Centro Holística Hayden

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9 de noviembre de 2020

La navegación de la conciencia

Alejandro Lodi 

La carta natal es el mapa de navegación del viaje de la conciencia.

El viaje de la conciencia necesariamente expresa una dinámica de la psique, desde identificaciones polarizadas hacia el reconocimiento de la polaridad, desde la lucha de polos en antagonismo hacia la vivencia yin-yang. El viaje de la conciencia se desarrolla en conflicto con el destino (los hechos del mundo externo y las personas con las que nos relacionamos) hasta que deviene el sufrimiento de un colapso. Ese colapso puede ser “el fin del viaje”: una cristalización terminal que no permite dar respuesta. O puede ser un portal a la transformación de la conciencia: la muerte del encanto de ser una entidad separada de la corriente general de la vida y el nacimiento de una conciencia que se reconoce en el destino.

Nos identificamos con fragmentos de la totalidad del ser. Y atraemos inconscientemente los contenidos excluidos y complementarios. Nuestras identidades fragmentarias generan destino. El yo atrae destino: experiencias que nos acercan a aquello de lo que intentamos separarnos. El destino como reunión, como cita con lo que soy y evito. Lo evitado es un contenido del ser que me anima y que, no obstante, parece “no ser mío” porque contradice la imagen que tengo de mí mismo. Lo evitado es la sombra de esa luz que representa la imagen consciente de uno mismo.

La sombra no es “lo que todavía no ha sido iluminado”, no es lo que al yo consciente “le falta aun integrar” del inconsciente. La sombra no es “un trabajo que tengo pendiente”. La sombra no es “deber ser” (esto es, un compromiso que debo cumplir). La sombra es el ignorado complemento de la imagen luminosa del ego. La sombra no le pide al yo que mejore, sino que se transforme. La sombra no pide crecer como persona, sino morir a la imagen egoica. La madurez de la conciencia no implica una versión mejorada del yo, sino su mutación. No implica sabiduría, sino una alteración de la percepción de la realidad.

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Lo que vemos en consulta astrológica

En consulta vemos la potencialidad de la carta natal (de una vida) y también el recorte de ella en la que ha hecho identidad la conciencia personal. El yo desarrolla mecanismos de defensa para evitar el contacto con todo el contenido psíquico que ha sido descartado y que representa una amenaza a su existencia. Necesita defenderse por supervivencia: el yo sólo es, sólo subsiste, si se confirman los atributos con los que se ha identificado. Toda información que no refuerce esa sensación de identidad personal es percibida como ajena, como un riesgo mortal. Cuando esos mecanismos defensivos se muestran ineficaces, aparece entonces el sufrimiento psicológico. Y es ese padecimiento el portal a la transformación. Lo único que puede disolver ese dolor es reconocerse en lo temido, aceptar la sombra.

En cada consulta, el reto del astrólogo es descubrir dinámica de polaridad en las polarizaciones del consultante. Exponer la oportunidad detrás de cada sufrimiento. Ver yin-yang donde la persona sufre antagonismo. Si en el antagonismo la conciencia siente orgullo o satisfacción, entonces no hay consulta. Para percibir yin-yang tiene que haber insatisfacción o dolor. Y ver yin-yang significa percibir la evidente interpenetración de los polos en conflicto, el ineludible abrazo de aquello que parece rechazarse, la creativa cópula de lo que se creía en recíproca exclusión.

El sufrimiento de la persona está en vínculo con lo que la identificación consciente ha dejado afuera. El desafío de la entrevista astrológica consiste en estimular la sensibilidad del consultante (disolviendo el miedo y abriendo confianza) para reconocerse en (aceptar) el destino del cual se siente víctima, en facilitar que el espacio de consulta permita resignificar su relato de vida desde una “nueva luz”, es decir, desde una nueva y más comprensiva imagen de sí mismo.

Cada imagen de sí mismo que emerge disuelve a la anterior e inicia una nueva trama de la dinámica de revelación del ser, dinámica que siempre será entre consciente e inconscienteidentidad y destinoluz y sombra. La dinámica no tiene un punto de llegada, no tiene una cima que deba ser alcanzada con destreza o mérito. La dinámica consciente-inconsciente es la sustancia misma de la conciencia. Conciencia es dinámica. Conciencia es viaje. Un viaje que revela un territorio que no puede conocerse si no es desarrollado. La carta natal es el mapa de un territorio que cobra sentido mientras es recorrido. Ese territorio es una vida humana y un destino. La carta natal es el mapa presente de un territorio siempre futuro.

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Alma, sombra, hechos, otros

El viaje de la conciencia, el misterio del despliegue del ser, no es un mandato, no es un modelo preestablecido con el que debo cumplir, no es un proyecto individual, no es separado o aislado de los demás. La revelación de lo que somos es una respuesta intuitiva creada a medida que se despliega en el destino, es vincular y generada o creada en red. Por lo tanto, “nuestra” vida es co-generada y co-creada; no surge de la constricción o del repliegue sobre uno mismo, sino en la expresión espontánea de la interacción vincular.

El destino (los hechos, los otros) da información de uno mismo, mucho más rica que el relato o definición que nos damos como personas. Rechazar el destino es extraviarse de uno mismo. Desoír lo que dicen nuestros vínculos acerca de nosotros y de nuestras vidas es disociarse.

El yo es necesariamente una imagen disociada, desenfocada. Y es así porque el yo personal es constitutivamente una sensación de identidad separada de los demás. Será una dimensión más profunda -el alma- la que repare esa disociación y le recuerde a la conciencia su conexión con todo lo demás. La personalidad disocia, el alma reúne.

Alma es reconocerse en otros. Es, en definitiva, amor. El desafío de aceptar al otro, no sólo como participante, sino como expresión esencial del propio campo vital y psíquico.

Alma es reconocer la sombra. Es, en definitiva, transformación. La sorprendente evidencia de que lo temido, negado, reprimido o proyectado en los demás revela un legítimo contenido de mi ser (o del ser profundo que anima mi vida) y, por lo tanto, la persuasiva invitación a validar el cuestionamiento que representa para nuestra propia imagen personal.

Descubrir la sombra y no transformarse implica contaminar la vincularidad y riesgo de quiebre psicológico. El miedo a transformarse genera más sufrimiento que el de reconocerse en la sombra. Somos víctimas de la sombra. La sombra victimiza al yo. Y la sombra es el otro.

Alma, sombra, hechos, otros. El tesoro de lo que no sabemos acerca de nosotros. Lo que ignoramos de nuestra vida como fuente de la más rica creatividad.

Navegar la conciencia. Confiar en indicios. Ver símbolos en las estrellas. Llamar al viento.

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