La siguiente historia no es una que oí, es algo que se desarrolló a partir de una conversación.
Había una vez un rey en una isla tropical. Este rey se enteró de que había una familia que vivía en un pueblo fuera de la ciudad y que tenía un diamante azul. El rey quería este diamante azul para él, y envió a su mensajero para que lo consiguiera.
El mensajero se subió al barco, y después de zarpar se quedaron sin comida. Él era un pescador experto, así que pescó algunos peces y dio de comer a los pasajeros. Después de que el mensajero diera de comer a todos, todo el mundo se puso enfermo. Pero él también era médico, así que pudo curarlos a todos.
Cuando el barco llegó a la costa, el mensajero descubrió que allí había comida en abundancia, pero las personas no tenían un lugar donde vivir. Él era carpintero, así que construyó casas para todos. Cuando hubo construido las casas, descubrió que las personas no sabían cómo hacer uso de la tierra. No sabían cómo labrar ni plantar. Así que él les enseñó.
Finalmente, el mensajero acabó con todas sus buenas obras y regresó junto al rey. El rey le preguntó qué había hecho en su viaje. Entonces el mensajero le explicó que había dado de comer a personas, les había salvado la vida, les había construido casas y les había enseñado cómo labrar y plantar.
Entonces el rey le preguntó sobre el diamante azul que le había pedido que consiguiera. El mensajero admitió que había estado tan ocupado que se había olvidado del diamante azul. El rey sacó su espada y cortó la cabeza del mensajero.
Todos venimos a este mundo con ciertas tareas, y necesitamos encontrar nuestro camino para poder llevarlas a cabo. Los actos de compartir nos acercan más al camino, pero sólo son una parte del panorama.
Debemos llevar a cabo las acciones que vinimos a hacer a este mundo; entonces descubriremos que podemos hacer mucho más. Podemos alimentar a más personas, construir más casas, enseñar a muchas personas cómo labrar y plantar. Son las acciones que vinimos a hacer lo que aumentará nuestro poder de compartir más.
Un buen barómetro que podemos utilizar para asegurarnos de que estamos en nuestro camino es preguntarnos si somos felices. Podemos preguntarnos si hoy es mejor que ayer. Podemos llevar treinta años estudiando Kabbalah y no estar haciendo nuestro trabajo. Debemos seguir preguntándonos si tenemos el diamante.
Sabremos cuándo lo tenemos. Sentiremos el cambio. A veces, las personas espirituales, las buenas personas, no están en su camino. Cada uno de nosotros tiene una ruta específica. Cada noche, cuando nuestra alma va a recargarse, a todos se nos pregunta si estamos en el camino.
No tenemos que buscar nuestro camino. El camino correcto, aquel que nos lleva al diamante, está frente a nosotros.
Todo lo mejor, Yehudá
Secuencia de los 72 Nombres
Con este Nombre como mi brújula, el camino hacia mi hogar espiritual es iluminado. Recupero mi orientación. Con cada paso que doy y con cada momento que pasa, siento comodidad, confianza y un sentido más fuerte de dirección.
Namaskar
G S
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