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11 de diciembre de 2023

La humanidad y el fin de un ciclo de Neptuno

Para la astrología el orden del cielo refleja en los asuntos en la Tierra. El orden de los ciclos de los planetas se corresponde con el orden de la naturaleza y, por lo tanto, de la vida de los humanos. Como el día y la noche, o como las estaciones del año. Cómo percibimos y construimos la realidad del mundo y de nuestras existencias individuales está en sintonía, más armónica o más distorsionada, con cómo interpretamos y traducimos ese clima celeste, con cómo nos representamos el orden simbólico de los planetas en el cielo y respondemos (o reaccionamos) a él.

Entre todos los ciclos planetarios hay uno que adquiere relevancia en este específico contexto histórico: el ciclo de Neptuno. Su recorrido zodiacal demanda 165 años y desde 2011 está en tránsito por el signo de Piscis, agotando la última estación de un viaje que comenzó en 1861, para dar inicio a un nuevo periplo en 2025 cuando ingrese en el signo de Aries.

¿Qué simboliza Neptuno y qué representa su ciclo en la experiencia de la humanidad? Neptuno es el planeta de la sensibilidad al misterio. Nuestra capacidad perceptiva para registrar lo que está más allá de lo que puede ser entendido o explicado por la razón. Nuestro don sensible místico y espiritual. Es el símbolo del inconsciente profundo y de sus imágenes, del mundo onírico y artístico. Representa nuestra capacidad de contacto con un orden sagrado y de resonar con la dimensión del alma. Simboliza el sentimiento de empatía universal, de compasión, de sentir como propio el padecer de todo ser vivo, más allá de toda diferencia particular. Neptuno es el gran disolvente de toda frontera que nos separa y disocia de la corriente general de la vida.

Con cada ciclo de Neptuno, la humanidad desarrolla una experiencia de su capacidad de dar cuenta del misterio trascendente, de empatizar con los demás, de aliviar el sufrimiento del mundo y contribuir al bienestar global. La vivencia de una visión redentora, que disuelva el dolor y promueva la felicidad. El compromiso con causas de salvación, que nos rescaten del espanto, de las injusticias y del mal, y nos acerquen a lo bello, lo justo y lo bueno.

Hacia 1861, al menos en Occidente, pueden distinguirse tres visiones trascendentes y salvadoras que comenzaron a gestarse, casi “tres grandes religiones” que provocaron suficiente empatía y convicción acerca de “la realidad del mundo” en la enorme mayoría de las comunidades humanas y que afectaría a la totalidad del planeta durante todo el siglo XX hasta hoy.

Por un lado, la visión republicana para la organización de las sociedades y de los estados nacionales, sostenida en el sistema democrático y en el modo de producción capitalista y del libre mercado. Promovió un fabuloso incremento del desarrollo tecnológico y científico que redundó en la creencia en el progreso constante y positivo que inevitablemente terminaría con todos los males del mundo.

En contraposición, con la obra de Karl Marx, surge también la visión del comunismo, reparadora de las injusticias generada por la desigualdad social que provoca el sistema capitalista y democrático, y que organiza las comunidades desde un poder central y estatal que aspira al ideal de una sociedad sin clases, con el costo del sacrificio de la libertad. 

Más allá de lo político, otro efecto de aquél comienzo de ciclo neptuniano es el surgimiento de la  visión psicológica de la condición humana. Es el tiempo en el que nacía Sigmund Freud y en el que la ciencia médica comienza a explorar lo que hasta ese momento fue propiedad exclusiva de filósofos, artistas y sacerdotes: el misterio del alma y del sufrimiento emocional. La existencia del inconsciente, de una dimensión onírica, plagada de imágenes y sensaciones vitales, que desborda la razón, y que ya no se reduce a la categoría de fuerzas demoníacas o angelicales, propia de las descripciones religiosas tradicionales.

Capitalismo, comunismo y psicología. Visiones trascendentes de la realidad, redentoras del padecimiento humano, que, generadas en Occidente, alcanzaron carácter universal a lo largo de los últimos 165 años y que ahora parecen estar en crisis de agotamiento y disolución. La oportunidad creativa de un nuevo comienzo de ciclo, de nuevas visiones integradoras del misterio de la vida humana… para los próximos 165 años.

Por último, dos fenómenos gestados a mitad del siglo XIX de los que Neptuno nos destaca su trascendencia. En 1863 en Inglaterra se crea el football. Una actividad deportiva que se despliega a escala universal, hasta convertirse en el principal ritual colectivo de la humanidad, de competencia y encuentro de las diferencias nacionales que, al mismo tiempo, despierta (y nos expone) a las pasiones y riesgos del sentimiento nacionalista y gregario vivo en lo profundo del alma humana. Y también en aquellos años, con el daguerrotipo, comienza el desarrollo de la fotografía, que pronto dará paso al cine, a la televisión y que terminará por plasmarse en “el mundo de imágenes en pantalla” que hoy habitamos como sustancia de nuestra realidad cotidiana. Una realidad virtual que desplegará potencialidades humanas que exceden nuestra imaginación a lo largo del ciclo de Neptuno que se avecina.

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