Y no me hagas cara diciendo qué ortiva sos.
He pasado años, - seguramente vos también -, yendo a lugares,
o haciendo cosas cuando realmente no lo sentía.
No tengo ganas y muchas veces no hay por qué, simplemente NO
QUIERO.
Y no estoy enferma, y no soy mala onda, y soy lo
suficientemente adulta para elegir.
Créeme, decir que ya no querés algo, es un viaje de ida.
Te hace piecito para subir más alto.
Y está todo bien. Quien no lo comprende, es porque aún está
procesando la información, pero pronto lo va a entender. Te lo dice acá, la que
lucha cada día con su sí fácil.
Y pasa:
No tengo ganas.
De reuniones que se pueden solucionar con un mail. De juntarme
a impostar la sonrisa. De ser vidriera de alguien que no me valora.
No tengo ganas de navidades caretas.
No tengo ganas de discutir ni justificar.
No tengo ganas de intentar remar vínculos que hace tiempo
naufragaron.
No tengo ganas de ir a cumpleaños simplemente por deber.
No tengo ganas de cumplir caprichos ajenos.
No tengo ganas de madrugar porque culturalmente somos más
productivos haciéndolo.
No tengo ganas de ser una máquina.
No tengo ganas de estar, donde no quiero. Ni tampoco decir NO
por pura moralidad, cuando quiero Sí.
No tengo ganas del stress del diario del lunes.
No tengo ganas de tener que explicarte por qué no tengo ganas.
Normalicemos también, no tener ganas...
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