¡Hermanos! ¡Que la Gran Fraternidad
de Ángeles y hombres se difunda por el mundo!
Muchos de los aparentes males del
mundo nos vienen de viejas creencias, ancestrales algunas, que no hemos
revisado a la luz de la razón. Estas creencias fueron aprendidas de lo que
vimos o escuchamos de muy pequeños donde no sabíamos usar el discernimiento y
no han sido revisadas nunca más.
Una de las creencias que más obstruye
nuestro servicio a la humanidad tiene que ver con lo que definimos como
trabajo.
Desde el tiempo de la esclavitud, los
esclavos aprendieron a despreciar el trabajo y a considerarlo como un castigo.
No debe sorprendernos que así fuera, el trabajo para los esclavos era
obligatorio. A los esclavos no se les permitía elegir su área de
trabajo, no eran dueños de sus frutos y no percibían ni remuneración ni
reconocimiento alguno. Esta situación los hizo cantar “ …el trabajar yo
se lo dejo todo al buey, porque el trabajo lo hizo Dios como castigo…”.
Por otra parte, en total
contradicción con esto, cuando en las cárceles se le quería imponer a un
hombre el máximo castigo, se les prohibía trabajar. En efecto,
un hombre que esta privado de la libertad de trasladarse de un lado a otro
según sus intereses, tiene ya un severo castigo, pero si a eso le agregamos
que, además, tiene que estar todo el día sin hacer nada, el castigo se vuelve
tan intolerable que muchos presos enloquecían dentro de las prisiones de la
antigüedad, clamando porque se les dejara ejercer un oficio, hacer algo con sus
manos, estudiar.
Sin lugar a dudas, el hombre se
dignifica a través de sus obras, de su servicio, de su trabajo. Lo más
humillante para un ser humano es que se le dé limosna, porque al dársele
limosna, sin darle simultáneamente una oportunidad para ganarse lo que come, se
le está diciendo indirectamente: “eres tan inferior a mí que tengo que
darte de comer pues eres incapaz de proveerte por ti mismo tu propio sustento.” Esta
consideración es la que llevó a estudiosos de la conducta humana a decir “si de
verdad quieres ayudar a un hombre, no le des pescado, enséñale a pescar”. Esto
es lo que permite pasar del asistencialismo improductivo y discriminatorio para
los carenciados, a la promoción del ser humano como política social frente a la
pobreza y el hambre.
Hermano, con respecto al trabajo ¿te
estás portando como un esclavo o eres en verdad un ser libre que aspira a ser
cada día más humano? Si trabajas como un esclavo, si sientes que el trabajo es
un peso, un castigo y en consecuencia eres de los que cada día al llegar al
trabajo estás mirando el reloj para ver si es la hora de irte, que anhelas que
llegue el fin de semana para poder dejar de sufrir, y que pasas el año entero
esperando las vacaciones del “yugo que Dios te dio”. Si estás en esta creencia,
revísala inmediatamente pues sufres innecesariamente y te privas a ti mismo de
una de las glorias del hombre libre que es el trabajo creativo y gozoso, el
trabajo en el que confirmas, creando, que estás hecho a imagen y semejanza de
Dios.
Si trabajas como un hombre libre,
seguramente disfrutas de lo que haces, sientes que estás poniendo “tu granito
de arena” a la construcción de un mundo mejor. Vas con entusiasmo a trabajar y
también disfrutas intensamente el descanso reparador de cada día.
El ser humano que disfruta haciendo
su trabajo renueva constantemente su energía, contagia su entusiasmo a sus compañeros,
crea espacios donde la vida se vuelve algo para celebrar y compartir.
En la unidad de la Vida, Marta
Paillet
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