Por Deepak Chopra
Según el Vedanta sólo existen cinco razones por las que sufren los humanos: la primera es no saber quiénes somos. La segunda es identificarnos con nuestro ego o imagen de nosotros mismos. La tercera es aferrarnos a lo que es pasajero e irreal. La cuarta es acobardarnos ante lo que es pasajero e irreal. Y la quinta es el miedo a la muerte. El Vedanta también dice que las cinco causas del sufrimiento están contenidas todas ellas en la primera: no saber quiénes somos. Si podemos responder esta pregunta básica, ¿quién soy?, puede que encontremos la respuesta a todas las demás preguntas relacionadas, como: ¿De dónde vengo? ¿Qué sentido y propósito tiene mi vida? ¿A dónde iré cuando muera?
Ahora
bien, si alguien te preguntara: "¿Quién eres?", probablemente tu
respuesta seria: "Oh, me llamo fulano de tal. Soy americano, o soy
japonés, o soy el presidente de esta empresa". Todas estas respuestas se
refieren a tu imagen propia o a un objeto externo a ti mismo: un nombre, un
lugar, una circunstancia. Este proceso de identificación con tu imagen o con
los objetos de tu experiencia se llama referencia al objeto.
Puede
que también te identifiques con tu cuerpo y digas: "Éste es mi cuerpo.
Este saco de carne y huesos es lo que soy". Pero entonces la pregunta
es: ¿Qué es el cuerpo, y por qué lo llamas tuyo? El cuerpo
que llamas tuyo es, en realidad, materia prima del universo: tierra, agua y
aire reciclados. Pero lo mismo es el árbol que hay al otro lado de tu ventana.
¿Por qué llamar tuyo al cuerpo cuando no llamas tuyos a las estrellas, a la
luna o al árbol que hay al otro lado de tu ventana? Por supuesto, tu cuerpo te
parece más próximo a ti, pero eso da por hecho que sabes dónde está situado
físicamente el "Yo soy" que piensas que eres.
De
alguna manera, muchos creen que el "yo" que se dicen a sí mismos (la
consciencia encapsulada dentro de su piel) está situado en alguna parte de su
cabeza. Otros piensan que está situado detrás del corazón o el plexo solar.
Pero ningún experimento científico ha encontrado nunca un centro de consciencia
en ningún lugar del espacio o del tiempo.
Una
percepción interesante nos llega tanto de la ciencia védica como de la cábala
judía: el centro de nuestra consciencia es el centro de todo el espacio y el
tiempo. Está a la vez en todas partes y en ningún lugar. Pero asumamos por un
momento que tu consciencia está situada en donde estás sentado físicamente. Si
este universo tiene dimensiones infinitas ―y los físicos nos aseguran que es
así―, entonces el infinito se expande en todas las direcciones desde donde
estás. Eres el centro del universo; pero yo también, porque el infinito también
se expande en todas las direcciones desde donde estoy. El infinito también se
expande en todas las direcciones desde una persona en China, un perro en
Siberia y un árbol en África. La verdad es que estoy aquí, pero también estoy
en todas las demás partes, porque aquí es allí desde todos los demás puntos en el espacio. Tú
estás allí, pero también estás en todas las demás partes,
porque allí es todas partes, o ninguna parte específicamente.
En
otras palabras, la ubicación en el espacio es una cuestión de percepción.
Cuando decimos que la luna está cerca y el sol está lejos, eso sólo es cierto
desde nuestra posición particular. En realidad, no hay arriba o abajo, norte o
sur, este u oeste, aquí o allí. Esos son tan sólo puntos de referencia para
nuestra conveniencia. Todo en el cosmos es no local, lo que quiere decir que no
podemos confinarlo aquí, allí o en ninguna parte.
Pero
mis ojos me dicen que no es así. Yo estoy aquí, tú estás allí, dondequiera que
estés. De manera que quizá no deberíamos confiar tanto en nuestros sentidos.
Mis ojos me dicen que la Tierra es plana, pero ya nadie cree eso. La
experiencia sensorial me dice que el suelo que piso está inmóvil, pero sé por
la ciencia que la Tierra está girando sobre su eje y desplazándose por el
espacio exterior a miles de kilómetros por hora. La experiencia sensorial me
dice que los objetos de mi percepción son sólidos, pero eso tampoco es verdad.
Sabemos que los objetos se componen de átomos, que a su vez se componen de
partículas que giran en torno a enormes espacios vacíos.
La
experiencia de un mundo material es una superstición que hemos desarrollado
porque hemos aprendido a confiar en nuestros sentidos. En realidad, el universo
es un caos de sopa de energía, e ingerimos esta sopa a través de nuestros cinco
sentidos, y luego la convertimos en una realidad material en nuestra
consciencia. Nuestros sentidos transforman la energía sin masa en sonido y
vibración, forma y solidez, textura y color, fragancia y gusto. Y nuestra
interpretación de esa sopa de energía estructura nuestra realidad y crea
nuestra experiencia perceptiva. Durante la mayor parte del tiempo hacemos esto
inconscientemente como resultado del condicionamiento social. Los filósofos lo
han denominado la hipnosis del condicionamiento social.
Cuando vivimos bajo esta hipnosis creemos en la superstición del
materialismo.
La
superstición del materialismo acepta la experiencia sensorial como la
verificación decisiva de la realidad. En esta cosmovisión, la realidad es lo
que podemos ver con nuestros ojos, oír con nuestras orejas, oler con nuestra
nariz, saborear con nuestra boca o tocar con nuestras manos. Si la energía o
información no es asequible a nuestros sentidos, tendemos a pensar que no
existe. Y el intelecto, con su sistema lógico estructurado lingüísticamente,
sirve para justificar esta percepción errónea de la realidad.
La
experiencia sensorial es totalmente ilusoria; es tan efímera como una fantasía
o un sueño. ¿Existe realmente algo como el color rojo? Todo color que ves es
una longitud de onda específica de luz, y la luz que realmente puedes captar es
una fracción de la que existe. ¿Durante cuánto tiempo puedes aferrarte a un
mundo de Ilusión? Puede que pienses que eres el cuerpo que tus sentidos pueden
situar en el tiempo y en el espacio, pero el cuerpo es un campo de vibraciones
invisibles que no tiene limites en el espacio y el tiempo.
De
modo que puede que no seas la imagen con la que te identificas, y puede que no
seas el cuerpo. Entonces, al menos, debes ser tus pensamientos y sentimientos.
Pero ¿quién puede afirmar sinceramente que sabe de dónde vienen los
pensamientos y los sentimientos? ¿De dónde vienen, y dónde desaparecen?
Si
no puedes alegar exclusividad sobre los objetos de tu experiencia, tu cuerpo,
ni siquiera tus pensamientos y sentimientos, entonces ¿qué puedes decir que es
tuyo? Y aquí nos salva el conocimiento del Vedanta. Si sustituyes la
palabra exclusivo por la palabra inclusivo,
entonces no eres sólo estos objetos, no eres sólo estos pensamientos y sentimientos. Eres todo, eres todos los cuerpos,
eres todos los pensamientos y sentimientos. Eres un ámbito
de todas las posibilidades.
El
tú esencial, tu esencia real, es un ámbito de
conciencia que interactúa con su propio ser y luego se convierte en mente y
cuerpo. En otras palabras, eres consciencia o espíritu, que luego concibe,
construye, gobierna y se convierte en la mente y el cuerpo. El tú real es
inseparable de los patrones de inteligencia que impregnan cada fibra de la
creación.
En
el nivel más profundo de la existencia eres Ser, y no estás en ninguna parte,
y, a la vez, estás en todas partes. No hay otro "tú" que el cosmos
entero. La mente cósmica crea el universo físico, y la mente personal
experimenta el universo físico. Pero, en verdad, la mente cósmica y la mente
personal están impregnadas de consciencia infinita. La consciencia infinita es
nuestra fuente, y toda manifestación es inherente dentro de ella.
La
consciencia infinita que se observa a sí misma crea la idea del observador, o
el alma; el proceso de observación, o la mente; y lo que es observado, o el
cuerpo y el mundo. El observador y lo observado crean relaciones entre ellos;
esto es el espacio. El movimiento de estas relaciones crea sucesos; esto es el
tiempo. Pero todos estos fenómenos no son otra cosa que la consciencia infinita
misma.
En
otras palabras, somos consciencia infinita con un punto de vista localizado. Y,
no obstante, todo nuestro sistema de pensamiento separa al observador de lo
observado; divide la consciencia infinita en un mundo de objetos separados por
el espacio y el tiempo. El intelecto nos aprisiona en una jaula de imágenes
ficticias, una red sofocante de espacio, tiempo y causalidad. Como resultado de
ello perdemos el contacto con la verdadera naturaleza de nuestra realidad, que
es poderosa, ilimitada, inmortal y libre.
Todos
somos prisioneros del intelecto. Y el error del intelecto es, en una sola
frase, éste: confunde la imagen de la
realidad con la realidad misma. Mete a la fuerza al alma en el volumen de un
cuerpo, en el intervalo de tiempo de una vida, y así se crea el maleficio de la
mortalidad. La imagen del ser eclipsa al Ser
ilimitado, y nos sentimos aislados o desconectados de la consciencia infinita,
nuestra fuente. Éste es el comienzo del miedo, el nacimiento del sufrimiento y
de todos los problemas de la humanidad, desde nuestras pequeñas inseguridades a
nuestras grandes catástrofes, como la guerra, el terrorismo y todos los demás
actos de degradación humana. Para quien está atrapado en la prisión del
intelecto, ciertamente todo es sufrimiento. Pero la causa de este sufrimiento
puede ser evitada. La ignorancia de nuestra verdadera naturaleza hace que el
ser interior quede oscurecido. Pero cuando se destruye la ignorancia se revela
la naturaleza poderosa, ilimitada, del ser interior.
Al
principio puede que esto te suene extraño y abstracto, pero si persistes
pacientemente con este concepto y lo comprendes harás el más espectacular de
los descubrimientos: tu verdadero yo no es material y, por tanto, no está
sujeto a las limitaciones del espacio, el tiempo, la materia y la causalidad.
El alma, el espíritu, tu ser esencial, está más allá de todo eso. En este mismo
momento estás rodeado por un ámbito de consciencia pura. La consciencia pura
ilumina y anima tu mente y tu cuerpo, y es poderosa, nutriente, invencible,
ilimitada y libre. La consciencia pura, el espíritu eterno, lo anima todo en la
existencia, lo que significa que es omnisciente (lo sabe todo), omnipresente
(presente en todas partes simultáneamente) y omnipotente (todopoderosa).
Ahora
bien, no te preocupes si no comprendes esto totalmente. En los capítulos
siguientes examinaremos con más detalle las diferentes expresiones del
espíritu, el ser interior, la fuente de todo lo que existe. Según vayas leyendo
estas páginas entenderás mejor quién eres realmente. Una vez que hayas captado
completamente este entendimiento, tu vida se asentará en la alegría. No sólo
dispondrás de la fuerza para lograr todo lo que quieras, sino que también
tendrás verdadera libertad y gracia. Esto significa que nunca sentirás miedo,
ni siquiera el miedo a la muerte.
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