Vivimos
en un mundo de intensos movimientos y cambios, en el que parece que todo
se distorsiona. Las instituciones, las creencias, el sistema económico. A
dondequiera que mires ves distorsión, o dicho de otra manera, el mundo de al
revés… Lo bueno de esta situación es que te lleva constantemente a reflexionar
y buscar el sentido de la vida. A pesar de todas las crisis que confrontamos a
diario, ya sean personales, grupales, nacionales o internacionales, hay más
gente en la búsqueda de una respuesta espiritual a la vida que en otra época de
nuestra historia.
Nosotros,
en Occidente, hemos tenido una educación netamente materialista. Le cerramos
las puertas al mundo invisible y nos quedamos encerrados en un mundo de cosas y
pertenencias, pero en este nuevo tiempo las puertas han comenzado a abrirse,
han surgido grupos espirituales por todas partes, apoyados por la tradición
espiritual más antigua, por la física cuántica y su nueva visión del universo y
por los cientos de personas que en las diversas áreas del conocimiento humano
están desarrollando una visión holísitca,
humana y trascendental de la
vida, y poco a poco hemos ido descubriendo la otra realidad, la que está
más allá de nuestras imágenes mentales, de nuestras creencias personales, más
allá de este mundo inventado por nosotros mismos y que tiene oculta la Realidad
Divina que parece asomarse en la belleza de una flor, un amanecer, una cielo
azul.
Esa
realidad que podemos llamar Dios, o lo Divino, se esconde tras la bruma de
nuestros pensamientos y deseos. Cuando esa bruma desaparece, aparece el jardín
de la creación, la belleza divina, la realidad última, Dios…
Esa
admiración que surge cuando puedes ver en un rayo de luz algo especial, te
revela la presencia de un mundo que palpita oculto de la percepción humana y su
constante creación de patrones mentales. Siempre he pensado que el camino
espiritual se recorre quitando y no añadiendo. Cuando por un instante puedes
borrarte sucede el milagro y aparece esa otra realidad que conmueve tu corazón
y te das cuenta que lo que borraste fueron tus patrones mentales, entonces te
ves, te percibes como lo que eres, una conciencia entretejida en un mundo de
frecuencias infinitas que fluyen acompasadas por el Orden Perfecto y Divino de
su Creador.
Todos
hemos tenido momentos así. A veces nos damos cuenta, a veces pasan casi
desapercibidos. Es parte de la experiencia humana cuando aparentemente nos
quedamos en algo que parece nada pero que se siente como
plenitud, que forma parte de un gigantesco todo que nos habla de la
interconexión y la síntesis de la vida. Y así el sentido de “lo mío” desaparece
porque se convierte en ese “todo” que es la vida misma.
Navegando
en el caudaloso Orinoco y su fuerte corriente sentí como este río era el
reflejo de una corriente que atravesaba el cosmos, y sin que medie pensamiento
alguno, me sentí navegando entre estrellas y soles. Fue un instante al que le
siguió toda una reflexión y un deseo de entender más de la creación. Mi mente,
siempre activa, se metió y quiso comprender, dando así por terminada la
experiencia e iniciando la producción de pensamientos y la formación de la
bruma…
En mi
primer contacto con el Lago Titicaca apenas tenía 22 años, sin embargo recuerdo
el impacto que me produjo el altiplano, el lago que parece un mar y hace
horizonte y las nubes casi rosando el suelo debido a la altura (4000 metros).
Miré a mi compañera de viaje y le dije: Este es un lugar sagrado… Fue un
instante de profunda comunión con lo que me rodeaba, que marcó mi vida. Era la
primera vez que sentía algo así. Y desde ese momento se inició una búsqueda de
ese algo que se asoma cuando, por algún motivo, uno se abre, sin pensamientos,
y siente la vida que le rodea.
El
conocimiento intelectual es una buena guía en el sendero espiritual, pero no es
el sendero espiritual. Es aquello que te puede conducir a la vivencia de lo
trascendente. Lo supe desde el principio, aunque nunca he dejado de estudiar. Es
interesante notar que cuando la mente comienza a presentir la Realidad
Trascendente se calma, va encontrado poco a poco su sosiego y el ansia de saber
se convierte en la búsqueda del equilibrio. Y ese equilibrio va, poco a poco,
silenciando la mente.
Cuando
hablo de la mente me refiero al intelecto, esa gran herramienta que nos permite
reflexionar y captar en la conciencia cerebral las realidades internas de
manera que puedan convertirse en factores que influyen en la vida cotidiana. La
mente es un principio reflector. En los planos superiores de la existencia
están los arquetipos o el diseño divino, que también podemos llamar “cielo”. El
mundo que llamamos del esfuerzo humano, es un reflejo de aquél. Pero al pasar
por la mente sufre una distorsión y crea todas las imperfecciones que vemos en
el mundo. El trabajo está en lograr una mente limpia, pura como el cristal,
para que en el mundo reflejado pueda percibirse la gloria de la Verdad, de lo
divino, lo eterno…
Los
animales, las plantas, las piedras no tienen mente. Ellos viven en su realidad
sin distorsión posible. Por eso cuando nos acercamos a la Naturaleza podemos
percibir mejor lo divino, en especial cuando nos acercamos el reino vegetal,
porque de entre los tres reinos, ha logrado expresar su propio diseño o
arquetipo divino.
Han sido
muchos sabios los que se han iluminado a la sombra de un árbol. El Buda es el
más conocido. Ese empeño que tenemos de creer que solo los que tienen intelecto
pueden comunicarse nos ha alejado de la comunicación con la naturaleza. La vida
habla a través de todas sus formas. Porque todo tiene alma, porque todo tiene
conciencia.
Te
invito a que recuerdes uno de esos momentos en tu vida y lo revivas. Te invito
a que mirando el cielo puedas diluirte en él sin pensamientos. La clave es la
entrega. Suéltate y déjate simplemente ser y que tus ojos sean la puesta
abierta a ese otro mundo de frecuencias infinitas, que es divino, que es
perfecto, que es una danza de alabanza al Creador.
Y en esa
red de vida que todo lo envuelve, en ese vientre de la Madre Divina, tú y yo
somos uno.
Desde
las profundidades del alma,
Carmen
Santiago
No hay comentarios:
Publicar un comentario