Vicente Beltrán
Anglada
Corte del Cordón Plateado en el momento de la muerte
Vicente Beltrán Anglada nos dice: “La última noche
que estuve al lado de Luis fui testigo de una experiencia psíquica muy
interesante, ya que me permitió observar detenidamente un cuadro astral que
nunca podré olvidar y que obedecía, sin duda, a ciertas reglas postmorten
kármicamente establecidas. Aparentemente, yo me había dormido. Sin embargo,
veía el cuerpo de Luis tendido en la cama y en aquellos momentos parecía
descansar profundamente. De pronto la habitación pareció ensancharse
extraordinariamente y vi a Luis, el auténtico Luis, flotando por encima de su
cuerpo y conversando amigablemente con dos personas las cuales, al parecer, lo
estaban aguardando. Al lado del cuerpo postrado en la cama había dos Devas
o Ángeles cuyas auras magnéticas eran totalmente blancas e intensamente
brillantes...
De pronto mi mirada se cruzó con una de las
personas que conversaban con Luis y la reconocí. Se trataba del señor J.
Casajuana, un antiguo miembro de la Sociedad Teosófica fallecido hacía ya
varios años. Me sonrió muy afectuosamente y me hizo una seña indicándome que
Luis estaba a punto de dejar el cuerpo y que ya poseía conciencia astral, por
lo cual no debía preocuparme. La otra persona, de acusadas facciones orientales,
se había percatado también de que yo estaba observándoles y me saludó
sonriente. Me era completamente desconocido, pero por el respeto que aun en
aquel trance le estaban demostrando tanto Luis como el señor Casajuana, colegí
que aquella persona debería ser un alma muy evolucionada y ocupando algún
elevado cargo jerárquico dentro de la Sociedad Teosófica, en cuyos ambientes
siempre se habían movido mis dos amigos.
Continué observando con creciente interés aquel
cuadro astral y de pronto mi atención se desvió hacia los dos luminosos Devas
que se hallaban al lado del cuerpo de Luis, uno a su costado derecho y otro al
izquierdo. Estaban absortos, como si esperasen una señal, hasta que de pronto
obedeciendo alguna indicación proveniente de niveles superiores al de mis
percepciones, tiraron del "hilo plateado", llamado esotéricamente
"Sutratma", que une el vehículo etérico al cuerpo denso y
dejaron a Luis completamente libre en el nivel astral desde donde yo estaba
siguiendo atentamente aquel insólito proceso. Técnicamente Luis había
fallecido.
Desaparecieron entonces del campo de mi visión los
dos Devas y las personas, que ya en aquellos momentos eran muchas más, que
estaban aguardando a Luis y vi a éste completamente solo en medio de la
habitación. Ahora se hallaba frente a mí, me hablaba y, al parecer, estaba
agradeciéndome cuanto había hecho por él. Me desperté de improviso y vi de
nuevo el cuerpo de Luis en la cama. Me acerqué a él, le tomé el pulso y me di
cuenta de que todavía estaba latiéndole el corazón. Hablaba en forma
incoherente y tenia los ojos semiabiertos.
Luis dejó su cuerpo por la mañana, antes del mediodía. Yo había permanecido junto a él todo el tiempo y en un momento determinado le había pronunciado algunos mantrams de liberación... Su muerte fue tranquila y dulce, pero había perdido totalmente la conciencia de su estado desde la noche anterior, coincidiendo quizás con la actividad de los devas que le habían desembarazado de su cuerpo físico. Así, la apariencia de vida era provocada sin duda por la actividad del elemental constructor del cuerpo físico, que aún después de haber sido desposeído del vehículo etérico continuaba durante cierto tiempo aferrado al vehículo que él había construido y del cual no quería separarse. Pero, la muerte real del cuerpo no tardaría mucho tiempo en ser efectiva y el elemental constructor debería iniciar entonces la tarea cósmica de desintegración de todos y cada uno de los elementos moleculares y atómicos que habían constituido la estructura física del cuerpo de Luis.
De acuerdo con las leyes de la analogía, podríamos asegurar que hay dos hechos principales relacionados con el fenómeno de la muerte. Primero, la actividad de unos luminosos devas, llamados esotéricamente "Ángeles de la Luz", cuya misión es “segar o cortar el hilo de la vida" que une las almas a los cuerpos, en todos los niveles de la vida humana. Segundo, la presencia alrededor del cuerpo que va a ser abandonado y en el nivel astral de personas fallecidas anteriormente, enlazadas kármicamente con el alma que va a desencarnar, las cuales le dan la bienvenida a aquel nuevo estado de conciencia... La muerte, en todo caso y tal como me ha sido posible observarla, no es tan mala como la gente supone; muy al contrario, yo diría incluso que resulta altamente agradable por los bellísimos aspectos espirituales de que viene revestida. Los Ángeles de la Luz que te asisten y acompañan hacia superiores niveles de conciencia, los seres queridos que vienen a darte la cordial bienvenida a aquel nuevo estado de ser, la sensación indefinible de libertad que experimenta el alma liberada de la pesadez gravitatoria del cuerpo, etc., son aspectos substanciales asociados al fenómeno de la muerte, que no es la aniquilación del yo, sino el renacer en el seno de una nueva y más abundante vida.
Luis dejó su cuerpo por la mañana, antes del mediodía. Yo había permanecido junto a él todo el tiempo y en un momento determinado le había pronunciado algunos mantrams de liberación... Su muerte fue tranquila y dulce, pero había perdido totalmente la conciencia de su estado desde la noche anterior, coincidiendo quizás con la actividad de los devas que le habían desembarazado de su cuerpo físico. Así, la apariencia de vida era provocada sin duda por la actividad del elemental constructor del cuerpo físico, que aún después de haber sido desposeído del vehículo etérico continuaba durante cierto tiempo aferrado al vehículo que él había construido y del cual no quería separarse. Pero, la muerte real del cuerpo no tardaría mucho tiempo en ser efectiva y el elemental constructor debería iniciar entonces la tarea cósmica de desintegración de todos y cada uno de los elementos moleculares y atómicos que habían constituido la estructura física del cuerpo de Luis.
De acuerdo con las leyes de la analogía, podríamos asegurar que hay dos hechos principales relacionados con el fenómeno de la muerte. Primero, la actividad de unos luminosos devas, llamados esotéricamente "Ángeles de la Luz", cuya misión es “segar o cortar el hilo de la vida" que une las almas a los cuerpos, en todos los niveles de la vida humana. Segundo, la presencia alrededor del cuerpo que va a ser abandonado y en el nivel astral de personas fallecidas anteriormente, enlazadas kármicamente con el alma que va a desencarnar, las cuales le dan la bienvenida a aquel nuevo estado de conciencia... La muerte, en todo caso y tal como me ha sido posible observarla, no es tan mala como la gente supone; muy al contrario, yo diría incluso que resulta altamente agradable por los bellísimos aspectos espirituales de que viene revestida. Los Ángeles de la Luz que te asisten y acompañan hacia superiores niveles de conciencia, los seres queridos que vienen a darte la cordial bienvenida a aquel nuevo estado de ser, la sensación indefinible de libertad que experimenta el alma liberada de la pesadez gravitatoria del cuerpo, etc., son aspectos substanciales asociados al fenómeno de la muerte, que no es la aniquilación del yo, sino el renacer en el seno de una nueva y más abundante vida.
Fuente: Mis Experiencias Espirituales, pp. 67-73
Nacimiento y Muerte: dos situaciones muy similares
El Maestro Tibetano Djwhal Khul nos dice:
“Quizás algunas líneas extraídas de El
Manual de la Muerte, que existe en los archivos jerárquicos, podrían explicar y
ayudar a adquirir una nueva perspectiva acerca de la muerte. Este manual
contiene lo que se denomina “fórmulas que preceden al Pralaya”, las cuales tratan
de todos los procesos de la muerte o abstracción, abarcando la muerte de todas
las formas, ya sea la muerte de una hormiga, de un hombre o de un
planeta.
La luz que desciende se ancla en el plano de la apariencia temporaria. Extiende siete hilos, y siete rayos de luz pulsan a lo largo de estos hilos. De allí son irradiados veintiún hilos menores, haciendo que los cuarenta y nueve fuegos fulguren y ardan. En el plano de la vida manifestada surge la palabra: He aquí, ha nacido un hombre.
La luz que desciende se ancla en el plano de la apariencia temporaria. Extiende siete hilos, y siete rayos de luz pulsan a lo largo de estos hilos. De allí son irradiados veintiún hilos menores, haciendo que los cuarenta y nueve fuegos fulguren y ardan. En el plano de la vida manifestada surge la palabra: He aquí, ha nacido un hombre.
La manifestación del cuerpo etérico, en tiempo y
espacio, contiene en sí lo que ha sido esotéricamente llamado ‘los dos momentos
brillantes”. Tenemos, primero, el momento previo a la encarnación física,
cuando la luz descendente (trayendo vida) se enfoca con toda su intensidad
alrededor del cuerpo físico y establece una relación con la luz, innata en la
materia misma, que existe en cada átomo de sustancia. Esta luz enfocada se
concentra en siete zonas de su infranqueable, creando así siete centros mayores
que controlarán su expresión y existencia en el plano externo, esotéricamente
hablando. Es un momento de gran esplendor, trasformándose casi en un punto de
luz palpitante convertido en una llama, y como si dentro de esa llama los siete
puntos de intensificada luz adquirieran forma. Este elevado punto en la
experiencia de la venida a la encarnación tiene lugar, durante un breve período
de tiempo, antes del nacimiento físico. Ello determina la hora del nacimiento.
La siguiente fase del proceso, tal como la ve el clarividente, es la etapa de
interpenetración, durante la cual “los siete se convierten en veintiuno y luego
en los muchos”; la sustancia luz, el aspecto energía del alma, comienza a
compenetrar el cuerpo físico, y se completa el trabajo creador del cuerpo
etérico o vital.
El primer reconocimiento de esto en el plano físico es el
“sonido”, proferido por el niño recién nacido, culminando el proceso. El acto
de la creación, por el alma, se ha completado: una nueva luz baila en un oscuro
lugar.
El segundo momento brillante se produce a la inversa de este proceso y anuncia el periodo de restitución y abstracción final, por parte del alma, de su propia energía intrínseca. La prisión de la carne es disuelta mediante el retiro de la luz y la vida. Los cuarenta y nueve fuegos dentro del organismo físico se apagan; su calor y luz son absorbidos por los veintiún puntos menores de luz, que a su vez son absorbidos por los siete centros mayores de energía. Luego es pronunciada la “Palabra de Retorno” y el aspecto conciencia, la cualidad, la luz y la energía, del hombre encarnado, son abstraídos del cuerpo etérico. El principio vida es retirado también del corazón. Le sigue el brillante surgimiento de una luz eléctrica pura y el “cuerpo de luz” rompe finalmente todo contacto con el vehículo denso, se enfoca durante un breve período en el cuerpo vital y luego desaparece. El acto de restitución se ha realizado. Todo el proceso de enfoque de los elementos espirituales en el cuerpo etérico, con la subsiguiente abstracción y la consiguiente disipación del cuerpo etérico, debería ser grandemente acelerado, si sustituyéramos el entierro con la cremación.”
La Muerte: Una Gran Aventura,
pp. 171-174
La
dictadura del terror y temor a la muerte va terminando, ya muchos saben la
verdad y se adaptan a ella.
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