Si hacemos un balance de los valores que han prevalecido en nuestra civilización occidental tenemos que convenir que el materialismo está a la cabeza y su producto primario, el consumismo. El consumismo te hace perder el contacto con la realidad y te lleva a creer que el tener vale tanto como el ser. Te convence de que sólo consumiendo puedes ser feliz y lo más trágico es que, cuando te mueres, (y a todos nos pasa) no te puedes llevar nada de lo que posees. Entonces te darás cuenta muy dramáticamente, que la posesión es el espejismo más grande de la vida en la materia. El desenfreno por comprar y comprar es la locura de nuestros tiempos sustentada por una publicidad al servicio de los grandes intereses económicos que gobiernan el mundo.
Se
dice que un hombre de éxito es aquel que ha hecho dinero, que ha acumulado
capital. Pero si ese hombre no es feliz, ¿cómo puede ser un hombre de éxito?
Estamos todos locos, hemos perdido el verdadero sentido de la vida. Una vez
conocí a una mujer bella e inteligente. Se veía muy joven y era madre de cuatro
hijos. Hice la pregunta convencional - ¿Cómo es que te conservas así? - y
la respuesta dibujó la tragedia de nuestros días. “Porque no lo quiero perder”.
¿Es que ella se considera un objeto de consumo? ¿Cómo se puede vivir pensando
que te quieren porque eres joven y bella cuando sabes que algún día llegará la
vejez irremediablemente? Depender de lo transitorio para ser feliz es ganarse
el infierno en esta vida.
Un
ser humano es un hijo de las estrellas, un inmortal que vino a esta Tierra a
redimirla con su amor y con su luz. Que vino a sutilizar la materia porque al
contacto con su ser, que es eterno, le cambia la vibración y la eleva. Si nosotros, que vinimos a dar, creemos que vinimos a
consumir, invertimos la dirección evolutiva y nos ahogamos en nuestros propios
desechos. La vida se aprieta, porque el egoísmo es una fuerza que va de la
periferia al centro y nos hace doler mucho, porque somos sensibles, porque en
nuestra naturaleza profunda está grabada la ley del amor, que tiene la
dirección contraria, la de la felicidad verdadera.
Lo
más valioso de la vida es la vida misma. Es poder percibir el instante en que
se vive a plenitud. La vida es una danza de formas cambiantes, eternamente en
movimiento. Este gran océano de luz fluye en nosotros, porque somos gotas de
esa inmensa corriente. Vinimos al mundo y tomamos una forma. No somos cuerpos
con alma sino almas experimentando la vida en la materia. Por lo tanto, el
verdadero sentido de nuestra existencia está en esa dimensión, muchas veces
catapultada por todas las “pertenencias transitorias”, tanto físicas como
emocionales y mentales, que hemos ido acumulando a lo largo de los años. En una
sociedad en donde el consumir se ha convertido en la norma de la civilización,
los ciudadanos viven atrapados por el deseo de tener cosas, creyendo que la
felicidad está en tener un auto último modelo, una casa grande, un par de
zapatos de marca...El inmortal corriendo detrás de lo transitorio para
encontrar su identidad y ser feliz. Da pena.
¿Te
das cuenta del porqué se habla de una nueva civilización? Porque la nuestra ya
murió, dio su fruto, pero ya no nos sirve más. Estamos dándole transfusión de
sangre a un muerto y en el horizonte está naciendo un nuevo mundo. Tenemos que
mirar en la dirección correcta para darle la entrada. Y la dirección correcta
es la vida misma impregnada de lo divino, de lo trascendente y no la forma,
porque la forma está cambiando y, si no nos enfocamos en donde es, nos parecerá
que ha llegado la muerte cuando sólo está llegando la vida más abundante.
Salte
de esta locura colectiva, revisa tus valores. Como un ejercicio piensa que
llegó la hora de tu muerte. Mira tu vida y ve si la has vivido como has
querido. Toma conciencia de lo verdaderamente importante y nunca, nunca lo
sacrifiques. Recuerda que la felicidad no se puede comprar, surge de adentro,
muy adentro, surge de tu propia esencia, del amor que hay oculto en tu corazón.
Revisa
tu casa y las cosas que ya no te sirven, no las retengas, ponlas a circular.
Entra en el gran movimiento de la vida, muévete libremente y sal de todas esas
cosas que te estorban y te quitan espacio, pues sólo puedes danzar en los
espacios vacíos.
No
te dejes atrapar por el consumismo. Reconoce su mal y su veneno. La felicidad
no está en el tener sino en el ser. Conoce tu dimensión eterna, tu alma, sé
feliz y ofrécele al mundo la felicidad que tanto necesita.
Con
el amor de siempre,
Carmen
Santiago
No hay comentarios:
Publicar un comentario