Centro Holística Hayden

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31 de enero de 2018

Dame alas para volar y motivos para quedarme

Debemos amar de tal manera que la persona a la que amamos se sienta libre. El amor no es un barco que necesite ser anclado. Al amor hay que dejarlo a la deriva pero sin soltar el timón. Por supuesto que no es fácil, nadie dijo que lo fuera, pero la recompensa merece el esfuerzo.
Tenemos que liberarnos de esa idea de esclavitud consentida que nos somete en las distancias cortas y en las largas. Puede que una relación se fundamente en un principio en el amor pero que, a su vez, coleccione motivos para marcharse.
Así, aunque no es fácil, la construcción de una relación enriquecedora y cálida depende de si cada uno tiene un tiempo reservado para tejer sus alas, lavarlas, cuidarlas, mimarlas y echar a volar. O sea, que no exista la coacción, solo la libertad 


Cuando no queremos volar
A veces nuestras alas se vuelven perezosas y se acomodan a la costumbre de una vida en pareja. Nos amoldamos a la tranquilidad que nos ofrece la rutina y nos relajamos hasta el punto de que se convierte en monotonía. Y la monotonía lleva al tedio, al aburrimiento y la desidia, lo que ocasiona que perdamos el hábito y que se nos olvide cómo se alzaba el vuelo.
Sin embargo, otras veces nuestras alas están heridas y, por lo tanto, nos duele volar. Es probable que las hayamos dañado al encadenarlas o que en su revoloteo desesperado se hayan golpeado contra nuestra indiferencia, resultando vencidas por largo tiempo.
Podemos excusarnos en lo que queramos, pero no hay motivos que justifiquen el hecho de no permitirnos volar. En este sentido, una pareja debe ayudarse, incitarse a alzarse en su vida, a escalar para conseguir otra pluma y, así, poder sostener una mirada en alto sobre el mundo.

La raíz hace sólido al árbol
Ayudar a que nuestro árbol eche raíces no significa tener que controlarlo todo o esperar que lo que establezcamos prevalezca por siempre. Las relaciones libres y saludables son dinámicas y cambiantes, al igual que lo somos las personas.
Arraigar significa nutrir y dar alimento a nuestros sentimientos, insuflarles aire y dejarlos respirar. En este sentido es muy importante la confianza y el equilibrio que nos ofrece trabajar en nuestras alas y dejar que se comprendan con las raíces.

Es decir, que si queremos una relación sólida y fuerte tenemos que dejar que nuestras alas vuelen en busca del sustento que nos mantenga fuertes y sanos. De lo contrario, nuestras raíces no tendrán de dónde sacar los nutrientes que necesitan para vivir, lo que ocasionará que el amor perezca.

Equilibrar nuestras relaciones: volar coleccionando motivos
Para equilibrar nuestras relaciones tenemos que coleccionar motivos para quedarnos. Pero, ojo, coleccionar no es lo mismo que amontonar en un desván. Coleccionar motivos es mimar cada momento que contribuya a mantener vivo el amar, cada sonrisa y cada gesto.
La metáfora del árbol nos ayuda a comprender la importancia de cuidar los pequeños detalles y de no olvidarnos de que aferrándonos perdemos perspectiva y alimento. O sea, que al igual que para crear el amor necesitamos abonar nuestra ilusión, para mantenerlo necesitamos poder sustentar nuestras decisiones y nuestra permanencia.
Dejemos que nuestro amor se explique por sí solo y que nuestras semillas crezcan con libertad. Permitamos que nuestras alas vuelen y ofrezcamos a los demás nuestra ayuda para hacerlo. No nos esclavicemos, que el amor no es eso.
En definitiva, que las raíces que echemos sean de libertad y que nuestras alas estén vivas, que irradien ilusión y que respiren confianza. Porque, al fin y al cabo, esta es la única manera que tenemos de encontrarle sentido a lo que sentimos.
Via: Lamenteesmaravillosa


Lo que pasó, pasó… deja de torturarte y sigue con tu vida
Errar es de humanos, ante todas las situaciones que se nos ponen delante en la vida, podemos tomar decisiones equivocadas, cometer errores o simplemente no obtener lo que esperábamos, este aprendizaje es parte de la vida, si no cometemos errores lejos estamos de comprender el verdadero sentido de las cosas, son las equivocaciones las que contribuyen a aclarar nuestras acciones futuras.
En las relaciones de pareja son muchas las oportunidades que se presentan para tomar decisiones, elegir, recorrer caminos y ser sensatos, debemos en muchos momentos pensar que hacer, solos o con nuestra pareja, sea cual sea nuestro plan, estamos constantemente expuestos a cometer errores.
Sin embargo, existen errores que suelen marcarnos, bien sea por el mal que nos ocasionó o que ocasionamos, sino ambos, el caso es que cuando la gravedad del asunto partió de nuestra equivocación, las cosas suelen pesarnos muchísimo más, ser más dolorosas y en momentos nos atormentamos con lo sucedido, aún y cuando fue conversado y se llegó a un acuerdo o peor aún, si se produjo una ruptura por consecuencia del error cometido.
Atormentarse no enmendará el error
Por más que pese el error cometido, que nos torture, que nos cueste realmente caro poder superarlo, no tiene sentido alguno atormentarse, sencillamente ya pasó y si tuviste la oportunidad maravillosa de reconocer tu error, para lo que hay que ser realmente valiente, entonces que sea esa voluntad de honestidad la que te sirva de baluarte, no las causas que te llevaron a cometer la equivocación y que además lo traigas a tu mente una y otra vez.
Algunas veces cometemos errores y accionamos de maneras terribles, incluso llegamos a desconocernos a nosotros mismos, nos arrepentimos y quisiéramos dar vuelta atrás, especialmente cuando lastimamos a quienes amamos, pero es bueno poner en la balanza lo positivo y lo negativo, y poder ver que por un error no tiene sentido destruir todo lo bueno de la relación.
Así que si pudiste enfrentar tu error y conversarlo y asumirlo, no te atormentes, saca el recuerdo de tu mente y mantente alerta a lo que vives, sin que sea el pasado tu motivación diaria.
Reconocer los errores es de valientes
Siempre es más sencillo ver el error en la pareja, en la otra persona, en la contraparte, cuando se trata de nosotros mismos, por un tema de orgullo, ego o negación, siempre resulta más cuesta arriba, la soberbia incluso puede llevarnos a nublar nuestra vista y entendimiento y jamás reconocer el error cometido, hay personas que pasan su vida ciegos ante sus propias acciones y peor aún culpando a los demás.
Reconocer cuando te equivocas es de valientes, únicamente las personas con fortaleza, entereza y madurez, pueden responsablemente asumir su equivocación, sin excusas, sin argumentos inútiles e inoportunos y sin culpar al otro, a fin de cuentas cada quién es responsable de sus propios actos y no tiene mucho sentido decir que fuimos empujados a hacer tal o cual cosa.

Asume tus errores, libérate de ellos y continúa construyendo tu futuro día a día.

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