Centro Holística Hayden

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21 de abril de 2013

EL SENTIDO DE LA VIDA


Busquemos en nuestro mundo interno el sentido de nuestra vida. Cuando me doy cuenta que lo más valioso que tenemos es imponderable, sutil, inmaterial, pienso que nuestra sociedad materialista, mercantilista, recolectora de cosas puede pasar por alto el verdadero significado de estar aquí, en este planeta, en este tiempo, con aquellos que nos acompañan, que llegan a nuestra vida.  La vida está llena de significado, de contenido; porque la vida está llena de alma, de conciencia.

La ciencia física moderna señala que la materia es energía. Y la energía ¿acaso no es una cierta información que contiene un patrón de comportamiento? Entonces, la vida está compuesta de energía/información, paquetes de conciencia que circulan por el cosmos y crean la apariencia de ser formas, cuando realmente son contenidos, significados, información.

Es fácil entender que todo es energía, que todo es información, en lo micro, en el mundo atómico, pero cuando queremos comprender este hecho en nuestro mundo concreto, cotidiano, ya no nos parece tan obvio; sin embargo, si observamos bien,
nos daremos cuenta que todo lo que sucede en nuestra vida tiene un significado, que nada sucede por azar. Parece que el poeta lo entendió bien al decir que cuando cae una hoja tiembla una estrella... El problema existencial se presenta cuando las cosas y los sucesos pierden significado. “Cuando no le encuentro significado a la vida, me suicido” – siempre he creído que el suicida piensa así. ¿Será por eso que ante la falta de significado que aqueja nuestra civilización nos estamos suicidando colectivamente, como nos advierten los ecologistas a cada rato?

Recuperar el significado de la vida es la tarea más urgente que tenemos. Y lo logramos cuando buscamos en el ser, en la vida, en la existencia misma y no en el tener, no importa ni la calidad ni la cantidad.

En el mundo existen los que no paran de comprar y comen tanto que siempre están a dieta, los que no tienen con qué comprar y los que no tienen qué comprar, pero todos tienen dentro, el ansia de tener. El tener se ha convertido en el trasfondo de nuestra cultura. Sus monumentos emblemáticos son los Centros Comerciales y los Bancos. Del arte en busca de lo divino, expresado magistralmente, por ejemplo, en las Catedrales Góticas, hemos pasado a los gigantescos Bancos y centros de comercio, de arquitectura imponente y de gran belleza. Todo el arte que en un tiempo dedicamos a lo divino, ahora se lo dedicamos al dinero... La vida está llena de símbolos, la vida nos habla, y nos da señales. La sincronicidad es su lenguaje. Lo podemos percibir cuando desarrollamos ese poder de observación, esa atención profunda que nace de una mente supremamente atenta y un corazón amoroso.

Hemos iniciado un nuevo tiempo con una nueva ciencia y una vieja civilización. La nueva ciencia nos dice que todo es energía, que el Universo se asemeja más a un pensamiento que a una máquina, que la vida de una partícula está condicionada por la relación con otra, que no existen en el Universo elementos aislados, que todo es relación – pero administramos la vida sin tener en cuenta estos descubrimientos, por lo tanto, no nos afectan. Y entonces vemos una ciencia económica producir más pobreza que nunca, tanto que uno de sus más inminentes pensadores, premio Nobel de economía, Joseph Stiglitz denuncia a las grandes organizaciones que nacieron para ayudar a los países en desarrollo y ahora administran la riqueza del mundo como lo son El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y dice que tienen que hacer ajustes significativos en sus políticas;“…se necesitan políticas para un crecimiento sostenible, equitativo y democrático. El desarrollo no consiste en ayudar a unos pocos individuos a enriquecerse o en crear un puñado de absurdas industrias protegidas que sólo benefician a la elite del país.” (El Malestar en la Globalización, Joseph Stiglitz, pág.347)

Conocemos esta historia, las cifras nos asustan, por eso miramos para otro lado y seguimos la carrera loca del consumidor, sin pensar mucho porque – pueda ser que me tenga que comprometer, o lo que es peor, cambiar mi estilo de vida –  Y seguimos dando tumbos sin darnos cuenta del maravilloso mundo de significados que se nos escapa segundo a segundo. Entonces decimos que la vida es dura, árida y cruel; sí, porque perdió su razón de ser – una vida carente de significado es la muerte.

Cuando la medicina entra en el mundo de significados y trabaja considerando todas las dimensiones humanas opera milagros. ¿Cómo será cuando la economía mundial considere al ser humano como sujeto y no objeto, cuando su intención sea lograr la mayor felicidad posible para la humanidad y deje de ser el servil instrumento en manos de los codiciosos del mundo?

“Vivan más en el mundo de los significados y menos en el mundo de las apariencias” pidió a sus discípulos el Maestro D.K. porque el mundo de los significados es el mundo del alma, de las realidades espirituales, de lo eterno, de lo que tiene más grado de verdad. Y como el alma lo impregna todo, cada cosa que existe en el mundo material tiene un significado oculto.   Nuestra tan querida personalidad no es más que un símbolo del alma. Y el símbolo vale por lo que representa. Cuando el símbolo pierde su significado pasa a ser una figura carente de propósito, como nuestra vida “moderna”, llena de despropósitos...

Un eminente pensador daba una conferencia y una señora muy elegante le preguntó: “Dígame Doctor, qué puedo hacer para aliviar la pobreza”. El contestó – ¿Cuántos pares de zapatos tiene usted, Señora?

Nuestro estilo de vida moderno se ha convertido en un despropósito. Y cuando se pierde el propósito se pierde el rumbo. Y entonces necesitamos más y más cosas para tapar nuestro errático modo de vida.

No podemos pedir, como Mafalda, que el planeta se detenga para bajarnos, pero sí podemos descubrir el verdadero planeta, el de los significados, el de los valores, el de la abundante vida. Está en cada comprensión extraída de la vida, en cada uno de los sucesos acaecidos; está en la respuesta cuando un médico se pregunta: ¿qué significa ser médico?; cuando un maestro de escuela se pregunta: ¿qué es ser un maestro? No hay que leerse todos los libros de sabiduría para responder a las cuestiones básicas de la vida porque están grabadas en nuestro fuero interno. Es cuestión de reflexionar, estar atentos, observar y silenciar un poco los ruidos que produce el deseo de tener para escuchar la dulce voz del alma y no dejar que pase un acontecimiento sin preguntarnos: ¿qué me quiere decir la vida?

¿Puede haber algo más urgente que recuperar el sentido de la vida? No importa si eres joven o tienes mucha juventud acumulada, hay que saber para qué estamos aquí y vivir de acuerdo.  Este mundo tan concreto no es sino un reflejo, una sombra de aquel. Cuando unamos el cielo y la tierra y veamos lo divino en lo cotidiano, cuando cada milagro de la naturaleza asombre al alma humana, cuando entendamos que  hemos venido a amar y llenar de luz el mundo, entonces  tendremos el mundo justo que todos hemos soñado.

Y a modo de despedida quiero volver a citar al Maestro D.K. “¿Puedo exhortarles a que vivan más continuamente en el mundo de significados y menos en el mundo de las apariencias? Es un mundo más real y menos ilusorio. Cuando la comprensión se haya desarrollado, cuando los hombres hayan aprendido a ver debajo de la superficie y cultivado la verdadera visión, entonces afluirán constantemente las cualidades del alma en todas las formas y el poder de la naturaleza forma será relegado a segundo término. La Humanidad tendrá el privilegio de ser quien revele este mundo de significados, y todos los verdaderos estudiantes deberían ser precursores en este campo.”

Estas palabras del Maestro han calado hondo en mi alma y reflexionando en ellas he encontrado caminos internos que me develan un mundo tan maravilloso que está esperando ser descubierto por cada uno de nosotros. Toca ser valiente y osado como Cristóbal Colón. Montarnos en nuestras tres carabelas: el cuerpo, las emociones y la mente y navegar en el océano de significados para descubrir el Nuevo Mundo, el maravilloso y mágico mundo del alma.

La vida es como un río caudaloso. No podemos desviarlo pero podemos dejar de ser espectadores y lanzarnos al agua – y vivir.

Con amor, Carmen Santiago

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