Cuando un hombre ha
logrado adquirir el don psicológico de la Oportunidad, encaja perfectamente
entonces en el ambiente social que le corresponde y desde donde debe
desarrollar su actividad creadora, su verdadera y correcta labor social de
engarce con los valores cósmicos. Un ejemplo de esta sabia ley de situación
cósmica lo tenemos en las Pirámides egipcias, dentro de las cuales la
geometría, la astronomía y el orden matemático se complementan perfectamente
para crear unas ARQUITECTURAS reflejadas de lo cósmico, sólidamente
establecidas sobre los cimientos de la Magia organizada, unas solemnes
Estructuras geométricas más elocuentes de la sabiduría divina que de
gigantescas tumbas faraónicas.
Dice la noble
tradición esotérica que las enormes piedras con las que se construyeron las
grandes masas cúbicas de las pirámides, eran transportadas “por el aire y
emplazadas perfectamente en sus bases de asentamiento”, de acuerdo con un
procedimiento mágico conocido sólo por los sacerdotes y los geómetras, mediante
el cual eran extraídas del aire (o del éter que compone el Espacio) las
energías necesarias para poder llevar a cabo aquellas obras prodigiosas, que
son unas verdaderas maravillas del mundo. Tales conocimientos iniciáticos que
permitían invertir las leyes de la polaridad, son prácticamente desconocidos en
la era actual, y pese a los grandes adelantos científicos y asombrosos medios
técnicos alcanzados, sería imposible mover alguna de aquellas enormes piedras
sin recurrir a la utilización de gigantescas y sofisticadas máquinas y a un
considerable número de obreros. A la Ciencia actual le falta la cualidad
esencial de la Magia que poseían los antiguos Iniciados, la de la inversión de
las leyes de la polaridad, que exige un extraordinario conocimiento del éter y
un inteligente control de las entidades dévicas moradoras del Espacio, sin cuyo
concurso es imposible realizar obra mágica alguna.
El proceso de
inversión de las leyes que rigen la polaridad y las fuerzas de la gravitación,
apreciado desde el ángulo oculto aparece como consecuencia de haber sido
aplicada una simple regla matemática basada en las leyes que rigen la
electricidad común, aunque elevada a zonas de indescriptible actividad mágica.
Bastaría –teóricamente hablando– crear un “vacío”, o un espacio neutro dentro
de la piedra entre las dos fuerzas que constituyen su polaridad, la de la
propia masa gravitatoria y la de su irresistible tendencia a expansionarse
hacia el exterior, para lograr que esta piedra por enorme que fuese perdiese
totalmente su peso sin perder por ello la forma geométrica que adopta en el
Espacio. Este fenómeno de agravitación producida por el Mago mediante el
control obtenido sobre las fuerzas dévicas que operan en el interior de la
piedra, es idéntico al que sufre cualquier cuerpo –sea cual sea su peso– cuando
sale del campo gravitatorio de la Tierra. El peso es CERO, sin embargo la forma
geométrica del cuerpo no ha sufrido variación. Tal como podemos observar
científicamente, cuando un cuerpo abandona las zonas gravitatorias del planeta
y penetra en zonas neutras en donde no existe gravitación, se pierde el peso pero
no el volumen...
Fuente: Libro “Magia
Organizada Planetaria”
Representación
de espacios o puntos neutros dentro de cualquier cuerpo físico o más sutil.
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