegemonía absoluta de uno de los polos sobre el otro. 

En 2025 se presenta nuevamente la oportunidad del tránsito de Júpiter por Cáncer.

Junio 2025 – Junio 2026

La comunidad argentina convive con un clima de polarización tan excitante como asfixiante. Para algunos, aparece como signo de un fatal destino autodestructivo. Para otros, como un estado necesario para el agotamiento del encanto de las visiones extremas. Como de costumbre, acaso ambas posiciones contengan la verdad. Lo cierto es que, desde 2013 a 2025, la polarización política se ha incrementado de un modo manifiesto. Y comienza a ser evidente que convive con una apatía silenciosa que se traduce en porcentajes de ausentismo electoral inéditos. Una mitad de la comunidad capturada por la polarización extrema y otra mitad de la comunidad atravesada por una realidad urgente, indiferente aquellas posiciones fundamentalistas y que no encuentra representación política.

Ambas posiciones políticas polarizadas comparten una paradoja: deben insistir en imponer la visión extrema y en el modo de expresión extrema para consolidar la confianza de sus seguidores y, al mismo tiempo, esa imposición y esos modos bloquea la posibilidad de generar nuevas empatías y asegurar mayorías. En tanto posiciones polarizadas, están atravesadas por la paradoja de que para consolidarse necesitan hacer algo que los termina perjudicando: si seguimos haciendo lo mismo no sumamos nuevos votos, pero si dejamos de hacerlo, perdemos los que tenemos. Y en caso de sumar, cada posición polarizada lo hace por rechazo a la otra posición polarizada antes que por auténtica adhesión. Cada posición polarizada se revitaliza porque se hace más extrema la radicalización de la otra posición. El hámster en la rueda. Y el miembro de la comunidad que no quiere contribuir con la polarización, al no encontrar opciones, no se siente estimulado en ir a votar. Una frustración que puede tornarse en riesgosa indiferencia. Plantea una verdad velada acerca de la representatividad de los funcionarios públicos. Cualquier candidato celebraría ganar elecciones con el 50% de los votos. Con un ausentismo del mismo porcentaje, ese triunfo implicaría la adhesión del 25% de los habilitados a votar (que, además, no representan al porcentaje total de la población). Un golpe a la ilusión de que las decisiones de quien triunfa en elecciones expresan “la voluntad del pueblo”.

En este contexto, la oferta jupiteriana sorprende e interroga. Un clima propicio para la superación de conflictos y tensiones, y para la consecuente expansión de visiones de progreso y bienestar que, antes que extremar diferencias, se descubran convergentes en una aventura compartida. Un ideal de comunidad que difiere del sueño de una facción. Acaso resulte un desafío a nuestras fijaciones ideológicas y emocionales, agentes del bloqueo a toda manifestación de gracia benefactora. El repliegue sectario y maniqueo como expresión de la ingenuidad jupiteriana; la confianza expansiva y trascendente como estímulo de sentido jupiteriano. Una clave para afrontar ese desafío es la madurez. Y la autocrítica es signo de madurez y condición del despliegue evolutivo (algo así como “del progreso”). La falta de autocrítica revela inmadurez, inseguridad adolescente,  falta de templanza. Es síntoma de una conciencia capturada en miedos regresivos; en caso extremos, de psicopatía.

Si prevalece el encanto de la polarización, el tiempo de Júpiter en Cáncer entre junio de 2025 y junio de 2026 se traducirá en alguna variante de las distorsiones patológicas ya conocidas. La polarización sólo puede disolverse cuando el hechizo del fundamentalismo de las ideas y de la adoración a los líderes expone su toxicidad, su fatal efecto es inhibir todo discernimiento consciente. El alerta de psicosis, de negación de la realidad para habitar un imaginario fascinante. Si, en cambio, en la conciencia colectiva prepondera el hartazgo del conflicto, la comprensión de totalidad y la apertura a una dirección expandida, incluyente y esperanzada acaso nos sorprendamos contemporáneos y protagonistas de una realidad nueva.

Finalmente, y para salir de nuestro ombligo, universalicemos.

Como tránsito por Cáncer, el actual clima jupiteriano sería igualmente significativo para toda nación que fuera canceriana. Por ejemplo, EEUU. Esas mismas fechas en correspondencias con otros hechos:

1930-1931: Crisis financiera de Wall Street.

1942-1943: Ataque a Pearl Harbor y entrada a la Segunda Guerra Mundial.

1954-1955: Fin de guerra de Corea.

1965-1966: Guerra de Vietman.

1977-1978: Crisis en Irán.

1989-1990: Guerra del Golfo Pérsico.

2001-2002: Ataque a las Torres Gemelas. Invasión a Afganistán.

2013-2014: Crisis en Siria y amenaza de guerra.

Ahora, en junio de 2025, surge el conflicto entre Israel e Irán, la amenaza de una guerra que incluya armamento nuclear, y que involucra la actuación de EEUU.

Y esta relevancia jupiteriana también aplicaría a otra nación, un caso pendiente de futura investigación. Una comunidad del cercano oriente habría apreciado, a lo largo de su historia, la benefactora e implacable visita de Júpiter a su Sol y Luna en Cáncer desde un fundacional y discutido 18 de julio de 1830. Cierto modo de comprender -acaso el más acertado- al Uruguay.

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