por cristinalaird
Hay momentos en
que el cielo se mueve despacio, como un aliento contenido. Y luego hay momentos
como éste —cuando los grandes cuerpos celestes comienzan a mutar, como si una
música ancestral volviera a escucharse y todos somos invitados a bailar.
Los grandes —Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón, Haumea, Sedna— están cruzando umbrales, dejando atrás signos que habitaron durante años, incluso por más de una década. No son movimientos ordinarios. Abren portales psíquicos. Presionan contra los muros de nuestra
percepción, pidiéndonos no sólo que veamos distinto, sino que seamos distintos.Como es arriba,
es adentro. «Así en la Tierra como en el Cielo», dice el Padre Nuestro.
Vivimos rodeados
de lo que llamamos materia. Madera, piedra, carne, hueso. Nos enseñaron a verla
como sólida, estática, confiable. Una mesa es una mesa. Un cuerpo es un cuerpo.
Una pared es una pared.
Pero eso es solo
la piel de las cosas.
Si escuchamos el
susurro del cielo y si nos atrevemos a mirar hacia adentro, algo más comienza a
revelarse. Se nos invita a una visión cuántica, una que sabe que dentro del
grano de la madera, dentro de la quietud de una piedra, dentro de cada célula
de nuestros cuerpos, hay movimiento.
Hay danza.
Partículas
girando, intercambiándose, vibrando. Fuerzas chocando y plegando el espacio.
Campos de energía entretejiéndose en complejidad infinita. Descubrimos que la
materia no es una prisión. Es una coreografía.
Así, cuando
estos planetas ingresan a nuevos signos, no solo agitan nuestras emociones o
desafían nuestros sistemas. Afinan las frecuencias de nuestros instrumentos
internos. Hacen posible percibir lo que antes estaba oculto. Sentir el pulso
detrás de las apariencias.
La psique
responde. Los sueños se intensifican. Surgen anhelos. El pasado se sacude de su
rincón. El cuerpo recuerda lo que la mente había olvidado. La
respiración se hace más honda.
¿Y ese pedazo de
madera sobre tu mesa? Ya no está mudo. Si prestas atención, también es parte de
la música.
Este momento es
una invitación —no solo a presenciar el cambio, sino a habitarlo. A tomar conciencia de que la realidad no es
fija, sino fluida. Que no estamos separados del Cosmos, sino hechos de sus
propios ritmos.
Sé que repito el
hecho que este último Solsticio en Cáncer y ahora esta Luna Nueva son eventos
cósmicos históricos, y es porque lo son, debido a que ambos eventos están en
una angularidad de 90º a la Gran Conjunción
Saturno-Neptuno en Aries, que no ha ocurrido nunca en nuestras vidas en este signo, ni volverá a
ocurrir, para los que estamos vivos o naciendo hoy en día. Como he dicho ya, la
última vez fue en 1703, aunque en el ángulo mundial de 0º de Aries, ni siquiera
lo sabemos, posiblemente hace más de 10 mil años. Por tanto se merece la
repetición.
Para este
artículo he decidido emplear la jerga astrológica mínimamente. Quiero intentar
narrar este momento desde el alma del lenguaje, sin símbolos técnicos, para ver
si, aun así, puedo transmitir la profundidad de lo que está ocurriendo. Luego
me contarás si lo prefieres así, o con el antiguo idioma de los cielos.
Lo cierto es que
esta Luna Nueva en Cáncer marca un umbral. Un giro. Un soplo profundo en medio
de este cambio de paradigma que estamos viviendo —un cambio real, irreversible,
y también histórico. Sabemos bien que una luna nueva no es, en sí misma, un hecho
extraordinario: sucede unas doce o trece veces al año desde el principio de los
tiempos. Pero también sabemos, en la sabiduría intuitiva que habita en cada
célula, que no hay dos lunas nuevas iguales. El
cielo nunca repite del todo sus coreografías, aunque lo parezca. Todo se mueve.
Todo retorna. Pero nada es igual.
Esta Luna se
forma abrazada a la energía expansiva de quien abre portales a lo posible —a
ese dios viajero que ensancha horizontes y agita los sentidos con visiones del
más allá. Una figura ancestral que los griegos llamaron Zeus, y que en otras
latitudes se conoció como Thor. Es la presencia que dice: “hay más, siempre hay
más”.
Y sin embargo,
al borde de ese impulso hacia lo nuevo, se alzan también otras voces: la del
tiempo, la del límite, la del orden. Cronos y Poseidón —la estructura y el
misterio— se interponen, no como barrera, sino como recordatorio. Nos
dicen: no corras hacia el abismo sin saber quién eres.
En el medio de
formaciones que la Astrología llama Yods, que unen planetas de una forma
bastante desafiante, donde Marte, dios de la Guerra y Plutón y Haumea, nos
hablan de la necesidad de destruir, de desarmar para poder evolucionar, nos
encontramos ante una nueva guerra entre los EEUU e Iran, via Israel.
Así, esta Luna
Nueva encierra un dilema profundo entre el deseo de avanzar y la necesidad de
no desintegrarnos en el proceso. Y como ocurre en Cáncer, ese signo que susurra
memorias antiguas, raíces, pertenencias, mandatos tribales y nacionalismos… la
gran pregunta emerge:
¿Dónde está nuestro hogar? Que es eso por lo cual
matamos en la intención de defender. Defender qué?
¿Y qué es “hogar” o «nación» cuando las coordenadas emocionales ya no coinciden
con las geográficas?
Para muchas
personas, “hogar” es un lugar físico. Para otras, como en el caso de este signo
de Cáncer, es una búsqueda perpetua. Nacer en una tierra no siempre significa
pertenecer a ella. Muchos llaman “mi tierra” al lugar de sus ancestros, aunque
nunca hayan sentido verdadera intimidad con ese suelo. Y muchos otros,
descendientes de migrantes, siguen sintiéndose en tránsito incluso después de
generaciones.
Este tránsito de
Júpiter por Cáncer —que apenas comienza y durará un año entero— activará en lo
profundo esa pregunta:
¿Dónde estoy a salvo? ¿Qué es pertenecer? ¿A qué raíz retorno
cuando cierro los ojos? Debo quedarme en ese lugar a pesar que
todo se disuelve a mi alrededor? y sobre todo, qué debo hacer cuando todo a mi
alrededor se desploma?
Júpiter es la apertura. Ventanas que se destraban.
Miradas que se amplían. Panoramas antes invisibles que ahora se presentan con
claridad y vértigo.
Pero esta danza
celeste no ocurre en el vacío. La geometría sagrada del momento teje ángulos,
empujes y tensiones. Algunos fluyen como corrientes suaves. Otros nos sacuden
con intensidad. La Luna Nueva se convierte así en un escenario donde los arquetipos danzan, luchan, susurran y empujan.
En medio de esa
danza, sentiremos pequeñas sacudidas del destino, como lo
sugieren estos YODS, señales de hacia dónde debemos ir, aún sabiendo que no
será un paseo en el parque, ni tendremos garantías de llegar. La conciencia
llega con un dejo de dulzura, pero también con la firmeza de un llamado:
Dejar atrás el papel de víctima. Asumir la responsabilidad.
Ponerse de pie. Este es el idioma de ARIES.
Es un momento de
caballería interior. De vestirse con la armadura de la integridad. De tomar el
timón, aunque el mar sea incierto. De recordar que el único camino es actuar con verdad, aunque no sepamos si nos aplaudirán
o nos juzgarán.
Todo este
paisaje puede sentirse mayor que nosotros. Como si una tarea vocacional, espiritual o ancestral se
activara sin garantías. Pero aun así, nos llama.
Porque somos co-creadores de esta realidad.
Y si no tomamos conciencia de eso, seguiremos creyendo que solo somos víctimas
del mundo.
En esta Luna
Nueva en Cáncer, nos encontramos con una Gran Cruz en signos cardinales que
auguran inicio, nuevas modalidades de Ser. Una de las puntas, de la cruz, la
que está opuesta al encuentro Sol-Luna-Júpiter en Cáncer, se encuentra Ixion y
Pholus. Ixion es el padre de Pholus, y es un personaje extremadamente dudoso,
inmoral, que en la mitología griega, fue un rey que mató a su suegro
arrojándole a un foso con brazas ardientes. Pidió perdón a Zeus, y éste le
invitó a la mesa de los dioses. Pero en el banquete, a Ixión no se le ocurrió
otra cosa que ligar con Hera, esposa de Zeus, y presumir de tal proeza. La
historia es mucho más jugosa y significativa que todo esto, pero para este
artículo sólo quiero apuntar que ese asteroide que lleva el nombre de este
personaje arquetipal, es parte de esta invitación a meditar sobre él.
En el proceso de
meditar sobre nuestro rol social, de mirar a los que recorren los corredores
del poder, seguiremos asumiendo que ser corrupto, inmoral y sin ética alguna es
lo normal? Seguiremos transitando la desidia, la víctima y la apatía o
comenzaremos a demandar de nuestros políticos más transparencia, ética,
integridad y compasión? Y.. al mismo tiempo, tomar consciencia que si sólo
visualizamos este lado más negativo del afuera, quizás es lo que continuamos
co-creando.
Todos estos
arquetipos viven en nuestro interior y con consciencia y amor, podremos
aprender a seleccionar cuáles deseamos materializar y cuales no. La coreografía
de la danza de valores en nuestra psique, tiene muchos compases, disonantes y
contrapuntos y podemos cambiar el ritmo cuando realmente aprendemos a escuchar
la música. Cáncer nos ayuda en este proceso creativo. Presta atención.
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