por Karen Berg
Una
vez alguien me hizo esta pregunta: ¿Si es verdad que en el universo existe un
sistema de causa y efecto, cuál es la paga para la envidia y la codicia?
Esta
es una gran pregunta porque, seguramente, cada uno de nosotros atraviesa etapas
en las que quedamos atascados en estados negativos. De manera muy simple, la
paga para estos sentimientos son los mismos sentimientos.
Por
ejemplo, digamos que sentimos envidia. El “castigo”, por así decirlo, es la
envidia en sí ya que por nuestra envida, nunca estamos satisfechos en la vida.
Cuando sentimos envidia, sin importar lo que tengamos (incluso si es demasiado)
siempre habrá alguien más que tenga algo que queramos, y por ende no podemos
apreciar aquello que está a nuestro alrededor.
Ahora,
¿qué pasa cuando estamos en un estado de codicia? En este estado nos volvemos
prisioneros de nuestra búsqueda de riqueza y no podemos apreciar más nuestra
vida tal como es. Nuestra codicia se convierte en nuestra prisión. Y nuestra
prisión es nuestro castigo. Cuando sentimos codicia, no vivimos felices porque
no podemos hacerlo. Estamos constantemente preocupados por “quién va a hablar
de mí” o “quién va a decir esto de mí” o “quien va a estar cerca de mí”.
Sin
embargo, una vez que entendamos que existe una estructura que sustenta el
universo y que todo lo que ocurre en nuestra vida está allí para enseñarnos o
llevarnos a un lugar para completar nuestra corrección, entonces no caeremos en
estos estados de envidia y codicia porque entenderemos que Dios nos colocó en
este marco, en este cuerpo y en este ambiente para ser los mejores y terminar
nuestra corrección.
Sabes,
se dice que la felicidad es como una mariposa. Si la perseguimos, vuela lejos.
Pero si nos volteamos y nos ocupamos en compartir, y en acciones positivas,
entonces la felicidad viene y se posa suavemente en nuestro hombro. Nuestras
circunstancias actuales no son un castigo, sino simplemente una herramienta
para ayudarnos a levantar y elevarnos a otro nivel de conciencia espiritual.
Una vez que realmente entendamos esto, entonces no caeremos presa de la codicia
o de la envidia. Estamos donde estamos porque es allí donde debemos estar para
ir a algo mejor.
Con
amor
Karen.
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