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29 de mayo de 2022

La Ciencia del Desapego

Conferencia de Vicente Beltrán Anglada en Barcelona, el 1 de abril de 1981.

Claves de la simbología. El desapego y la nueva conciencia. ¿Cómo afrontar los problemas y los acontecimientos diarios? Trascender la meditación, la oración. La importancia de la atención. ¿Buscar el retiro o afrontar los acontecimientos ambientales? La liberación consiste en afrontar los hechos cotidianos de cada día. El karma colectivo.

Vicente. —… si el símbolo está correctamente interpretado. Cuando esotéricamente o psicológicamente hablando, hablamos del yo  en relación con el desapego, con esta función del desapego humano, nos referimos a que existe una mente, que existe un sentimiento o una emoción, y que existe un cuerpo. Pasa una cosa, sin embargo, el

individuo, todos nosotros, nos identificamos con algo que nosotros no somos y que, por lo tanto, ora nos identificarnos con la mente, ora con la emoción, ora con el cuerpo. Estamos limitando los poderes del Cristo en nuestro corazón. De esta manera, no podemos hablar de trascendencia, siempre estamos metidos de lleno en el campo de la inmanencia del ser, estamos limitados dentro de una costra de prejuicios y tradiciones, y no podemos comprender el alcance de las tradiciones místicas, de la simbología oriental u occidental. En este caso, cuando hablamos de la mente y cuando nos referimos a la simbología del cristianismo, vemos que la mente tiene relación con algo muy importante: con el oro de Gaspar, con el incienso de Melchor y con la mirra de Baltasar. Esto solamente como un ejemplo de cómo la simbología occidental u oriental nos están dando siempre la clave del misterio que existe por doquier. Esto para tener una idea de lo que hay que entender por desapego. Dense cuenta de algo muy importante, cuando se ofrecen los dones del Espíritu Santo al Niño-Cristo que está naciendo, estamos refiriéndonos concretamente a lo que esotéricamente llamamos el elemental físico, el elemental astral y el elemental mental; es decir, son entidades creadas aparte del individuo, que están en relación en función psicológica con el individuo, porque el individuo ha segregado los materiales, pero él no ha compuesto los cuerpos. No hay ningún cuerpo que el hombre pueda construir, por lo tanto, si el hombre no puede construir ningún cuerpo porque todavía no tiene capacidades creadoras, entonces únicamente puede contar para su comprensión con la fuerza trascendente del símbolo. Y hay un símbolo muy natural que todos conocemos y que todos, cuando llega el tiempo, estamos celebrando como una fiesta pagana cuando tiene un gran misterio místico en toda su absoluta trascendencia. Bien, pues cuando el yo, o el Niño-Cristo dentro del corazón es capaz de ver a distancia a Gaspar, a Melchor, y a Baltasar, y de no sentirse identificado con sus preocupaciones variadas, entonces se dice que empieza a variar el curso de los acontecimientos del curso de la historia de la Humanidad, y toda aquella persona que de alguna u otra manera ha logrado desapegarse un poco de esos atributos propios creadores o creados, empieza en justa equivalencia a vivir la vida interior; es decir, que el Niño-Cristo se refugia en sí mismo, aparte del oro de Gaspar, del incienso de Melchor, o del cuerpo de la mirra que le suministra Baltasar. Es decir, que este misterio, dense cuenta de su importancia, es absoluto y definitivo en la montaña del Monte Tabor de la conciencia en el cual el Cristo recibe la Transfiguración, en el cual aparecen los dioses que le precedieron en el campo de los avatares, que vienen técnicamente a salvar a la Humanidad, y aparece Elías, y aparece Samuel, y aparece el Ángel, y aparecen toda una serie de factores científicos, psicólogos, místicos y religiosos, que hay que mirar con mucha atención porque nos dan la clave de la historia del hombre en su totalidad. Y también dense cuenta que cuando existe la difusión de luz que convierte a Cristo en un iniciado de la tercera iniciación, existen tres discípulos dormidos bajo el pie de la montaña, ¿quiénes son  esos tres discípulos?, son el oro, el incienso y la mirra de los cuerpos físico, astral y mental que el hombre está tratando de controlar a través del tiempo. Un misterio místico que es psicológico, que es trascendente, pero que está dentro de la propia inmanencia del ser, y presupone ya de por sí el sentimiento íntimo de unión de lo inmanente con lo trascendente, y ahí empieza ya el misterio superior que ha de convertir al hombre en un hijo de Dios. No quiero alargar la discusión, quiero que sean ustedes ahora los que pregunten. Extenderemos esto hasta donde sea posible, pero quiero que sean ustedes quienes marquen la ruta a seguir desde este momento.

Xavier. — Al principio has hablado de una lucha en contra de las circunstancias en este camino en el cual se empiezan a percibir estas ciertas dotes o dones divinos que están en el probacionista o en cualquiera de los niveles de la humanidad, entonces, ¿cómo se podría transmutar esta contracorriente  a  la cual, de alguna manera, va arrastrado uno también psicológicamente?, es decir, ¿cómo puede uno transmutar esta contracorriente a favor suyo?

Vicente. — Yo diría que no ofreciendo resistencia a los acontecimientos. La persona está resistiendo a los acontecimientos, es decir, que si hay un acontecimiento está buscando algo para rehuirlo, para no enfrentarlo, está de una u otra manera rechazando los acontecimientos. El miedo, psicológicamente hablando siempre hablamos de miedo, y cuando existe un fluir muy variado y  muy intenso de acontecimientos, se cae a veces en la fatalidad de sentirnos arrastrados hacia los niveles inferiores, gobernados por aquellos que hemos llamado elementales constructores, pues en la base de todo acontecimiento siempre existe una voluntad de acción. La voluntad humana que va contra los acontecimientos, dense cuenta, y que solamente pueda ir a favor de los acontecimientos; es decir, de ofrecer resistencia alguna, cuando esté completamente desapegado de sus cuerpos, porque el hombre piensa pero se identifica tanto con su propio pensamiento que le impide ver la velocidad de los acontecimientos, no puede comprenderlos entonces. Un acontecimiento es rápido y el hombre es lento, porque está pegado al pensamiento, no lo deja fluir con libertad y entonces los acontecimientos tienen importancia capital y, sin embargo, son solamente su voluntad en acción que no ha técnicamente comprendido. Entonces, viene la parte emocional, y el campo de batalla del discípulo, el Kuruksetracomo se llama hablando orientalmente, pero que en un sentido muy natural, muy descriptivo, muy analítico, porque tiene como consecuencia que el hombre deje de apegarse a sus emociones. Naturalmente, el hombre puede sentir muy intensamente, lo que no es natural es que el hombre y el sentimiento sean la misma cosa. El hombre es aparte siempre. Siempre es  aparte de estas cosas. Solemos decir: estoy comiendo, o estoy marchando, me estoy peinando, cualquier cosa. No es verdad. Estoy peinando mi cuerpo, en todo caso sería lo correcto. Y esto se puede aplicar a todos los niveles. El hombre dice: estoy pensando. No, tú estás utilizando una energía que llamas pensamiento, pero tú no eres el pensamiento, tú no eres la emoción, tú no eres el cuerpo. Si tú no eres todo esto, ¿qué eres entonces? Entonces, la pregunta: ¿quién soy yo?, ¿de dónde procedo? y, ¿a dónde voy?, se convierte en la triple interrogante que el hombre correcto debe enfrentar constantemente en todos los niveles psicológicos del ser. Cuando la mente está tratando de limitar el poder del yo sobre los acontecimientos, hay que preguntarse el porqué. Y cuando la emoción está más allá y por encima de nuestras capacidades de control, ¿qué es lo que tenemos que hacer? Automáticamente surge el factor voluntad, pero, ¿qué hacemos con la voluntad? La voluntad conocida, el libre albedrío. Retorcemos la acción, tratamos de dominar los acontecimientos, de sofocar su radiación, su expresión, y estamos matando en flor aquello que es vida plena porque es la propia vida en forma de acontecimientos. Es decir, hemos creado una maquinaria muy perfecta de automatismos provenientes del inconsciente colectivo o procedente de los niveles irracionales del ser. Esta maquinaria nos está engullendo lentamente si no estamos atentos a su proceso de desarrollo. Y para mí, el verdadero discípulo de nuestra era, el esotérico, la persona técnicamente preparada para afrontar ese dilema, debe ser un hombre tan correcto, hombre en el sentido generativo, un hombre perfecto en su acción que debe afrontar los acontecimientos sin ofrecer resistencia. Entonces se aprende la ciencia del desapego, porque el desapego no es pensar: yo soy yo, y aquí está el cuerpo, yo soy yo y aquí está el otro, porque esto es traficar con análisis, y el análisis forma parte del contexto del yo. Pero, ¿qué es lo que pasa cuando un acontecimiento lo enfrentas con serenidad? ¿Qué ha de pasar? Debe surgir forzosamente otro estado de conciencia. Una conciencia superior que está por encima del acontecimiento porque pasa por ti sin dejar huella, en tanto que el análisis o la resistencia, o el esfuerzo contra un problema lo que hace definitivamente es cortar las alas de la acción.

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