Gregg Braden
En las tradiciones occidentales se suele decir que empezamos a morir en el momento en que nacemos, y esa creencia está tan firmemente arraigada en el modelo médico como lo ha estado históricamente y en la forma en que pensamos de la enfermedad y la sanación, por un lado. Y por el otro, las tradiciones espirituales más apreciadas siempre nos han dicho algo muy, pero muy diferente. Dicen que desde el momento en que nacemos empezamos a sanarnos. Y lo que la mejor ciencia, la de nuestro tiempo actual, la del siglo XXI, está demostrando que en realidad los órganos están diseñados para repararse a sí mismos, incluso los que nos dijeron que no podían hacerlo: el tejido de la médula espinal, el tejido
cerebral, el tejido cardíaco, el tejido pancreático, el tejido prostático, todos estos órganos que estamos tan acostumbrados a oír que nos están fallando en tantas perspectivas diferentes. Los órganos están diseñados para repararse y sanarse a sí mismos bajo las condiciones adecuadas, dado el entorno adecuado. ¿Cuáles son esas condiciones? Esa es la cuestión. Algunas son más bien ambientales; pueden ser externas al cuerpo, como el agua, el aire, la calidad de nuestra alimentación. Algunos pueden ser químicos, los suplementos que tomamos y algunos de los productos de hierbas que nuestros ancestros comprendieron y utilizaron con gran éxito en la sanación de sus cuerpos antes de que llegara la medicina moderna. Y creo que esos son interesantes. Lo que realmente me fascina es el entorno interno del que nos habló el Buda. De forma muy elegante, dijo que cada hombre y mujer es el arquitecto de su propia sanación y de su propio destino. No sé qué sentido habrá tenido esto para los de su época, pero en nuestro mundo actual tiene un sentido tremendo, porque la mejor ciencia del siglo XXI está confirmando ahora los principios más profundos, los principios espirituales, de nuestras creencias más antiguas y apreciadas, diciéndonos que, de hecho, estamos profundamente conectados con nuestros cuerpos, con el mundo, y esa interconexión es tan profunda que tenemos la capacidad de autorregularnos desde adentro para crear los efectos en nuestros cuerpos y en los demás cuerpos.Una de las grandes ironías
de nuestro tiempo es que después de 5.000 años de historia humana registrada,
con los mayores avances tecnológicos de la historia de la humanidad, aún no
hemos respondido a la pregunta más fundamental que podríamos hacernos sobre
nosotros mismos. Y la pregunta es simplemente "¿Quiénes somos?"
La ciencia de los últimos
300 años nos ha dicho que estamos separados de nuestros cuerpos, separados los
unos de los otros, separados de la Tierra, separados del Cosmos, y que la regla
fundamental de la Naturaleza, se basa en realidad en un modelo de competencia y
conflicto. Y esta idea de la separación y del conflicto está
profundamente arraigada en nuestras vidas, en nuestro mundo, en nuestra
sociedad. Las economías del mundo, las corporaciones del mundo, el modelo
médico, todo se basa en estas ideas de separación, de competencia y conflicto
desde hace 300 años. Así que cuando comparto esta información, a menudo me
preguntan: "Está bien, Gregg, lo entendemos; tal vez la ciencia no lo hizo
del todo bien durante los últimos 300 años, este es el siglo XXI, tenemos
internet, iPads y teléfonos celulares, ¿qué diferencia hay?" Y es una muy
buena pregunta. Y la respuesta sorprende a muchos porque el mundo que conocemos
hoy es un reflejo de la forma en que respondemos a la pregunta "¿Quién soy
yo? ¿Quiénes somos?" Cuando respondemos basándonos en la separación, la competencia
y el conflicto, esas respuestas se reflejan en todo lo relacionado con nuestro
mundo y nuestras vidas. Así que desde las economías globales que se basan en la
competencia y el conflicto, las corporaciones y el modelo médico moderno (dos
de nuestras relaciones más íntimas), estas ideas están tan profundamente
arraigadas en nosotros que literalmente programamos nuestros cuerpos, a veces
inconscientemente, para reflejar estas ideas de separación, competencia y
conflicto y eso surge químicamente en nuestros cuerpos. La nueva ciencia ha
revertido 300 años de pensamiento científico. Los nuevos descubrimientos -y
estos se basan en la ciencia revisada por pares, por lo que no se trata de
especulaciones, teorías o hipótesis, sino de ciencia pura revisada- nos dicen
ahora, sin lugar a ninguna duda razonable, que estamos profundamente conectados
con nuestros cuerpos, que estamos profundamente conectados con la Tierra, que
estamos profundamente conectados entre nosotros, y que el modelo fundamental de
la Naturaleza se basa en la cooperación con lo que los biólogos llaman ayuda
mutua, no en la competencia y el conflicto como hemos escuchado en el pasado.
Esto lo cambia todo, porque vivimos en una época de extremos en nuestro mundo y
esos extremos en el mundo están creando extremos en nuestras vidas. Quizás
ahora, más que en cualquier otro momento de nuestra historia, tengamos que
pensar y vivir de forma diferente a como lo hemos hecho jamás y la nueva
ciencia, que está confirmando las tradiciones espirituales más antiguas y
apreciadas, nos está dando las razones para cambiar nuestra forma de pensar y
nos está diciendo qué funciona y qué no, y ya no necesitamos hacer las cosas
que no funcionan y podemos hacer muchas de las cosas que sí funcionan. Y esto
se reduce a los principios básicos de nosotros, nuestros cuerpos, nuestra
relación con nuestros pensamientos, sentimientos, emociones y creencias, y cómo
intervienen en nuestra vida diaria.
Entonces, cuando la ciencia
responde a la pregunta "¿Quiénes somos?", dice que para hacerlo bien,
primero debemos responder a seis preguntas distintas, seis subpreguntas bajo el
marco de "¿Quiénes somos?" Así que si podemos imaginar una
pirámide invertida de manera que el vértice esté en la parte inferior y estas
seis preguntas estén en el centro de la pirámide, las viejas respuestas a la
izquierda y las nuevas respuestas a la derecha. Esta sería una muy buena
perspectiva para que entendamos por qué nos han hecho creer lo que nos han
hecho creer y cómo los nuevos descubrimientos han cambiado esas creencias.
Empecemos por la base de la
pirámide. La pregunta esencial cuando nos preguntamos "¿Quiénes
somos?" es "¿De dónde venimos? ¿Cuál es nuestro origen?" Esa es
la primera pregunta.
La segunda pregunta es
"¿Cuáles son los orígenes humanos?" (porque pueden ser distintos de
los orígenes de otras formas de vida).
La tercera pregunta se
refiere a las relaciones. "¿Cuál es nuestra relación con nuestro
cuerpo?".
La siguiente pregunta es
"¿Cuál es nuestra relación con el mundo más allá de nuestro cuerpo?
La siguiente pregunta es
"¿Cuál es nuestra relación con el pasado? ¿Es lineal o cíclico?"
Y la última pregunta es
"¿Cuál es nuestra relación con la Naturaleza?"
La ciencia dice que si
podemos contestar estas seis preguntas, entonces tenemos la oportunidad de
responder a la gran pregunta: “¿Quiénes somos? ¿Quién soy?”
Decimos que la ciencia
comenzó hace unos 300 años cuando Isaac Newton formuló las leyes de la física,
de modo que durante unos 300 años la ciencia ha intentado responder a estas seis
preguntas esenciales y sus respuestas nos han llevado a una historia de
separación. Nos dijeron que el origen de la vida es aleatorio, que el origen de
la vida humana es aleatorio, que estamos separados de nuestros cuerpos y que
somos esencialmente impotentes cuando se trata de sanar nuestro cuerpo o
incluso de regular la forma en que funciona en el mundo. Nos dijeron que
estamos separados del mundo más allá de otros cuerpos, y que no solo tenemos
muy poca influencia en lo que ocurre adentro, sino que no tenemos ninguna
influencia en lo que ocurre en el mundo más allá de nuestros cuerpos.
Nos han dicho que la
relación con el pasado es lineal, y esto es importante, porque la creencia es
que la civilización ha tenido lugar solo una vez hace unos 5.000 años en la
antigua Mesopotamia -en esa zona, en Egipto, en China. y se ha desarrollado de
forma lineal hasta donde estamos hoy, hasta la cúspide o sofisticación que
somos hoy. Y que sólo sucedió una vez.
La última pregunta
("¿Cuál es nuestra relación con la Naturaleza?"): A partir de 1859,
Charles Darwin comenzó a decirnos que la regla fundamental de la Naturaleza se
basa en la lucha, en "la supervivencia del más fuerte" (esas son las
palabras que usó), que la Naturaleza está basada en un modelo de competencia y
conflicto. Así que estas ideas de separación de nosotros mismos, del mundo, de
competencia y conflicto, están tan profundamente arraigadas en nuestras vidas y
en nuestro mundo actual que casi las damos por sentadas. A veces ni siquiera
reconocemos lo profundamente arraigadas que están en nuestra vida actual. Están
arraigadas en la naturaleza de las economías del mundo, que en estos momentos
se tambalean y colapsan bajo el peso de su insostenibilidad, están
profundamente arraigadas en las ideas de las empresas, en la forma en que las
personas trabajan juntas, en cómo compartimos los recursos, en cómo sanamos
nuestro cuerpo. El modelo médico, por ejemplo, está profundamente basado en
estas ideas de separación. La mejor ciencia de finales del siglo XX y ahora de
principios del XXI le ha dado un vuelco a 300 años de pensamiento científico
con nuevos descubrimientos revisados por pares en la literatura científica, por
un lado. Por el otro, hay reticencia y a menudo una resistencia flagrante a
compartir esto en la cultura dominante. Así que los nuevos descubrimientos que
revierten 300 años de ciencia no se ven comúnmente en las aulas, en los libros
de texto, en los documentales, en los medios de comunicación convencionales por
una serie de razones, y la gente me pregunta cuáles serán estas razones, y es
fácil responderla: es el ego, el hábito, el dinero principalmente, el hábito de
enseñar las viejas tradiciones y los libros de texto que las reflejan, y los
educadores que durante treinta, cuarenta, cincuenta años de sus vidas han
contado la misma historia. Es comprensible que haya reticencia a adoptar esas
nuevas ideas.
¿Cuáles son las nuevas
ideas? La mejor ciencia de finales del siglo XX y ahora de principios del siglo
XXI nos dice que el origen de la vida ciertamente no es aleatorio. Nos lo dice
la evidencia física. La ciencia nos dice que el origen de la vida humana, el
ADN, no es aleatorio. Podemos hablar más de lo que eso significa, pero no somos
simplemente el producto de una biología evolutiva fulminante que tuvo lugar
hace 200.000 años. La mejor ciencia de nuestros días nos está diciendo que
estamos profundamente conectados con nuestros cuerpos, y eso es importante. Nos
está diciendo que nuestros pensamientos, sentimientos, emociones y creencias
-que se originan tanto en el cerebro como en el corazón- desencadenan la
química que puede revertir de veras la enfermedad, sanar nuestros cuerpos,
desencadenar la longevidad de maneras que no han sido comúnmente aceptadas en
Occidente. Así que la mejor ciencia ahora es atemporal. Esa ciencia nos dice
que estamos profundamente conectados con el mundo más allá de nuestros cuerpos.
La física cuántica nos dice
actualmente, más allá de cualquier duda, que esta conexión ya no es una
controversia en cuanto a si estamos o no conectados unos con otros en el mundo.
La controversia es hasta qué punto estamos conectados, hasta qué punto llega
nuestra conexión, hasta qué punto podemos influir -y voy a utilizar esta
palabra muy, pero muy intencionadamente porque no se trata de control y
manipulación- hasta qué punto podemos influir en nuestros cuerpos o en los
cuerpos de nuestros seres queridos cuando se trata de sanar, o cuánta
influencia tenemos realmente en el mundo más allá de nuestros cuerpos.
La ciencia nos dice ahora
-en lo que a esta idea lineal de la civilización respecta- que la civilización
en realidad es cíclica y que nosotros somos el ciclo más reciente de 5.000
años. Cuando decimos que la historia comenzó hace 5.000 años, ese es el
comienzo de nuestro ciclo. Hubo un ciclo antes de esos 5.000 años, y otro
anterior a él, empujando la fecha de las civilizaciones tecnológicas avanzadas
tardías hasta la última Edad de Hielo. La mejor ciencia de nuestro tiempo, al
referirse a la civilización, ahora nos dice que es muchísimo más antigua de lo
que nos han hecho creer. Actualmente sabemos que nuestros 5.000 años de
historia humana registrada son un ciclo y solo el más reciente de al menos tres
ciclos. Lo que tenemos que preguntarnos cuando consideramos esto es: Si los
seres humanos hemos estado aquí tanto tiempo y hemos pasado por tres ciclos de
civilización, siendo este el tercero, ¿qué pudimos haber sabido en el pasado
que hemos olvidado? ¿Qué sabían nuestros antepasados que quizá nunca hemos
descubierto? ¿Qué podemos aprender de ellos? Y la última pieza de nuestro
período, de nuestra pirámide invertida, es que la ciencia nos dice ahora que la
regla fundamental de la Naturaleza está realmente basada en la cooperación y en
lo que llamamos ayuda mutua, no en la competencia y el conflicto que Darwin
propuso hace 150 años.
Esto lo cambia todo.
Nuestra sociedad, las raíces, el fundamento de nuestra sociedad, data de
finales de los años 50 y de principios del siglo XX, precisamente cuando
las ideas de Darwin estaban siendo adoptadas: competencia, conflicto,
separación. Esas ideas fueron tan ampliamente aceptadas, están profundamente
arraigadas en nuestras vidas en formas que a veces ni siquiera reconocemos que
aparecen una y otra vez. Son los principios insostenibles en la forma de pensar,
en la forma de vivir. Por ejemplo, la economía global se está hundiendo y
colapsando en algunos lugares y la pregunta es por qué. ¿Por qué no
funciona el sistema? Porque se basa en una idea de competencia y conflicto que
es una idea insostenible. El principio fundamental de la Naturaleza es la
cooperación. La gente dice: "Bueno, vemos la competencia y el conflicto en
la Naturaleza todo el tiempo". Y yo digo: "Sí, lo vemos. Tenemos que
ser honestos con nosotros mismos, está ahí. Sin embargo, es en respuesta a
condiciones específicas, no es la regla fundamental de la Naturaleza, y cuanta
más competencia y más conflicto veamos en el mundo, eso nos indica lo mucho que
nos hemos alejado de nuestra auténtica relación inherente con la Naturaleza.
Así que cuando consideramos
estos nuevos descubrimientos, cambia la forma de responder a la pregunta:
"¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos?". Pasamos de la idea de separación y
competencia a la de conexión y cooperación que se refleja en el mundo que rodea
nuestros cuerpos. Es la Naturaleza, está reflejada en nuestros cuerpos. Y
comparto esto porque este principio es el principio de la sanación que a menudo
se pasa por alto en el modelo médico moderno. La medicina moderna se basa
en las viejas ideas de separación, competencia y conflicto a nivel biológico, a
nivel celular en nuestros cuerpos. Así que ahora tenemos una nueva forma de
responder a la pregunta: "¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos?" No
somos lo que nos han dicho en el pasado, probablemente somos mucho más de lo
que nos hemos imaginado en nuestras vidas y entonces esto se convierte en una
guía desde la que podemos mirar cualquier pregunta cuando se trata de nosotros
en una relación con nuestros cuerpos, respuestas que se basan en la ciencia que
refleja de nuevo las tradiciones espirituales más antiguas y apreciadas. Todos
sabemos que hay una epidemia de enfermedades que se está extendiendo en nuestro
mundo de una manera nunca vista anteriormente. Parte de ello se debe a que
somos una civilización globalizada, es cierto, y algunas de las toxinas
ambientales que solían estar localizadas están ahora más globalizadas. Sin
embargo, en un nivel más profundo, puedo hablarles personalmente -de los viajes
que he realizado en algunos de los lugares más magníficos, hermosos, prístinos,
remotos y aislados que quedan en el mundo actual- donde las condiciones y las
enfermedades que a menudo damos por sentado aquí en el mundo occidental, en el
mundo moderno, ya sea por la edad, o simplemente por el medio ambiente, no
existen en algunas de estas otras culturas. He estado con gente en el sur
de los Andes donde los cánceres simplemente no existen. No tienen cáncer de
mama ni de próstata. En Asia, en Egipto, en Oriente Medio, hay personas de más
de cien años que tienen una excelente memoria. Muchas veces se nos dice que la
demencia está en la pérdida de memoria, que es una función de la edad. No es
así. Según mi experiencia, tiene más que ver con cómo vivimos y alcanzamos esa
edad, cuáles son los factores que contribuyen a estas condiciones que nos están
robando lo que más apreciamos, que es la vida misma, la nuestra y la de
nuestros seres queridos. A las personas a veces les cuesta ver la respuesta,
pero está en la forma en que hemos elegido vivir nuestras vidas, en la forma en
que hemos elegido pensar y creer sobre nosotros mismos mientras vivimos
nuestras vidas, y estas son formas separadas pero relacionadas de ver lo que
nos está pasando en nuestros cuerpos.
Cuando estaba en la
escuela, me enseñaron que el cerebro es el órgano principal del cuerpo. El
cerebro es ciertamente importante y todos lo reconocemos, pero la nueva ciencia
nos está demostrando que el cerebro recibe del corazón muchas de las
instrucciones que le indican qué hacer, qué química liberar en el cuerpo, qué
fórmulas desencadenar en él. Probablemente no debería ser tan sorprendente que
el corazón desempeñe un papel tan poderoso en nuestras vidas, porque es el
primer órgano que se desarrolla en nuestro cuerpo cuando estamos en el vientre
materno. Y uno de los grandes misterios del modelo médico occidental es qué
desencadena ese primer latido, qué ocurre en un instante en el que hay una masa
de células y tejidos inmóviles y en el siguiente pasa algo que activa los
desencadenantes de la vida que comienza a pulsar como latidos del
corazón. ¿Qué ocurre? La ciencia aún tiene que responder a esa pregunta;
no lo sabe con certeza.
Nuestros ancestros tenían
una respuesta que la ciencia simplemente no puede respaldar en este momento. Lo
que ellos nos transmitieron es que ese primer latido es el momento en que el
alma entra en el cuerpo, en que hacemos la conexión con algo mayor, algo más
grande que nosotros mismos. Y ya sea que lo creamos científicamente o no, el
hecho es que algo sucede con ese primer latido y nos habilitamos y capacitamos,
como seres humanos de formas que ninguna otra criatura que conozcamos tiene la
aptitud de expresar. Eso es lo que nos da nuestro poder de sanar.
A menudo se dice que
empezamos a morir en el momento en que nacemos. Lo que la ciencia nos está
mostrando muy claramente ahora es que empezamos a sanar en el momento en que
nacemos y la razón por la que puedo decirlo ahora es que sabemos sin ninguna
duda que cualquier órgano del cuerpo humano está diseñado para sanar. Cada
órgano en el cuerpo humano tiene la capacidad no sólo de sanar el daño sino de
regenerar el deterioro en el tejido después de haber sido dañado. Podemos
regenerar y sanar incluso los órganos que nos dijeron que no podíamos, como el
cerebro, el corazón, el páncreas, el tejido de la médula espinal. Todo esto ha
sido científicamente documentado con la capacidad de repararse y sanarse a sí
mismos dadas las condiciones adecuadas, bajo las condiciones adecuadas, el
entorno adecuado. Así que nuestro papel ahora, cuando hablamos de sanación y de
la esencia de la sanación es ¿cuál es el entorno que optimiza nuestra capacidad
de honrar el regalo de la vida en nuestros cuerpos? ¿De dónde viene esto
realmente? Y podemos verlo desde cantidad de niveles diferentes.
Ciertamente el entorno físico, el aire puro, el sol, el agua potable, es una
parte muy poderosa de eso y nuestros ancestros, hace miles de años, sabían que
el aire puro y el agua potable eran medicina. Si alguien estaba enfermo, lo
sacaban afuera y le decían: "Respira este aire, bebe esta agua" y
milagrosamente empezaba a sanarse y ahora sabemos por qué.
Pero va más allá de eso.
Sabemos que el ambiente interno, los pensamientos, sentimientos, emociones y
creencias pueden ser sanadores o tóxicos. Y para la ciencia esta es una forma
relativamente nueva de pensar en nosotros, en nuestra relación con nuestros
cuerpos. Lo que ahora sabemos es que la calidad de las emociones que creamos
dentro de nuestro corazón determina la señal que enviamos al cerebro para que
libere sustancias químicas en nuestro cuerpo. Cada momento de cada día está
teniendo lugar una conversación entre nuestro corazón y nuestro cerebro. Es una
conversación bidireccional. Nuestro corazón mantiene una gran conversación con
el cerebro y el cerebro se comunica con el corazón, pero no tanto. Se trata de
una serie de señales más pequeñas que parecen volver al corazón. Hay una
conversación bidireccional y regulamos la calidad de esa conversación a través
de las emociones que albergamos en nuestro corazón. Así, por ejemplo,
cuando sentimos que no estamos seguros en el mundo, cuando tenemos miedo, odio,
ira, celos, rabia, ansiedad, ese tipo de sentimientos se basan en una señal
específica para el cerebro y en base a esa señal el cerebro libera sustancias
químicas en el cuerpo que refleja esa señal. Así que, en el caso de la ira, el
odio, el miedo, los celos, la frustración, eso es estrés, y las sustancias
químicas del estrés en nuestro cuerpo, como todos sabemos, son los altos
niveles de cortisol y adrenalina, realmente buenos para breves períodos de
tiempo, lo que llamamos “luchar o huir” cuando tenemos que tomar una decisión y
correr como locos o detenernos y defendernos. Estamos diseñados para hacer eso,
pero no estamos diseñados para vivir nuestras vidas bajo condiciones sostenidas
de “luchar o huir”. Unos minutos, si no quieren vivir así cada día y cada hora
y cada semana y cada mes. Conozco personas que lo hacen y se les nota. Llevan
su dolor y ese estrés en sus cuerpos. Sus sistemas inmunológicos se debilitan
en presencia de ese tipo de estrés. Las hormonas rejuvenecedoras se suprimen,
porque toda la energía del cuerpo está dirigida a la lucha o a la huida.
Quiero ser muy claro, no
quiero decir que sea malo tener esas experiencias cuando el estrés no está
resuelto. El estrés no resuelto se convierte en un problema en nuestras vidas.
El estrés en sí es solo una señal. Nos está advirtiendo que algo en el entorno
necesita nuestra atención. Podemos honrar esa señal y decir: “¿Qué necesito
abordar en mi entorno? ¿Qué necesito considerar? ¿Qué necesito cambiar?”, y
luego hacer nuestra elección a partir de ahí. Creo que esa es una forma
saludable de encarar el estrés. Lo malo es cuando anestesiamos el estrés
con drogas, alcohol, adicciones, adicciones a sustancias químicas o a lo digital,
lo que es un problema nuevo hoy en día y la ciencia está empezando a hablar de
ello. Todos tienen el mismo efecto. Así que este tipo de ambiente que creamos
dentro de nuestros cuerpos se refleja directamente en la salud y el bienestar
de nuestros cuerpos. Uno de los nuevos descubrimientos que me fascina se hizo
en 1991 pero no se publicó hasta 1994 y es el descubrimiento de unas 40.000
células especializadas en el corazón humano que se concentran de forma muy
precisa. Es una red neuronal dentro del corazón. Son células llamadas neuritas
sensoriales; son como células cerebrales, pero no están en el cerebro y
funcionan en el corazón de forma muy similar a como funcionan las células en el
cerebro. Estas células piensan, aprenden, recuerdan, independientemente del
cerebro craneal. Podemos sintonizar juntos nuestro corazón y nuestro cerebro,
armonizarlos de modo que estos dos órganos separados compartan realmente una
red neuronal común y tengamos la oportunidad de acoger el poder de esa red en
nuestras vidas. Y aquí es donde tenemos las extraordinarias experiencias de
niveles profundos de intuición, de precognición, y sus efectos sobre la salud
como la activación de las hormonas rejuvenecedoras en nuestros cuerpos y la
activación de una respuesta inmune tremendamente poderosa en ellos. Todo se
reduce a nuestra capacidad de regular esta conexión entre nuestro corazón y
nuestro cerebro. Y este es uno de los puntos en los que nuestros ancestros
fueron muy claros en nuestras tradiciones. La ciencia recién ahora está alcanzando
esa sabiduría.
Una de las preguntas que se
hace la gente es de qué forma algo como un pensamiento o una emoción puede
tener el poder de cambiar la química de nuestro cuerpo. Y es una muy buena
pregunta, porque en el mundo moderno, en el mundo occidental, se nos ha
condicionado en gran medida a creer que los pensamientos, los sentimientos y
las emociones en realidad son cosas sin importancia. Por un lado, en nuestra
cultura se nos ha enseñado a descartarlos, y por otro lado, en muchas culturas
indígenas son lo más importante en sus vidas, son los agentes más potentes de
sanación que alguien pueda tener. Así que la pregunta "¿Cómo funciona
esto?" la estamos viendo en un par de niveles diferentes. Lo que sabemos
ahora en nuestra ciencia moderna es que cuando sentimos una emoción dentro de
nuestro corazón, esa emoción envía una señal a nuestro cerebro y la calidad de
esa señal determina cómo responde el cerebro a la emoción. Así que, si pueden
imaginar una señal del corazón al cerebro que sea una serie de ondas muy
suaves, agradables, uniformes, (el termino que se utiliza es “coherentes”), el
cerebro igualará esa química suave, uniforme y organizada y liberará las
sustancias químicas que sustentan la vida en nuestros cuerpos. Aquí es donde
nuestro sistema inmunológico se vuelve realmente fuerte, una súper respuesta
inmune. Incluso las hormonas rejuvenecedoras se desencadenan en presencia de
este tipo de señal del corazón al cerebro.
Por otro lado, la señal de
la química del estrés -cuando sentimos esos momentos de frustración, ira, odio,
celos, rabia, miedo- es diferente. Parecería que estamos apostando en el
mercado bursátil. Es una carga de ondas muy caóticas, desorganizadas e
irregulares que van del corazón al cerebro que las recibe y dice: "Oh,
necesito igualar esta química, esta es química de estrés". Aquí es
donde la adrenalina y el cortisol, las hormonas del estrés, se liberan en el
cuerpo, lo que -como dije- es bueno por períodos cortos de tiempo, pero ustedes
no desean vivir sus vidas así, con esas sustancias químicas corriendo por su
torrente sanguíneo.
¿Qué puede ser más
importante que nuestra capacidad de regular la señal entre nuestro corazón y el
cerebro? Eso se convierte, por mucho, en el centro de la salud y la sanación de
nuestras vidas. Esta forma de pensar respecto a nuestro entorno interno difiere
completamente de lo que muestra el modelo médico actual, que sugiere que
estamos separados de nuestros cuerpos, por lo que no hay razón para esperar que
cualquier cosa que podamos hacer desde el interior tenga un efecto beneficioso
en nuestros cuerpos.
Recuerdo cuando descubrí
esto por mí mismo. Yo era un corredor de competición. Viví veinte años en
Denver, Colorado, trabajando con las corporaciones. Nunca tuve la oportunidad
de hacer estas cosas en la escuela secundaria, así que en las corporaciones
tuve la oportunidad de correr en equipos de triatlón y maratones competitivas.
Y la primera vez que me lesioné la pierna corriendo y fui al médico y le
pregunté: "¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo visualizar? ¿Qué puedo sentir para
que mi rodilla se sane más rápido?" Y recuerdo que el médico me miró y
dijo: "Hijo, puedes visualizar y sentir lo que quieras para sanar; esto no
va a hacer ninguna diferencia. Es probable que se sane cuando esté lista para
sanarse". Y yo pensé: "Oh, la visión de este hombre difiere mucho de
la sanación que he llegado a comprender". Pero no es sorprendente al
ver cómo ha respondido la ciencia a la pregunta "¿Quiénes somos?".
Por eso es tan importante. Nuestras vidas reflejan esta idea de la separación y
la impotencia que proviene de la separación y vivimos nuestras vidas de esa
manera. Es muy, pero muy diferente a vivir sabiendo que estamos diseñados,
programados, para sanar y regenerar nuestros cuerpos cuando aceptamos la verdad
más profunda de nuestra existencia y encaramos la vida de una manera
completamente distinta.
Así que nos fijamos en la
química que se desencadena desde el corazón y el cerebro. Es una de las formas
en que comenzamos a iniciar este proceso de sanación en nuestros cuerpos. Y va
aún más profundo, porque estamos hablando de las más de 40.000 células
nerviosas en el corazón, las neuritas sensoriales. Cada una de esas células al
ser estimulada de la manera adecuada, comienza a crear neuritas, y una neurita
es cualquier apéndice que se extiende desde la célula misma. ¿Por qué es tan
importante? Porque la neurita es la que forja las conexiones con las demás
neuritas que crean las sinapsis a través de las cuales se transmiten las
señales de nuestro corazón, así que cuantas más conexiones creemos, más fuerte
será la señal y más reflexiva en nuestras vidas. Cuando aprendemos a ejecutar
las técnicas, eso se convierte en una segunda naturaleza, no tenemos que
sentarnos y encontrar el momento adecuado del día y cerrar la puerta, encender
una vela, poner música, quemar incienso y crear el ambiente adecuado para
desencadenar esta sanación en nuestros cuerpos. Una vez que empezamos a adoptar
las técnicas para armonizar nuestro corazón con nuestro cerebro, podemos
hacerlo en cualquier sitio. Y la verdad es que cuando más lo necesitamos,
suele ser en el momento menos oportuno de nuestra vida para poder hacer estas
conexiones.
Es así como funciona. Es el
acto mismo, el acto de sentir la sensación de ya haber sido sanados incluso
cuando nuestro cuerpo nos está mostrando una enfermedad o dolencia. Cuando
podemos percibir la sensación de estar ausentes de esa enfermedad, podemos
percibir lo que se siente al estar enteros y sanos e intactos y plenamente
capacitados, plenamente encarnados como un ser. Esa es la señal que motiva a
estas neuritas a empezar a crecer y buscar otras neuritas que estén reflejando
esas señales. El acto, la expectativa de encontrarnos en ese estado de
sanación, es lo que desencadena que nuestro cuerpo refleje lo que esperamos de
él. Y no ocurre instantáneamente, se necesitan unas setenta y dos horas para
que una neurita pueda conectarse con otra. Según la línea de tiempo, necesitan
ese tiempo para crecer. De modo que esto abre toda una nueva puerta de posibilidades.
El número 72 es muy significativo en las tradiciones antiguas, en los textos
antiguos, cuando de sanación se trata. Tres días, setenta y dos horas. Muchas
tradiciones, incluyendo la cristiana, nos dicen que es lo que tarda en sanar un
cuerpo normal y ahora sabemos por qué. Ese es el tiempo que estas conexiones
neuronales tardan en establecerse, así que cuanto más podamos sentir la
sensación de que nuestra sanación ya ha ocurrido, dando las gracias porque esa
sanación que ya está presente, ese es el desencadenante para que nuestros
cuerpos hagan crecer las células nerviosas para forjar las conexiones, para
desencadenar que la química del cerebro refleje esa sanación.
Entre 1850 y 1859, Charles
Darwin publicó un libro que rompió el paradigma, titulado El origen de las
especies, y con ese libro la comunidad científica de aquella época de hace más
de 150 años adoptó las ideas que presentaba, casi sin cuestionarlas. Lo que
Darwin intentó hacer en su época, fue responder a la pregunta "¿Quiénes
somos?" e intentó hacerlo sin necesidad de Dios, la religión, la fe, o la
Iglesia, que siempre había sido la forma de responder a las preguntas en el
pasado. Así que cuando, en la época de Darwin, la gente se preguntaba:
"¿Cómo nos sanamos?" "¿Cómo podemos vivir nuestras vidas de una
mejor manera?" "¿De dónde venimos?" "¿Cómo funcionan
las cosas?", tradicionalmente esas preguntas las respondía siempre la
Iglesia. Darwin, como científico, dijo: "Voy a dar el primer paso para
llevarle al mundo moderno una respuesta que no requiere a Dios, la fe, la
Iglesia o la religión". Y El Origen de las Especies fue su manera de
hacerlo. Por lo tanto, Darwin, quien obviamente era un científico, y
personalmente creo que era un buen científico, en su época no tenía manera de
saber lo que sabemos hoy sobre las células y las neuritas y el ADN que solo
hemos descubierto recientemente. Por lo tanto, no se trata de criticar sus
ideas, sino de entender por qué creemos lo que nos han hecho creer sobre
nuestros cuerpos y por qué los nuevos descubrimientos están cambiando todo eso.
Lo que dijo Darwin fue que
la vida comenzó como un solo organismo. Él no sabía cómo apareció y no trató de
explicarlo. Dijo que la vida comenzó como un único organismo y que, durante un
largo período de tiempo, ese organismo se convirtió en muchos organismos y la
diversidad que vemos de esos organismos, que son diferentes -brazos y piernas y
apéndices y diferentes formas de ver y de mantenerse erguidos o no- todo eso
fue una respuesta del organismo a una necesidad que percibió en el entorno. Y
en realidad este es un principio fundamental en la teoría de la evolución que
dice que la Naturaleza nunca nos dará de más. Eso significa que solo se nos
darán las cosas en nuestros cuerpos que necesitemos cuando haya demanda de ellas
en el mundo que nos rodea.
La razón por la que lo
menciono es porque es un problema cuando se trata de los seres humanos. Soy
geólogo, un geólogo calificado, y como tal puedo decir que la evolución
es un hecho en el registro fósil. También puedo decir que se viene abajo cuando
se trata de nosotros, los humanos. Y la razón se relaciona directamente con el
motivo por el que tenemos la capacidad de sanarnos como lo hacemos. Los seres
humanos aparecimos en la Tierra hace unos 200.000 años y no sabemos de dónde
vinimos. No hay ningún registro fósil claro en el árbol genealógico evolutivo
que conduzca hasta nosotros. Todas son líneas en el árbol evolutivo y, si se
fijan bien. Son relaciones inferidas o especulativas. Sin embargo, se las ha
enseñado como un hecho pese a que no tenemos pruebas que las respalden.
Aparecimos hace 200.000 años, repentinamente. Tenemos un cerebro un 50% más
grande que nuestro pariente primitivo más cercano, un sistema nervioso avanzado
que nos permite las capacidades de una sanación autorregulada de la que estamos
hablando. Eso nos diferencia de cualquier otra forma de vida, y la clave es que
no hemos cambiado en esos 200.000 años.
Si toman el cuerpo de los
llamados Humanos Anatómicamente Modernos (HAM), antes se los llamaba Cromañones,
ahora se los llama HAM porque el nombre es autodescriptivo. Nosotros somos
ellos unos cuantos miles de siglos después. Si los comparamos con nosotros, el
tamaño del cerebro es el mismo, nuestras proporciones corporales son las
mismas, nuestras capacidades no han cambiado. Lo que esto dice para la
evolución es que el cerebro avanzado y el sistema nervioso que nos da la
capacidad de sanar, eso no evolucionó durante un largo período de tiempo en
respuesta al mundo. Parece ser inherente a nuestro ser, estuvo con nosotros
desde que llegamos, y la ciencia nos dice que no hemos cambiado. Podemos
decir que hoy tenemos el diseño, el equipo con el que llegamos hace 200.000
años, de manera que les puedo decir que estamos programados para sanar. Estamos
literalmente diseñados, no sabemos cómo o por quién o por qué. Típicamente, la
ciencia no puede confirmarlo, pero lo que les puedo decir es que las ideas de
Darwin sobre la evolución se vienen abajo cuando se trata de nosotros y nuestra
capacidad de sanar nuestros cuerpos. Es un ejemplo perfecto de dónde se produce
esa ruptura tal y como la conocemos hoy en día. Así que tenemos este sistema
nervioso avanzado que regulamos a través de las elecciones que hacemos en
nuestras vidas, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que creemos y,
específicamente, las emociones que elegimos para responder a lo que la vida
trae a nuestra puerta.
Entonces, cuando aprendemos
a responder a las heridas de formas nuevas, saludables y empoderadas,
literalmente estamos cambiando la química del dolor en nuestro cuerpo. Y cuando
no aceptamos lo que vimos como fracasos en el pasado, cuando nos damos cuenta
de que no son realmente fracasos sino algo que intentamos y simplemente no
funcionó y ahora volveremos a intentar, ese es un sentimiento muy, pero muy
diferente a la idea del fracaso y la comparación con el éxito. Esto se
traduce en la química de nuestros cuerpos, así que cuando podemos afirmarnos en
nuestros cuerpos dando las gracias, la gratitud y el aprecio por la sanación
que ya está ocurriendo en nuestros cuerpos, esta es la base de muchas de las
oraciones y las meditaciones que he visto personalmente en los pueblos
autóctonos de todo el mundo. Incluso aunque no hay nada malo en ellos,
siguen agradeciendo su sanación porque reconocen que es un proceso continuo.
Nos estamos sanando a cada momento de cada día.
Una de las preguntas que la
gente se hace a menudo es cómo puede algo que ocurre dentro de nuestro cuerpo
tener alguna influencia, algún efecto, sobre lo que sucede más allá de nuestro
cuerpo, más allá de los límites de nuestra piel y nuestra carne, cómo puede
influir en el mundo que nos rodea. Tal vez la mejor manera de explicarlo, desde
mi punto de vista, sea a través de una historia.
Vivo en el desierto alto
del norte de Nuevo México, a una hora de la ciudad más cercana y a una milla de
nuestro vecino más próximo. Es una parte del mundo muy aislada, remota,
prístina, magnífica y hermosa. A principios de la década de 1990, esa zona
sufría una grave sequía, la peor en más de cien años según recordaban los
ancianos. El ganado sufría, los cultivos morían y la situación era realmente
mala. Un querido amigo mío al que llamaré David para honrar su
privacidad, me llamó un día y me dijo: "Gregg, ¿te gustaría unirte a
mí en un lugar que nuestros ancestros erigieron hace tanto tiempo que ni
siquiera sabemos quién construyó esta rueda medicinal donde está para una
oración de lluvia?" No tuve que pensarlo dos veces. Dije: "Claro,
absolutamente, me encantaría". Y no estaba preparado para lo que
David me mostró ese día, pues esperaba algún canto, alguna danza, algún tipo de
movimiento, algún tipo de ceremonia y no fue eso lo que vi en absoluto.
Caminamos a través de 130.000 acres de la más fragante salvia del
alto desierto, del tipo que libera su aroma cuando tus rodillas rozan sus
pequeñas hojas, algo simplemente hermoso, y llegamos a esta antigua rueda
medicinal. David se sentó, se descalzó y se metió en el centro de esta rueda.
Me dio la espalda, cerró los ojos y mantuvo sus manos en un mudra de oración
sólo por unos segundos, en silencio. Luego me miró y dijo: "Tengo hambre.
¿Quieres ir a tomar el té?". Me sorprendí y le dije: "Sí, pero pensé
que ibas a rezar para que lloviera". Y esta es la clave y por eso estoy
compartiendo la historia. Me miró desde el interior de ese círculo directamente
a los ojos y dijo. "No. Si hubiese rezado para que lloviese, no podría
llover nunca, porque en el momento en que pedimos que algo ocurra acabamos de
reconocer ante el Universo que ahora no existe. Estaríamos afirmando la misma
cosa que estamos rezando para que cambie". Y yo contesté:
"Bueno, si no rezaste para que lloviera, ¿qué hiciste?" Y él
respondió: "Cuando cerré los ojos, percibí lo que se siente cuando llueve
a cántaros en nuestro pueblo. Sentí los olores que se perciben cuando la lluvia
rueda por las paredes de tierra de mi casa de Pueblo. Y sentí la
sensación de mis pies desnudos en el barro, y el barro estaba ahí porque llovía
mucho. Y di las gracias, gratitud y aprecio por la lluvia que ya se había
producido". Fuimos al pueblo más cercano, almorzamos y cuando regresé a mi
propiedad esa tarde, vi algo que no habíamos visto en mucho tiempo: grandes
nubes negras ingresaban sobre las Montañas Sangre de Cristo. Al anochecer
comenzó a llover y llovió y llovió y llovió. Llovió toda la noche, toda la
mañana siguiente, la tarde siguiente, llovió y llovió y no paró. Llovió tanto
que los campos se anegaron, las carreteras se inundaron y el ganado quedó
varado. Llamé por teléfono a mi amigo David y le dije: "David, ¿qué
diablos es esto? Es un desastre. Todo está cubierto por la lluvia, se está
inundando todo". Él se quedó un momento en silencio y dijo: "Gregg,
esa es la parte de la oración que los ancestros nunca pudieron comprender.
Podían traer la lluvia, ¡pero no podían saber cuánta!"
Así que cuando cuento esa
historia debo decir que -como científico- no puedo asegurar que la oración de
David haya generado la lluvia. Lo que puedo decir es que hay una alta
correlación entre el momento en que se ofreció la oración y cuando llegaron las
nubes que no habían estado durante meses en esa área geográfica localizada. Vi
los informes meteorológicos de la estación de televisión que pueden llegar a
nuestras comunidades cercanas, y vi al meteorólogo de Denver, Colorado,
observando la corriente en chorro que venía por el oeste y al llegar a Wyoming
se sumergía en Colorado y luego en Nuevo México, hacía un pequeño giro y volvía
a subir, justo sobre el lugar donde había llovido. Y el meteorólogo dio un paso
atrás y simplemente dijo: "¡Ja!", porque no había visto nada igual.
Entonces ¿cómo ocurre eso? ¿Cómo
es posible que la gratitud sincera de un hombre pueda influir en nuestro
entorno físico? Me gustaría compartirles la razón. A finales del siglo
XIX hubo una tremenda revolución espiritual que estaba barriendo la Tierra. La
ciencia y la espiritualidad estaban realmente muy unidas y se estaban uniendo
en una visión compartida de nuestra naturaleza conectada y de cómo funciona el
mundo. Pero todo eso cambió con la Primera Guerra Mundial. Entramos en una
mentalidad de guerra y ni bien acabamos de salir de ella, llegó la Segunda
Guerra Mundial y las demás guerras posteriores. Lo que tenemos que
cuestionarnos ahora que estamos pasando por una revolución espiritual y
científica similar. Y las guerras del pasado acabaron con la posibilidad de
esta fusión entre ciencia y espiritualidad, ¿vamos a hacer lo mismo de
nuevo?
A fines del siglo XIX hubo
un experimento muy famoso que se realizó en 1887 en la Case Western Reserve
University, en el sótano de la universidad, en una habitación muy oscura, y el
experimento se llevó a cabo para cambiar para siempre la forma de pensar de los
científicos respecto al mundo. Se llamó el Experimento Michelson-Morley -dos
científicos muy famosos- y su propósito era simplemente este: La comunidad
científica creía que existía un campo de energía que conectaba todas las cosas,
pero no se había podido demostrar científicamente. Además, había un cuerpo de
científicos que decía que eso no existía, así que se realizó el experimento
para determinar de una vez por todas, definitivamente, si este campo existe o
no. En mi opinión, fue un buen experimento, pero mal interpretado. Funcionaba
así: Si yo salgo al exterior y humedezco mi dedo y lo coloco por encima de mi
cabeza y cuando lo hago no siento el viento contra mi dedo, mi suposición es que
el aire no existe. Ese es el equivalente al experimento de
Michelson-Morley. El hecho de que el viento no sople no significa que el
aire no exista. Ellos creían que el campo ahí fuera está en movimiento y que
sería posible detectar el movimiento. El experimento no lo detectó y
concluyeron que no existe un campo que conecte todas las cosas. Y la mejor
ciencia del siglo XX se basa en esta idea de separación, en que no hay un campo
que conecte todo lo demás, por lo que lo que hacemos no tiene ningún efecto sobre
lo que ocurre aquí; lo que pido o rezo por mis seres queridos y mis familiares
y mi cuerpo no tiene ningún efecto sobre ellos en la otra punta del mundo. Cien
años después, todo esto cambió. Se repitió el experimento de Michelson-Morley
con mejores equipos bajo los auspicios de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos
y no solo detectaron el campo que Michelson y Morley habían predicho, sino que
estaba exactamente en el rango, bajo los parámetros que habían esperado cien
años antes. Su equipo simplemente no había sido capaz de detectar el campo. Así
que ahora sabemos que existe un campo que conecta todas las cosas. Esto está
causando problemas en la comunidad científica porque la matemática se basa en
la ausencia de este campo. Ahí es cuando la Física Cuántica entra en escena con
la Física tradicional y están cambiando la historia. Cuando decimos
"¿Quiénes somos?", ahora sabemos que estamos profundamente conectados
con nosotros mismos, con los demás, con la Tierra, con el Cosmos, y sabemos por
qué. Así que cuando nos preguntamos cómo podría mi oración, mi
meditación, mis pensamientos amorosos de gratitud y aprecio, impactar en la
sanación de otra persona que está en la habitación conmigo o en la otra punta
del mundo, ahora tenemos una respuesta. Y la respuesta es que estamos
profundamente conectados a través de un fenómeno que se conoce como
Entrelazamiento. Entrelazamiento es el término de la física que nos indica lo
profundamente conectados que estamos en realidad.
Nicholas Gisin fue el
científico de Ginebra (Suiza) que lo determinó en los años 90. Tomó una
partícula de materia, de fotones -de eso están hechos los átomos- y dividió ese
fotón en un tubo porque quería dos fotones iguales, que fuesen gemelos.
Utilizando cables de fibra óptica encerró estos dos fotones en direcciones
opuestas el uno del otro, a más de once kilómetros en una dirección uno, a más
de once kilómetros en la otra dirección el otro, por lo que estaban a veintidós
kilómetros y medio de distancia entre sí, y luego comenzaron una serie de
experimentos que demostraron que lo que le ocurría a un fotón cuando se
le hacían cosquillas (es el término que utilizaron), al hacerlo girar en el
sentido de las agujas del reloj, por ejemplo, o al hacerlo tomar un determinado
camino, lo que fuera que ocurriese aquí, el que estaba a veintidós kilómetros y
medio de distancia actuaba como si estuviera teniendo exactamente la misma
experiencia pese a que ya no estaba conectado físicamente. Y la pregunta que la
ciencia ha tenido que hacerse es cómo era posible. ¿Por qué actuaban como si
estuvieran conectados? Y la respuesta es que es un fenómeno conocido como
Entrelazamiento que dice "Una vez que algo se unifica, que comienza como
un todo aunque esté separado físicamente por muchos kilómetros o años luz, (es
lo que están descubriendo en el Cosmos) todo sigue conectado
energéticamente". ¿Por qué es importante? Porque si nos
remontamos lo suficiente en el tiempo, hubo un momento en el que ustedes, yo y
la Tierra estábamos todos profundamente conectados antes del Big Bang, la gran
liberación de energía. Cuando sucedió, las partículas comenzaron a separarse
físicamente, pero siguieron conectadas energéticamente. Somos parte unos de
otros. Son de esta Tierra y de todo lo que ven, y eso les da poder y me da poder
a mí para participar en la sanación de nuestros cuerpos y los de nuestros seres
queridos de formas que la ciencia recién está empezando a comprender. Así que
la oración de mi amigo David es un ejemplo de la sabiduría indígena, de un
principio que la ciencia sólo ha empezado a comprobar recientemente en
condiciones de laboratorio.
Me fascina que nuestros
ancestros, que no comprendían necesariamente la ciencia, pero sí las técnicas,
supieran lo que funciona y lo que no funciona, conocieran y comprendieran la
relación con el mundo. Eso me maravilla. Como he mencionado, la ciencia
tiene unos 300 años de antigüedad y durante 300 años ha intentado demostrar si
tenemos o no esta conexión entre nosotros y la Tierra, mientras que nuestros
antepasados, durante 5.000 años, empezaron con la suposición de que todo está
conectado. Aunque trataran de demostrarlo 5.00 años, se planteó la cuestión de
cómo podemos utilizar esa conexión para mejorar nuestras vidas y ayudar a
nuestros amigos y a nuestra familia y tener una comunidad más fuerte. Así que
aquí es donde la combinación de la ciencia y la espiritualidad es fundamental.
La ciencia sólo puede darnos los detalles básicos de cómo funciona algo, no
puede decirnos necesariamente cómo aplicarlo en nuestras vidas. La experiencia
humana puede decirnos cómo sin saber específicamente por qué las cosas
funcionan como funcionan. Así que hoy nos encontramos en esta época de extremos
en nuestras vidas y en el mundo. Mi sensación es que cuando aceptamos la
unión de la ciencia y la espiritualidad, creamos una sabiduría que en su unión
es mayor de lo que cualquiera de las dos podría ser individualmente. Y creo que
eso es lo que nos da la ventaja evolutiva en nuestra época de extremos.
Mi amigo David y su oración
son un ejemplo muy poderoso de este principio que fue comprendido por nuestros
antepasados, y que la ciencia solo está empezando a confirmar en condiciones de
laboratorio. ¿Qué sucedió cuando David creó esa oración? ¿Por qué tuvo el
efecto que tuvo? Lo que la ciencia sabe es que vivimos en un mundo de campos
eléctricos y magnéticos. Es un hecho aceptado. Recientemente, los
descubrimientos han demostrado que el corazón humano, su corazón y mi corazón,
son los campos eléctricos y magnéticos más potentes del cuerpo humano, no el cerebro
como nos enseñaron en el pasado. El cerebro sí tiene un campo eléctrico y un
campo magnético, y son relativamente débiles en comparación con el corazón
humano. Así que si somos seres diseñados para comunicarnos con el mundo que nos
rodea y ese mundo es un mundo eléctrico y magnético, para mí tiene mucho
sentido que nuestra comunicación no sea necesariamente verbal, porque existe
una comunicación energética con el único órgano de nuestro cuerpo diseñado para
hacer precisamente eso: nuestro corazón. Ahora sabemos que esta relación
entre el corazón y el cerebro es profunda e influye no solo en lo que ocurre en
nuestro cuerpo, sino fuera de él cuando somos capaces de armonizar el corazón y
el cerebro. Esto es lo que mi amigo David hizo a su manera y es lo que se está
haciendo ahora en el laboratorio.
Lo que hacemos es acceder a
esa armonización que se llama coherencia y que se puede medir eléctricamente.
La coherencia óptima entre el corazón y el cerebro es de 0,1 Hertz, una
frecuencia muy, pero muy baja, de menos de 1 Herz, y curiosamente es la
frecuencia con la que se comunican los delfines y las ballenas. Los militares,
los submarinos, también la utilizan y crea problemas con los delfines y las
ballenas, porque es una frecuencia universal y poderosa.
Cuando podemos percibir los
sentimientos de nuestro corazón, cuando podemos elegir crear esos sentimientos
que generan 0,1 Hertz entre el corazón y el cerebro, entonces estamos
armonizados, estamos conectados, y eso se llama “coherencia”. El Instituto de
HeartMath, un instituto de investigación pionero en el norte de California, fue
uno de los primeros en confirmarlo de una manera práctica que podemos utilizar
en nuestra vida diaria. Ellos hacen un trabajo increíble investigando el
corazón de formas que no se hacen convencionalmente en las ciencias
duras. Lo que HeartMath descubrió es que cuando podemos cerrar los ojos, llevar
nuestra atención hacia el interior y concentrarnos en nuestro centro del
corazón, saliendo de nuestra mente, de nuestro cerebro, e ir a nuestro corazón,
el acto de hacerlo, en primer lugar, modifica nuestro cuerpo que comienza a
cambiar la química, porque por lo general nuestra atención está en el mundo que
nos rodea y ahora estamos pidiéndole que se concentre en el interior,
diciéndole al cuerpo que algo ha cambiado, que algo va a suceder. Ese es el
primer paso.
Cuando empezamos a respirar
un poco más lento de lo habitual, tal vez cinco a seis segundos para inhalar y
exhalar o lo que sea que funcione para ustedes, lo que descubrimos es que eso
le envía una segunda señal a nuestro cuerpo, porque el único momento en el que
realmente empezamos a respirar de esa manera es cuando sabemos que estamos a
salvo y en un ambiente donde está bien no estar atentos al mundo que nos rodea
sino tener ese enfoque interno, así que respiramos con más lentitud y eso envía
una segunda señal al cuerpo. Esta es una de las técnicas que se utilizan para
llevar nuestra atención hacia nuestro corazón desde nuestro cerebro.
Ahora bien, mi amigo David,
en su tradición autóctona, creó un mudra donde los centros de energía están en
las puntas de los dedos y en las palmas de las manos y se juntan. Con este
mudra tocó físicamente su centro del corazón de una manera muy budista. Los
monjes, las monjas y los abades en los monasterios budistas lo hacen todo el
tiempo y una de las cosas que están haciendo es representar los centros de
energía de su cuerpo. Hacen contacto con todos estos circuitos corporales.
Cuando tocamos físicamente
nuestro centro cardíaco, eso atrae automáticamente nuestra conciencia al lugar
del cuerpo donde sentimos la sensación. Así que estamos manteniendo la presión
físicamente justo en el centro cardíaco, moviendo la conciencia de la mente al
corazón. No lo digo como una regla. Es algo que muchos han descubierto que
funciona para ellos y puede funcionar para ustedes también. Son tradiciones
indígenas, por eso lo hacemos; no tiene ninguna connotación religiosa, es un
mudra energético muy poderoso que convoca nuestra atención a nuestro corazón en
ese momento. A medida que desplazamos nuestra conciencia a nuestro corazón, a
medida que enlentecemos la respiración, el tercer paso ahora es percibir en
nuestro corazón los sentimientos de gratitud, aprecio, cuidado, compasión, para
agradecer lo que ya ha sucedido. Y lo que los investigadores de HeartMath han
comprobado es que esas palabras -otras palabras pueden funcionar para algunos,
ustedes se conocen mejor que nadie- en condiciones de laboratorio, son las que
optimizan esta coherencia: aprecio, gratitud, cuidado, compasión. Y como
podemos empezar a percibir este sentimiento, eso establece la coherencia que
armoniza el corazón y el cerebro.
Este es el tercer paso. El
primero es trasladar su atención al corazón. El segundo es cambiar su atención
y ralentizar la respiración y el tercero es sentir la sensación. Y a medida que
avanzamos por estos pasos tan sencillos, estamos armonizando el corazón y el
cerebro en dos redes neuronales separadas en un único sistema potente. Una vez
que estamos en este espacio, ahora la puerta está abierta para una miríada de
usos desde este espacio tan poderoso. Aquí es donde podemos comenzar a percibir
los sentimientos como si ya estuviéramos sanos, y nuestras células comienzan a
responder a ello. Desde este lugar además podemos crear intencionadamente
estados profundos de intuición que también juegan un papel poderoso en la
sanación.
Todos conocemos la
intuición espontánea en el mundo occidental al estar en un vehículo ante un
semáforo esperando que la luz roja se ponga verde, sin pensar en nada durante
esos pocos segundos, cuando de repente, de la nada, uno tiene esta tremenda
intuición, entiende los interrogantes más profundos de la existencia humana y
el significado de la vida y el propósito de nuestro origen y la luz se pone
verde y todo desaparece porque ahora uno está enfocado en su vidas nuevamente.
Esa es una experiencia espontánea. ¿Cómo la creamos por encargo cuando lo
elegimos? La técnica que estoy compartiendo con ustedes es la que se utiliza
precisamente para hacerlo. Es con este profundo sentido de intuición que
podemos realmente tener una conversación con nuestros cuerpos. Entramos en ese
espacio y les pedimos a nuestros cuerpos que compartan con nosotros lo que
necesitan en los momentos de dolencia y enfermedad. No les preguntamos con la
mente sino con el corazón. Y aquí es donde las 40.000 neuritas sensoriales del
corazón se hacen tan necesarias, porque ellas piensan y recuerdan y sienten y
se comunican independientemente de nuestro cerebro, así que a medida que
aprendemos a escuchar –literalmente- el lenguaje de nuestro corazón, no el
lenguaje verbal, nuestro cuerpo puede decirnos lo que está experimentando, lo
que necesita, lo que requiere de nosotros, lo que necesita cambiar en el
entorno y lo que podemos hacer para facilitar lo que estamos programados para
experimentar.
En muchos casos, los nuevos
descubrimientos de la ciencia ahora están confirmando lo que nuestros
antepasados nos dijeron durante mucho tiempo respecto a nosotros, la sanación
de nuestros cuerpos y nuestra relación con nuestros cuerpos y la Tierra y
nuestra capacidad de influir en la sanación. Lo que sabemos es que nuestro
cuerpo es literalmente un espejo de lo que creemos que es cierto acerca de
nosotros mismos y nuestra relación con el mundo. La clave es que muchas de
nuestras creencias no son necesariamente conscientes. Algunas de nuestras
convicciones más profundas están arraigadas en nosotros antes de nacer, en el
útero. Hasta alrededor de siete años, esencialmente somos una esponja abierta
al mundo que absorbe los patrones de todas las personas a las que estamos
expuestos y de las que estamos rodeados, por lo que tenemos cuidadores que son
realmente conscientes y han aprendido a manejar sus emociones y a sanar sus
heridas de forma saludable, y eso es algo realmente bueno. Muy pocas
personas que conozco han tenido la suerte de venir de esas familias. Muchos de
nosotros tenemos experiencias, tanto en las relaciones como en el estado de
nuestros cuerpos, cuando somos adultos y a veces jóvenes adultos. Esto no tiene
que ser cuando tenemos cincuenta, sesenta, setenta años. Nuestros cuerpos en
realidad están reflejando las creencias subconscientes que están aún con
nosotros casi desde el momento de nuestro nacimiento. Pero no sabemos qué son,
así que ¿cómo vamos a descubrirlo? Esta es una manera muy, pero muy diferente
de pensar respecto a nuestros cuerpos. Si literalmente los podemos ver como un
espejo de nuestras experiencias y nuestras convicciones, sin juzgarlo como
correcto, incorrecto, bueno o malo, cuando aparezca una condición que muestre
lo que el médico llamará dolencia o enfermedad, si podemos aceptar que nuestro
cuerpo está expresando algo en ese momento como un reflejo que estamos
albergando consciente e subconscientemente, podemos aceptarlo sin juzgar y
utilizarlo. Mi querido amigo y hermano espiritual y colega, Darren Weissman lo
llama un portal. Cada dolencia, cada enfermedad, es un portal en nuestros
cuerpos. La cuestión es si estamos dispuestos a entrar en ese portal para
observar y ver lo que nuestro cuerpo nos está diciendo realmente. Y cuando
nuestra respuesta es afirmativa, entonces empezamos a ver que nuestro cuerpo
solo está reflejando energéticamente la calidad de la creencia que sostenemos.
Yo vengo de una familia
disfuncional. Mi padre era un alcohólico que se marchó cuando yo tenía diez
años. Y antes de irse, les infligió daño a los tres miembros de mi familia -mi
madre, yo y mi hermano pequeño- y cada uno interpretó sus experiencias de forma
muy singular. Una de las características de su alcoholismo era menospreciar a
los demás, criticar tremendamente, por lo que había muchas críticas entre mi
familia y cada uno lo interpretó de forma diferente. En lo que a mí respecta,
cuando lo oí nunca me lo creí, así que desde el principio tuve una forma sana
de afrontarlo. Otros miembros de mi familia sí creyeron y aceptaron esas
críticas a tal punto que su autoestima se vio dañada y eso afectó las
decisiones que tomaron respecto a sus parejas, sus trabajos, sus carreras, sus
propios cuerpos y su salud, todo ello relacionado con estas creencias aunque ni
siquiera eran conscientes de haberlas escuchado cuando eran muy jóvenes. Así
que este es un ejemplo de cómo estas cosas pueden acortar nuestras vidas.
Cuando tenemos la sabiduría
de reconocer que nuestro cuerpo no está necesariamente quebrado, que nos está
expresando algo, y tenemos el valor y la fuerza de dar el paso y decir:
"¿Qué pasa, cuerpo? Mi cuerpo, ¿qué me estás diciendo en este
momento?" (Conozco a científicos que literalmente tienen conversaciones
consigo mismos). Creemos que somos un individuo, pero en realidad somos una
comunidad de unos cincuenta billones de células. Como diría Bruce Lipton, mi
querido hermano, amigo espiritual y colega, esos cincuenta billones de células
funcionan como una comunidad que tiene un nombre. Mi comunidad se llama Gregg.
Así que puedo hablar con Gregg si estoy en la carretera, si estoy detrás del
escenario, preparándome para salir, y empiezo a sentir algo en mi cuerpo. En
lugar de atemorizarme y tomar algo para que desaparezca, le pregunto:
"¿Qué necesitas, Gregg?" "¿Qué necesitas, cuerpo mío?"
Literalmente, me hablo así a mí mismo y le pregunto desde mi corazón con la
técnica que acabo de compartir, y lo que me resulta fascinante es que la
respuesta es evidente incluso antes terminar de preguntar. Cuando estoy
formulando la pregunta, mi corazón y mi mente ya tienen la respuesta y sé casi
de inmediato qué necesito en ese momento. A menudo es algo sencillo, es cambiar
la perspectiva de la creencia. La gente me pregunta todo el tiempo cuán
profundamente conectados podemos estar en el mundo, es decir, cuán literal es
esa conexión y yo les respondo compartiendo un par de historias.
Viví en el norte de
California a principios de los años noventa. Tenía una amiga que estaba en una
relación romántica, una relación íntima que estaba atascada. Ella la llamaba
“la cita interminable” porque ambos no podían llevar la relación hacia un
compromiso más profundo y no podían terminarla, así que ella sentía que estaban
atascados. Un día almorcé con ella. Hacía tiempo que no la veía y le pregunté:
"¿Cómo van las cosas?" Y ella dijo: "¡Oh, no creerías lo que ha
pasado en mi vida!" Yo le respondí: "Bueno, inténtalo". Ella
dijo: "Estaba sentada con mi novio en el sofá. Estábamos viendo la
televisión cuando oímos un golpe en el baño. Fuimos a ver y la tubería del agua
caliente debajo del lavabo había estallado con tal fuerza que arrancó la puerta
del lavabo de las bisagras y la hizo volar contra la pared del otro lado del
baño". Yo dije: "¡Guau, eso es increíble!" Ella dijo:
"Todavía no he terminado. Cuando íbamos a entrar en el garaje para
meternos en el auto e ir a la ferretería para arreglar el lavabo, vimos que el
suelo del garaje estaba cubierto de agua caliente procedente del calentador de
agua que había explotado en el garaje. Y mientras estábamos ahí, la manguera
del radiador de mi auto se abrió y expulsó el líquido caliente del radiador por
toda la entrada". Yo le dije: "Vaya, ¿qué demonios está pasando en tu
vida?". Ella dijo: "No creerías lo que es mi vida… ¡Nuestra casa es
como una olla a presión!" y entonces se detuvo en seco y dijo: "No
creerás que eso tenga que ver con lo que acaba de pasar en el baño y en el
garaje, ¿verdad?" Y yo dije: "Bueno, en mi mundo tiene todo que ver con
lo que sucedió, porque la presión emocional que estás sintiendo en esta
relación se refleja en el mundo que nos rodea a veces de formas que son obvias
y a veces en formas que no lo son, y eso depende de si podemos resolver esas
cuestiones o no. Creo que estamos profundamente sintonizados con nuestro mundo
y los unos con los otros.
Permítanme contarles una
historia sobre la profunda sintonía que tenemos con los seres con los que
compartimos este mundo. Mi mamá tenía una perrita que se llamaba Cory Sue, una
pequeña terrier que ya no está en este mundo. Cuando vivía, compartió una
lección muy importante con mi mamá. Yo solía hablar con mi mamá. La llamaba
desde cualquier parte del mundo todos los domingos para ver cómo estaba y
decirle: “¡Hola!, ¿cómo estás?”, ya saben. La llamé un domingo y me dijo:
"Estoy bien, pero estoy preocupada por Cory, ha estado actuando de forma
extraña. La llevé al veterinario y le hizo algunas pruebas y le tomó unas
radiografías y sus pulmones están cubiertos de manchas negras que están
empeorando y amenazan su vida, ¿qué te parece?" Y le dije: "Me
preocupa Cory porque en mi mundo vivimos en una realidad reflejada, Cory está
reflejando en su cuerpo algo de la realidad que compartes con ella. ¿Qué está
pasando en tu cuerpo? ¿Te hiciste un chequeo médico recientemente?” Ella dijo:
"Sí, me hice uno". "¿Te hiciste una radiografía de tórax?"
"No, lo dejé para más adelante". Entonces le dije: "Fíjate en la
radiografía". La llamé a la semana siguiente y ella lo venía dilatando.
Dijo "Sí, lo haré, pero primero quiero hacer un jardín y tener césped en
el patio, y quiero tener la casa pintada”. Todas diversiones. Yo le dije:
"Mamá, ve a hacerte esas radiografías". Ella lo hizo y efectivamente
mostraron que tenía un tumor maligno en el pulmón. Mamá ha leído todos mis
libros y conoce todos mis programas, por eso comprende que la autosanación es
posible. Quiero compartir esto con ustedes para que vean cómo podemos pensar
diferente respecto a estas cosas. "Puedo comprender que es posible, pero
no es para mí", dijo. "Necesito saber en mi mente que este tumor se
ha ido, quiero internarme para que me operen y me lo quiten, y una vez
que me lo extirpen, eso me liberará de forma que cambie mi estilo de
vida". Y empezó a hacer ejercicio y a tomar suplementos y modificó su
dieta y todo eso, pero tenía que saber, en su estado mental, que estaba libre
del tumor, y es lo que hizo. Por eso les cuento la historia.
Cuando se recuperó,
llevamos a Cory al veterinario para que la examinara de nuevo y, cuando le
tomaron las radiografías, todas las manchas negras habían desaparecido de su
pulmón. Cory estuvo reflejando la condición en el cuerpo de mi mamá antes de
que ella supiera que estaba presente. Y cuando observamos detenidamente,
descubrimos que esto sucede todo el tiempo. Nuestro mundo es el reflejo de
nuestras convicciones más profundas y de la encarnación física de esas
convicciones y, a veces, los que nos rodean -personas y animales por igual- nos
aman tan profundamente que asumirán y reflejarán las condiciones que tal vez no
estemos preparados para ver todavía.
Uno de los lugares donde
esto es muy frecuente en la vida cotidiana, es en las selvas del Perú, donde no
tienen equipos médicos modernos ni máquinas de rayos X. Cuando alguien está
realmente enfermo y el curandero local quiere saber qué sucede dentro del
cuerpo de alguien, lo que hace es tomar un conejillo de indias y de una manera
muy ceremonial pasa el cuerpo de este conejillo de indias, (solo lo pasa) a
través de la energía de la persona que se siente enferma, y de manera muy
compasiva le quita la vida al conejillo de indias y le abre el cuerpo. Sus
órganos reflejarán lo que acaba de experimentar en el campo energético del ser
humano que acaba de atravesar y asumir así de rápido. No es correcto o
incorrecto, bueno o malo, es simplemente un reflejo de su reacción energética
al cuerpo. Así que cuando el curandero nativo ve que algo está sucediendo en
los pulmones -en el ejemplo del conejillo de indias, a la izquierda- puede
saber que el pulmón izquierdo del humano necesita ser tratado y entonces pasará
a todos los remedios herbales y el aire puro y el agua potable y el ejercicio y
todas las cosas para sanar lo que se diagnosticó mediante a lo que reflejó otra
criatura viviente.
Y comparto esta historia,
todas estas historias, porque no oímos a menudo sobre esto. Nos enseñaron a
creer que estábamos separados de nuestro mundo cuando en realidad estamos tan
profundamente sintonizados y conectados con el mundo -tanto a nivel consciente
como subconsciente- que si observamos de cerca lo que está sucediendo en
nuestros cuerpos, obtendremos una visión más profunda de nuestras verdaderas
creencias, no de lo que afirmamos que es cierto, no de lo que nuestra mente o
ego dice que es verdad, sino un panorama de lo que realmente creemos, incluso a
nivel subconsciente. Una vez hecho esto, como dice el Dr. Darren Weissman, ese
es el portal y entonces podemos entrar en esa creencia y formular la pregunta:
“¿Es cierto esto? ¿Dónde lo aprendimos? ¿Dónde escuchamos esto? ¿Quién nos lo
dijo? Si no es cierto, ¿cómo podemos sanar eso? ¿Con qué podemos reemplazar esa
creencia que apoyará un cuerpo más sano, un sistema inmunológico más sano?” Y
debo decirles que puede suceder muy, pero muy rápidamente, mucho más rápido que
las 72 horas que mencionamos anteriormente al hablar del crecimiento de las
nuevas neuritas.
Tuve una experiencia
personal con portales en mi cuerpo que me ayudó a aceptar mi pasado, y el Dr.
Darren Weissman fue un catalizador que me ayudó a entender y hacer mis
conexiones en mi vida. Fue después de la muerte de mi padre, quien falleció
durante la primera semana de mi gira del libro El Código de Dios en 2004.
Cancelé la primera semana de mi gira y volví para hacerle un homenaje a un
hombre que realmente no conocía. No sabía hasta qué punto me estaba afectando
y, poco después, me salió un sarpullido en la parte superior del cuerpo, en el
pecho. No estaba ahí todo el tiempo, pero sí lo suficiente. Tenía una
irritación que era la clave y a veces se agudizaba más. Intenté todo lo que se
me ocurrió. No tenía ni idea de lo que me estaba pasando porque no era una
experiencia consciente. Por eso acudí al Dr. Darren, que es un maestro en
acceder a nuestras creencias subconscientes a través del portal de nuestros
propios cuerpos. Y me encanta la forma en que lo hace, porque no es una
terapia de conversación, él tiene un protocolo muy específico, bum, bum, bum,
hace las preguntas y según las respuestas sabe a dónde ir a partir de ahí para
averiguar lo que nuestro cuerpo nos está diciendo. Bueno, en este caso el Dr.
Darren y yo tuvimos una conversación de 45 minutos. A los 20 minutos fue capaz
de determinar que mi sarpullido era literalmente una irritación que mi cuerpo
estaba expresando, una frustración de mi incapacidad para sanar con mi padre
cualquier asunto que tuvimos antes de que falleciera. Ahora que se había ido,
aunque pueda hacerlo en el nivel interno, nunca podré tener una conversación
física con él de nuevo. Y al final de la charla, el enrojecimiento y la
hinchazón debida al sarpullido habían desaparecido por completo y a la mañana
siguiente el sarpullido se había ido y nunca volvió. Y ese es un testimonio
poderoso para mí que me dice cómo estas creencias subconscientes aparecen en
nuestras vidas en los momentos que menos esperamos, a veces en el momento menos
oportuno, y qué comunicación clara nos están presentando si aprendemos el
lenguaje de nuestros cuerpos. Es una forma muy diferente de pensar en ellos.
El modelo médico diría
"Ah, tienes un sarpullido, es una respuesta inmune a algo, pongamos un
poco de cortisona para que desaparezca hasta que se cure", y ese es otro
camino. Así que no estoy diciendo que uno sea correcto o incorrecto, bueno
o malo. No estoy juzgando eso, solo digo que nuestra orientación en la vida nos
ayuda a determinar cuán profundamente queremos entender lo que la vida nos
muestra. Y a medida que aceptamos las verdades más profundas de estas
relaciones con nuestro cuerpo, la sanación se vuelve casi secundaria, la cura
física del cuerpo es el subproducto de la resolución, del sentimiento, o la
emoción, o la creencia. Y esa es la belleza de comprender la sanación de
nuestros cuerpos.
Kelly Noonan Gores:
Entiendo perfectamente bien
cuán condicionados estamos y cómo lo que no está resuelto se manifiesta a nivel
físico. ¿Pero y los niños que llegan al mundo y tienen leucemia? ¿Es su
destino?
Gregg Braden:
No lo sabemos. Puedo
especular, sospecho que es el karma, el destino, la suerte. Soy un científico,
me formé como tal. Creo que nos debemos a nosotros mismos el ser honestos,
veraces y objetivos sobre quiénes somos y nuestra relación con el mundo, y esos
hechos nos permiten seguirlo en mayor medida y ser inteligentes respecto a lo
que eso significa. La ciencia médica actual en Occidente, en mi opinión,
tiene los mejores diagnósticos; no podemos estar sin diagnósticos, sin saber
qué está pasando en nuestro cuerpo. No podemos superar la tecnología que
tenemos hoy en día, la capacidad de mirar de forma no invasiva dentro del
cuerpo y enterarnos de lo que está pasando. Ahora bien, lo que hagamos con esa
información pienso que es lo que da lugar a la gran elección. Para mí, no hay
elección, creo que nos debemos a nosotros mismos el honrar nuestros cuerpos y
saber lo que está ocurriendo. Una vez que entendemos qué nos está diciendo
nuestro cuerpo, ya sea utilizando diagnósticos médicos, yendo a ver a alguien
como el Dr. Darren Weissman, y pasando por lo energético o lo espiritual, ¿qué
hacemos con esa información? ¿Cómo la abordamos? Ahí es donde se unen toda la
sabiduría de nuestros ancestros y nuestra sanación tradicional, nuestra
sanación cuántica, el poder de la emoción para cambiar la química de nuestros
cuerpos.
Así que lo que le digo a la
gente es simplemente esto: “Tengamos en cuenta, sin entrar en todos los
detalles, que estamos diseñados para sanar. El cuerpo quiere sanar y la
capacidad de sanar no es un añadido evolutivo que se produjo después de 200.000
años de experiencia, es parte de nuestro diseño, sea quien sea el responsable
de que lo tengamos desde que llegamos a esta Tierra hace 200.000 años. Así que
sabiendo que estamos programados para sanar, sabiendo que nuestros cuerpos
quieren sanar, entonces la cuestión se convierte en cómo lo estimulamos y lo
facilitamos mejor y lo incorporamos en nuestras vidas. Todos tenemos diferentes
sistemas de creencias y todos aprendemos de diferente manera, y aquí es donde
creo que las cosas de las que estamos hablando ahora, desde mi perspectiva, se
convierten en una herramienta que ponemos en la caja de herramientas con todas
las demás para poderlas sacar y utilizar según sea necesario para nuestro más
alto bien con lo mejor de nuestra capacidad. Así que ya sea que se convierta en
una religión o más bien en nuestra propia práctica, creo que si podemos adoptar
todas estas cosas juntas, ahí es donde encontramos nuestro mayor bien.
Las personas me preguntan:
"¿Qué pasa con los niños, nuestros niños, los niños pequeños que vienen a
este mundo dañados en el útero de alguna manera, o con alguna deformidad o
alguna condición? ¿Cómo puede provenir de su subconsciente?" y la
respuesta a eso es que simplemente no lo sabemos. Tengo que ser honesto y decir
que lo que ha sucedido con cada ser humano antes de llegar aquí es diferente y
no tenemos forma de saberlo. Y aquí es donde empezamos a cruzar los límites de
la ciencia y la espiritualidad y se habla de karma o destino o suerte, y no
sabemos lo que son. Lo que sí sé sin sombra de duda es que una vez que ese
hermoso niño llega a este mundo, su cuerpo, sus células, su ADN, responderán a
las condiciones del entorno que le demos. Nuestro trabajo es aprender a
optimizar ese entorno y esas condiciones.
La epigenética es la nueva
ciencia que nos dice en lenguaje científico que nuestro diseño genético no está
codificado. No estamos sujetos al diseño original de nuestro ADN para toda
nuestra vida; es como si la Naturaleza nos diera un código genético
preestablecido y eso fuera suficiente para ponernos en marcha cuando venimos al
mundo. Eso será todo lo que necesitarán algunas personas, otras eligen expandir
sus vidas y para ello hacen las elecciones de pensamiento, sentimiento,
emoción, creencia, estilo de vida, que realmente combinan y estimulan porciones
de ese código en formas que no estaban antes. Otras personas tienen las
condiciones, el virus o la enfermedad que estaba con ellos cuando llegaron al
mundo, eso es lo que tienen para empezar, y sus cuerpos responderán
positivamente, como todos los demás, a los factores epigenéticos, al medio
ambiente, al amor, el cuidado, la compasión, a una profunda comprensión, a la
relación con el mundo, a lo que sienten es seguro en el mundo, a la nutrición.
La forma en que los cuidadores interactúan entre sí en presencia del niño es
igual de importante, porque esa persona joven está aprendiendo a enfrentarse a
la vida a través de los gestos, los patrones de voz y las emociones de sus
cuidadores a los que sus padres lo están exponiendo en las primeras etapas de
su vida. Eso nos pasa a todos. Así que no podemos conocer todos los factores
antes de venir al mundo, pero lo que sí podemos saber con certeza es que
estamos diseñados para sanar y que nuestros cuerpos responderán al estímulo
sanador si sabemos cómo crearlo en nuestras vidas.
Kelly Noonan Gores:
Entonces, el amor es el
mayor sanador…
Gregg Braden:
Me referiré a ello. Cuando
armonizamos nuestro corazón y nuestro cerebro a través de las emociones,
nuestro aprecio, cuidado, gratitud, compasión, una de las preguntas más comunes
que recibo en una audiencia en vivo es que la gente me pregunta: "¿Qué
pasa con el amor?" Es una buena pregunta. Y les hice la misma pregunta a
los investigadores de HeartMath, y me sorprendió la respuesta. Lo que me
dijeron fue: "Gregg, el amor significa cosas distintas para diferentes
personas y todos tenemos distintas experiencias del amor. Y para algunas
personas no ha sido una buena experiencia, por lo que la palabra “amor” muchas
veces puede no ser la mejor para armonizar el corazón y el cerebro, para crear
coherencia. Eso por un lado. Por el otro, cada una de esas palabras está
comprendida en él. Así que el cuidado es una fase del amor, la compasión
es una fase del amor, el aprecio, la gratitud son expresiones de amor, así que
en última instancia estamos utilizando el poder del amor sin utilizar esa
palabra específica.
Ahora tengamos en cuenta
todo lo que sabemos sobre nuestros cuerpos, nuestras relaciones, nosotros
mismos, los demás, los nuevos descubrimientos que están revirtiendo 300 años de
ciencia. Para mí todo se reduce a un principio muy simple: Cuanto mejor nos
conozcamos a nosotros mismos, mejor equipados estaremos para sanar nuestros
cuerpos, para sanar nuestras emociones, para sanar la experiencia interior que
nos permita amar en el grado más profundo en el mundo exterior, y creo que eso
es realmente lo importante cuando se trata de la sanación que ahora
comprendemos.
Preview – Hay House HEAL Summit
https://www.discover.hayhouse.com/heal-summit-day2/#l¡p-pom-block-930
Título en ingles: Harmonizing Your Heart and
Brain to Create Healing
Desgrabación y traducción:
Susana Peralta
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