septiembre
19, 2015 Aleja
La
maternidad es un periodo considerado como abrumadoramente encantador, donde el vínculoentre
madre e hijo potencializa (o retrocede) el desarrollo psiconeuronal del
segundo. A pesar de que se desconoce la exactitud en la que comienza a florecer
este instinto, la realidad es que la unión entre madres e hijos inicia desde el
momento de la concepción, es por eso que las emociones de mamá influyen en el
desarrollo cerebral del bebé.
Médicos,
psicólogos y pediatras han encontrado que todo lo que la madre hace, inclusive
antes y después del parto, moldea al bebé en numerosas maneras. Se trata de un
método de“programación fetal”, donde las condiciones en que la madre se
desarrolla, tiene efectos longitudinales en la vida física y psíquica del
pequeño. Por ejemplo, existen casos clínicos donde se ha encontrado una conexión directa
entre las experiencias de compulsiones en el útero y conductas repetitivas,
miedos y obsesiones más tarde en su vida.
Es decir
que la concepción, el embarazo, el parto y el periodo de postparto tienen
influencias profundas en el bienestar emocional y físico del bebé. De hecho,
hay una correlación entre nacer con bajo peso y una enfermedad cardíaca, entre
una nutrición pobre en la gestación y la diabetes, entre nacer con peso elevado
y ser víctima de cáncer de mama en mujeres. Y es que, durante este periodo
crítico en la maternidad, el niño apenas está desarrollando sus distintas áreas
del cerebro, siendo moldeable tanto por el medio ambiente como
por los estados de ánimo de la madre.
Varias investigaciones han demostrado que un bebé pudo haber desarrollado una
predisposición a la depresión o una baja tolerancia al estrés debido
a la manera en que su madre vivió estrés crónico durante el embarazo. En otras
palabras, el cerebro del feto parece desarrollarse en función
de la experiencia de la madre con el mundo: si la madre se siente
albergada por la ansiedad o el estrés durante el embarazo, el mensaje que le
transmite a su bebé (a través de las hormonas del estrés) es que se encuentran
en un medio ambiente peligroso (aunque no sea verdad). De hecho, de
acuerdo con Marcy Axness, Ph.D. en desarrollo temprano y consejería
parental, el estrés crónico durante la infancia tiende a esculpir el cerebro a
medida de supervivencia (huir o pelear), lo cual reduce el impulso de control y
de contención/calma. Por otro lado, cuando la madre experimenta una alegría
crónica, esto permite que cada órgano del bebé se desarrolle óptimamente,
predisponiéndolo a la salud y a la serenidad.
La
concepción, el embarazo, el parto y el periodo de postparto tienen influencias
profundas en el bienestar emocional y físico del bebé.
Podríamos
decir que la influencia de las emociones maternales constituye
los fundamentos de lapersonalidad del pequeño. En este punto, la neurociencia se
ha encargado de brindar bases a la influencia de las emociones y los
pensamientos de la madre en el desarrollo psicológico y
fisiológico del infante. Si los pensamientos y emociones de la madre son persistentemente
negativos (o si está en constante estrés), el metamensaje dirigido al bebé en
desarrollo, enviado a través de las hormonas, es el que el mundo es peligroso;
y por tanto, el cerebro del feto crearáconexiones neuronales en
función de su supervivencia. En consecuencia, el infante crecerá reactivo,
impulsivo y con un lapso corto de atención. De hecho, existen teorías donde se
asocia el TDA(-H) o TOC con la regulación afectiva durante el embarazo.
El
periodo crítico de la influencia emocional de la madre es durante el parto,
cuando el cerebro comienza a reorganizarse rápidamente a través de muchas hormonas –
especialmente de la hormona del amor o del apego, la oxitocina. De
hecho, el circuito de la corteza orbitofrontal (encargada del aspecto
socioemocional) comienza a orquestrar una serie de intercambios informativos a
nivel emocional entre madre y recién nacido, a través de las miradas entre
ambos. Esto hace que la madre transmita las emociones que, eventualmente, el
bebé adaptará a su vida diaria a través de conexiones neuronales.
Desgraciadamente,
los protocolos de los hospitales aún exigen la separación inmediata entre la
madre y el recién nacido, creando una “huella de abandono” en
el cerebro del segundo y así una conexión con cosas (en vez de personas).
Podría decirse que así se previene una formación sináptica saludable en áreas
sociales, las cuales se encargan de procesar rostros, emociones, empatía y
relaciones humanas.
Axness
explica que, como padres, es importante conocer algunos procesos básicos del
desarrollo del feto, los cuales estructurarán la vida emocional y física del
bebé (y aun cuando adulto):
Los
padres necesitan estar conscientes y abiertos a la eterna
pregunta del ser por el bebé en el vientre: ¿A qué mundo voy a venir,
mamá? Esta pregunta será respondida de manera constante a través de mensajes
energéticos y químicos que la madre mandará, a su vez, a través de
mensajes, sentimientos y conductas. Cuando los padres comprenden esta pregunta
básica –a lo largo de nueve meses-, esto permitirá que el cerebro del bebé se
desarrolle con base en el apoyo, el amor y la seguridad. Estos
sentimientos fortalecerán el arribo del bebé, el cual se encontrará dispuesto a
amar y a aprender, en vez de pelear o angustiarse.
La mejor
manera de hacerlo es tomar, al menos, cinco minutos diarios para tener
pensamientos positivos, escuchar tu música favorita, alimentarte anímicamente
de lo que quieras, gozar de las sensaciones del aquí y del ahora, dejar que la
amabilidad se convierta en una parte orgánica de tu ser. Esto, así como el amor
al embarazo, permitirá que la percepción de la vida del feto tenga bases en la
fortaleza, la creatividad y con un sentido de esperanza. Sólo una madre sabe
qué es lo necesario para el bienestar tanto de su hijo como de ella.
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