SILVIA
MELERO ABASCAL
Mancha,
huele y en muchos casos duele. Pero en los anuncios sigue apareciendo como un
líquido azul. Aunque cada vez se habla más de la menstruación (gracias a la
labor pedagógica de las activistas menstruales), aún es un tema que permanece oculto.
Porque tiene que ver con el cuerpo de la mujeres. Si los hombres menstruaran
igual hoy tendríamos otro sistema social y laboral. Y tal vez se hubiera
investigado más la regla. Y quizá no se aceptaría el dolor como ‘normal’.
“La menstruación es un tabú porque poner el
foco en ella plantearía hacer un cambio en el sistema social y laboral”. Alicia Domínguez es especialista sanitaria,
psicóloga, doula y autora del blog Üteropías. “Empecé a fantasear con la idea de cómo
sería una sociedad organizada desde la salud femenina. Me la imagino más
centrada en lo creativo que en lo productivo o lo competitivo, con un tono de
relación amable, sin prisa, sin estrés asumido como normal, desde el cuidado,
donde seamos dueñas de nuestro cuerpo y funcionemos según nuestras necesidades
biológicas de descanso, placer o actividad. Desde un punto de vista auto-regulado y no socio-regulado”.
Cuando
empezó a conocer los condicionantes socioculturales
que influyen en la salud uterina (provocando patologías) se
dedicó a profundizar en los procesos ginecológicos y fisiológicos. “Es
revelador y revolucionario conocer tu cuerpo, tu menstruación, tus ciclos…
Tiene una capacidad de generar cambios muy potente”.
Con
su proyecto La Vía del Útero ofrece talleres a grupos de
mujeres. “Nuestro útero responde a determinadas emociones. Vemos cómo es un
útero que funciona de una forma saludable. Se trata de recuperar un lugar de
referencia que no tenemos. Durante mucho tiempo ha sido concebido sólo como un
espacio para tener hijos o un lugar de enfermedad y de dolor, no como vivencia
en el cuerpo de la mujer. El útero fisiológicamente es un lugar de placer y de
salud”.
El
problema es que toda esa información no es tan accesible. Cuando a una niña le
viene la regla, la frase que suele recibir es: “Ten cuidado, a partir de ahora
te puedes quedar embarazada’. Desde ese momento, vivirá la menstruación como un tabú. Para normalizarla y
visibilizarla, Diana Fabianoba dirigió el documental La Luna en ti, una película que ha cambiado la vida de
muchas mujeres. “Las cartas que recibo me emocionan, mujeres que entendieron
que no son las únicas a las que les pasan cosas, no son raras, no son cosas
suyas. El dolor no es parte de ser mujer, no es su destino por ser mujer. Los
médicos nos dicen que es lo normal, que la menstruación duele, que vas a parir
con dolor. Lo han convertido en Biblia. Nadie debería sentir dolor, hay que
cambiar eso. No hay una receta única, pero sí caminos individuales para cada
una. Yo encontré el mío y me funcionó”.
"El
útero es un lugar de placer y de salud"
El
documental muestra, por ejemplo, cómo la danza del vientre de
la terapeuta Mónica Lanzadera provoca
cambios en las mujeres que se dedican a ellas mismas y ponen su atención hacia
adentro”. El 80% de las mujeres sufre molestias físicas y psicológicas durante
la menstruación. Sólo al síndrome premenstrual se
le atribuyen 150 síntomas diferentes. Diana se fijó en que a nadie parece
importarle que haya millones de mujeres infelices y un extraño silencio en
torno a la menstruación. “Si a las mujeres se les deja espacio para menstruar
sin presión, ellas son mucho más productivas en el resto del mes, si se acepta
su propia naturaleza con sus espacios de descanso y cuidado, luego se rinde mucho
más. Es bueno para la economía”.Para seguir divulgando, la directora hizo un
segundo documental (Monthlies) dirigido a adolescentes,
en el que desmonta mitos y aborda el tema con información y claridad.
Menstruar
mola
Erika
Irustra, investigadora, pedagoga y activista menstrual,
asegura que ‘menstruar mola’. Lleva años dedicada a la educación a través de El Camino Rubí, una web que alberga la primera comunidad sobre ciclo menstrual (con
escuela online incluida). “No puede ser que la mitad del planeta tenga el
cuerpo mal. Yo no estoy mal. El mundo se ha diseñado sin la mitad del planeta y
sobre ella. El problema es cómo se gestiona. Asumimos que el dolor es cosa
nuestra, que es intrínseco o propio del cuerpo femenino, no del entorno
estresante del sistema productivo. Nos sentimos culpables todo el rato y eso
genera estrés y alteración hormonal con puntos de dolor. La manera en que
comemos o dormimos (o no) nos afecta. Esto nos enferma. Aceptamos que somos
nosotras las que fallamos. Respuesta que te dan: Ibuprofeno o ten un hijo”.
"El
mundo se ha diseñado sin la mitad del planeta
y
sobre ella"
La
investigadora explica que los temas de educación
sobre la regla están en manos de la industria de higiene femenina o
reproducción, sin tener en cuenta factores biológicos o emocionales, abordando
la cuestión sólo desde la parte médica, farmacológica o de productos como
compresas o tampones. A la industria tampoco le interesa hablar de la copa
menstrual, una opción más ecológica, económica y saludable.
“La
causa fundamental del tabú es que nosotras menstruamos y ellos no.
Tenemos cuerpos de segunda. Si menstruaran ellos, el sistema social se
organizaría en torno al ciclo menstrual. Seguimos regidos por una cultura
judeocristiana, con cimientos culturales por los que las mujeres tenemos que
superar el cuerpo que somos”. Y aunque hablar de la menstruación cada vez es
más frecuente, asegura que se da una falsa normalización.
“Hay una idea de que no es un tabú, es normal, es algo fisiológico, no pasa
nada. Pero eso es mentira. Las compresas en los anuncios de
televisión siguen manchándose de líquido azul. Las mujeres seguimos
creyendo que no nos afecta, con un discurso normalizador que hace que no
entendamos necesario conocernos. Pero cuando compartimos, nos damos cuenta.
Tienes razón. No estás loca. Eres cíclica. No te pasa sólo a ti. Nos pasa a
todas”.
"Las
compresas en los anuncios de televisión siguen manchándose de líquido
azul"
Para
Diana, hay mucho interés aún hoy en que siga siendo un tabú por varios
aspectos, uno de ellos económico. “Se convierte en vergüenza social menstruar, manchar la ropa. Muchas
mujeres se ponen tampón e incluso compresa a la vez para asegurar que no se
manchan, o cambian con más frecuencia la compresa para que no se note. Las
multinacionales lo saben, les interesa que nos siga dando vergüenza. Las
mujeres en Inglaterra hace unos meses salieron a la calle para decir que no
quieren pagar el impuesto de lujo que llevan estos productos. Saben que nos
callamos, que nos da vergüenza hablar de esto, que lo tapamos. Hacemos invisible la regla, como si no existiera. Estar
guapa y deseable es estar sin sangre”.
La
menstruación secuestrada
Y
recuerda también el aspecto político. “La menstruación fue un argumento
para que una mujer no fuera piloto o jefe porque
no se podía confiar en su capacidad y responsabilidad, dada su inestabilidad.
Argumento también para no ser sacerdotisas, son impuras, no son limpias, no hay
que tocarnos cuando menstruamos. Llevamos milenios con esto en las religiones”.
En
su documental habla de esa impureza por la que el catolicismo dictaba qué
podían hacer o no las mujeres dado que la sangre menstrual ‘nublaba’ su
capacidad para pensar.
Sobre
tradiciones y mitos
Aunque
la mayoría de las supersticiones sobre la menstruación son
negativas, en Eslovaquia una antigua tradición cuenta que durante el
invierno las chicas que estaban menstruando eran arrastradas en trineo por los
campos para fertilizar la tierra. Diana entrevistó en México a la abuela
Margarita, una sabia curandera maya. “Aprendí muchas cosas, ella y su tribu ven
la sangre menstrual como algo muy valioso que hay que agradecer a la Madre
Tierra. Riegan plantas y flores con sangre menstrual, les parece terrible
tirar esos nutrientes, establecen ese vínculo con la tierra y
la fertilidad”. Hay culturas en las que se enseñaba a las chicas
desde edades tempranas a trabajar con sus cuerpos, aprendiendo a ejercitar el
útero (el músculo más elástico). Los partos eran indoloros, incluso orgásmicos.
Lo que en otras épocas fue fuente de poder femenino, hoy es motivo de pérdida
de poder y se vive como algo sucio.
Alicia
subraya que en los años 50 se hicieron investigaciones sobre el útero y
encontraron que en determinadas culturas no se concebía el dolor del parto y
que para algunas mujeres incluso era un proceso placentero. “Luego Casilda
Rodrigáñez ha hecho un trabajo precioso de recuperación de la información sobre
sexología (que se ha quedado fuera de la información masiva a la que
accedemos).
"Lo
que en otras épocas fue fuente de poder femenino, hoy es motivo de pérdida de
poder"
Los
partos son dolorosos porque el útero está contraído. Durante una menstruación,
un orgasmo y un parto, lo que pasa en el útero es lo mismo: se está moviendo.
El útero en su estado de salud tiene un movimiento libre,
tiene pulso”. Nuestras posturas corporales, la rigidez, la autoestima, la
exigencia e imposición de un canon estético, las tensiones y otros factores lo
contraen y eso genera dolor.
Una
propuesta es recuperar la sensación física del
útero y relajarlo. “Si tienes contracciones muy fuertes durante la
regla, puede ser un desajuste bioquímico, a lo mejor lo puedes resolver con la
alimentación, con magnesio. Pero otro aspecto importante es la relajación del
útero”. Cita a Mónica Felipe-Larralde, autora del blog (Estudio sobre el útero),
en el que plantea una relajación sencilla. Los resultados de su estudio
demostraron que al hacer diariamente la relajación uterina,
la mayoría de las mujeres dejaron de tener dolores menstruales. Para Alicia,
liberar el cuerpo de la mujer es una revolución social. “Que la mujer conecte
con su cuerpo y libere su sexualidad (la sexualidad no es sólo genitalidad, es
energía vital), sus procesos hormonales, su capacidad creativa en sus
ciclos de fertilidad. Tenemos muy avanzado el discurso de la
igualdad y el feminismo pero en la práctica cotidiana tenemos muchos
condicionantes interiorizados (sumisión, no demostrar demasiado placer, no expresar
sensualidad).Se trata de recuperar eso pero para nosotras mismas, no con el fin
de ser objeto de deseo. Recuperar nuestro sistema de placer como sistema de
salud”.
Erika
afirma que el autoconocimiento implica una revolución
mundial. “Implica una cultura de la menstruación, del cuidado, para
no tener enfermedades que no se investigan porque son nuestras. Yo creía que
tenía un problema, que tendría que ir al psicólogo. De repente una semana me
pongo a llorar, otra me río, ¿qué es esto? Me siento bien ahora en mi pellejo,
menos vulnerable. Dejar de ser tu mayor enemiga para sentirte
adecuada, apropiarte de tu cuerpo. Cuando naces niña es tuyo pero te
lo alquilan. Hasta el Estado puede legislar sobre él. Vivimos como zombis en un
cuerpo que no conocemos”.
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