Quiero empezar esta carta citando al Maestro Omraam Mikhael Aivanhov: “El reino de Dios no puede ser realizado más que por las mujeres, porque es la mujer la que debe suministrar la materia para que tome cuerpo; son las mujeres quienes darán todos los materiales necesarios.” (La Galvanoplastia Espiritual o el Destino de la Humanidad”, Omraam Mikhael Aivanhov, pág. 194)
Hay una facultad de la mujer enterrada y olvidada entre los muros del materialismo en el que la humanidad ha caído. Es la función que ejerce cuando, atraída por una idea divina, emana de sí una sustancia que aporta la materia prima que hace que las ideas, los arquetipos divinos se materialicen.
El principio divino produce las semillas, las chispas, el
fuego, pero son esencias tan sutiles que van a perderse en el infinito si no se
las fija. Para obtener formas sólidas, estables, reales, tangibles en el plano
físico es necesario la participación del principio femenino. Esta misma
cualidad es la que le permite a la madre darle forma al germen que recibe del
padre y gestar el hijo, función que se expresa natural en el plano físico pero
que también es cierta en los planos de existencia más sutiles.
Los grandes pensadores del planeta, los Maestros, han
desarrollado un modelo de civilización para la tierra. Es el modelo que Cristo
llamó “el Reino de los Cielos” y en la oración dominical nos enseñó a pedir su
descenso a la tierra... “venga a nosotros tu Reino...” Conocemos
sus principios, han sido enunciados por todos los grandes de la Tierra. Y
seguimos esperando el milagro de la nueva civilización.
Hay principios básicos que marcan la dirección de la nueva
civilización. El primero y principal es la Unidad del alma humana. Su expresión
en la conducta humana es la fraternidad. En el Reino de los Cielos no hay
desheredados, olvidados, marginados. Alguien una vez calculó que necesitamos
más de un planeta para que todos los habitantes de la tierra pudieran vivir como
vive el llamado “primer mundo” por el consumo de materia prima que requiere y
el alto grado de contaminación que produce. Entonces convengamos que nuestro
estilo de vida tendrá que ser modificado para que el Reino de Dios descienda a
la Tierra. Cuando descendió el arquetipo de Fraternidad, Igualdad y
Libertad en la Revolución Francesa no pudo materializarse. Ninguna de las
tres cualidades está todavía encarnada en la Tierra. La fraternidad en un
mundo que no ha conocido un día de paz no existe, la Igualdad de oportunidades
para todos es todavía utópica y de la libertad sólo tenemos una pobre
caricatura en los países llamados democráticos.
Pero ahora que el Séptimo Rayo comienza a sentirse con más
fuerza y tenemos la corriente de los tiempos a favor, invoquemos esa
quintaesencia femenina, que surja abundante de las mujeres del mundo y como
sustancia matriz, le dé forma a los nuevos arquetipos que deben manifestarse en
la Tierra.
El reto no es descubrir la idea divina sino materializarla. La
idea se nos ha dado completa, ha sido anunciada por los grandes y nosotros la
tenemos sintetizada en la enseñanza del Cristo: “Ama a Dios sobre todas las
cosas y al prójimo como a ti mismo.” enseñanza que ha sido deformada, mal
interpretada y utilizada para fines egoístas. Cuánto horror, cuántas guerras en
nombre del Príncipe de la Paz. Me duele pensarlo.
Que el cielo descienda a la Tierra, que descienda su Ley, su
sistema, su forma de civilización, ése es nuestro trabajo. El principio
masculino impulsando la idea y el principio femenino aportando la sustancia
para su materialización.
Invoquemos esa quintaesencia femenina, invoquemos la ayuda de
María que no sólo le dio a su Hijo la sustancia más pura para formar un cuerpo
de excelsa belleza, sino que permaneció a su lado durante toda su obra,
sosteniéndolo y entregándole las partículas más puras que brotaban como chispas
de luz de su presencia.
Amigas, hermanas, ofrezcamos nuestra quintaesencia al Señor
del Mundo, nuestro Padre Celestial. Reconozcamos la tarea que nos pide la vida.
Hagamos de nuestro corazón la cuna de compasión que el mundo necesita, que ni
un solo pensamiento nos separe de otro humano. Que la crítica, el odio, el
repudio no encuentre cabida en nuestro corazón. Que vivamos reconociendo a cada
instante y afirmando con nuestros actos, la unidad del alma humana.
Que en nuestras oraciones diarias y en profunda entrega
podamos decir: Padre amado, utilízame, sírvete de mí, para la gloria de Dios.
Desde lo más profundo del alma,
Carmen Santiago
***
Edición y Difusión: Con Amor y Gratitud
Gala Shendrix
Luna de Sirio
Tejedora de Luz Arcoíris
Maestra Sanación Cósmica
Canalizadora
Orientadora, guía y consejera espiritual
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