Estamos en
tiempo de Navidad, de renacimiento a nuestra naturaleza solar. Es tiempo de
recordar que somos rayos del sol que venimos a la Tierra a llenarla de su luz.
Es tiempo para interiorizarnos y buscar adentro, muy adentro el sentido de
nuestra vida que se haya oculto en nuestra naturaleza solar. Y es tan
paradójico que siendo los encargados de darle luz a este mundo lo tengamos
envuelto en tantas tinieblas. No puedo dejar de pensar en el dolor de miles y
miles de refugiados perdidos, abandonados a su suerte, con hambre y frío. Para
ellos no hay Navidad, ni fiesta ni nada. Empecé a escribir esta carta varias
veces queriendo darle esa tónica de alegría que es tan de este tiempo, pero no
me sale y pido disculpas por ello. Quiero celebrar pero ¿cómo hacerlo cuando
tantos hermanos nuestros mueren en todas esas guerras originadas por la
codicia; y los que huyen de su horror son rechazados por aquellos países que
han sido cómplices de su desgracia?
No son tiempos fáciles, el cambio de
era está haciendo estremecer las mismas bases de
nuestra civilización y nos
está mostrando una cara muy fea. Pero no podemos añadirle más dolor al mundo
porque se puede rebalsar. Entonces no queda otra que buscar un poco de
felicidad para que por vibración puedan, de alguna manera, equilibrarse los
platillos de la balanza.
Lo que sí podemos hacer es darnos
cuenta que vivimos en la parte del mundo que sigue estando en la cresta de la
ola y dar gracias por todo lo que tenemos, que tantos millones de hermanos no
tienen. Dar gracias por dormir en una cama, porque al bañarnos vemos cómo sale
el agua por la cañería sin tener que arrearla en tinajas, por comer comida
buena y limpia, por tener ropa adecuada para ponernos y zapatos con que
calzarnos. Tantas bendiciones que pasan desapercibidas porque vivimos en la
vorágine del consumismo siempre insatisfechos con lo que tenemos.
Es Navidad. Recuperemos el sentido de
la vida y sus valores. Y demos gracias por todo lo que
tenemos que la mayoría de nuestros hermanos no tienen. Somos una humanidad,
compartimos la misma naturaleza solar y su sufrimiento es el nuestro. También
nuestra alegría es la de ellos. En los planos del pensamiento y el sentimiento
no hay fronteras. Y qué digo, en la Tierra tampoco, que se me olvida que las
inventamos nosotros, dividiendo lo que Dios no dividió. Respiramos el mismo
aire y compartimos una misma atmósfera tanto física, como emocional y mental
sin divisiones posibles.
Hermanos del alma, nos toca ser
felices en estas Navidades, por ellos, por los que pasan frío y están dejados
de todo y de todos. Por ellos, en especial por los niños. Seamos felices. Y la
clave de la felicidad está en celebrar lo que somos, agradecer desde el corazón
todo lo que tenemos y bendecir la vida.
Muestra gratitud todos los días por
la vida que tienes, que has recibido de Dios, por tu buena salud, por tu
familia y amigos. Por estar vivo. Cuando dices “gracias” abres una fuente de
luz, de paz, de gozo que brota de tu alma, llega a todas tus células y te hace
sentir más ligero y más vivo a la vez que le aportas a la vida belleza y luz.
Que esa carta de Navidad que muchos
le escriben al Espíritu de la Navidad esté llena de agradecimiento y no de
peticiones. Amárrate a tu alma solar, allí está la fuente de toda tu felicidad.
Y si pides algo que sea luz para tu conciencia, una mejor percepción de la vida
y que tu sensibilidad se acreciente para que puedas ayudar a tu prójimo que
también eres tú.
Celebramos el nacimiento del niño
Dios en el corazón de la humanidad. El solsticio marca el momento de la promesa
de vida eterna. Renace el sol desde las profundidades de la materia en su
ascenso al norte como símbolo de la ascensión del alma humana. Es tiempo de
celebrar recordando que somos Hijos del Sol, que venimos a llenar esta tierra
de su luz y que solo dentro muy dentro de cada uno está la fuente de felicidad
que siempre brota del corazón en la eterna verdad de lo que somos.
Mi deseo sincero para todos ustedes
que puedan comulgar con esa luz que nos regala este tiempo. Busquemos los
amaneceres para bañarnos en esa roja luz del sol que como la sangre del
Salvador nos redime y borra los pecados del mundo.
Abre tus brazos y recibe esa luz en
tu corazón. Contempla en la brillante estrella de 5 puntas de un blanco
resplandeciente. Y únete a la verdadera fiesta que se desarrolla en los cielos.
¡FELIZ NAVIDAD!
Con el amor de siempre,
Carmen Santiago
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