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29 de septiembre de 2020

Nibiru

Ángel Ruiz Cediel 

Que el Vaticano tiene entre sus filas a los más reconocidos talentos de todos los tiempos no es algo que escape al conocimiento de los más ilustrados, pero algo que desconoce la mayoría de la población. Desde la Biología a la Astronomía o las Matemáticas (por citar sólo algunas disciplinas científicas), pocos campos hay en los que no vayan varios decenios por delante de sus colegas seglares, destacando entre ellos nombres como Mendel o como Lamaître, siendo este último quien sentó las bases del famoso Big-Bang, y aun siendo padre de ideas que, junto con Procaire o Lorenz derivaron en la Teoría General de la Relatividad que más tarde se le atribuyó a Albert Einstein, aunque, eso sí, mediando alguna que otra demanda de plagio.

En el campo de la Astronomía, directa o indirectamente, siempre han ido un poco a la cabeza, y ya desde el observatorio de Castelgandolfo hicieron importantes descubrimientos. Tuvo los primeros observatorios de la Historia, remontándose el primero al siglo XVI –La Torre de los Vientos-, lo que les sirvió para ser los primeros en catalogar las estrellas en función de su emisión luminosa. De la Colina Vaticana, ubicación del primer observatorio importante, establecido en 1891, se decidió trasladarlo a Castelgandolfo debido a la contaminación luminosa de Roma, no mucho antes de la II Guerra Mundial. Allí, precisamente, fue donde hicieron los descubrimientos más perturbadores. 

La Iglesia Católica, además de en Astronomía, destaca por sus eruditos investigadores históricos y por sus memorables arqueólogos especializados en culturas extintas, además, por supuesto de sus propios desarrollos bíblicos y de la cultura semita. Pocos eruditos mayores hay en las culturas sumerias, acadias, babilonias o semíticas que los especialistas de la Iglesia, por más que no sean tan dados a la publicidad como los seglares o los miembros de otras religiones. El hecho que nos interesa, es que en este punto exacto convergen las dos ramas eruditas. Ya desde antiguo los astrónomos católicos –jesuitas, agustinos, etc.- habían estado investigando las perturbaciones orbitales de Urano y Neptuno, seguros como estaban otros tantos astrónomos laicos de que un cuerpo extraño, un planeta de grandes dimensiones (planeta X, por planeta 10) estaba causando esos desvaríos orbitales, el cual nombrado así por Percival Lowell en 1905. En 1930 se descubrió a Plutón, pero este cuerpo no era suficiente para justificar las perturbaciones de Urano, ni siquiera el Abismo de Kuiper. No; ni era suficiente este planetoide, no lo fueron los descubiertos después, como Xena u otros. Ellos buscaban otra cosa, un cuerpo más masivo al que hacían referencias libros remotos como la Biblia Kolbrin, algunos textos sumerios o incluso los propios textos bíblicos oficiales, al cual se le achacaba, o bien el mismísimo Diluvio y la extinción masiva consuetudinaria, o bien el planeta o cometa del exterminio, el Ajenjo bíblico. 

Y lo descubrieron a finales de los años 70. Los datos y observaciones lo confirmaban sus temores más ancestrales, pero era precisa una certeza que sólo podía proporcionar la visión directa, la evidencia fotográfica y la medición orbital directa. Era, ciertamente, un descubrimiento demasiado importante como para hacerlo público sin más, ni aun a los restringidos ámbitos de la comunidad astronómica. Por eso se estableció el "Secretum Omega", y comenzaron en secreto la construcción de la sonda Siloé en el ámbito del proyecto Kerigma, a fin de corroborar lo que observaciones y cálculos matemáticos corroboraban. En 1982 lanzaron la sonda Siloé desde un avión Aurora, y no tardaron en obtener la confirmación gráfica de su descubrimiento y lo acertado de sus cálculos. Una certeza que les hizo, en el mismo ámbito del proyecto Kerigma, iniciar la construcción del Observatorio Vaticano de Tecnología Avanzada (VATT) en el Monte Graham, Arizona, concluido y puesto en funcionamiento en 1993. 

Los EEUU, enterados por sus servicios secretos de parte del descubrimiento Vaticano, quisieron corroborarlo por sus propios medios. Demasiada agitación silenciada había en el Vaticano y demasiado movimiento se había comenzado a observar en los círculos más cerrados de la Iglesia a partir del lanzamiento de la sonda Siloé como para no intentar estar al tanto de sus descubrimientos, especialmente considerando lo extremadamente sofisticado, eficaz y hermético de los Servicios Secretos Vaticanos. Así, en 1983 lanzó la NASA la sonda IRAS con semejante propósito, y descubrieron exactamente lo mismo que el Vaticano, de suyos descubrimientos quedan vestigios (después negados) en casi todas las hemerotecas por causa de los informes y observaciones de la NASA filtrados a la prensa, tales como los artículos publicados al respecto por New York Times, Washington Post, etc. Si el Vaticano se decidió como consecuencia de esto a la construcción del VATT y su puesta en marcha, EEUU hizo lo propio en la Antártida con el STP de infrarrojos, el cual comenzó a funcionar en 2003. 

Conviene apuntar en este primer artículo de la serie, por último, que Siloé es el nombre de un estanque al que Jesús mandó lavarse los ojos a un ciego que allí había mendigando, después de habérselos ungido en saliva y barro. Y al ciego, una vez se lavó con las aguas del estanque, se le abrieron los ojos. Una alegoría de la iluminación, de ver lo que está oculto para los demás mortales, los ciegos. 

NIBIRUS II 

Las primeros vestigios de la escritura cuneiforme sumeria fueron descubiertos de una forma cuasi accidental por el oficial británico Henry Rawlinson en 1835, pero no fue completamente descifrada hasta casi un siglo después. Confundía el hecho de que este tipo de escritura había ido evolucionando con las distintas culturas que habían dominado la cuenca de los ríos Tigris y Éufrates, cuna de donde nació y se asentó la civilización sumeria, siendo heredada de éstos por los acadios y luego por los babilonios. Vale apuntar aquí que Abrahán, padre de la cultura semita y del pueblo más tarde conocido como hebreo, era de origen sumerio, pues que su nacimiento se produjo en Ur, importante ciudad sumeria desde varios milenios antes de Cristo. 

No sabemos oficialmente cuánto y quiénes saben sobre los sumerios de entre los miembros de la Iglesia Católica, pero desde el mismo descubrimiento de esas tablillas sus mejores expertos y exegetas estuvieron investigando en la zona, lo mismo practicando excavaciones en distintos asentamientos que trabajando afanosamente en desentrañar un idioma del cual se supo no mucho más tarde que se remontaba al menos entre cuatro y cinco milenios antes del nacimiento de Cristo. Fue, sin embargo, Zecharia Sitchin (1922-2007), sin duda el mayor erudito seglar en aquellas lenguas muertas, y quien más y mejor dio a conocer la cultura sumeria, editando varios libros atiborrados de conocimientos verdaderamente perturbadores, los cuales no eran sino traducciones literales de esas tablillas que durante siglos utilizaron los habitantes del desierto para construir hornos en los que cocer el pan o tejas con las que cubrir sus techumbres. Pero no está traducida ni la milésima parte de lo encontrado, entre ello la enorme biblioteca de Asurbanipal. 

Por lo que se sabe, los sumerios no sólo nos legaron conocimientos como el sistema sexagesimal, la división del año en 365 días, cada día en 24 horas, cada hora en 60 minutos y cada minuto en sesenta segundos, sino que también lo hicieron con elementos para ellos matemático-espirituales como el zodíaco o elementos organizativos como la Justicia y los jueces, e incluso funcionales o científicos como la rueda, los ciclos lunares, los números (y con ellos las Matemáticas y la Geometría), la construcción, el regadío, la democracia, la farmacopea, la cirugía, la astronomía, la contabilidad y, cómo no, la escritura. No se ha mencionado todo, por supuesto, pero basta con esta muestra para comprender su grado de desarrollo, y especialmente teniendo en cuenta que no se han encontrado todavía (o no se han traducido) elementos tecnológicos que justificaran esos avances. Pocas cosas modernas, hoy, no fueron iniciadas y tal vez mucho más desarrolladas de lo que creemos por aquella cultura que, contra todas las leyes de la lógica, había nacido superdesarrollada de la noche a la mañana, entretanto las culturas que la rodeaban estaban todavía lejos de la Edad de Piedra. 

Pero si esto mismo es perturbador, lo es mucho más que una de las primeras obras que fueron traducidas puede ser considerada la primera obra poético-literaria de la Historia, el épico-lírico Poema de Gilgamesh, y un Génesis sumerio que tenía tantos y tan firmes similitudes con el Génesis Bíblico, que no pocos eruditos consideran a éste último una copia del primero, siguiendo lo que era costumbre en aquellas primeras culturas, que cuando una conquistaba a otra absorbía y hacía suyos los panteones de los dioses, su tradiciones y costumbres, integrándolos como genuinos en la misma sociedad mixta que nacía tras la conquista. Y los semitas convivieron con los sumerios, acadios y babilonios durante siglos, hasta que por fin formaron su patria en Palestina. Así lo creen los eruditos, porque el Génesis sumerio es ni más ni menos que 4000 años anterior al bíblico, y si bien los nombres de los personajes son diferentes –Noé por Ut.Napistim, etc.-, los hechos y tiempos en que acaecen son exactamente idénticos: la creación del hombre, el Edén, el Diluvio… 

Esto es todavía más perturbador, como lo es que los primeros ocho reyes sumerios, o reyes antediluvianos, se remontaban en 222600 años al Diluvio, gobernando el que menos, un tal Meduranki de Sippar, la friolera de 7200 años, y el que más, un tal Alalgar de Eridu, nada más y nada menos que 42200 años. Nada inventado, sino traducido de las tablillas, por más que los arqueólogos lo hayan tildado de exageración, mitología, parábola o simple cuento de hadas. Y si esto nos deja un poco fuera de combate, aún lo hace más el hecho de que sus conocimientos astronómicos eran de tal magnitud que ni siquiera hoy podemos corroborar de todos ellos más que la precisa exactitud de algunos, tales como la existencia de los ciclos solares o la ubicación de estrellas y constelaciones que apenas si hemos descubierto en el último siglo, o aun la composición y ciclo de rotación de la misma Vía Láctea, la galaxia que habitamos. Ellos no sólo lo sabían hace 6000 años, sino que ya nos informaron incluso de lo que hoy se nombra como música de las esferas, del color de los planetas de sistema solar (recién descubiertos por las Voyager) o de la existencia de planetas en nuestro sistema que existen y de otros que han desaparecido... o no han sido descubiertos hasta hace muy poco y sólo en ámbitos políticamente muy restringidos, como Nibiru. 

Según esas mismas tablillas, traducidas magistralmente por Sitchin y editadas en su obra “El duodécimo planeta”, los sumerios tenían ese grado de desarrollo porque ellos fueron la especie creada por los dioses nibirúes, los iggigi (Nefilim), quienes a sí mismos y a su especie se nombraban con el gentilicio de “dioses”, y quienes crearon al hombre por simple y sencilla ingeniería genética, a través de En.ki, su especialista en esto, lo que justifica el grado de desarrollo de los sumerios, entretanto los demás humanoides de la época eran poco más que simples cromañones. 

Pero no es esto lo que interesa a nuestro artículo, por más que sea apasionante. Lo que nos ocupa y preocupa, todavía lo es más, mucho más que esto, y, desde luego, si esto parece perturbador, propio de un guionista un tanto desquiciado de Hollywood, lo que sigue en los próximos artículos estoy seguro que pondrán los pelos de punta a más de uno. A los escépticos, incluso. 

NIBIRUS III 

El Vaticano, primero, valiéndose de su sonda Siloé, y la NASA, después, sirviéndose la sonda IRAS, descubrieron, pues, al principio de la década de los 80 la verdadera causa de la perturbación de las órbitas de Urano y Neptuno y qué producía el Abismo de Kuiper: Nibiru. El clásico mutismo de la Iglesia se vio contrarrestado por la difusión que importantes medios de comunicación norteamericanos dieron al descubrimiento del IRAS, si bien no se llegó a ponerle nombre a ese enorme nuevo cuerpo celeste, y, andando el tiempo, se lo acalló con diferentes excusas, a cual menos ingeniosa. De estar en lo cierto, no era para menos.

El cuerpo celeste que los sumerios nombraban como Nibiru (el Planeta del Tránsito), era en realidad conocido por casi todas las culturas primigenias del planeta. Si bien podía ser el Planeta X (10º) que la Ciencia había estado buscando desde casi un siglo atrás, también era el Marduk de los acadios, El Gran Destructor que se describe en la Biblia Kolbrin, el Gran Fénix de los fenicios, el Apep de los egipcios, el Némesis de los griegos, el Dragón Rojo de los chinos, el Quetzalqual de los mayas o el Ajenjo de las escrituras bíblicas. Un cuerpo que tendría un paso periódico por una zona próxima al Cinturón de Asteroides del Sistema Solar y que, según fuera esa proximidad y la posición de la Tierra, produciría pequeñas o cataclísmicas perturbaciones, pero incluso siendo las pequeñas capaces de causar efectos como el ya nombrado Diluvio. Sin considerar otros desastres cósmicos que han afectado al planeta que habitamos, hay sobrados vestigios, así en el manto terrestre como en la práctica totalidad de las mitologías que han sobrevivido hasta la actualidad, de los daños cíclicos que se han producido cada aproximadamente 3600 años, ciclo orbital que los sumerios atribuyen a Nibiru y que se corresponde con las mediciones efectuadas tanto por la NASA como por el Vaticano, ocasionando en algunas de esas oportunidades extinciones masivas y la súbita desaparición de culturas enteras. 

A partir de este descubrimiento, la necesidad por parte de los mismos Estados implicados por saber de Nibiru se dispararon de una forma cuando menos peculiar, desenterrándose del olvido esta sociedad que hasta esas fechas había pasado poco menos que desapercibida o cuya investigación había quedado restringida al orden arqueológico o aún el religioso exegético. Pero, ¿qué era Nibiru y qué interés podía tener en él la Iglesia o los dirigentes mudiales?... 

La Ciencia oficial, la de universidad y libros de texto, nos ha pretendido hacer creer que los mayas, los egipcios o los sumerios, entre otros, eran capaces de medir y situar con simples cuerdecitas y con observaciones oculares los cuerpos y constelaciones celestes, medir sus órbitas y hasta determinar aspectos tales como la rotación de la galaxia, todo ello sin considerar que conocían planetas, Sistemas y estrellas que recién hemos descubierto con los más sofisticados elementos ópticos; o que tribus poco evolucionadas como los dogones sabían poco menos que por ciencia infusa que Sirio era un Sistema Triple; o que los egipcios eran capaces, en plena Edad del Cobre, lo mismo de taladrar la diorita (el mineral más duro después del diamante) con agujeros de menos 0.3 mm para hacer cuentas de collar (tal y como se han encontrado en algunos enterramientos), cosa que hoy por hoy no es posible ni con técnicas laser, o que después de construir pirámides con ladrillos de adobe, edificaron las pirámides de Gizeh con tres tipos de granito traído desde miles de kilómetros y que, no mucho después, se volvieron nuevamente poco menos que tontos y regresaron a los ladrillos. Sólo construir los canales de ventilación de las Cámaras Reales de la pirámide de Keops, por ejemplo, debido a su inclinación, al número de hiladas de piedra que atraviesan y a su perfil cuadrado, serían prácticamente imposibles de construir hoy con toda nuestra tecnología, pues que para lograrlo habría que hacerlo después de edificada la pirámide, usando para ello técnicas que no podemos imaginar siquiera. Demasiadas inconsistencias tecnológicas históricas que, probablemente, a juicio de los investigadores tenían su punto de origen en esa cultura que ahora despertaba de nuevo. 

“Sucedió que comenzó a aumentar la población sobre la superficie de la tierra; y nacían hijas. Entonces los hijos de los dioses se fijaron en las hijas de los hombres, que eran muy hermosas, y cogieron para sí por mujeres a cualquiera que les gustaba. De modo que hubo por aquel entonces gigantes en la tierra, ya que después de que entraran los hijos de los dioses a las hijas de los hombres, ellas parieron a los grandes héroes de antaño, que fueron héroes de renombre. Y vio el Señor que era enorme la maldad de la humanidad en la Tierra y que todo pensamiento y plan de sus mentes era solamente perverso en todo momento. Entonces le dio pena al Señor haber hecho la tierra… Y dijo el Señor: «Borraré de la superficie de la tierra a la humanidad que he creado».”, dice el Génesis (C.6)…, y dicen los sumerios en sus textos. Esta fue la causa de la división de los nefilim, los dioses sumerios, porque los del Cielo, los iggigi, consideraron este acto poco menos que zoofílico, y condenaron a los infractores a permanecer indefinidamente en el planeta, nombrándolos desde entonces como annunakkis, o, para nosotros, se dividieron los nefilim entre dioses y demonios. Un hombre tiene un hijo: una cultura muy avanzada, una especie. Por eso consideraron los iggigi un acto perverso que los annunakki se mezclaran con los hombres, y por eso batallaron y los annunakki fueron cuasi destruidos junto con casi todos los hombres, de cuya guerra también quedan vestigios en casi todas las culturas antiguas. 

La diferencia entre los dioses y los hombres, en fin, pues que como dice la Biblia y los textos sumerios “fueron creados a su imagen y semejanza”, radica sobre todo en la longevidad, pues los días del hombre no superaban los 1200 años…, hasta después del castigo de los iggigi, en que, como dice la misma Biblia, los días del hombre fueron reducidos a un máximo de 120 años. Nada mencionan ninguno de los textos, sin embargo, de que los días de los dioses fueran reducidos, y, si consideramos la extraordinaria longevidad de la especie de los dioses, que como vimos en el artículo anterior podían superar holgadamente los 42000 años, significa esto que, si algunos dioses sobrevivieron, bien podría ser que fueran sus vecinos, amigo lector. Ángeles y demonios, pues, bien podrían estar entre nosotros, pues no pocas culturas, entre ellas la cristiana, refieren reiteradamente que éste es el reino de Satanás (probablemente un annunakki) y que hasta el regreso de Dios (probablemente un iggigi), nos dejó para proteger a los buenos a los ángeles (probablemente iggigis). Mayas, chinos, indostaníes, mazdeístas, mayas y muchas otras culturas, dicen exactamente lo mismo con diferentes palabras. Curioso, ¿no?... ¡Y los representan de una forma tan igual o parecida, que la causalidad no tiene más opción que pasar de largo! 

Nibiru  IV 

De estar comprobado y existir alguna clase de convencimiento científico sobre que el paso de Nibiru por el interior del Sistema Solar podría acarrear consecuencias catastróficas, ¿qué medidas deberían tomar las autoridades sociales y políticas?... Según las estimaciones matemáticas de la órbita de este planeta, su paso tendría lugar por alguna zona próxima al Cinturón de Asteroides, entre Júpiter y Marte, y entre unas 2 a 4 u.a. del Sol, validando la Hipótesis Némesis que Muller, Hut y Davis propusieron públicamente en 1984, por otros conductos públicos, sobre las perturbaciones periódicas del Cinturón de Asteroides y la Nube de Oort. 

Siendo así, en el caso del paso de un cuerpo de estas características, produciría por resonancia un desequilibrio enorme en el Cinturón (especialmente de los Asteroides Troyanos y los NEOs) y probablemente en la actividad del Sol, los cuales afectarían severamente a la Tierra. Podría ser que los efectos no supusieran mucho más que un bombardeo de meteoritos de diferentes tamaños, si bien no necesariamente apocalípticos, o podría ser que las consecuencias de este paso fueran escatológicas y terminaran con cuanto hay sobre la superficie del planeta, tal y como vaticinan leyendas, profecías y mitologías, y así se sabe que ha sucedido en anteriores ocasiones. Vistos y analizados los diferentes escenarios posibles, lo que primaría en las decisiones de las autoridades sería el peor de ellos, y tendrían la obligación de asumir ese supuesto asegurando la pervivencia de la especie (o especies del planeta) y, si fuera posible, de la misma civilización. Así, salvaguardar el patrimonio de nuestras culturas, los capitales biológicos y aún la mayor cantidad de elementos sociales que pudieran permitir un eventual renacimiento, sería una cuestión simplemente prioritaria. Se podrían construir, por ejemplo, refugios a enorme profundidad que salvaguardara ese patrimonio e incluso pequeñas sociedades a escala, pero suponiendo un periodo de encierro en esos nidos de unos dos a seis años, yéndonos a lo mínimo de los efectos que se producirían, no parece posible que los supervivientes elegidos pudieran ser demasiados, y los “condenados” por imposibilidad de salvar a todos, fuera la mayoría de las especies que pueblan el planeta, incluidos más del 90% de los humanos, quienes quedarían abandonados a su suerte en la superficie. 

Las implicaciones de todo esto, obviamente, son enormes. Las perturbaciones producidas por el paso de un cuerpo semejante no se limitarían solamente a un simple bombardeo de meteoritos más o menos peliculeros, sino que la misma estructura planetaria y los campos electromagnéticos que la definen y sostienen sufrirían alteraciones significativas, afectando tanto al clima como a la propia actividad geológica de la Tierra. 

La enfermedad se puede diagnosticar por dos medios básicamente: por observación directa de la bacteria o virus que la produce, o por sus síntomas. La Hipótesis Nibiru nos dice que desde 1983 se vienen sucediendo maniobras cuando menos extrañas a nivel global, especialmente desde 1989, fecha en que probablemente fue alcanzado un consenso planetario para acciones de salvamento coordinado. Es en 1983 cuando se ponen en marcha asuntos tales como Alternativa-3 o el Tratado de Iron Mountain, por más que ambos fueran desmitificados después como simples bromas o como una técnica de crear ambientes conspiranoicos en el futuro, desacreditando así a quienes pudieran poner en peligro las acciones que iban a ir siendo emprendidas; pero es mucho más significativo que desde esta década es cuando comienza a establecerse el liderato de los EEUU en casi todos los ámbitos globales, culminando en 1989, justo después de la lección de Ruanda-Burundi donde fueron asesinados a machetazos casi un millón de personas, en que se finiquita sin razón aparente la Invasión de Afganistán por parte de la URSS, se cae sin previo aviso la URSS y se establece la Aldea Global, todo en un abrir y cerrar de ojos, al mismo tiempo que se prepara la invasión de Iraq, cuna de la cultura sumeria. Mucho quedaba por heñir, era preciso saber qué más podían aportar los sumerios sobre lo que se venía encima y encontrar el famoso palacio de En.Ki, del cual se supo por una tablilla sumerida traducida que estaba enclavado en las montañas de Afganistán conocidas como Tora-Bora, y ambos países, como sabemos, fueron invadidos en el curso de una acción ilegal e injusta –queda por demostrar la veracidad de Obama el invisible-, y que lo primero que expoliaron los invasores no fueron los pozos de petróleo como se ha hecho creer, sino los museos y asentamientos arqueológicos. 

El mundo, aparentemente, había dejado sorpresivamente de tener bloques enemigos, y todo ello sin que hubiera una causa que lo justificara. Al mismo tiempo, y simultáneamente en todo el planeta, se comenzaron enormes obras de excavación (el Túnel de la Mancha, los que unen los fiordos de los países nórdicos, etc. –vale decir que España tiene 25 supertuneladoras en pleno funcionamiento-), y se comienza con un inusitado frenesí una campaña mundial por recopilar y almacenar semillas en refugios subterráneos, se impulsa desmedidamente la política de investigación de transplantes e ingeniería biológica, se da inicio a la aventura global de desentrañar el genoma humano y de las demás especies que habitan el planeta y se emprende una singladura de absurdos que distraigan al respetable, en una burda pero eficaz maniobra de encubrimiento de los proyectos que se están llevando a cabo, tales como escándalos, leyes sin sentido, incoherencias políticas, guerras ilegales, matanzas, terrorismo invisible que deriva en la Política del Miedo, masificación de la animalidad (pornografía, aborto libre, consumo enloquecido, etc.), todas ellas contrarias a las conveniencias de una cultura evolucionada, tal vez porque ya los poderes habían aceptado que esa cultura evolucionada tenía sus horas contadas. 

¿Pero a quién salvar, suponiendo que sólo se pudieran librar –y no es seguro- sólo una pequeña parte del género?... Cuando los supervivientes salieran de los refugios, supuesto el caso de que sobrevivieran, serían necesarios eruditos y sabios, sí; pero también quienes apretaran tornillos, supieran poner ladrillos y aun sirvieran el té a los ricos que sin duda serían el grueso del embrión de la nueva especie. Sería necesario, pues, salvar sociedades completas a escala, no mayores de unas decenas de miles de personas por refugio, y siempre que fuera factible estando los diferentes nidos comunicados entre sí para auxiliarse unos a otros en el caso de ser necesario. Todo esto, es obvio, no son más que supuestos, pero con ciertos visos de realidad: es la Hipótesis Nibiru. Para lograr esa proeza tecnológica disponen los poderes de todos los recursos necesarios. Los movimientos de tierras precisos pueden ser enmascarados con obras de túneles, carreteras y autopistas, y los recursos económicos necesarios pueden ser obtenidos mediante la creación de crisis artificiales como la que sufrimos, la cual no hay experto que la sepa explicar convincentemente, al mismo tiempo que los Estados han movido billones de euros que nadie sabe dónde han ido a parar. 

Síntomas, en fin, de una enfermedad que tal vez sea algo más que psicosomática. Queda por saber si quienes tienen acceso a esa información real quieren filtrarla y, en ese caso, qué canales utilizarían, pues que de ser cierto los mismos medios de difusión estarían controlados por quienes dibujan el proyecto y lo dirigen. No en vano, casi todos los medios importantes del mundo están en cuatro o cinco manos. Por otra parte, ya mediante alucinados a sueldo, frikis y desinformación gratuita en todos los ámbitos, han preparado y previsto esos mismos poderes un entramado conspiranoico capaz de dejar ante los ojos de la opinión pública como un imbécil al más sensato de los sabios o al más informado de los informadores. Nunca, en fin, sabremos cuánto hay de verdad en la Hipótesis Nibiru: tendremos que esperar unos pocos años todavía, dos, para saberlo con certeza.  

Vaticano ha revelado la existencia del planeta Nibiru 

¿Qué hay detrás de la Santa Sede? ¿Por qué hay documentos a los que sólo el Papa puede acceder? Los Archivos Secretos del Vaticano son una de las fuentes de conocimiento más extensas y menos público de la actualidad. Sus textos superan la cifra de 150 millones. Si estuvieran puestos en hilera, sería algo así como 65 kilómetros, y en ellos hay actas, correspondencias y textos que datan del siglo VIII en adelante y que, según mucha gente, podrían poner jaque a la Iglesia Católica Apostólica Romana tal como la conocemos hoy en día. 

Imaginaos la cantidad de información de alto secreto que puede haber escondida ahí, de toda índole, clase, y restricción. Entre todas las conjetura y teorías que han podido salir a la luz en todos estos años, hay algo que durante mucho tiempo ha sido fruto de numerosas controversias y que en el artículo de hoy te lo detallamos como Dios manda, así que siga leyendo el artículo porque es muy interesante. 

A lo largo de la historia, la Santa Sede ha tenido un gran interés por todo lo que rodea al cosmos. A raíz de la implicación del Vaticano en la conspiración del secreto extraterrestre, guardando silencio sobre el caso Roswell, o el encuentro entre el presidente Eisenhower y una delegación alienígena en 1954, conjuntamente con las comisiones secretas del gobierno de los Estados Unidos, el Vaticano desarrolló un programa secreto de seguimiento extraterrestre y exploración espacial. 

Después del incidente de Roswell, el Papa Pío XII junto con algunos obispos norteamericanos, crearon el servicio de inteligencia Vaticano, para coordinar la información en materia extraterrestre con la ayuda de dos comisiones secretas de la CIA. En 1993 se termina la construcción del telescopio Vaticano en Arizona, el primer telescopio de infrarrojos del mundo y el más sofisticado, después del descubrimiento de que ciertos cuerpos sutiles y energías de origen desconocido sólo podían ser captadas por infrarrojos.

Curiosamente, justo después, la mencionada tecnología infrarroja fue retirada de las cámaras fotográficas de uso civil de todo el mundo. Además, este telescopio se encuentra ubicado justo en el epicentro de la dos zonas más destacada en cuanto a la historia moderna de la ufología, el Área 51 y Roswell. En 1990, el Vaticano y las comisiones secretas de los EEUU, deciden seguir adelante y crean el programa Siloé, que consistió en enviar una sonda del mismo nombre al espacio exterior con el objetivo de fotografiar un supuesto cuerpo celeste.


Dicho cuerpo celeste estaría supuestamente en aproximación a la Tierra y se conoce con el nombre de Nibiru de los Sumerios. Ese proyecto tiene una clasificación “Secretum Omega”, es decir, un proyecto que tiene carácter ultrasecreto por el Vaticano, así como financiación privada a través del observatorio Vaticano, institución libre de impuestos. El objetivo de Siloé era aproximarse a Nibiru y fotografiar el cuerpo celeste.

Una vez realizada la primera fase de la misión, la nave Siloé invirtió de nuevo su rumbo y se acercó de nuevo a la Tierra para transmitirle sus imágenes a la base de observación espacial del Vaticano. Dicha base está ubicada secretamente en Alaska, y empezó a recibir la información de Siloé en octubre de 1995. La opacidad de estos secretos se vio entorpecida rápidamente en 1997, cuando el padre jesuita Malachi Martin, una eminencia en el Vaticano, de los pocos conocedores del tercer secreto de Fátima, filtró en algunos de sus libros la supuesta amenaza del planeta Nibiru para la Tierra.


En 1999, Martin falleció inesperadamente, lo que llevó a que muchos pensaran que quisieron silenciarlo, y que el tercer secreto de Fátima tenía relación con la llegada de la gran amenaza a nuestro planeta. Hay quienes dicen que lo que oculta el tercer secreto de Fátima podría tener relación con el planeta Nibiru, llevado a cabo a través del proyecto Siloé, pero este es sólo un secreto con lo que el Vaticano vigila el cielo. 

De todas maneras, un supuesto estudio de la NASA realizado en 1988 reveló detalles sobre el misterioso planeta X o Nibiru, con un período orbital estimado de más de 1.000 años. Según este documento, la NASA y el gobierno de EEUU serían conscientes desde hace décadas que el mencionado planeta se acerca a la Tierra con unas consecuencias catastróficas para la humanidad. 

Se cree que dicho planeta está enviando ondas de “partículas” de energía de plasma cargadas a través de nuestro sistema solar. El flujo de energía con el tiempo detendrá el de la Tierra y provocará cambios catastróficos en el clima de la misma. De acuerdo con los cuatro grandes profetas bíblicos, algo verdaderamente aterrador se nos acerca, y podría llegar algo antes del 1 de enero de 2018…¿Tú que opinas? ¿Crees que todo esto es cierto? ¡Deja tu comentario en Facebook y comparte este artículo con todo el mundo!

 

Fuente: https://www.paraloscuriosos.com/a5656/vaticano-ha-revelado-la-existencia-del-planeta-nibiru#utm_source=SiteShareButton&utm_medium=SiteShareButton&utm_campaign=Article_5656

 

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