Mes de
Libra
Los
tiempos corren de prisa. Me pregunto si es por la edad o es una percepción
general. Cuando trabajamos por un ideal como lo es un mundo mejor, una nueva
civilización, o por ese plan que los Maestros conocen y sirven, muchas veces
sentimos que los esfuerzos no dan frutos en el tiempo y nos preguntamos, ¿lo
estaremos haciendo bien?
La
sabiduría antigua y en especial la enseñanza del Maestro D.K. dice que estamos
en el planeta desde hace 18 millones de años. Sí, 18 millones de años…
cuando en nuestro modo de percibir el tiempo dos mil años nos parece
muchísimo. Ahora, imaginar un lapso de tiempo tan vasto hace que se nos
rompa en la cabeza los esquemas del tiempo. El Plan Divino para nuestro mundo,
abarca un periodo de tiempo tanto mayor para nuestras pequeñas percepciones que
nos resulta casi imposible captar sus ciclos.
Eras como
las de los continentes Lemuria y Atlántida están tan lejos de nuestra
historia conocida que casi las olvidamos por completo si no fuera por la
mención que hacen de ellas las escrituras sagradas. Pero hablamos de ellas como
si se tratara de un pasado mucho más cercano de lo que realmente es… O alguien
contó mal, o hay un misterio con el “tiempo” que todavía no desciframos.
Krishna vivió hace sólo cinco mil años, casi “ayer”, en la óptica de estas
cuentas. Recién entraba la era en donde se oscurece la conciencia y reina el
materialismo conocida como Kali Yuga, que supuestamente dura 432,000 años.
¿Cómo es que estamos entrando a una nueva era en solo 5 mil años? ¿Puede haber
una edad dorada dentro del Kali Yuga?
No se
afanen en replicar, no busco contestaciones, sólo evidencio que el tema del
tiempo y su medición está muy lejos de nuestra actual conciencia y es evidente
que algo se nos escapa. Lo importante es reconocer la infinitud del tiempo, y
en esa infinitud les aseguro que el Plan, ése que los Maestros conocen y
sirven, se cumple.
Entonces,
volviendo a la reflexión inicial, lo que importa cuando sirvo, cuando cumplo mi
parte en la parcela del Plan que me corresponde, mi preocupación no es ver los
frutos de la acción, ni siquiera sus primeros atisbos, sino cumplir. Así como
el anciano que planta un manzano y aunque sabe que sus ojos no lo verán, no
duda que dará sus frutos.
Cuando
nos liberamos del deseo de ver el resultado y seguimos haciendo lo que tenemos
que hacer, sin expectativas, se produce en nosotros un cambio de vibración. No
nos volvemos ni orgullosos si el resultado es como queremos, ni deprimidos, si
no lo es. Permanecemos neutrales, en equilibrio. Esa actitud es la actitud
necesaria en las labores que realizamos, ya sea en la vida interna tanto como
en la vida externa. Es un consejo que los grandes Maestros nos han dado pero
que ahora lo entiendo mejor. Nos han dicho, haz tu trabajo sin esperar
resultados, o dicho de otra manera, desapégate de los frutos de la
acción.
Si has
empezado un movimiento, y lo has hecho bien porque le has dado la correcta
dirección, aquello que has movido dará sus frutos. ¿Cuánto tiempo tomará? No lo
sabes. Es lo mismo con los movimientos sociales que tienen la
correcta dirección. Parece que mueren y de repente resucitan. El Plan para
nuestro planeta casi se pierde en el tiempo de la Atlántida… y mira, ¡aquí
estamos todavía!
Cuando reconocemos
la inconmensurabilidad del tiempo, cuando reconocemos los grandes ciclos de la
historia del ser humano sobre el planeta y comprendemos nuestra incapacidad de
percibir la inmensidad de estos ciclos podemos comprender que aquel movimiento
realizado, aquel esfuerzo en la correcta dirección nunca se pierde aunque
muchas veces percibamos lo contrario. Con el tiempo florecerá y cumplirá su
propósito. Quizás no nos corresponda verlo pero sí nos corresponde ponerlo
en movimiento.
Los
verdaderos cambios se ejecutan en la conciencia. Cuando todo lo que haces lo
haces por los demás, sin pensar en tu beneficio, cuando lo que te preocupa es
lo que ofreces y no lo que recibes, te conviertes en un precursor de la
nueva conciencia, y créeme, cada movimiento realizado en esa dirección, cada
pensamiento emitido, cada acción no se pierde, va a formar parte del cúmulo de
impulsos que generarán un nuevo mundo.
El Señor
del Tiempo es el Señor del Karma. Cuando te desapegas de los frutos de la
acción te liberas del condicionamiento del tiempo. Y en ese tiempo que es
finito e infinito, tú y yo somos uno.
Carmen
Santiago
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