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25 de junio de 2025

¡LUNA NUEVA en CANCER! Cuando el Cielo enseña a la materia a danzar –

por cristinalaird

Hay momentos en que el cielo se mueve despacio, como un aliento contenido. Y luego hay momentos como éste —cuando los grandes cuerpos celestes comienzan a mutar, como si una música ancestral volviera a escucharse y todos somos invitados a bailar.

Los grandes —Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón, Haumea, Sedna— están cruzando umbrales, dejando atrás signos que habitaron durante años, incluso por más de una década. No son movimientos ordinarios. Abren portales psíquicos. Presionan contra los muros de nuestra

percepción, pidiéndonos no sólo que veamos distinto, sino que seamos distintos.

Como es arriba, es adentro. «Así en la Tierra como en el Cielo», dice el Padre Nuestro.

Vivimos rodeados de lo que llamamos materia. Madera, piedra, carne, hueso. Nos enseñaron a verla como sólida, estática, confiable. Una mesa es una mesa. Un cuerpo es un cuerpo. Una pared es una pared.

Pero eso es solo la piel de las cosas.

Si escuchamos el susurro del cielo y si nos atrevemos a mirar hacia adentro, algo más comienza a revelarse. Se nos invita a una visión cuántica, una que sabe que dentro del grano de la madera, dentro de la quietud de una piedra, dentro de cada célula de nuestros cuerpos, hay movimiento.

Hay danza.

Partículas girando, intercambiándose, vibrando. Fuerzas chocando y plegando el espacio. Campos de energía entretejiéndose en complejidad infinita. Descubrimos que la materia no es una prisión. Es una coreografía.

Así, cuando estos planetas ingresan a nuevos signos, no solo agitan nuestras emociones o desafían nuestros sistemas. Afinan las frecuencias de nuestros instrumentos internos. Hacen posible percibir lo que antes estaba oculto. Sentir el pulso detrás de las apariencias.

La psique responde. Los sueños se intensifican. Surgen anhelos. El pasado se sacude de su rincón. El cuerpo recuerda lo que la mente había olvidado. La respiración se hace más honda.

¿Y ese pedazo de madera sobre tu mesa? Ya no está mudo. Si prestas atención, también es parte de la música.

Este momento es una invitación —no solo a presenciar el cambio, sino a habitarlo. A tomar conciencia de que la realidad no es fija, sino fluida. Que no estamos separados del Cosmos, sino hechos de sus propios ritmos.

Sé que repito el hecho que este último Solsticio en Cáncer y ahora esta Luna Nueva son eventos cósmicos históricos, y es porque lo son, debido a que ambos eventos están en una angularidad de 90º a la Gran Conjunción Saturno-Neptuno en Aries, que no ha ocurrido nunca en nuestras vidas en este signo, ni volverá a ocurrir, para los que estamos vivos o naciendo hoy en día. Como he dicho ya, la última vez fue en 1703, aunque en el ángulo mundial de 0º de Aries, ni siquiera lo sabemos, posiblemente hace más de 10 mil años. Por tanto se merece la repetición.

Para este artículo he decidido emplear la jerga astrológica mínimamente. Quiero intentar narrar este momento desde el alma del lenguaje, sin símbolos técnicos, para ver si, aun así, puedo transmitir la profundidad de lo que está ocurriendo. Luego me contarás si lo prefieres así, o con el antiguo idioma de los cielos.

Lo cierto es que esta Luna Nueva en Cáncer marca un umbral. Un giro. Un soplo profundo en medio de este cambio de paradigma que estamos viviendo —un cambio real, irreversible, y también histórico. Sabemos bien que una luna nueva no es, en sí misma, un hecho extraordinario: sucede unas doce o trece veces al año desde el principio de los tiempos. Pero también sabemos, en la sabiduría intuitiva que habita en cada célula, que no hay dos lunas nuevas iguales. El cielo nunca repite del todo sus coreografías, aunque lo parezca. Todo se mueve. Todo retorna. Pero nada es igual.

Esta Luna se forma abrazada a la energía expansiva de quien abre portales a lo posible —a ese dios viajero que ensancha horizontes y agita los sentidos con visiones del más allá. Una figura ancestral que los griegos llamaron Zeus, y que en otras latitudes se conoció como Thor. Es la presencia que dice: “hay más, siempre hay más”.

Y sin embargo, al borde de ese impulso hacia lo nuevo, se alzan también otras voces: la del tiempo, la del límite, la del orden. Cronos y Poseidón —la estructura y el misterio— se interponen, no como barrera, sino como recordatorio. Nos dicen: no corras hacia el abismo sin saber quién eres.

En el medio de formaciones que la Astrología llama Yods, que unen planetas de una forma bastante desafiante, donde Marte, dios de la Guerra y Plutón y Haumea, nos hablan de la necesidad de destruir, de desarmar para poder evolucionar, nos encontramos ante una nueva guerra entre los EEUU e Iran, via Israel.

Así, esta Luna Nueva encierra un dilema profundo entre el deseo de avanzar y la necesidad de no desintegrarnos en el proceso. Y como ocurre en Cáncer, ese signo que susurra memorias antiguas, raíces, pertenencias, mandatos tribales y nacionalismos… la gran pregunta emerge:
¿Dónde está nuestro hogar? Que es eso por lo cual matamos en la intención de defender. Defender qué?
¿Y qué es “hogar” o «nación» cuando las coordenadas emocionales ya no coinciden con las geográficas?

Para muchas personas, “hogar” es un lugar físico. Para otras, como en el caso de este signo de Cáncer, es una búsqueda perpetua. Nacer en una tierra no siempre significa pertenecer a ella. Muchos llaman “mi tierra” al lugar de sus ancestros, aunque nunca hayan sentido verdadera intimidad con ese suelo. Y muchos otros, descendientes de migrantes, siguen sintiéndose en tránsito incluso después de generaciones.

Este tránsito de Júpiter por Cáncer —que apenas comienza y durará un año entero— activará en lo profundo esa pregunta:
¿Dónde estoy a salvo? ¿Qué es pertenecer? ¿A qué raíz retorno cuando cierro los ojos? Debo quedarme en ese lugar a pesar que todo se disuelve a mi alrededor? y sobre todo, qué debo hacer cuando todo a mi alrededor se desploma?
Júpiter es la apertura. Ventanas que se destraban. Miradas que se amplían. Panoramas antes invisibles que ahora se presentan con claridad y vértigo.

Pero esta danza celeste no ocurre en el vacío. La geometría sagrada del momento teje ángulos, empujes y tensiones. Algunos fluyen como corrientes suaves. Otros nos sacuden con intensidad. La Luna Nueva se convierte así en un escenario donde los arquetipos danzan, luchan, susurran y empujan.

En medio de esa danza, sentiremos pequeñas sacudidas del destino, como lo sugieren estos YODS, señales de hacia dónde debemos ir, aún sabiendo que no será un paseo en el parque, ni tendremos garantías de llegar. La conciencia llega con un dejo de dulzura, pero también con la firmeza de un llamado:
Dejar atrás el papel de víctima. Asumir la responsabilidad. Ponerse de pie. Este es el idioma de ARIES.

Es un momento de caballería interior. De vestirse con la armadura de la integridad. De tomar el timón, aunque el mar sea incierto. De recordar que el único camino es actuar con verdad, aunque no sepamos si nos aplaudirán o nos juzgarán.

Todo este paisaje puede sentirse mayor que nosotros. Como si una tarea vocacional, espiritual o ancestral se activara sin garantías. Pero aun así, nos llama.

Porque somos co-creadores de esta realidad.
Y si no tomamos conciencia de eso, seguiremos creyendo que solo somos víctimas del mundo.

En esta Luna Nueva en Cáncer, nos encontramos con una Gran Cruz en signos cardinales que auguran inicio, nuevas modalidades de Ser. Una de las puntas, de la cruz, la que está opuesta al encuentro Sol-Luna-Júpiter en Cáncer, se encuentra Ixion y Pholus. Ixion es el padre de Pholus, y es un personaje extremadamente dudoso, inmoral, que en la mitología griega, fue un rey que mató a su suegro arrojándole a un foso con brazas ardientes. Pidió perdón a Zeus, y éste le invitó a la mesa de los dioses. Pero en el banquete, a Ixión no se le ocurrió otra cosa que ligar con Hera, esposa de Zeus, y presumir de tal proeza. La historia es mucho más jugosa y significativa que todo esto, pero para este artículo sólo quiero apuntar que ese asteroide que lleva el nombre de este personaje arquetipal, es parte de esta invitación a meditar sobre él.

En el proceso de meditar sobre nuestro rol social, de mirar a los que recorren los corredores del poder, seguiremos asumiendo que ser corrupto, inmoral y sin ética alguna es lo normal? Seguiremos transitando la desidia, la víctima y la apatía o comenzaremos a demandar de nuestros políticos más transparencia, ética, integridad y compasión? Y.. al mismo tiempo, tomar consciencia que si sólo visualizamos este lado más negativo del afuera, quizás es lo que continuamos co-creando.

Todos estos arquetipos viven en nuestro interior y con consciencia y amor, podremos aprender a seleccionar cuáles deseamos materializar y cuales no. La coreografía de la danza de valores en nuestra psique, tiene muchos compases, disonantes y contrapuntos y podemos cambiar el ritmo cuando realmente aprendemos a escuchar la música. Cáncer nos ayuda en este proceso creativo. Presta atención.

 

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