Recuerdo una breve conversación entre Buda y un filósofo de su tiempo:
He oído decir que el budismo es la doctrina de la iluminación.
¿Cuál es su método? O, en otras palabras, ¿Qué hacéis cada día?
Andamos, comemos, nos lavamos, nos sentamos.
¿Y qué tienen de especial esos actos?
Todos andan, comen, se lavan, se sientan.
Existe, amigo mío, una diferencia.
Cuando andamos, tenemos conciencia de que andamos; cuando comemos,
tenemos conciencia de que comemos; y así sucesivamente.
Cuando los otros andan, comen, se lavan, se sientan, no se dan cuenta de
lo que hacen.
Esta conversación expresa claramente la necesidad de la atención que en
el budismo es el secreto por el que el hombre "pone luz" en su
existencia, produce el poder de concentración, y en fin hace que surjan a la
luz la sabiduría y el despertar.
La atención es la clave del budismo.
¿Poner luz en la existencia? Sí, éste es el punto de partida.
Vivir sin conciencia de lo que vivo viene a ser como no vivir.
Podría decir entonces con Albert Camus en su novela El extranjero: Vivo
"como un muerto".
Decían los antiguos: "Si se vive en el olvido, se muere en el
ensueño".
¡Cuántos hay entre nosotros y a nuestro alrededor que "viven como
muertos"!
Por eso lo primero que hay que hacer es volver a estar vivo,
despertarnos, ser conscientes de lo que somos, de lo que hacemos.
¿Somos conscientes de que estamos comiendo, bebiendo o sentados en
meditación? ¿O estamos perdiendo el tiempo y viviendo en el olvido?
¿Producir el poder de la concentración? Sí, la concentración nos ayuda a
enfocar la atención y a saber qué estamos haciendo.
Solemos ser prisioneros del medio social, estamos dominados por los
acontecimientos sociales.
Vivimos disgregados, perdidos.
Nuestro cuerpo y mente no están armonizados.
Comenzar a ser conscientes de lo que hacemos, de lo que decimos, de lo
que pensamos, es resistirnos a vernos invadidos por el medio y por las
percepciones erróneas.
Cuando la lámpara de la conciencia está encendida, todo nuestro ser
resplandece y también se iluminan cada uno de nuestros pensamientos y
emociones.
Se recupera la confianza en uno mismo, y las tinieblas de la ilusión ya
no pueden invadirnos.
Este mero hecho desarrolla la fuerza espiritual Te lavas las manos, te
vistes, haces las cosas cotidianas como antes, pero ahora eres consciente de
todos tus actos, palabras y pensamientos.
La práctica de la atención no está destinada exclusivamente a los
novicios, es para todo el mundo, incluidos los grandes iluminados y el propio
Buda.
El poder de concentración es de hecho la fuerza espiritual que
caracteriza a los grandes hombres
y mujeres de todos los tiempos.
¿Hacer que surjan a la luz la sabiduría y el despertar? Sí, porque el
fin último del zen es la visión clara de la realidad: ver las cosas como son, y
eso se adquiere por medio de la concentración.
Esta visión lúcida es la iluminación, que siempre es iluminación
respecto a algo, no en abstracto.
Thich Nhat Hanh
Las claves del Zen
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