¿Cuán sincera eres con tu familia
y amigos? Quizá te des una muy alta calificación en la escala de la honestidad.
Yo también lo hago; la sinceridad es un valor conforme al cual vivo
genuinamente y aspiro alcanzar por mis hijos. Sin embargo, ha habido momentos
en los que uno de mis hijos ha hecho una pregunta
difícil y tuve que enfrentar el dilema de cuánta verdad debía revelar. Los padres podemos omitir información fácilmente cuando tratamos asuntos delicados con nuestros hijos. Tomamos en cuenta muchos factores: cosas como su nivel de madurez, sus experiencias previas, cómo procesan las cosas, cómo lo que les diremos afectará sus decisiones futuras, incluso hasta qué hora del día es. ¡Y solemos evaluar todo eso en fracciones de segundos! En momentos así podemos ofrecerles inconscientemente a nuestros hijos semiverdades con el fin de intentar protegerlos del dolor, la ansiedad y el temor. He pisado esta raya muchas veces, no solo como madre sino como amiga, familiar y colega.
difícil y tuve que enfrentar el dilema de cuánta verdad debía revelar. Los padres podemos omitir información fácilmente cuando tratamos asuntos delicados con nuestros hijos. Tomamos en cuenta muchos factores: cosas como su nivel de madurez, sus experiencias previas, cómo procesan las cosas, cómo lo que les diremos afectará sus decisiones futuras, incluso hasta qué hora del día es. ¡Y solemos evaluar todo eso en fracciones de segundos! En momentos así podemos ofrecerles inconscientemente a nuestros hijos semiverdades con el fin de intentar protegerlos del dolor, la ansiedad y el temor. He pisado esta raya muchas veces, no solo como madre sino como amiga, familiar y colega.
"TENEMOS
LA RESPONSABILIDAD ESPIRITUAL DE VIVIR SINCERAMENTE."
La autora Meg Rosoff cuenta su
experiencia en navegar las difíciles verdades como padres en un artículo que
escribió para The Guardian. Rosoff supo que tenía cáncer de mama en 2004. En
aquel momento su hija tenía siete años. Ella compartió la noticia con su hija y
le explicó que todo estaría bien. La recuperación de la autora de ningún modo
era algo seguro. Aún así, Rosoff y su esposo enfrentaron el tratamiento y el
proceso de sanación con una actitud alegre. Y claro que así lo hicieron, los
padres naturalmente quieren proteger a sus hijos de situaciones atemorizantes.
Estaban intentando enseñarle a su hija que combatir el cáncer no era nada de
qué preocuparse.
De lo que nadie estaba hablando
era el hecho de que la hermana menor de Rosoff había muerto de cáncer de mama
unos años atrás. La hija de la autora había visto a sus primos perder a su
madre, lo cual naturalmente hizo que la posibilidad de perder a su madre fuera
real y aterradora. Al reflexionar sobre esto tiempo después, Rosoff reconoció
que al no haber sido completamente sincera con su hija acerca de la enfermedad
y el proceso de recuperación, permitió que ella imaginara lo peor. “Al no
explicarle la situación apropiadamente”, cuenta Rosoff, “de cierta manera
omitimos dejarle claro que yo tenía muchos más malestares debido al tratamiento
que a la enfermedad. Eso fue crucial. Piensen al respecto: ella escuchó que yo
tenía cáncer, a los días estaba hospitalizada, me quedé calva, perdí peso, me
veía enferma y cansada, tenía el brazo derecho cubierto con una hilera de
moretones por las transfusiones intravenosas. Ella había visto a mi hermana en
una condición similar unos meses antes de que muriera. Lógicamente, Gloria
pensó que me estaba muriendo”.
La mayoría de los padres les
piden a sus hijos únicamente la sinceridad más estricta. Pero nosotros podemos
ofrecerles respuestas poco sinceras a nuestros hijos, lo cual crea una clase de
vía de comunicación unidireccional. Esperamos que nuestros hijos nos muestren
respeto al ser sinceros con nosotros, pero no siempre les ofrecemos lo mismo.
Normalmente omitimos mucha información o ignoramos detalles incómodos, y les
damos solamente una visión parcial de una situación; unos cuantos cabos que
ellos deben atar solos, e inventan historias o explicaciones con la ayuda de
sus propios temores y suposiciones.
"Acompañar a nuestros hijos
a lo largo de las dificultades les da las herramientas que necesitan para
convertirse en adultos resilientes."
Los kabbalistas enseñan que
tenemos la responsabilidad espiritual de vivir sinceramente y conectarnos con
la Luz con la intención de abrir los ojos a verdades universales más grandes.
Esto es difícil. Como padres, aspiramos ofrecerles entendimiento a nuestros
hijos sin el dolor que a veces viene con ello. Mi mentor, Rav Berg, solía decir
que el proceso es el propósito. Esto es cierto tanto para adultos como para
niños. Acompañar a nuestros hijos a lo largo de las dificultades les da las
herramientas que necesitan para convertirse en adultos resilientes.
Un estudio reciente del Instituto
Tecnológico de Massachusetts estudió la sensibilidad de los niños en captar
sutilezas de los adultos. Los investigadores llegaron a la conclusión de que
los niños pueden detectar cuando los adultos les mienten. Pero la profesora
Laura Schulz quiso saber si los niños podían saber cuándo los adultos estaban
diciéndoles la verdad aunque no toda la verdad. A través de una serie de
experimentos con chicos y juguetes multifuncionales, los investigadores
descubrieron que los niños pueden percibir cuando los adultos no les están
dando suficiente información, lo cual afecta directamente cuán fiables e
informados los chicos piensan que son tales adultos.
Con relación a estas
conclusiones, Hyowon Gweon, autor principal de un ensayo que describe el
estudio realizado por el Instituto Técnico de Massachusetts, dice: “Cuando
alguien nos da información, no solo aprendemos de lo que se dice, también
aprendemos algo de esa persona. Si la información es precisa y completa,
entonces quizá también confíes en esa persona en el futuro. Pero si la persona
te ha enseñado algo que está mal, ha cometido un error o ha omitido algo que es
importante que sepas, entonces quizá querrías suspender tu confianza, tener
dudas de la información que la persona te proporcione en un futuro e incluso
buscar otras fuentes de información”.
Todo esto me parece
increíblemente fascinante. Aunque puede que pensemos que es obvio, los niños
son mucho más inteligentes e intuitivos de lo que les reconocemos. Algunos
pueden considerar que los chicos son incrédulos y están llenos de inocencia, y
que siempre recurren a nosotros para orientarse. Hablo por experiencia propia
cuando digo: nos tienen vigilados.
"LOS
NIÑOS SON MUCHO MÁS INTELIGENTES E INTUITIVOS DE LO QUE LES RECONOCEMOS."
Cuando les contamos semiverdades
a nuestros hijos, lo hacemos porque queremos protegerlos. Simple y llanamente.
Pero en realidad solo nos estamos protegiendo a nosotros mismos de tener
conversaciones que son difíciles o dolorosas. Como padres, este no es un lujo
que podemos darnos. Nuestro trabajo es crear el espacio para estas
conversaciones y tomar a nuestros hijos de la mano a lo largo de su camino en
el mundo de los adultos. Cuanto mejor podamos hacer esto, más posibilidades
tenemos de mantener su confianza en nosotros.
Karen Berg dijo: “La sinceridad
es una cualidad de la Luz. Por supuesto, la sinceridad requiere valentía.
Cuando vacilamos en decir la verdad, suele ser porque tenemos miedo de las
consecuencias. ¡Y puede que a veces tengamos buenas razones para tener miedo!
Pero incluso si la reacción inicial a nuestra sinceridad es accidentada, a
veces es mejor que las piezas caigan por su propio peso. De esta manera,
creamos espacio para que se forme algo más sólido y auténtico”.
Quiero dejar claro que no los
estoy motivando a compartir detalles sobre situaciones de la vida que no son
apropiadas. Por ejemplo, tu hija no se tiene que enterar que sus tíos se van a
divorciar debido a una infidelidad. No obstante, puedes explicar que a veces
las parejas en relaciones a largo plazo pasan por un cambio de sentimientos que
no logran resolver; la única manera de avanzar es terminar la relación,
desearse lo mejor y tomar caminos separados. Aplica la discreción y sé
consciente del tipo de información que puede ser traumática o afectar
negativamente las relaciones de tus hijos. Y nunca es bueno compartir chismes
con los niños.
Los niños (sí, también los
adolescentes) prefieren creer que estamos en control de las cosas. Somos como
capitanes de un barco, navegamos con nuestra familia a través de cada tormenta
que se avecine. Cuando fingimos que el cielo está despejado y que no hay
necesidad de preocuparse, no estamos protegiendo a nuestros hijos de la
angustia o el temor. En realidad estamos debilitando su confianza en nuestras
capacidades para manejar una crisis, lo que quizá genere más angustia y temor.
Es válido decirles que no estás seguro de cómo resultarán las cosas. Puedes
reconocer la gravedad de una situación a la vez que les recuerdas todo lo
positivo que hay en su vida. Tu sinceridad les da algo a lo cual sujetarse
durante la tormenta.
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