Para que el alma humana pueda vivir en
el mundo material y ser feliz tiene que encontrarse a sí misma. Porque
nada hacemos si no lo hacemos desde lo que somos. El frenesí de la vida moderna
expresa la cualidad de la sustancia pero no la naturaleza del alma que la
habita. Sólo desde lo que se es, se puede actuar porque, de lo contrario, la vida
nos actúa, nuestras creencias, deseos e instintos nos imponen su dirección y su
ritmo y deciden por nosotros.
He reflexionado mucho y siempre llego
al mismo punto. El camino es hacia adentro, hacia lo que somos. Cuando
actuamos alejados de lo que somos, estamos expresando la naturaleza de nuestros
vehículos físico, emocional y mental, pero no nuestra naturaleza superior. Allí
radica la tragedia de nuestra civilización moderna y su humanidad que
identificada todavía con la forma la ha asumido como su única naturaleza y la
expresa con toda la fuerza que
le otorga el desarrollo intelectual alcanzado.
Así como el núcleo atrapa el electrón para componer un elemento, así nosotros,
copiando la conducta de la materia, queremos atrapar todo lo que nos gusta creyendo
que podemos poseerlo y terminamos poseídos por nuestras posesiones…
Nuestra civilización perdió su rumbo,
se quedó sin alma. Le hemos dado tanta importancia a la forma que
hemos descuidado peligrosamente el alma, la conciencia, lo que en verdad
somos. Y la conciencia es la que sabe, la que conoce, la única que puede
guiarnos por los senderos de la vida material sin peligro. Le hemos dado la
espalda y estamos al borde de una catástrofe mundial por la indebida
contaminación producto del deseo egoísta y el ansia de tener, que estimulada
por los medios de producción, sacrifica la vida misma. ¡Qué paradoja tan
grande! Contaminamos el aire, el agua, la tierra y no hemos contaminamos el
fuego porque no podemos.
No somos una humanidad feliz. Unos
mueren de hambre y desnutrición y otros enferman de tanto comer o de comer
productos inadecuados para el cuerpo humano que la industria de alimentos se ha
encargado de promover.
No somos una humanidad feliz porque no
se puede ser feliz en la negación de lo que uno es. Las raíces profundas de la
vida humana están en el alma, en la conciencia. La Ley natural del alma es el
amor y su expresión, la fraternidad. Por lo tanto no compite, comparte; es
solidaria. Su instinto es el servicio. Se sacrifica por el bienestar de los
demás. No tiene ansías de enriquecerse materialmente porque conoce lo
transitorio de las posesiones materiales pero enriquece la vida y la respeta.
El alma incluye en su ser aquello que quiere conocer, se convierte en aquello
y, por lo tanto, lo conoce. En otras palabras, ama, se pone en la misma
longitud de onda, se hace uno y como resultado, conoce. Es sabia.
En las cualidades del alma está
retratada nuestra futura civilización. Y es el único futuro posible, porque si
seguimos el juego del egoísmo y el consumismo, si seguimos con la competencia,
la guerra, la desigualdad, si dejamos que el mercado mundial se dirija a sí
mismo, sin la guía del alma humana, no tenemos futuro.
Por dos mil años, hemos rezado … “venga
a nosotros Tu Reino…” Sí, se lo pedimos a nuestro Padre Celestial,
pero no hacemos espacio para que descienda. Nuestro mundo mental repleto de
pensamientos formas que dan vida al egoísmo, al consumismo; nuestras emociones
y su empeño vano de poseer y nuestros armarios llenos de cosas que no usamos…
dime, ¿por dónde va a descender el Cielo?
En los albores de este nuevo tiempo
tenemos una tarea ardua: crear la civilización que exprese afuera la verdad de
lo que somos por dentro. Esa civilización es la del alma y sus cualidades: la
solidaridad, la fraternidad, la protección de los más débiles por los más
fuertes, la abolición de la violencia y su producto, la guerra. Es la forma de
vida que nos vino a mostrar el Cristo cuando nos dejó la enseñanza del amor
verdadero. La tenemos desde hace más de dos mil años. ¿Qué ha pasado con ella?,
¿dónde la dejamos olvidada?
Te recuerdo sus palabras: “Habéis
oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo." Pero yo os
digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis
hijos de vuestro Padre que está en los cielos; porque El hace salir su sol
sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.”
Tú eres el Alma, la Conciencia, la Luz
de este Mundo. No permitas que la corriente de la vida material te arrastre,
recuerda que al final tienes que dejar atrás todas las posesiones materiales y
solo te llevas la comprensión alcanzada, el amor desplegado, la expansión de tu
conciencia. Si quieres trabajar por un mundo mejor vive reconociendo el Ser
espiritual; mantente en la luz del alma, permanece en contacto con el Dios Amor
que te habita. Es la tarea principal, la del momento, la que traerá el Reino de
los Cielos a la Tierra porque es desde allí desde donde puedes ejecutar las
acciones que la Vida espera de ti. No hay otro lugar. Todos los días, al
despertar reconócete y decreta:“Yo Soy el Alma.” Reconoce tu
verdadero ser, conéctate con tu fuente de Luz y Verdad. Entrégate, y no te
resistas al amor. La oración que contiene la entrega es una flecha que cruza
veloz el espacio y llega a Dios.
“Alma mía, te entrego mis pensamientos, mis
sentimientos y mi cuerpo porque “Yo soy Tú y Tú eres Yo. Guía mi vida”
Y en el Alma Una permanecemos unidos
por siempre,
No hay comentarios:
Publicar un comentario