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5 de septiembre de 2010

Virgo, la divina humildad

Por Martín Dieser

El período regido por las energías de Virgo tiene mucho que ver con la vida tal como la conocemos diariamente, porque este signo pertenece a la Cruz Mutable, ese conjunto de fuerzas que se expresan fundamentalmente a través del centro creador planetario, la humanidad. Virgo es un signo terrestre, de actividad en la materia, y nos viene a recordar el estrecho lazo que existe entre la conciencia y el soporte sobre que ella se asienta y desenvuelve a medida que se avanza en el Sendero.
Es que en Virgo el alma y la materia se dan un abrazo de amor creativo; detrás de ese simbolismo están los rayos implicados, que son el 2º de Amor – Sabiduría, símbolo del alma comprensiva, y el 6º de Devoción e Idealismo, que (siendo un rayo de atributo) viene a representar la aspiración de la materia a ser como el alma, la receptividad a lo divino y la esperanza de gloria. Todo esto se da en la materia misma, que gracias a la energía de Virgo florece y revela la divinidad interior; es por eso que el 3º rayo de Actividad Inteligente es también expresión del signo, porque el amor del alma y la devoción de la materia producen una actividad que es la revelación creciente de la luz: el proceso evolutivo.
Tal como solemos decir, cada uno de los signos del Zodíaco forma parte de nuestro ser, son energías que atraviesan nuestra conciencia en tanto formamos parte de la Vida Una, que las utiliza para desarrollar el Plan inteligente, y nosotros en nuestra pequeña escala las usamos también para honrar el compromiso asumido con nuestra alma como discípulos. Eso quiere decir que en alguna dimensión de nuestro presente se hará sentir la energía de Virgo, eso puede ser más objetivo si el Sol o el Ascendente se hallan en Virgo, pero en otro caso resultar más subjetivo e igualmente potente, o incluso pertenecer al aura de naciones o continentes de los que seamos parte.
Virgo es como ningún otro el signo de la ceguera, pero esto tiene un matiz en el caso de las personas espirituales: a través de su influencia se experimenta el sumergimiento en la materia, pero como el signo previo es Leo, el de la autoconciencia, la experiencia de Virgo no es totalmente ciega; el ser ha sido atraído hacia lo inferior pero guarda el recuerdo de la luz vista en Leo y allí reside la esperanza de gloria. Es gracias a esa luz que aún sin conocer plenamente la meta del alma se sabe casi instintivamente lo que se debe hacer: se trabaja, se separa, se purifica y se experimenta, hasta que la forma esté preparada para revelar un poco más de la luz del ser interior.
Al comienzo esa actividad no es para nada fácil; el esfuerzo ocasiona “choques” con la materia mental hasta que somos capaces de equilibrarnos en el alma y dejar penetrar la luz. Mercurio, como regente exotérico del signo, distribuye la energía necesaria para atravesar dicho proceso y alcanzar tal culminación. Pero el trabajo continúa.
Dado que la Luna es el regente esotérico, toda labor de construcción se ve favorecida, y tenemos así un buen período para comenzar a construir el antakarana o mejorar sus bases según el caso.
En toda dimensión de la vida somos plenamente conscientes a un nivel y ciegos en otro; Virgo actúa en esta última, elevando la vibración de lo inferior para que pueda revelar lo superior. Por eso Virgo es un signo muy importante para evitar el espejismo y la ilusión; ambos fenómenos son esotéricamente el efecto de una materia demasiado burda para la energía del alma, que “fricciona” y produce nubes de distorsión tanto emocionales como mentales.
La realidad espiritual requiere invariablemente períodos en los que se “mire hacia arriba”, pero el contacto sólo es posible y duradero (y esto en muchos grados distintos de profundidad) cuando hemos purificado debidamente nuestros vehículos de respuesta, lo cual requiere inevitablemente enfocarnos en los tres mundos, en asuntos que no parecen tan elevados pero suponen nuestro compromiso inmediato para seguir adelante. Es por eso que el Maestro Tibetano afirma que “Virgo involucra el servicio de lo inmediatamente presente”, porque no es sino comenzando con sencillez y dedicación con lo que tenemos más cerca de nuestra conciencia que vamos acrecentando la expresión de la luz interior.
Virgo, siendo un signo terrestre, ancla la conciencia en el deber presente, en el karma que hay que cumplir y los aspectos sobre los que hay que trabajar antes de buscar cualquier elevación. No es un período de avances espectaculares sino de fino y silencioso trabajo interior, de perfeccionamiento del instrumento para ser así un mejor intérprete de la Voz del Silencio que emana del Ser Superior. La purificación de los cuerpos mental, emocional y físico entran en ese trabajo, siendo en este período una línea de menor resistencia.
Una vez que el ser consciente se sumergió en la materia, en los contornos de su conciencia, allí donde se une al no yo dormido, es que se entiende mejor otro de los dones que es más fácil cultivar durante este signo, y es la humildad. La humildad se basa en la comprensión del lugar que se ocupa en el espacio, en la debida proporción, en el respeto por toda forma viviente como expresión de Dios. La humildad mana del corazón que le hace lugar al presente.
El trabajo bajo Virgo requiere una gran humildad, y así una viva compasión, porque lo inferior está siempre presente en nuestra vida, sea como defectos, otras personas de menor evolución espiritual, circunstancias criticables, responsabilidad por mascotas, etc. A menudo la frialdad del corazón nos hace pasar por alto nuestra responsabilidad para con lo inferior, cuando en realidad la comprensión más profunda de lo que nos rodea es la llave para conocernos cada vez más como el Uno.
Amar desapegadamente todo lo que pasa por la conciencia, buscando la comprensión y no la imposición, la cooperación y no el conflicto, son la clave para la elevación del mundo, e incidentalmente de nosotros mismos, y para eso Virgo nos provee su energía, atándonos a la materia hasta que nuestro corazón es capaz de trascender la separatividad de la forma y podemos afirmar conscientemente el lema esotérico del signo, que refleja la meta espiritual a alcanzar y reza: “Soy la Madre y el Niño. Yo, Dios, soy la Materia”.
Virgo nos ofrece entonces la oportunidad de acercarnos humildemente y con amor al presente, de consagrarnos al servicio del no yo y de conocer la oscuridad de la materia, para abrazarla y en esa fusión revelar la luz que todos portamos en nuestro interior y es la expresión de la conciencia Una.

Namaskar
G S

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