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8 de agosto de 2022

Jerarquías, la Tercera Joya

 “A través de la Teosofía he llegado a ser consciente de que los habitantes de todos los planos de la naturaleza, son parte de un proceso eterno de evolución – con su subsecuente responsabilidad en aumento – en este asombroso campo de billones de sistemas solares, que forman parte de una enorme entidad viviente, en el infinito y eterno Espacio Univer­sal. La vasta e interrelacionada cooperación a través de todo ese Espa­cio Universal, me permite darme cuenta de que no hay lugar para sen­timientos de separatividad. Esto me ha transformado, convirtiéndome en un cooperador de la Naturaleza.” Estas palabras fueron escritas por un hombre de 85 años a los editores. Es un hermoso ejemplo de la doctrina de las jerarquías, la tercera Joya de Sabiduría.

 

La estructura jerárquica del univer­so es la tercera Joya de Sabiduría. Es mucho menos conocida que las dos precedentes: reencarnación y karma. Sin embargo, la comprensión de esta ley natural es tan importante como las anteriores, como se aprecia en la cita introductoria. Cuando uno en­tiende la doctrina de las jerarquías, llega a comprender que todas las for­mas de consciencia están ordenadas en una estructura jerárquica.

¿Qué es una jerarquía? La palabra misma proviene del griego antiguo hieros (sagrado) y archein (regir, diri­gir, guiar). Al emplear la palabra sa­grado (hieros), los griegos mostraron que entonces la palabra jerarquía no estaba asociada con la actual con­notación negativa que tiene a menu­do. En nuestra sociedad la gente a menudo asocial jerarquía con una estructura de mando, donde las órdenes “de arriba” deben ser cum­plidas.

Un ser unitario con una (relativa) cúspide

Una jerarquía es una organización de seres trabajando juntos bajo la auto­ridad suprema de uno de ellos. Es, a través de este ser supremo, que la Vida fluye y se dispersa y se transmite a todos los seres menos desarrollados. Comparemos esto con una colonia de abejas. El supremo ser viene a ser la reina. Ella se encarga de poner los huevos; ella transforma la vida hacia los demás planos inferiores. Y sin em­bargo, la colonia sigue funcionando como una unidad.

El supremo ser de una jerarquía – uno puede llamarlo el as­pecto divino – tiene todo el conocimiento de esa jerarquía. Es el punto focal de todos los otros seres. Pero este no es el final absoluto pues más allá, – o más en lo interno – de esta jerarquía, hay otras más y más desarrolladas y esto va así hasta el infinito. Por tanto, siempre hay seres que saben más, y con una consciencia más desarrollada que la nuestra. Y de la misma manera, siempre hay seres que saben menos y tienen menos desarrollada su consciencia. En otras palabras, quienquiera que seamos, dondequiera que nos encontremos y cualquiera que sea el estado de nuestro desarrollo, seremos siempre un eslabón entre algo superior y algo inferior.

Es esa la razón de por qué la interconexión es la principal característica de la doctrina de las jerarquías –esta inter­relación cooperativa entre los seres de los diversos planos del cosmos, es a lo que se refiere la cita de la introducción. Después de todo, dentro de una jerarquía los seres de un plano superior solo pueden funcionar por medio de los seres de un plano inferior. Y los seres inferiores de una jerarquía no pueden funcionar sin la inspiración de todos los del plano superior. Lo superior requiere de lo inferior y lo inferior de lo superior. Esto se aplica al Universo así como a un ser humano, un estado a un estado y a una compañía a todo. Todo lo que existe en lo Ilimitado tiene una estructura jerárquica.

Se puede encontrar una bella ilustración de la doctrina de las Jerarquías en la Sagrada Tetraktys, un símbolo orig­inado de la Escuela Esotérica del sabio griego Pitágoras. Este triángulo representa una jerarquía. A partir del primer punto, que está a la cabeza, aparecen dos puntos; desde estos dos vienen tres, estos dan origen a su vez a cuatro puntos. Esto es, lo más elevado de una jerarquía, lo divino, crea un “campo o atmósfera” en el que todos los demás seres inferiores pueden manifestarse ellos mismos. Cada punto a su vez es en sí nuevamente un triángulo, del cual uno puede derivar diez nuevos puntos. Lo que es arriba, es también abajo. El Espacio infinito está compuesto de un infinito número de jerarquías.

Un elemento indispensable

La persona que escribió la carta mencionada en la in­troducción apunta en la dirección de otro aspecto muy importante de la doctrina de las jerarquías. Es lógico que nuestro papel en esta tierra sea muy modesto si vemos los millones de sistemas solares que nos rodean. Pero al mismo tiempo, somos un elemento indispensable en la totalidad jerárquica. Literalmente, significa lo siguiente: somos parte de una totalidad; no existe algo así como una separación. Y es por eso que cualquier cosa que hagamos, afecta a la totalidad. Y el ser humano, con su estado de autoconsciencia en progreso, tiene una elección específica: vivir para sus propios intereses o vivir para el beneficio de todos los seres.

En otras palabras un humano cree que está separado de otros, o que es un eslabón inseparable en la cadena de la vida, en cuyo caso, la cooperación es clave.

Esta cooperación universal nos permite darnos cuenta de la inutilidad de la dominación, la avaricia, el egoísmo y la discriminación. En nuestro desarmonizado mundo actual, estamos continuamente trabajando en contra de la Naturaleza y dañando el planeta. Si queremos un mun­do mejor, entonces debemos trabajar activamente por la restauración de la armonía. La Teosofía explica por qué es tan difícil encontrar líderes mundiales que puedan restaurar la paz y la armonía. Carecemos de una filosofía universal de vida que tenemos que desarrollar nosotros mismos en nuestras mentes en vez de copiar ciegamente las ideas de los demás.

Características de una jerarquía

¿Cuáles son las características de una jerarquía? Una jer­arquía es una cooperación estrecha de un número de seres que funciona como una unidad. Desde lo alto, la fuente de inspiración, la misma vida (la misma energía), fluye a través de todo — en una estructura jerárquica de seres aún no desarrollados en su totalidad, organizados en esa unidad. Cada jerarquía posee sus propias características swabhāva: llegar a ser (ver la cuarta Joya de Sabiduría). Los seres que están dentro de una jerarquía, están en fases distintas de evolución de la consciencia. Cada uno de estos seres es indispensable para el funcionamiento de la entidad total (lo mismo que todos los órganos de un cuerpo son indispensables para el funcionamiento de todo el cuerpo).

 


Dentro de los límites de una jerarquía, todos los seres tienen su propia porción de libre albedrío; así puede darse el tono específico a la característica dominante (swabhāva) de la jerarquía. Cada jerarquía es parte de otra dominante.

 

 

Existen seres que saben más

La doctrina de las jerarquías es muy inspiradora. Significa que en el Universo presente existe una sabiduría superior y cada ser humano viene a ser un canal conectado a esa sabiduría. Es un asunto de abrirse a la influencia de seres más elevados. Así como hay seres con un menor desarrollo que el nuestro – animales, plantas y minerales por ejemplo – también los hay más desarrollados. En las diferentes tradiciones religiosas esta idea ha ido degenerándose y estos seres divinos son descritos de una manera antro­pomórfica. Aparecen separados de los humanos. A veces parecen ayudar a la humanidad removiendo obstáculos o derrotando a los enemigos.

La Teosofía enseña algo diferente. Existe unidad. Nosotros somos esa jerarquía. Es decir, somos esa vida que fluye a través de todos los planos. Estos planos están jerárquica­mente estructurados. Esto quiere decir que los seres más desarrollados transmiten vida a los seres menos desarrol­lados. Ellos sirven como inspiradores que irradian sus consciencias sobre “sus hijos” a fin de despertarlos, para que lleguen a ser “uno con los dioses”. Nosotros podemos conectarnos con esa divina influencia. ¿Cómo? Despertan­do las características correspondientes en nuestra propia consciencia y comenzando a vivir en ellas. Por lo tanto, el trabajo no es realizado por otros. En ese caso no hay dios o maestro del mundo que limpie nuestros desórdenes. No, tenemos que hacerlo nosotros mismos. Y la Teosofía, la Sabiduría Antigua, nos da la clave.

¿Cómo conectar con la fuente de sabiduría?

En muchas de las cartas que hemos recibido, los lectores mencionan que han desarrollado cualidades elevadas en ellos que les facilitan resolver sus problemas. Uno se conecta a la fuente de sabiduría y traduce la sabiduría que recibe en ideas prácticas para la vida diaria.

Para conectar con los planos más elevados de consciencia, se necesita despertar la compasión dentro uno mismo. Cuando se practica el Amor impersonal y se comienza a vivir de acuerdo a las Leyes de la Naturaleza, nuestra fortaleza para ayudar a otros crece proporcionalmente. Es necesario que hagamos una elección consciente y que nos pongamos a “tono”, en armonía, con las partes imperso­nales no egoístas de nuestro ser.

La teosofía nos enseña que todos somos iguales, pero también diferentes, y que nosotros desarrollamos Amor por todo lo que vive. Incluso un niño entiende eso. Incluso un niño se da cuenta de que cuando es tratado injustamente y él reacciona de la misma manera, eso no resuelve la situación, más bien la empeora.

Líderes sabios

Una vez que la doctrina de las jerarquías sea aceptada ampliamente en nuestra sociedad, definitivamente vamos a elegir líderes diferentes a los actuales. Ya no votaremos por el político más astuto, o por el de más suave hablar, o por el que tiene opiniones más inteligentes en economía. No. Aquel que esté más cercano a los mundos espirituales será entonces el líder, ya que vive más que ningún otro en esos mundos espirituales. El más sabio entre los hombres es aquel que comprende mejor las siete Joyas de Sabiduría y las ha hecho parte de sus pensamientos y actos.

Una vez que busquemos la guía de nuestra propia natu­raleza divina más a menudo, de nuestro Jerarca Supremo, alcanzaremos un liderazgo nacional o incluso mundial junto a los hombres y mujeres más sabios. Platón describe un sistema tal como una aristocracia en la cual el líder es el más sabio. Y Lao Tsu describe cómo un líder sabio se mantiene detrás de las gentes a fin de liderar. El líder estimula, inspira y muestra el camino siendo un ejemplo de compasión. Proporciona líneas directivas y comprende que la represión, en cualquier forma, no funciona.

Mediante nuestros pensamientos y acciones creamos nues­tro sitio en esa jerarquía. Y como parte de toda la jerarquía, tenemos influencia en los planos que están por encima y por debajo de nosotros. Nosotros determinamos nuestro propio destino, nadie más. Nos desarrollamos a nosotros mismos. Y por eso, ese convertirnos por nuestro propio esfuerzo, es la cuarta Joya de Sabiduría.

Con este conocimiento somos capaces de hacer surgir y entrenar a ese líder en nosotros mismos y mientras lo hacemos, contribuimos más armoniosamente a nuestra sociedad; más aún, seremos más capaces de reconocer las verdaderas intenciones de quienes nos lideran.

Jóvenes en desventaja

El presidente de una pequeña fundación que está involu­crado en un programa para jóvenes en desventaja nos ha dicho que se siente inspirado en su trabajo concentrándose en un ideal. “Por supuesto que uno tiene que construir ese ideal primero, y luego seguir nutriéndolo. Pero una vez que está ahí, uno puede emplearlo”. “El éxito de un proyecto 22 | Lucifer no. 1 | octubre 2017


depende totalmente de la disposición de los jóvenes a pasar a otros lo que han aprendido. Es por eso que muchas de nuestras actividades están enfocadas en elevar la solidar­idad. Y desarrollando la visión de: ¿cómo ha de emplear las habilidades que aprendió para el beneficio de otros?”

Esto último es, sin duda, un bello ejemplo de cómo desarrollar la consciencia. Alguien tiene un talento y lo emplea en beneficio de la totalidad. En un mundo como este, la jerarquía completa tiene la posibilidad de crecer en la base así como en la cúspide. Este ejemplo también muestra que nosotros, sin importar el estado de nuestro desarrollo espiritual o social, somos siempre maestros y estudiantes a la vez. Un maestro para todos a quienes podemos dar un positivo ejemplo en una u otra forma (y eso es potencialmente cualquiera); un estudiante para quienes son un ejemplo positivo para nosotros (y eso es potencialmente cualquiera).

Nuestro papel hacia los animales y las plantas

Nosotros humanos, no solo tenemos una responsabilidad hacia los planos superiores de la jerarquía de la que forma­mos parte. Nuestra responsabilidad alcanza también a los seres que no están aún tan desarrollados como nosotros. De la misma forma en la que los dioses resultan en una fuente inspiradora para nosotros, somos los que inspira­mos a los animales y plantas. Pero cualquiera que tenga siquiera un asomo de cómo tratamos a los reinos inferiores de la naturaleza sabe que no siempre respondemos a esa responsabilidad que se supone debemos ejercer.

Una vez que reconozcamos la estructura jerárquica del universo, seremos capaces de hallar la solución a ese prob­lema. La posición del ser humano en la escala de la vida incluye, como seres auto-conscientes, una responsabilidad especial hacia los demás reinos de la vida, tanto hacia arriba como hacia abajo, tanto dentro como fuera de nosotros. Dejar de comer carne, o acercarnos a la naturaleza con más respeto, son la consecuencia de aceptar como verdad la jerarquía de la vida. Somos los maestros de los animales. Somos un punto focal natural para ellos. Está surgiendo cada vez más percepción sobre esto en la sociedad. En la actualidad se está llevando a cabo un importante debate por los derechos de los animales. Un creciente número de personas quiere incluir estos derechos en nuestras leyes humanas.

Ser Maestro

Hemos visto en la doctrina de las jerarquías dos cosas esenciales. Que todos somos al mismo tiempo estudiantes y maestros. Si no funcionamos apropiadamente en ambos roles, esto traerá consecuencias sobre los demás. Si no nos abrimos a la sabiduría de quienes saben más que nosotros entonces no podremos ser una buena ayuda para los que sa­ben menos que nosotros. Y siempre hay quien sabe menos. H.P. Blavatsky dice en La Voz del Silencio: “busca a aquel que sabe aún menos que tú y déjale escuchar la Ley”.(1)

Es así como también somos automáticamente maestros, si queremos sinceramente tratar de vivir una vida teosófica de acuerdo con las enseñanzas teosóficas. En una situación difícil – como una crisis económica por ejemplo, alguien que ha hecho de la Teosofía un poder viviente en su vida será un faro de tranquilidad. Sus compañeros de viaje vendrán a verlo para pedir consejo. Tal persona les da confianza.

Sea que lo queramos o no, debido al conocimiento de la Teosofía, nos hemos convertido en maestros para muchos otros. El asunto es si estamos también preparados para actuar de acuerdo con eso. Cuando nuestros motivos sean predominantemente co pasivos, aceptaremos con amor este papel. No con la actitud de “yo sé más”, sino con el deseo de ayudar a otros.

Llegaremos a ser más suaves en juzgar a otros. Después de todo, al interpretar la doctrina de las jerarquías de una manera espiritual, nos daremos cuenta de que todos, sin importar su estado evolutivo, tienen un papel que jugar. Nuestra propia actitud será la del servicio. Ayudaremos a la gente a ayudarse a sí misma. Les podremos mostrar el camino hacia su propio Maestro interno. Cuando perc­ibamos que podemos confiar en nuestra esencia espiritual, en nuestro propio líder interno, ya no habrá espacio para pensamientos de separatividad. Cuando vivamos en la luz de nuestra esencia espiritual, nos uniremos a los auxiliares de la humanidad.

Referencia

H.P. Blavatsky, The Voice of the Silence. Chapter: ‘The Two Paths’. Varias ediciones, entre notas 27 y 28.


 

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