por cristinalaird
Hay un
sonido que no llega a los oídos, pero resuena en los huesos. Es el sonido de
las voces enterradas—no porque fueran falsas, sino porque resultaban incómodas.
Voces que desestabilizan y alteran el orden. Voces que se niegan a ser amables.
Voces que gritan después de siglos de silencio.
Kirón cojea
por los cielos, cargando una herida que no puede sanar solo.
Eris, feroz hermana del caos, no toca la puerta, la derriba, a veces sólo con
una incómoda pregunta.
Y Sedna duerme bajo aguas heladas, con los dedos cortados, su historia olvidada—hasta ahora.
A medida
que el cielo forma una conjunción entre estos marginados celestes, se nos
formula una pregunta que atraviesa la cultura, la política y el tiempo mismo:
¿Qué hacemos con quienes se niegan a seguir en silencio?
En 2025 y a
comienzos de 2026, somos testigos de una conjunción poco común y profundamente
potente entre Kirón y Eris—arquetipos que, al unirse, exponen la herida de la
exclusión y amplifican las voces que los sistemas han reprimido durante
demasiado tiempo.
Kirón, el
sanador herido, señala lo que duele en la psique colectiva. No es la víctima,
sino el maestro que ha sufrido. Eris, diosa de la discordia, es la agitadora
cósmica. Ella encarna la voz disonante, la que queda fuera de la historia, el
“otro” que no acepta ser ignorado. Juntos, forman un espejo y un altavoz para
un dolor que exige ser reconocido. Ahora más que nunca. Estar divididos es sólo
el síntoma de algo mucho más profundo. La diversidad no es el fallo de nuestro
sistema de defensa. La medicina no es que pensemos todos igual. La verdadera
respuesta es poder aceptar la riqueza de nuestra diversidad sin matarnos en el
proceso.
Estos
patrones míticos no son abstracciones: están tomando forma en las instituciones
actuales.
Tomemos el
caso de universidades de élite en EE.UU.: Harvard, MIT, Columbia, que en los
últimos meses se han visto envueltas en controversias, no solo sobre la
libertad de expresión, sino sobre quién puede hablar y qué
verdades se consideran aceptables. Bajo presión política,
particularmente desde sectores afines al presidente Trump, estas universidades
enfrentan una creciente exigencia de trazar límites más estrictos al discurso
público. Este nos es un dilema exclusivo de Norteamérica es una pandemia mundial.
La ironía
es profunda.
Estas
mismas instituciones fueron alguna vez exaltadas como baluartes del pensamiento crítico, donde desafiar al
sistema era una virtud intelectual. Hoy, esas virtudes están siendo atacadas.
Las voces estudiantiles que claman por justicia cultural, descolonización o
reconocimiento de desigualdades estructurales, son con frecuencia vistas no
como ciudadanos comprometidos, sino como amenazas. La sociedad que busca vivir
sin controversia, recurre sólo a pretender callarlas.
Si
silenciamos al diferente, al que cuestiona, al que confronta las mentiras del
status quo, entonces también estamos silenciando al artista.
El arte
existe para cuestionar, para evidenciar que aferrarse a la norma revela miedo:
miedo a la muerte, y miedo a la vida. Si nos sentimos más seguros al no exponer
la falsedad del status quo—o nuestra propia verdad—entonces no evolucionamos,
no vivimos: estamos muertos en vida.
En términos
míticos, esas voces son Erisianas—disruptivas,
caóticas, marginales. Son Kirónicas—heridas,
persistentes, buscadoras de reconocimiento.
Y cada vez más, son también Sednianas—femeninas,
ancestrales, sumergidas… y ahora imposibles de ignorar.
Esto no
debe confundirse con el que constantemente critica, sin ofrecer una verdad o
una mejor versión de lo que critica. Las teorías conspirativas no construyen ni
exponen nada, simplemente producen malestar al promocionar la idea que todos
somos víctimas sin posibilidad de rebelión.
La pregunta
que enfrentan las universidades no es solamente política o administrativa.
Es moral.
Si la educación deja de ser un espacio donde las voces incómodas pueden hablar,
pierde su alma.
Se convierte no en un foro de múltiples verdades, sino en una máquina de
consenso.
La conjunción Kirón-Eris en Aries, también ocurría al final de los 60s y particularmente en 1970/71/72, años de extrema creatividad en el mundo y revolución-.
La sombra
de Saturno y Neptuno: el control disfrazado de compasión
A medida
que nos acercamos a la conjunción Saturno–Neptuno en Aries
(2025–2026), aparece otra capa del dilema: lo que se presenta como compasión o
protección puede, en la práctica, ser una forma de borrar la diferencia.
Neptuno
disuelve. Saturno delimita. Juntos, pueden crear estructuras que parecen
humanitarias, pero que en realidad silencian el conflicto necesario para el
crecimiento.
En un mundo
Kirónico y Erisiano, las heridas se sanan no al suavizarlas, sino al
nombrarlas.
En un mundo Sedniano y Uraniano, la evolución colectiva no nace del confort,
sino de reintegrar aquello que fue enterrado bajo siglos de hielo.
La educación después de la IA: debe nacer un nuevo mito
Y mientras
los sistemas de inteligencia artificial absorben cada vez más funciones
intelectuales humanas, nos acercamos a una crisis epistemológica.
Si las máquinas pueden reproducir cualquier texto, resolver cualquier problema,
imitar cualquier estilo—¿qué queda para la mente humana?
Tal vez la
respuesta esté en lo mítico, lo experiencial, lo
plural.
En un mundo de mentes sintéticas, debemos proteger la voz auténtica. La voz original.
Y esa voz incluye lo incómodo, lo extraño, lo arraigado en otras cosmologías,
culturas o formas de saber.
Esto no es
la muerte de la universidad—sino su posible renacimiento,
menos elitista, más inclusiva, aunque en este momento parezca lo contrario. Y
aquí yace el verdadero dilema: ¿si queremos «orden» en las
universidades, como hacerlo sin silenciar o incluir al diferente?
Necesitamos
instituciones que no solo investiguen, sino que sean arenas de educación moral, emocional y mítica—espacios
donde múltiples verdades coexistan, y donde la diferencia no sea una amenaza,
sino la semilla misma de la transformación.
Cuando
Kirón se encuentra con Eris, y Urano despierta a Sedna, no se nos pide
restaurar el orden, sino recuperar la verdad.
No se nos pide silenciar el conflicto, sino
escuchar profundamente lo que revela.
Porque lo que reprimimos siempre regresa. Y a veces, el grito es el comienzo de la toma de consciencia, de la sanación.
Hay una
escena en la historia colectiva que todos llevamos en el alma, y es la del
final de Edward Scissorhands, la película de Tim Burton. Edward,
criatura quironiana por excelencia—mitad herida, mitad arte—es arrojado
nuevamente a su torre, al margen de la sociedad que no supo cómo integrarlo. Lo
conocieron, lo adoraron, luego lo temieron. Y al final, como suele pasar con
los diferentes, lo devolvieron al silencio. Si no has visto esta película te la
recomiendo.
Pero hoy,
quizás no sea posible volver a encerrar a Edward.
Porque ya no hay torre suficientemente alta, ni hielo que congele lo que está
despertando.
Las voces de Eris, Kirón, Sedna y Urano se están filtrando por las grietas del
sistema.
Y lo que antes era visto como amenaza, puede volverse medicina—si tenemos el
coraje de escucharlo.
Escribiré
mucho más sobre estas conjunciones a medida que se manifiestan. La conjunción
exacta e No dejes de escuchar nuestro Podcast aquí: https://www.youtube.com/watch?v=Di9ElCKb0-I&ab_channel=Astrolog%C3%ADa%2CM%C3%BAsicayTomate
ntre Eris y
Kirón se repite en Octubre de este año y en Marzo del 2026. Seguimos….
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