Esta Luna Nueva en Géminis abre un nuevo ciclo de pensamiento, lenguaje y conexión en un momento en que el suelo bajo nuestros pies está cambiando más rápidamente que nunca. Llega con un solo aspecto punzante: un trígono a Plutón en Acuario. Esa simplicidad, esa claridad, no deben subestimarse. Habla de una verdad más profunda: que debemos, individual y colectivamente, entregarnos a la transformación que ya está en marcha. Ya no podemos fingir que nada está cambiando. Todo está cambiando. Y se nos está pidiendo que cambiemos con ello.
Pero no todo
está en flujo. Algunas cosas permanecen: la necesidad de conectar, el pulso de
la belleza, la presencia del amor. Estas constantes son nuestra brújula
mientras el aire mutable de Géminis nos pide que hablemos, que escuchemos y que
aprendamos, una vez más, a compartir nuestras verdades. El Sol y la Luna están
conjuntos a Mercurio, regente de esta lunación, y a Sedna, una presencia que
trae de vuelta a la conciencia lo largamente olvidado, lo traicionado, lo
sumergido. Sedna habla del exilio, del abandono, de la pérdida de la inocencia,
y sin embargo también de la profunda sabiduría que solo puede nacer del
sufrimiento. Mercurio aquí no es solo el mensajero, sino el medio a través del
cual el dolor colectivo se expresa y, quizás, finalmente se comprende.
Saturno, recién ingresado en Aries, se encuentra a solo un grado y medio de Neptuno, que cruzó a Aries a finales de marzo. Su largamente esperada conjunción aún se está formando: una fusión entre la forma y
la disolución, la estructura y el sueño. Y en el trasfondo, ahora más fuerte
que nunca, Kirón y Eris forman su primera conjunción exacta, trayendo al primer
plano la historia de quienes han sido expulsados, ignorados, desplazados.
Inmigrantes, refugiados, los sin raíces, los rechazados, pero también
cualquiera que alguna vez haya sentido que no pertenece.
En Estados
Unidos y mucho más allá, este aspecto expone la herida supurante de la
exclusión, mientras las naciones se repliegan en la frágil armadura de un
patriotismo tóxico, pretendiendo que el aislamiento las protegerá de las
crecientes mareas de la realidad. Kirón con Eris nos dice lo contrario. Su
mensaje es urgente: la sanación solo es posible cuando enfrentamos el dolor de
la separación, cuando dejamos de exigir uniformidad para ofrecer pertenencia.
El don de Kirón nunca es la comodidad. Es la verdad, la claridad, y en última
instancia, la liberación de la vergüenza de ser
diferentes.
Este es un
momento para reflexionar sobre esos lugares solitarios dentro de
nosotros, esa sensación no dicha de no encajar —y
comprender que esos mismos lugares son portales hacia una nueva forma de
conexión. Una que no depende de la conformidad, sino de la autenticidad.
También hay
un eco más íntimo de este tema, resonando a través del quincuncio de Lilith y
Vesta en Escorpio al Sol y la Luna en Géminis. Esta alineación incómoda dirige
nuestra atención hacia aquellas historias que deben ser contadas, incluso
cuando se sienten peligrosas. Los testimonios que emergen ahora —como el de
Cassie Ventura en el juicio a Sean Combs— exponen lo que durante mucho tiempo
ha estado oculto tras el poder y el silencio. El coraje que se necesita para
hablar, para nombrar lo ocurrido, para llevarlo al ámbito público. Este es el
fuego sagrado de Vesta alineado con la fuerza femenina primordial de Lilith. No
es solo personal; es arquetípico.
Lilith, una
vez sacerdotisa en los templos de Inanna, y Vesta, guardiana de la llama
sagrada en los templos griegos, no eran símbolos de vergüenza sexual, sino de
poder sexual e integración espiritual. Ellas presidían los ritos sagrados donde
lo masculino y lo femenino se unían —no en pecado, sino en ceremonia.
En su expresión original, estas figuras nos recuerdan que el sexo, en su
esencia, debe ser reverenciado como un puente entre lo divino y lo humano, un
ritual de unión cósmica. Su distorsión en figuras de represión y tabú refleja
cuán lejos nos hemos desviado de esa comprensión. Pero esta lunación abre una
puerta —aunque sea pequeña— para recuperar ese saber profundo. Para recordar
que el cuerpo es sagrado, que la verdad es sagrada, y que sanar requiere mirar
ambos.
Esta
lunación trae consigo el potencial de sanar a través de la palabra, del
testimonio, de la conexión. Nos invita a encontrar nuevas palabras para
heridas antiguas, nuevas formas de expresar aquello que llevamos
dentro desde hace mucho tiempo. El mundo está cambiando. El cielo lo confirma.
Se nos invita ahora a responder con claridad, honestidad y un renovado
compromiso con el tipo de diálogo que no se esconde de la verdad.
Y ahora, más
que nunca, los signos de Aire —Géminis, Libra y Acuario— están siendo llamados
a liderar. Estos signos contienen los códigos para una comunicación consciente,
para un discurso ético, para el movimiento de ideas que liberan en lugar de
dividir. Son quienes pueden nombrar el momento, hacer las preguntas correctas y
sostener el espacio para una evolución colectiva.
Pero no
están solos. Los signos Mutables —Virgo, Sagitario y Piscis— también están
siendo agitados. Ellos son los traductores, los visionarios, los críticos, los
poetas. Son quienes sienten las mareas del cambio y nos ayudan a comprender lo
que se nos está pidiendo.
Así que
habla: Escribe. Graba. Canta. Rapea. Baila. Crea. Hazlo solo si es verdadero,
si nace de un lugar de Integridad y Amor. No necesitamos más ruido. Necesitamos
claridad. Necesitamos coherencia. Necesitamos verdad —como solo Géminis
enfrentando a Sagitario puede recordarnos. La verdad que nos libera. La
verdad que verdaderamente nos conecta.
Porque
incluso en un mundo de cambio constante, algunas cosas permanecen: el Amor, la Belleza, y la profunda y dolorosa necesidad de ser
vistos y escuchados —exactamente como somos.
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