Centro Holística Hayden

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25 de julio de 2012

Y AHORA...¿QUÉ HACEMOS CON FRANKENSTEIN?

En medio de la avalancha de condenas al joven que cometió el horrendo crimen en Aurora (Colorado) durante el estreno del film “El Caballero Oscuro” surge la pregunta que nos mueve a reflexión: ¿será este joven un verdadero victimario o será más bien otra víctima más?

Nadie está aislado, todos estamos relacionados, conectados, vivimos inmersos en una gran red compuesta no solo de materia física sino de una sustancia más sutil, etérica, por donde circulan libremente nuestros pensamientos y nuestras emociones. Todos los humanos somos responsables del estado en que se encuentran las energías de estos planos más sutiles que influyen y determinan

la calidad de los ambientes de nuestro mundo y las influencias invisibles que a todos nos afectan.

El Maestro Omraam Mikhael Aivanhov dedicó gran parte de su enseñanza a señalar la manera cómo influye el estado mental y emocional en la vida de cada ser. Cuando nos alimentamos – decía – nos aseguramos que los alimentos estén limpios y en buen estado. Sin embrago cuando alimentamos nuestros cuerpos emocionales y mentales tragamos cualquier cosa: emociones putrefactas, pensamientos  de odio y de maldad, impurezas de todo tipo, tristezas... Y luego, cuando vemos el resultado de este tipo de alimentación decimos, ¡qué mala suerte! Y culpamos a la vida de lo que sucede sin darnos cuenta lo determinante que fue nuestra manera de sentir o pensar.

A nivel colectivo, lo mismo sucede con la humanidad. Habría que preguntarse, ¿cuántos juegos violentos vio el joven asesino hasta el momento que decidió“jugar” en la vida real? Y luego viene la pregunta que no nos gusta hacer: ¿cuántos juegos violentos  han visto nuestros  hijos,  hijas,   nietos,   nietas?    Son incontables. Entonces, si la sociedad ofrece la violencia, el asesinato, la matanza como una forma de diversión, no nos debe sorprender que sucedan estas cosas.

No hay peor ciego que el que no quiere ver, y amigo, amiga, nuestra sociedad está enferma de odio, de violencia. Somos guerreristas no por naturaleza sino por cultura. La cultura de la guerra se ha establecido en nuestras sociedades y ha echado raíces. Y ése es el problema más grave que hoy, como sociedad, confrontamos. Señalando a un culpable, sin darnos cuenta que es una erupción de la enfermedad que está padeciendo la sociedad, un síntoma de la enfermedad social en la que estamos todos inmersos, es querer tapar el cielo con la mano.

Si participamos de la violencia en cualquiera de sus formas, ya sea con nuestra mente o emociones, estamos contaminando el ambiente planetario. Los más débiles, a quienes llamamos monstruos por haberse convertido en expresión dramática de la suciedad desbordante, del basurero astral de nuestras ciudades, merecen nuestra compasión, son solo jóvenes enloquecidos por la atmósfera psíquica tan perturbadora que todos hemos producido. Todos somos responsables.

Y ahora ¿qué hacemos con Frankenstein?,  ése monstruo creado por los inventores de juegos de guerra, de asesinatos, de violencia, sostenido por las películas, libros, revistas, artes plásticas, música, juegos que promueven la violencia y la fealdad.  ¿Cómo lo desactivamos?

¿Recuerdan cuando nuestros modelos a seguir eran los grandes benefactores de la humanidad, cuando leíamos aquellas historias que nos instruían en  valores humanos? Ahora son los “terminators”, los “transformers”  y sabe Dios qué más. En mi condición de abuela no estoy tan al tanto de los nombres pero sí estoy al tanto de la violencia. Un niño no puede ver tantos crímenes sin que pierda algo valioso dentro de sí. La guerra, la muerte, el asesinato no pueden ser instrumentos de diversión sin dejar secuela. Y esa secuela se manifiesta, a nivel de la sociedad, por medio de estos eventos terribles que nos conmueven a todos.

¿Qué pasó con el arte? ¿A dónde se fue la belleza? ¿Por qué hemos negado lo mejor del alma humana para vender como producto de consumo principal la parte animal de la naturaleza humana?

Siempre he sentido una profunda compasión con la juventud por el mundo tan desastroso que le hemos dejado, tan ajeno a los verdaderos valores humanos.

Lo que quedó de la generación “hippie” de los sesenta y su proclama de paz y amor fue una simple protesta sin sustento. Todo se desvaneció en la bruma de las drogas. Ahora, los maravillosos niños que están llegando, y lo están haciendo hace más de 20 años, han sido sometidos a una abrumadora cultura de guerra. Ahora la droga es virtual, pero droga al fin, adictiva y destructiva.

Dentro de este cuadro abrumador quiero también señalarles que nunca antes en nuestra historia la humanidad ha tenido tanta luz. Es paradójico pero real. El porciento de seres humanos que comienzan a despertar a la realidad del alma es mayor que en cualquier otro momento de nuestra historia. La sensibilidad al dolor ajeno es  también mayor. La solidaridad y la ayuda humanitaria que vemos hoy no existían en tiempos pasados. Entonces, ¿dónde está el verdadero mal?

Te ofrezco mi respuesta. El verdadero Frankenstein es la CODICIA  que circula libre por la sociedad promovida por una cultura materialista que nos inculca que el tener es la finalidad de la vida humana. La codicia mueve las guerras, la pornografía, la pedofilia, la prostitución, la corrupción, las drogas, y está peligrosamente convirtiendo en producto comercial, los alimentos, la educación y la salud.

Estamos en los albores de un nuevo tiempo y hay que recordar que antes del amanecer la noche es más oscura. No te dejes intimidar por la oscuridad que puedas percibir en el mundo. Ella termina cuando sale el sol. Y tú eres ese sol que el mundo espera porque eres un alma solar habitando en la Tierra. Todas las riquezas están en ti, las verdaderas, las que el polvo y el hollín no pueden tocar, las que siguen contigo más allá de la muerte, las que tienen la capacidad de crear la nueva civilización de luz y de amor que todos esperamos.

Entonces, ¿qué hacemos con Frankenstein? Una vez aceptemos que es nuestra creación, lo podemos disipar con la luz del alma. Hay muchos monstruos, grandes y pequeños, pululando en nuestros ambientes. Nuestro trabajo es disiparlos.  Cada vez que demuestras violencia, agresión, odio, los refuerzas. Con tu amor, tu perdón, tu comprensión y tu ternura los disipas.

Cuidemos nuestros pensamientos, palabras, acciones, que no contengan violencia, agresión, odio. Es el servicio que le debemos a la vida. Todos los grandes Seres, los Avatares que han venido a esta Tierra para impulsar su evolución lo han hecho por amor. El amor es la Ley Suprema de nuestro Universo y con ella transformaremos la vida en el planeta.

Que la Luz de tu Alma ilumine tus ambientes y disipe sus sombras. Es mi deseo constante para ti.

Desde las profundidades del alma,

Carmen Santiago

Esta carta contiene ideas que fueron elaboradas en una conversación con mi querido amigo Leonardo Díaz, por lo que contiene también su pensamiento.

Namaskar

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