LOS
NATIVOS AMERICANOS DESIGNAN LA ENFERMEDAD QUE PADECE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL
COMO WETIKO, LA MANIFESTACIÓN MALIGNA EGOICA QUE ESTÁ DESTRUYENDO NUESTRO
PLANETA
Hay un término que puede ser muy relevante para lo
que estamos viviendo como civilización: wetiko. Este término es
usado por los indígenas nativos americanos (wetiko para los
algonquin, windigo para los ojibwa) para describir la forma de
pensamiento que se desarrolla entre personas que practican el canibalismo, como
si fuera el virus mental del canibalismo. Se dice que este patógeno engaña a su
huésped y lo hace creer que obtener la fuerza vital de los demás (plantas,
animales, personas, etc.) es una forma lógica y racional de existir. En otras
palabras es el virus del egoísmo,
o lo que Paul Levy ha llamado en su
libro Dispelling Wetiko “egofrenia”, el egoísmo
intrínsecamente como una enfermedad que impide reconocer la realidad de que
vivimos en un mundo interdependiente, que toda la vida tiene el mismo valor
intrínseco y que en realidad no existimos como egos separados.
En su libro Colombus and Other Cannibals,
el historiador de la cultura nativo americana Jack D. Forbes describe la
creencia común entre comunidades indígenas de que los conquistadores europeos
estaban crónicamente infectados de wetiko. “Trágicamente, la
historia del mundo en los últimos 2 mil años es, en gran medida, la historia de
la epidemiología de la enfermedad del wetiko”, escribe Forbes. “El
canibalismo es el consumo de la vida de otra persona para el beneficio propio”.
Puede que actualmente el canibalismo no ocurra de manera literal —aunque se
podría argumentar que alimentarnos de animales es una forma de canibalismo—
pero ocurre masivamente en la forma en la que se ejecuta nuestro sistema
económico. Miles de millones de personas viven entregando su jornada, toda su
fuerza vital, persiguiendo una ilusión, una fantasía ajena, y en el proceso
entregando su riqueza a unos pocos. Podemos ver un canibalismo en la voluntad
de poder de conquistar el mundo y explotar la naturaleza; en el sobreconsumo y
en la extracción de todos los recursos con el fin de obtener más ganancias
personales (una especie de vampirismo también de la fuerza vital del planeta).
Todo esto se hace en nombre de la civilización, un argumento colectivo que es
la más crasa hipocresía. Cuando le preguntaron a Gandhi qué pensaba de la
civilización occidental, contestó: “Creo que sería una buena idea”. Una buena
idea que pese a algunos intentos no ha logrado materializarse.
Al final de cuentas el egoísmo, o la egofrenia,
es un canibalismo psíquico. Decimos que es una enfermedad espiritual o
psicoespiritual porque centra toda la conciencia en una parte del cerebro e
impide reconocer la profundidad de la mente (que no está constreñida sólo a un
cuerpo, a la materia), es decir, se niega el aspecto espiritual del ser. “La
civilización moderna padece un extremo dominio de los aspectos racionales e
intelectuales de la mente, un desequilibrio que parece desconectarnos de la
naturaleza, de la empatía y de nosotros mismos”, dice Levy.
Podemos creer que wetiko es sólo
una forma, más o menos supersticiosa, de imaginar concretamente nuestro
egoísmo. Pero es posible que aunque sea sólo una enfermedad mental pueda
también contagiarse y replicarse en otras personas, como sugiere la teoría
memética de Richard Dawkins. De cierta manera la información se comporta como
un organismo vivo que busca perpetuarse, lo cual logra infectando a través de
las ideas y el contenido mental (genes culturales) a otros organismos.
Paul Levy sugiere que el wetiko opera como un virus mental que
se esparce a través de nuestros puntos ciegos, de la mente subconsciente, y
depende de nuestra propia ignorancia de lo que está sucediendo, es decir, de no
ver que estamos siendo arrastrados por la importancia personal o la
egofrenia.
Levy compara el wetiko con
el concepto de la Prisión de Hierro Negro del escritor
Philip K. Dick. En sus visiones gnósticas Dick notó que “estamos en un tipo de
prisión pero no lo sabemos”. Debemos darnos cuenta de que estamos encerrados en
una cárcel y que existe una especie de simulación, generada por nuestra propia
mente (infectada por un agente patógeno, “un falsificador del espíritu”), que
se superpone a la realidad. “La Prisión de Hierro Negro es una vasta y compleja
forma de vida que se protege a sí misma induciendo una alucinación negativa”.
La Prisión de Hierro Negro se replica creando a
través de nosotros microextensiones de ella misma, “extendiendo su pensamiento
androide (la uniformidad) cada vez más”. A lo que Levy agrega: "el
pensamiento androide, esto es, pensamiento grupal robótico mecanicista (sin
creatividad programada en su sistema) es una de las cualidades de la mente
tomada por wetiko”. La enfermedad opera produciendo un sentido de
aislamiento e independencia, de que estamos solos aquí adentro y el mundo allá
afuera es salvaje y hostil. “Wetiko nos distrae explotando nuestra
tendencia habitual inconsciente a ver la fuente de nuestros problemas como algo
externo a nosotros”. Dick había escrito también que creer que existe una
realidad objetiva separada de la mente que la observa sería “un terrible error
intelectual”. Esto es importante porque esta creencia en un mundo objetivo es
la raíz de nuestra separación —lo que sustenta un mundo dividido entre un
sujeto y sus objetos— y es también el alimento que mantiene corriendo el
programa del ego como una realidad absoluta.
Philip K. Dick escribió: “A veces me parece que el
planeta está bajo un hechizo. Estamos dormidos o en un trance”. Dick creía que
un demiurgo que había querido reemplazar la creación original divina había
producido un mundo falso, una realidad espuria —pero lo había creado a través
de nosotros. El demonio se había infiltrado en nuestra propia mente, al punto
de hacernos pensar que es nuestra mente. (En este sentido puede ser útil
recordar la visión del budismo tántrico de que los demonios son en realidad
sólo las aflicciones de nuestra propia mente que se proyectan hacia
afuera).
Debido a que a final de cuentas el mundo es divino
y perfecto, según Dick, el mismo demiurgo y su simulacro global —la Prisión de
Hierro Negro o el mismo wetiko— son agentes de nuestra propia
evolución, la enfermedad puede ser el detonador de un estadio de conciencia, de
un reconocimiento de lo que es verdaderamente esencial en la vida. Se trata de
descubrir que “hay un universo detrás del nuestro, oculto en su interior”. “El
mundo no es sólo una falsificación, hay más: es una falsificación, pero debajo
de ella yace otro mundo, y es ese otro mundo, ese mundo del Logos, que se
filtra y rompe a través”. Dick dice que podemos acceder a ese mundo sin la
necesidad de un sacerdote o intermediario. Para hacerlo debemos recordar
(anamnesis) que nosotros no somos realmente egos en un cuerpo sino que nuestra
naturaleza es la misma que la divinidad que hizo que se manifestara el universo
en primer lugar, es decir que somos la totalidad. Es por ello que el camino —y
Dick era un ferviente cristiano gnóstico— es liberarse de la importancia
personal y no huir del sufrimiento consustancial del mundo, sino hacerlo
sacrificio en la trascendencia del conocimiento de esta unidad divina. “Si es
que existe la felicidad en el hombre, ésta viene de su renuncia voluntaria a su
yo en favor de su participación en el destino de la unidad total”, escribió
Dick. “El poder supremo de la compasión es el único poder capaz de resolver
este laberinto”. Tenemos aquí una receta para escapar de la Prisión de Hierro
Negro (de la Matrix) y al mismo tiempo curarnos de este virus llamado wetiko.
A fin de cuentas la noción de que somos egos o
seres individuales separados del mundo es sólo un meme, quizás el meme más
exitoso de la historia. Terence McKenna sugería que debíamos contrarrestar los
efectos del egoísmo que estaba destruyendo el planeta esparciendo otros memes.
En este sentido esparcir el meme de wetiko, es decir, hacer que nos
demos cuenta de que padecemos esta enfermedad utilizando mecanismos de
replicación de información, podría
Fuente: http://pijamasurf.com/2017/01/wetiko_el_virus_espiritual_que_esta_infectando_a_toda_la_humanidad/
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