Por Martín Dieser
La primera idea que viene a la mente cuando pensamos en Libra es equilibrio. En una etapa definida del Sendero, ese equilibrio concierne a la estabilización del yo en la esfera mental, a fin de no fluctuar tanto emocionalmente y ser capaz de tomar una decisión correcta. Es interesante apuntar que una decisión, como bien ha dicho antes Ricardo Georgini en nuestro blog, procede de la libertad, y ésta del contacto interno.
Ese contacto interno es cultivado durante el período regido por Virgo, y se revela como estabilidad durante Libra, como resultado de un proceso subjetivo muy emparentado con el silencio. Es que el silencio es el padre de esa luz que garantiza la libertad, y Libra tiene mucho que ver con su construcción y con la transmisión de la luz.
El silencio denota inactividad, un intervalo de transición e incluso de pasividad, desde la perspectiva del yo inferior. Pero visto desde otro ángulo, el silencio es la base viviente que demuestra con su presencia la existencia de un proceso interno latente, que necesita de la estabilidad para desplegarse.
El silencio puede ser entendido como un efecto, un estado de supremo equilibrio, de dinámico recogimiento y de apercibimiento de lo que se encuentra más allá de la mente. De allí que Libra sea un signo frecuentemente asociado al plano búdico o intuitivo; su energía lleva a las puertas del plano etérico cósmico, desde donde se filtran fragmentos de la Vida Una y se conoce la unidad fundante de lo manifestado.
A nivel jerárquico, Libra se halla regido por Saturno, el planeta del karma, que además está en exaltación allí, reforzando su poder. El Sol en cambio está en caída. Aquí tenemos algunas reflexiones interesantes para hacer: ante todo, podemos considerar al karma que nos rige como la atracción de la Tierra hacia las vidas que forman nuestros distintos cuerpos, cuya “caída” nos arrastra (fruto de nuestra identificación con el Sol, el yo) y genera sufrimiento.
Si examinamos lo anterior a nivel conciencia, veremos que el equilibrio dinámico dimanante del corazón se “corta” cuando emerge la mente, lo cual nos sumerge en planos inferiores de percepción; se pierde la unidad intrínseca hasta que eventualmente se la encuentra nuevamente, y esa búsqueda de la entrada a la corriente de vida se vuelve un desafío permanente en una etapa del Sendero.
En cambio, la conciencia fragmentada es por naturaleza separatista y genera esa percepción e interacción con “lo otro” tan propia del signo y de su influencia general. Saturno opera como el gran cristalizador que castiga nuestro poco contacto interno. Una forma de buscar la unión perdida es, en los tres mundos, el sexo, y es por ello que en la Astrología Esotérica Libra rige a aquél y no Escorpio, que es su versión astral y un reflejo de la caída anterior. La búsqueda del equilibrio en la materia intenta compensar lo que no sucede tan intensamente desde el plano interno.
Visto desde otro ángulo, puede reflexionarse más sobre el proceso de caída, y entenderlo no sólo como la aplicación de la “gravedad” o atracción terrestre, sino como la ausencia de energía solar, base oculta de todo karma humano. El sufrimiento nos vuelve a poner en equilibrio y a transmitir esa luz que iluminará nuestro camino futuro; de ahí también que el progreso sea aparente en la materia, ya que se avanza para luego retroceder, pero en cambio hay una gran ampliación de la expresión espiritual. La clave pasaría a estar, entonces, no en la lucha sino en “apurar la copa” y situarse dentro de ese punto dinámico de equilibrio solar, donde por derecho propio se supera la atracción terrestre y oportunamente la doblega con la pura fuerza del espíritu.
Es por eso mismo que la victoria a conseguirse sobre la personalidad en Escorpio está precondicionada por lo que se haga bajo Libra, por el grado de compromiso interno que se haya desarrollado y las porciones de silencio que hayamos conquistado con el corazón. Esa misma condición explica por qué el éxito del trabajo del alma y del servicio del yo depende del accionar subjetivo y no del objetivo, el cual es su efecto.
Explorando algo más esa dimensión del ser, es interesante observar que sólo se alcanza el equilibrio cuando nos abrimos a él, pese a las consecuencias, con esa virginidad conocida en Virgo, la frescura dimanante de la mente ante el vacío eléctricamente imbuido. Ese estado de incertidumbre equipara nuestra percepción material con la dinámica del espíritu, y en ese punto medio permanecemos por un fugaz instante hasta volver a sufrir la “ley”.
El período regido por Libra es propicio entonces para el cultivo del equilibrio interior, algo que desde la personalidad puede ser visto como pasividad, y sólo en un sentido sutil puede ser aprovechado activamente. Una etapa para ir saliendo de las profundidades de la materia y establecer un punto de tensión en el espacio desde donde puedan desplegarse en todo su poder las energías del alma con un mínimo desgaste de fuerzas. Asimismo dar cumplimiento a los procesos kármicos en curso, acaso ya conociendo su final como generadores de equilibrio.
Ese luminoso punto de tensión oportunamente se va agotando y revelando como insuficiente. Ése es el momento para aquel que, habiendo subido por méritos propios a la cima de la forma y “extendido su mirada ante el vasto espacio”, surge de entre medio del equilibrio y se llama a silencio, desdeña la luz y se descubre como el Uno. Para eso Libra también ofrece un camino muy interesante durante este mes para quien quiera (y pueda) recorrerlo.
Es importante recordar que el lema corriente del signo es “hágase la elección”, pero que como discípulos debemos ya haber elegido si aceleraremos la evolución y el karma, con lo que queda simplemente seguir “el camino que va entre las dos líneas de fuerza” y afianzar la conciencia en ese plano donde estemos llamados a consolidar el equilibrio. Seamos el ejemplo para que la humanidad pueda en este período dar un paso más hacia ese punto central.
Namaskar
G S
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