por Gyaltsen
Estoy seguro de que te ha
ocurrido hace no mucho tiempo en el trabajo: estás haciendo tranquilamente una
tarea, sin molestar a nadie, cuando de repente alguien decide que ha llegado la
hora de salvarte el día.
¿Cómo?
Diciéndote lo que estás haciendo
mal.
Bueno, pues eso me ocurre a mí más a menudo de lo que a mi nivel actual de paciencia le gustaría. De vez en cuando, alguien se cuela en mi campo de percepción y me propina una frase o dos de sugerencias indescifrables acerca de algo que creía estar haciendo bien.
El resultado, por supuesto, es
que mi pobre mente se inquieta: ya sea con enojo, con deseo de aprobación o con
la cruda confusión de no saber cómo reaccionar. En mi experiencia, cualquier
acción que surja de estas emociones va a ser, en el mejor de los casos, patosa…
y en el peor, profundamente perjudicial.
Lo admito: me desagradan las
críticas. Y afrontémoslo: a la mayoría de la gente también. Incluso en las
ocasiones en las que las críticas son constructivas y provienen de comunicadores
hábiles y respetables, lo más seguro es que lo que siga sea una tormenta
emocional.
1. Ante las críticas, pragmatismo iluminado
La cuestión es que este año he
tenido la gran fortuna de recibir la enseñanza completa acerca de “Las 37 prácticas de los bodhisattvas”, de Thogme Sangpo. De hecho, la he recibido dos veces: una
del ven. Lama Rinchen Gyaltsen y otra del ven. Lopon Tsondru Tharchin en Rangjung
Yeshe Institute.
En ambas ocasiones la enseñanza
me pareció tan profunda como práctica. Sin embargo, una estrofa me molestaba
tanto como un jarro de agua fría.
¿Puedes imaginarte cuál era?
Exacto: la de lidiar con las
críticas. Tal y como dice el texto:
Incluso si alguien en medio de
una asamblea pública, revela nuestras faltas o habla mal de
nosotros, la práctica de los bodhisattvas es inclinarnos con respeto hacia
él, considerándolo como nuestro maestro espiritual.
Inspirador, ¿verdad? Es tan
directo, tan severo y tan “¡no quiero hacerlo!” que, tras leerlo, no pude
evitar sentirme atascado confundido renuente
en cuanto a cómo aplicarlo en mi vida.
Pero… no preocuparse. El karma
me tenía preparada una lección que me ayudaría a encontrarle el sentido. Pero antes, permíteme darte el contexto.
2. El karma al rescate
Septiembre de 2021. Empiezo el
“Programa de Entrenamiento de Intérpretes” en línea de Rangjung Yeshe
Institute. Y estoy muy emocionado por tener la oportunidad de
recibir semejante formación intensiva en el idioma tibetano mientras sigo
confinado en España por la pandemia del covid.
El día promedio del programa
empieza con la asignatura “Entrenamiento en Interpretación”. En ella, un
maestro monástico imparte una enseñanza en tibetano y, mientras tanto, tres
estudiantes nos turnamos para traducir oralmente al inglés lo que dice. Durante
toda la sesión también hay un participante más, y quizá el más importante.
El Corrector.
El Corrector es un intérprete
experimentado cuya misión es comentar inmediatamente nuestras intervenciones…
y, especialmente, nuestros errores.
En otras palabras: la única
función de esta persona es decirme lo que estoy haciendo mal (¡ay!).
Esto, en teoría y en un primer
momento, sonaba muy práctico. Sin embargo, durante las primeras semanas del
programa, cada vez que recibía sus comentarios sentía como si me estuvieran
lanzando un vaso de agua a la cara.
Por supuesto, esto no tenía
nada que ver con el Corrector: en todo momento se comportó como el profesional
paciente, amable y servicial que era. Por eso, una vez me vi forzado a afrontar
la Crítica en el ambiente seguro de mi clase de tibetano, me di cuenta de que
tenía la oportunidad de observar mis reacciones, en vez de solo reaccionar. Y,
la verdad, lo que vi no me agradó lo más mínimo.
El problema estaba dentro de
mí: el viejo patrón reactivo que rechaza visceralmente cualquier tipo de
crítica, ya sea o no constructiva. Ese tipo de actitud no estaba ayudando a
nadie, excepto a mi necesidad —100% disparatada— de mantener una autoimagen de
perfección.
Fue entonces cuando decidí que
había llegado la hora de cambiar esa actitud defensiva. ¿Y cómo? Bueno, la
estrofa anterior desempeñaría un papel importante. Déjame reproducirla una vez
más:
Incluso si alguien en medio de
una asamblea pública, revela nuestras faltas o habla mal de
nosotros, la práctica de los bodhisattvas es inclinarnos con respeto hacia
él, considerándolo como nuestro maestro espiritual.
En realidad, no es que el
Corrector estuviera revelando mis faltas en medio de una asamblea pública o
hablando mal de mí, ni tampoco es que hubiera muchas personas en nuestra aula
virtual. Sin embargo, el Corrector sí que estaba actuando como un maestro
espiritual. ¿Y cómo?
Tal y como dice este aforismo de Atisha,
el gran maestro indio del siglo XI:
“El maestro espiritual supremo
es quien revela nuestras faltas ocultas”.
¿Y por qué? Porque el único
modo de mejorar en cualquier actividad —ya sea interpretar, esquiar, cantar
ópera o alcanzar la budeidad— es identificar, en primer lugar, qué es lo
que no está funcionando. Y después, arreglarlo.
El Corrector estaba haciendo justo
eso:
Explicándome la extraña
estructura gramatical que ni siquiera había oído.
Repitiéndome por tercera vez
esa palabra que aún no había conseguido memorizar.
Indicándome cómo interactuar
con el ponente de un modo respetuoso.
Todo esto era oro puro y, sin
las intervenciones del Corrector, no podría haber recibido unas lecciones tan
valiosas ni en sueños. Por lo tanto, una vez que esto me quedó claro, empecé a
recordármelo cada vez que el Corrector estaba a punto de ofrecerme sus
comentarios. Después de varias semanas más, la actitud de
“cómo-te-atreves-a-criticarme” empezó a ablandarse. Y no solo eso, sino que
empecé a esperar con entusiasmo sus críticas.
Sus comentarios seguían siendo
igual de críticos, pero yo había empezado a reescribir el sentido que tenían
para mí.
—Estupendo— puede que
respondas—, pero ¿cómo podemos aplicar esto al sendero espiritual?
Pues bien, este es el modo en
el que yo estoy tratando de integrarlo.
3. Las críticas: o son un
tesoro, o son un tesoro
En primer lugar, si vamos por
la vida con la arrogancia de creer que ya somos seres inmaculados y que lo
único que necesitamos en cualquier área de nuestra vida es un pequeeeeño último
empujón y entonces sí, habremos logrado La Perfección… en ese caso, lo único
que estaremos haciendo es sabotearnos.
Por lo tanto, y ya que la
mayoría de nosotros somos reticentes a ver nuestras limitaciones, los maestros
espirituales tienen un valor inmenso: ellos cumplen esa función por nosotros.
Son ellos los que nos muestran lo que no queremos ver, pero necesitamos
arreglar urgentemente.
Los mejores maestros son los
que hacen esto de una manera hábil y adaptada a nuestro nivel de reactividad
emocional. Por eso, encomendarnos a su guía es el modo más rápido de mejorar en
nuestro camino espiritual. Sin embargo, no es fácil encontrar semejante amigo
espiritual o mantener un contacto cercano con él, por lo que tenemos que buscar
una alternativa para descubrir cuáles son nuestras áreas a mejorar.
Es ahí donde entra en juego la
crítica no solicitada.
Independientemente de que sea
verdad o no, de que la otra persona lo diga en el momento adecuado o no, de que
la elección de palabras esté en armonía con los criterios más elevados de
comunicación asertiva o sea un simple “menuda tontería”… al final, lo que importa
es que toda crítica es una invitación.
¿Invitación a qué?
Invitación a que pensemos dos
veces sobre algo. Y, a continuación, si descubrimos que realmente necesita ser
mejorado, mejorarlo. Sin tragedias. Solo una cuestión logística.
¿Tiene razón? ¡Genial! Qué bien que nos lo haya comunicado, dándonos la
oportunidad de progresar.
—Pero es que… ¡fue tan
maleducado e inoportuno!
Bueno, tomémonoslo como el
precio de una lección que, por lo demás, nos ha salido gratuita (porque eres
consciente de que la gente paga a otras personas —coaches,
consejeros, etc.— para que le digan lo que está haciendo mal, ¿verdad?).
¿Y si la crítica no es
correcta? Muy bien, entonces no hay de qué preocuparse. A otra cosa. El hecho
de que esa persona nos la haya lanzado no significa que tengamos que
recogerla.
—¡Pero es que estaba
equivocada! ¿Cómo se atreve a perturbar mi paz interior?
Oh, en ese caso, puedes
tomártelo como una gran oportunidad de empatizar con tu crítico e intentar
descubrir por qué llegó a esa conclusión. En ese caso, puede que aprendamos una
o dos fascinantes lecciones sobre psicología (y, de nuevo, sin tener que
compartir con nadie el número de nuestra tarjeta de crédito).
Menuda ganga, ¿no?
4. Antes de que me critiques
por extenderme demasiado…
Como comentario final,
permíteme decirte algo: este proceso de cambiar nuestra actitud hacia las
críticas es gradual y solo seremos capaces de perfeccionarlo en el primer nivel
de iluminación. Hasta entonces es una práctica constante y que requiere cierto
empeño.
Es difícil tolerar las críticas
y la mayoría de nosotros arrastramos hábitos emocionales bien arraigados sobre
ellas. Hoy en día todavía siento cierta turbación cuando alguien me dice que
estoy haciendo algo mal o que he tenido una idea pésima. Por supuesto. Sin
embargo, el mensaje que me gustaría transmitir, el mensaje con el que me
gustaría que te quedaras tras leer este artículo (que, santo cielo, se me ha
extendido más de lo esperado) es el siguiente:
Siempre podemos elegir.
Justo ahí, después del momento
de conmoción tras la crítica, podemos decidir reencuadrar la situación de tal
manera que nos resulte constructiva. Podemos decidir buscar (y encontrar)
razones perfectamente válidas para verle el lado positivo. Y, por supuesto,
podemos aprovechar la situación para que nuestro desarrollo espiritual también
salga beneficiado. Este proceso toma tiempo, esfuerzo y muchos errores, pero en
todo momento podemos elegir recorrer un sendero en el que la crítica no sea un
enemigo, sino un valioso aliado.
Al mismo tiempo, enseñanzas
como aquella estrofa de las 37 prácticas son una herramienta muy útil para
recordar y aplicar en momentos de necesidad. Lograr cambiar nuestra mente para
que se convierta en lo que queremos… eso solo es una cuestión de tiempo. Por lo
tanto, te deseo todo lo mejor en este maravilloso proceso de transformación
interna, te agradezco que me hayas leído y… ¡felices críticas!
Traducido del original en
inglés publicado en el blog de estudiantes de Rangjung
Yeshe Institute. Mi gratitud a Jamie y Esther
que amablemente han revisado este artículo y sugerido multitud de valiosas
mejoras… mostrándome, una vez más, la suprema importancia de los Correctores
(¡y las Correctoras!).
Foto principal de Yan Laurichesse en Unsplash.
Si quieres aprender en
profundidad cómo integrar las críticas y demás incomodidades de la vida en tu
desarrollo espiritual, acompáñanos en “El Salto a Bodhichitta”, el nuevo curso de Lama Rinchen Gyaltsen sobre el Entrenamiento
Mental.
¿Y tú? ¿Qué experiencias de
crítica has tenido últimamente? ¿Cómo las has tratado de abordar desde una
perspectiva constructiva y espiritual? ¡Cuéntanoslo
en los comentarios!
El ven. Gyaltsen es monje residente en el Centro Budista Sakya, donde sirve guiando
meditaciones, traduciendo textos e interpretando para los maestros. En 2018 se
doctoró en Psicología y hoy se forma en el idioma tibetano.
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