La realidad trascendental que podemos llamar La Fuente, el Creador, o lo Divino, se esconde tras la bruma de nuestros pensamientos y deseos. Cuando esa bruma desaparece, la vida te sorprende en su infinita belleza.
El camino espiritual se recorre quitando y no añadiendo. Cuando por un instante puedes borrarte sucede el milagro y aparece esa otra realidad que conmueve tu corazón y te das cuenta de que lo que borraste fueron tus patrones mentales, entonces te ves, te percibes como lo que eres, una conciencia entretejida en un mundo de frecuencias infinitas que fluyen acompasadas por el Orden Perfecto y Divino de su Creador.
Todos hemos tenido momentos así. A
veces nos damos cuenta, a veces pasan casi desapercibidos. Es parte de la
experiencia humana cuando aparentemente nos quedamos en algo que parece nada pero
que se siente como plenitud, que forma parte de un gigantesco todo que
nos habla de la interconexión y la síntesis de la vida. Y así el sentido de “lo
mío” desaparece porque se convierte en ese “todo” que es la vida misma.
Navegando en el caudaloso Orinoco
y su fuerte corriente sentí que este río era el reflejo de una corriente que
atravesaba el cosmos y sin que medie pensamiento alguno, me sentí navegando
entre estrellas y soles.
En mi primer contacto con el Lago
Titicaca cuando apenas tenía 22 años se me quedó grabado el impacto que me
produjo el altiplano. Un lago que parece un mar y hace horizonte y las nubes
casi rosando el suelo debido a la altura (4000 metros). Me dije: éste es
un lugar sagrado. Fue un instante de profunda comunión con lo que me rodeaba,
que marcó mi vida. Era la primera vez que sentía algo así. Y desde ese momento
se inició una búsqueda de ese algo que se asoma cuando, por algún motivo, uno
se abre, sin pensamientos, y percibe la vida que le rodea.
Es interesante notar que cuando la
mente comienza a presentir la Realidad Trascendente se calma, va encontrado
poco a poco su sosiego y el ansia de saber se convierte en la búsqueda del
equilibrio. Y ese equilibrio va, poco a poco, silenciando la mente. Cuando
hablo de la mente me refiero al intelecto, la gran herramienta que nos permite
vivir la vida en la materia, nuestro instrumento de supervivencia que es un
principio reflector. En las esferas superiores de la existencia están los
arquetipos o el diseño divino, que podríamos llamar “cielo”. Este mundo es un
reflejo de aquél. Pero al pasar por la mente sufre una distorsión y crea todas
las imperfecciones que vemos en el mundo. El trabajo está en lograr una mente
limpia y pura para que el mundo reflejado pueda expresar la gloria de la Vida,
de lo divino, lo eterno.
Ese empeño que tenemos de creer
que solo los que tienen intelecto pueden comunicarse nos ha alejado de la
comunicación con la naturaleza. La vida habla a través de todas sus formas.
Porque todo tiene alma, porque todo tiene conciencia, porque vivimos en un
universo inteligente.
Los animales, las plantas, las
piedras viven en su realidad sin distorsión posible. Por eso cuando nos
acercamos a la Naturaleza podemos percibir mejor lo divino, en especial cuando
nos acercamos el reino vegetal, porque de entre los tres reinos, ha logrado
expresar a plenitud su arquetipo divino.
Te invito a que recuerdes uno de
esos momentos en tu vida y lo revivas. Te invito a que mirando el cielo puedas
diluirte en él sin pensamientos. La clave es la entrega. Suéltate y déjate
simplemente ser y que tus ojos sean la puerta abierta a ese otro mundo de
frecuencias infinitas, que es divino, que es perfecto, que danza en alabanza al
Creador.
Y en esa red de vida que todo lo
envuelve, en ese vientre de la Madre Divina, tú y yo somos uno.
Desde las profundidades del alma,
Carmen Santiago – fdnpcaracas@yahoo.es
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