Por Roberto Assagioli,
Traducción
por Alicia García del original de Kenneth Sorengen
Este
tema puede producir algo de sorpresa y hacer que el lector se pregunte cómo la
alegría, que es un estado mental o una actitud interna, pueda ser considerada
una «técnica».
Espero mostrar que la alegría puede verdaderamente ser una técnica o, más precisamente, puede ser estimulada, desarrollada y mantenida mediante ejercicios psicológicos. ¡Qué enormemente se necesita, especialmente en la actualidad! Este tema tiene una conexión directa con el de la Voluntad.
Esta
última anotación necesita ser aclarada. Se puede objetar que la alegría es un
estado mental que o bien uno lo tiene o no lo tiene; no puede ser generado
artificialmente a través de la voluntad.
Esta
objeción hace surgir todo el problema de las relaciones entre la voluntad y las
demás funciones psicológicas y actividades en general, y con las emociones y
sentimientos en particular.
Es
verdad que un cambio en el estado mental no puede ser provocado por una
imposición directa de la voluntad. Una imposición perentoria y represiva de la
voluntad puede producir reacciones contrarias y fallar en su propósito.
Este
es el error de los moralistas y educadores autoritarios que usan métodos
basados en las prohibiciones, amenazas, condenas y castigos.
En
contraste, la aplicación de técnicas psicológicas adecuadas, guiadas por una
voluntad iluminada y hábil, puede actuar poderosamente sobre todas las
funciones psicológicas y puede cambiar la tendencia de un estado mental.
Emprenderé la demostración de esto en lo que concierne a la alegría.
Es
innecesario realizar una definición teórica de la alegría. Todo el mundo sabe,
más o menos, lo que es.
Además,
en el campo de la psicología las definiciones sirven muy poco, porque se llega
al conocimiento de los hechos psicológicos principalmente a través de la
experiencia directa.
Por
otro lado, puede ser de ayuda indicar algunas de las características de la
alegría y hacer algunos breves comentarios sobre sus asociaciones con otros
estados mentales y actividades internas.
La
alegría tiene vínculos estrechos y afinidades con el humor. He hablado sobre la
naturaleza del humor y sus usos en la monografía Sabiduría sonriente.
Hablando
en broma, uno puede llamar a la alegría, un «hermano menor» del humor: uno
tiende a despertar al otro y animar su aparición.
Pero
son bastante diferentes, como queda revelado por el hecho de que puede haber
humor sin alegría y alegría vacía de humor. El último puede ser satírico,
irónico, a veces mordiente. La alegría, por el contrario, es serena, buena por
naturaleza y sonriente.
De
forma similar, la alegría puede ser considerada el hermano menor del disfrute.
La
alegría abre el camino al disfrute y promueve sus manifestaciones.
Y al
revés, el disfrute incluye el estado mental que es la alegría (me referiré a
esto más tarde cuando trate del disfrute Franciscano).
De
nuevo, la alegría tiene una asociación cercana al juego. Jugar promueve la
alegría y ésta a su vez, estimula al juego.
Vamos
a examinar la cosa práctica: ¿cómo puede la alegría ser estimulada, cultivada y
mantenida?
Hay
dos grupos de métodos. En un grupo están las técnicas para eliminar los
obstáculos a su expresión; en el otro, aquellas cuyo objetivo es evocarla
directamente. La irritación constituye uno de los mayores obstáculos.
Pero
luchar contra la irritación con una intervención de la voluntad, no funciona, o
si funciona momentáneamente, puede tener efectos dañinos y producir reacciones
violentas.
La
forma más directa de eliminar la irritación y la hostilidad y el impulso
agresivo asociados a ella, es descargarla mediante actividades inofensivas que
tengan un significado simbólico: como cortar madera, rasgar periódicos y
similares, aporrear una cama o dar puñetazos a un balón.
Una
forma más fiable y diría más cultivada de hacerlo, es la que se describe en un
reciente artículo del Reader’s Digest por A. y S. Mydans, But What Sort
of People Are These Japanese (Pero, ¿qué tipo de gente son esos
japoneses?).
«En
Japón se le da mucha importancia al autoccontrol individual o en grupo. La
ultramoderna planta Eléctrica Matsushita mantiene reservada una habitación para
los trabajadores que albergan sentimientos reprimidos, donde pueden ir y
recuperar el auto-control. Cualquiera que sienta la necesidad, puede dejar su
trabajo con este objetivo, y quince o veinte personas pueden usar esta
habitación diariamente. Contiene dos muñecos cubiertos con pesadas lonas y
bastones para golpearlas. Al más pequeño de los muñecos se le ha golpeado
tanto, que la estructura de metal que forma la cabeza es visible a través del
relleno de paja, y el vientre tiene un gran agujero en la envoltura. El muñeco
no representa un superior, sino el yo del que golpea».
Otra
forma de descargar la irritabilidad es escribir cartas recriminadoras, críticas
e incluso abusivas, a las personas que han despertado nuestra hostilidad, y
después no cursarlas.
Todas
estas formas son efectivas, porque las satisfacciones simbólicas son tan
gratificantes como las reales.
El
método usado en Japón tiene un valor adicional en tanto en cuanto permite que
la irritabilidad y hostilidad hacia nosotros mismos salgan a la superficie y
entonces descargarlas.
Esto
tiene una importancia real, ya que un mecanismo inconsciente asociado puede
fácilmente infligir un autocastigo que puede desarrollar formas extremas.
Es,
en realidad, una cuestión de reacciones contra una parte de nosotros mismos que
querríamos no tener. Hacerlo objetivo sobre un muñeco es una buena forma de
liberarnos de ello.
Pero
hay otros métodos mejores o más directos disponibles después, o además, de la
aplicación del método de la descarga.
Se
puede decir que la descarga elimina la irritabilidad del momento, pero para
llegar a sus raíces, se puede proceder de la manera siguiente: primero de todo,
examinar críticamente y reflexionar sobre los efectos dañinos que la ira nos
produce.
Estos
han sido definidos así: «La ira es el precio que pagamos por las faltas de
otros».
El
reconocimiento de la inutilidad de la ira está sucintamente expresado en el
proverbio chino: «Si hay remedio, ¿por qué enfadarse?. Y si no hay remedio, ¿de
qué sirve enfadarse?».
La crítica
es una de las formas de expresar hostilidad. Habiendo hablado de esto en otras
ocasiones, me limitaré aquí a citar lo que dijo Henry Ford: «No encuentres
defectos, encuentra soluciones. “Todos podemos quejarnos”.
Mucho
de nuestro malhumor, mucho de nuestro sufrimiento e infelicidad, tienen su
origen en las críticas de otras personas, debido a la importancia que le damos
a su opinión sobre nosotros.
Esta
es realmente una de las cosas más inútiles que se pueden hacer. A menudo somos
objeto de las críticas, así que ¡es mejor conocerlas y aceptarlas desde el
principio!.
Un
texto Budista, el Dhammapada, que data de varios siglos antes de Cristo,
constata: «Este es un antiguo proverbio, ¡oh Atula!. Critican a aquellos que
hablan, critican a aquellos que están en silencio e incluso aquellos que hablan
poco son criticados; nadie en el mundo deja de ser censurado».
Otro
proverbio que ayuda a conquistar esta tendencia: «Ellos dicen. ¿Qué dicen
ellos?. ¡Déjales que digan!».
Y
finalmente, un proverbio Oriental: «Los perros ladran, la caravana pasa».
Una
manera efectiva de alcanzar una actitud de no-reacción, tanto interna como
externa, hacia aquellos que son hostiles o aquellos considerados como enemigos,
es reconocer lo útiles que son.
Como
ha dicho Inayat Khan: «Mis amigos me envía a dormir, mis enemigos me mantienen
despierto».
Adler
era un psicoterapeuta que se dedicó con devoción especialmente a promover las
correctas relaciones humanas a través de eliminar la auto-afirmación hostil.
Escribió
estas sutiles palabras:
«Mis
enemigos siempre me han bendecido. Cuando no contradicen mis ideas, se las
llevan y claman que son suyas, pero de esta forma les dan más amplia
diseminación. Si lo que creo que he descubierto es llamado Freudiano o no, no
me importa. Creo que es verdad y de utilidad permanente para la humanidad y
esto me hace feliz».
Así
que reconozcamos entonces la utilidad de los «enemigos».
Además,
la animosidad necesita a dos; si alguien es mi enemigo y yo no soy su enemigo,
no hay animosidad.
Otro
serio obstáculo a la alegría es la conmiseración con uno mismo. En otras
palabras, la autocompasión.
Muy
extendida y dañina, va frecuentemente acompañada por un insano sentimiento de
complacencia. Proporciona el terreno para que broten otras reacciones
negativas: la envidia, el resentimiento, los impulsos de revancha.
Se
puede luchar contra y eliminar la autocompasión mediante el reconocimiento de
la dolorosa naturaleza de la condición humana universal, y especialmente
pensando en el enorme número de seres humanos que están sufriendo mucho más de
lo que sufrimos nosotros (los enfermos, los prisioneros, los aislados y los
desamparados).
Las
líneas del dramaturgo italiano Metastasio, expresan de una forma sencilla una
gran verdad: «Si la angustia estuviese escrita en la frente, muchos de los que
son envidiados despertarían compasión».
Otro
obstáculo a la alegría, que es menor pero continúa siendo muy común, es la
impaciencia.
Un
proverbio chino lo expresa así: «Viendo un huevo, uno espera oírlo cantar».
Así, una de las técnicas psicológicas a desarrollar, es «el arte de esperar».
Un
obstáculo mayor a la alegría, es la preocupación. También se puede decir mucho
sobre este asunto, pero no lo haré en esta ocasión. La idea está bien expresada
en el dicho: «Hoy es que mañana te estuviste preocupando tanto ayer».
Entre
otros obstáculos a la alegría, no para todos pero sí para muchos, es el apego a
la tristeza, encontrar satisfacción en la tristeza.
Aparte
de las causas personales de esta forma de rechazo de la alegría, hay un número
de causas compartidas o culturales que deben ser claramente vistas si se tienen
que eliminar.
Una
es el negativismo filosófico que concibe al hombre como alienado, como la
víctima de fuerzas externas, como condenado al sufrimiento y como haciendo bien
cuanto más sufre y por lo tanto, reconociendo con ojos complacientes su
miserable estado.
Según
esta línea de razonamiento, dado que el sufrimiento es lo que le toca al
hombre, el sufrimiento autoconsciente es la forma más heroica e
intelectualmente honesta de dirigir la propia vida.
La
proposición de tal posición está basada en ciertas suposiciones que, siendo
erróneas, son concebidas como axiomáticas.
Afortunadamente,
sin embargo, tales líneas erróneas de pensamiento se están volviendo obsoletas
a medida que más y más gente empieza a ver la existencia de una comunión
natural entre el hombre y los diversos aspectos de la realidad: me refiero a un
rango de tendencias desde el movimiento ecologista por una mano y el interés en
las religiones Orientales por otra.
Hasta
la propia concepción del hombre de sí mismo, la piscología humanista y las
variedades más positivas de existencialismo están ayudando a abrir la
perspectiva del hombre a las fuerzas positivas y creativas dentro de él.
En
este punto estaría bien reconocer que, como con todas las buenas cualidades, la
alegría puede ser excesiva e inapropiada.
La
vida mantiene situaciones serias, denso sufrimiento, problemas humanos,
individuales y colectivos, que la alegría no puede resolver. Deben ser considerados
y enfrentados con la debida seriedad, pero tal seriedad debería ser reservada
solamente para ellos.
Nos
tomamos fácilmente tantas cosas en serio que no lo garantizan.
Nosotros
malgastamos, por decirlo así, nuestro capital de seriedad de forma que no hay
suficiente para las cosas verdaderamente importantes. Por lo tanto, la regla
es: la seriedad en todo aquello que lo merezca y lo pida, y para el resto,
alegría.
Llegamos
ahora a las técnicas activas para el desarrollo de la alegría.
El
método general es cultivar los estados mentales y los sentimientos antítesis de
aquellos que la bloquean, y también estimular aquellos que directamente la
expresan. Como en el caso de todas las otras cualidades que deseamos
desarrollar, es una cuestión de abrirse uno mismo a las influencias que emanan
las cualidades deseadas.
De
la misma manera que nos podemos exponer a influencias físicas beneficiosas,
aire, luz solar, rayos ultravioleta, etc., igual podemos y deberíamos abrirnos
intencionadamente a fuerzas espirituales y psicológicas beneficiosas.
Hay
numerosas formas de hacerlo. La más simple y sencilla es leer libros adecuados
o escuchar música adecuada. Hay muchos libros que puede evocar la alegría.
Entre
ellos están las novelas de P.G. Wodehouse, llenas de humor picante pero
simpático. El autor juega con aspectos cómicos, la debilidad y la estupidez de
un amplio rango de caracteres en la «comedia humana».
Con
imparcialidad sonriente, hace que nobles y plebeyos, chicas y hombres jóvenes
enamorados, artistas e intelectuales, editores y gánsteres, ingleses,
americanos, franceses… entran en escena.
Debería
hacerse una mención especial a Leave it to Smith (Déjaselo a
Smith), en la cual el héroe circula entre aquellos caracteres con un buen humor
perpetuo y se libera de forma inteligente de una serie de situaciones difíciles
y complicadas. Smith es probablemente un modelo idealizado del autor.
En
algunos humoristas de estatura superior, hay una fuerte tensión de sátira
mordiente, como en Swift, o un sentido de compasión, como en el libro de
Manzoni I Promessi Sposi, * mientras que en otras la sátira permanece de buen
humor y sonriente, como en los trabajos de Horace.
En
la esfera de la música, la vivacidad y la serenidad son características
constantes de las piezas de Haydn, mientras que la broma que Wagner pone
en Die Meister Singer de los compositores académicos, es
realmente divertida.
Pero
quizá la obra maestra de humor musical es El Barbero de Sevilla, de Rossini. La auto
glorificación de Fígaro es irresistiblemente graciosa.
A un
nivel más modesto, no faltan canciones para «suavizar el entrecejo fruncido» y
traer una sonrisa a los labios apretados. Estas piezas son un buen antídoto en
momentos de depresión, irritabilidad o mal humor.
Otra
técnica, tan efectiva como sencilla y fácil de realizar, involucra el uso de
Palabras Evocadoras. Utiliza una serie de cartas, cada una impresa con el
nombre de una cualidad buena y positiva.
Estas
cartas, colocadas en posiciones fácilmente accesibles a la vista de una
persona, tienden a evocar en él las correspondientes cualidades.
Frases,
aforismos e imágenes adecuadas, pueden ser usadas con el mismo propósito (2).
Hay
otro Ejercicio de Psicosíntesis establecido, por el cual la alegría puede ser
evocada directamente y cultivada metódicamente.
En
el Ejercicio para Evocar la Serenidad, la alegría puede ser sustituida por
serenidad. Modificado así, una descripción de este ejercicio se adjunta como
apéndice al final de este texto.
Pero
el método fundamental de neutralizar tanto la rebelión como la auto-compasión,
es la aceptación. No una aceptación pasiva o una sumisión resignada, sino una
aceptación inicial, seguida por el logro de lo que es posible si, y cuando lo
es altera la situación.
Un
buen ejemplo: un anciano siempre estaba alegre a pesar de todos los problemas
que había tenido.
Su
respuesta a aquellos que le preguntaban cómo se las arreglaba para mantenerse
alegre y calmado, era: «He aprendido a colaborar con lo inevitable». ¡Qué
sabiduría hay en esas palabras!
Una
expresión algo ingenua pero fundamentalmente acertada, es atribuida a una
discípula de Emerson, que se le acercó un día y anunció: «Acepto el universo».
Emerson la miró por un momento y replicó: «Más te vale!»
Actuar
«como si» es otra técnica psicológica de lo más útil. Hay muchas ocasiones
cuando no hay tiempo de neutralizar un estado mental, tales como la depresión o
la irritabilidad, y en las que no obstante debemos dominar la situación al
momento.
Este
es el momento de comportarse como si el humor no existiera. Sonreír, hablar
amablemente a la persona a la que querríamos tratar mal no es un remedio
radical, pero es efectivo. Desviar nuestra atención de un estado mental nos
ayuda a desidentificarnos de él y reducirlo.
Pero
principalmente elimina los círculos viciosos que a menudo creamos en formas
tales como: Estamos irritados y conscientes de ello; entonces estamos irritados
con nosotros mismos por estar irritados; somos conscientes de que es una
estupidez y esto aumenta nuestra irritabilidad; ¡y así sucesivamente!
La
misma cosa sucede con la depresión: la conciencia de estar deprimido deprime
más a uno, etcétera. Si, sin embargo, uno desvía la atención y la dirige hacia
el estado psicológico opuesto, y si uno actúa como si no estuviese deprimido,
el estado negativo se reduce y se controla temporalmente.
La
aplicación de esta técnica «como si», puede extenderse aún más a cultivar la
felicidad y la alegría internas, a pesar del sufrimiento. No se espera que haya
eliminación del sufrimiento, pero un estado mental sereno y positivo se puede
mantener durante el dolor.
La
multiplicidad psicológica de la mente humana hace eso posible porque nuestras
diferentes partes pueden, y generalmente lo hacen, funcionar independientemente
una de otra. Esto ha sido sucintamente expresado por el filósofo Campanella en
las palabras: «En carne afligido, en disposición feliz».
Mientras
el cuerpo sufre, la mente puede permanecer serena, incluso feliz. Para
conseguir esto, es necesario no identificarse uno mismo con el propio cuerpo,
sino mirarlo como el instrumento que es –en la amable frase de San Francisco:
«Hermano Asno».
Esto
conduce a la consideración de la alegría Franciscana. Aunque San Francisco
sufría mucho, era feliz y animaba la felicidad en sus frailes. Solía decirles
que debían ser «bufones de Dios», para arrastrar las almas a Dios.
De
hecho, el gozo, el contento y la alegría, son magnéticos. Un episodio
significativo en la vida de San Francisco indica cómo, cuando él estaba
buscando un sitio donde establecer un monasterio, vino a Chiusi en Toscana.
Dio
un sermón en la residencia de Orlando, Conde de Chiusi, sobre el tema: «Tan
grande es lo Bueno que yo estoy esperando que todo dolor es gozoso para mí.
Su
discurso causó tal impresión que el Conde Orlando le ofreció el Monte de La
Verna para este propósito. Esto llevó a la construcción de lo que hoy es un
santuario Franciscano solamente segundo en importancia respecto de Asís.
Otro
método de cultivar la alegría serena tiene que ver con el reconocimiento de la
naturaleza relativa de un evento, la apreciación de que los sucesos a menudo
tienen efectos imprevistos e incluso contrarios a lo que momentáneamente
parecen ser.
Esto
es remarcado en una parábola China citada por Lin Yutang en su libro La
Importancia de Vivir: un día un anciano campesino estando con su hijo en la
cima de una montaña, perdió su caballo. Sus vecinos le mostraban su simpatía
por su infortunado evento, pero él replicó: «¿Cómo podéis decir si esto es una
desgracia?»
Algunos
días más tarde, su caballo volvió guiando a unos cuantos caballos. Los vecinos
ahora querían felicitarle por su golpe de buena fortuna. También esta vez el
anciano replicó: «¿Cómo podéis decir si esto es un golpe de suerte?». El hijo
empezó a montar esos caballos y un día se rompió una pierna. La respuesta del
anciano a la condolencia de sus vecinos esta vez, fue: «¿Cómo sabéis que esto
es una desgracia?» Un poco más tarde estalló la guerra, y el hijo, estando
discapacitado, evitó tomar parte en ella.
Tengamos
siempre esta relatividad en la mente.
La
efectividad de una actitud sonriente, positiva hacia la vida, ha sido expresada
así por Inayat Khan: «Aquel que mira la vida con horror está sometido a la
vida; aquel que se toma la vida seriamente, está dentro de la vida; aquel que
saluda a la vida con una feliz sonrisa, se eleva por encima del mundo».
Debería
hablar ahora de las aplicaciones de la alegría, pero puedo hacerlo sólo
brevemente. En psicoterapia, la alegría tiene un amplio rango de aplicaciones,
ya que una gran parte de las alteraciones psicosomáticas y psicológicas tienen
sus raíces en las causas que he estado discutiendo: la irritabilidad,
resentimiento, depresión, victimismo. Así, es evidente que la alegría es
curativa hasta donde podamos eliminar esas reacciones emocionales.
Insistiré
un poquito más sobre la aplicación de las relaciones sociales e
interpersonales. La alegría es un factor indispensable en la vida familiar.
Mucha infelicidad, verdaderamente la mayor parte de fallos familiares
(separaciones, divorcios) deben su origen a la atmósfera de malhumor, crítica,
exigencias, a las cuales me he referido. La alegría puede decirse que es un
lubricante del mecanismo de la vida interindividual, especialmente las
relaciones íntimas de la familia.
Hay
un punto importante sobre las relaciones interpersonales que ha sido enfatizado
por Paul Tournier, uno de los pioneros en la nueva medicina humanística.
Es
que es necesario no asegurar nunca que uno tiene la razón, y sobre todo cuando
uno tiene o cree que tiene la razón. Tournier dice «Tener la razón es
peligroso, siempre ha sido la fuente de toda intolerancia».
Yo
recomiendo fuertemente esta valiosa máxima. Cuando uno no tiene la razón, puede
asumirlo; pero cuando uno tiene la razón y hace valer este hecho, el resultado
es el conflicto. Demostrar a otros que uno tiene la razón es, de hecho,
humillarles; es ofender su vanidad y su prestigio, y así crear reacciones
hostiles.
Las
buenas relaciones humanas en general están generadas y fomentadas por la
alegría. Se ha dicho: «La sonrisa es un arma muy poderosa. Puede incluso romper
el hielo».
Se
oye mucho en la actualidad sobre el aislamiento y la falta de comunicación.
Bien, una amable sonrisa puede ayudar a demoler las barreras artificiales
construidas por la falta de confianza, la sospecha y el miedo a ser mal
interpretado.
La
alegría, el humor en general, debería ser aplicado constantemente en la
enseñanza de todos los temas.
Las
lecciones y esto es ―especialmente verdad en las escuelas de secundaria― se dan
demasiado a menudo de tal manera, que hacen un aburrimiento de lo que debería
ser interesante y placentero.
Todo
podría ser enseñado de una forma atractiva e incluso divertida, obteniendo así
la cooperación del inconsciente, al cual las ideas deben penetrar si tienen que
ser asimiladas y mantenidas disponibles.
Lo
que aburre al inconsciente no se registra. Existen algunos libros de texto
basados en esta ley psicológica, incluso para las matemáticas, un tema en el
que parecería que aplicarla sería difícil. Pero estos libros son pocos y poco
usados.
Otro
departamento importante en el cual la alegría debería hallar amplia aplicación,
es la de relaciones humanas en la vida social, especialmente la asociación
«jerárquica» entre el jefe y sus subordinados en todos los campos: oficinas
gubernamentales, las militares y de negocios de todos los tipos.
Esto
se extiende a las familias también, en las cuales la alegría puede reducir
muchos conflictos entre padres e hijos. Las aplicaciones son evidentes y no
necesitan explicación, pero simplemente recordaré una pequeña historia que
ilustra las consecuencias del malhumor.
«Una
mañana, un Ministro tuvo una pelea con su mujer, que fue quien tuvo la última
palabra.
Al
llegar a su ministerio todavía estaba furioso, envió a buscar al
Vice-Secretario y lo regañó.
Este
último, no siendo capaz, como subordinado, de responder, se marchó con rabia y
le dio una reprimenda al jefe ejecutivo, quien la pasó al superintendente, y
así sucesivamente toda la línea hasta que llegó al portero.
No
teniendo a nadie por debajo de él a quien echar la culpa, le dio una patada al
gato del Ministro.
Podemos
imaginar la atmósfera que había ese día en el Ministerio y la forma como su
personal funcionaba.
Si
el Ministro en cuestión se hubiera aprovechado de alguna de las técnicas
psicológicas para descargar la agresividad, o si por lo menos hubiera querido y
sabido cómo comportarse como si hubiera estado de buen humor, la atmósfera del
ministerio hubiera sido muy diferente.
Todos
los empleados hubieran hecho mejor trabajo por el bien de la nación… y el gato
habría salido ileso.
La
moraleja de este pequeño cuento puede poner de relieve cómo de necesaria es la
alegría también en el campo de la política»
Es
apabullantemente sencillo darse cuenta de que si todos los que mandan tuvieran
una disposición alegre, sería de gran ayuda para evitar las guerras.
Otra
aproximación acertada para gente en posiciones elevadas, políticas o de otra
clase, es cultivar el sentido de la proporción.
El
estudio de la astronomía, ―observación de los cielos estrellados, imágenes de
constelaciones y galaxias― conduce a esto. Fue un método que Theodore Roosevelt
usó espontáneamente cuando era Presidente de los Estados Unidos.
Un
amigo suyo, el naturalista Begbie, relata:
«Roosevelt
y yo solíamos jugar un pequeño juego juntos. Después de hablar durante una
noche, teníamos que salir fuera, al césped, y buscar en los cielos hasta que
hallásemos el débil punto de luz nebulosa detrás de la esquina izquierda
inferior del Gran Pegaso. Entonces, el uno o el otro de nosotros, tenía que
recitar, «Esta es la Galaxia Espiral en la Constelación de Andrómeda. Es tan
grande como nuestra Vía Láctea. Está formada por cientos de millones de soles,
cada uno más grande que el nuestro». Entonces, Roosevelt me sonreiría
abiertamente y diría “¡Ahora creo que somos suficientemente pequeños!». Vámonos
a la cama».
Para
equilibrar esto, sin embargo, está bien reconocer y recordar el valor de cada
ser humano y de cada una de sus actividades, sea lo humilde que sea. Esto nos
ayuda a llevar buena voluntad y alegría para soportar hacer cualquier cosa,
incluso aunque sea pesada y aburrida.
Aunque
parezca muy insignificante en sí, una actividad es en realidad tan necesaria
como las acciones más prominentes que parecen más importantes. Esta apreciación
equilibrada y la resultante buena disposición interna están bien ilustradas por
la historia de los tres canteros.
Un
visitante a un lugar donde se estaba construyendo una de las catedrales
medievales, preguntó a un cantero lo que estaba haciendo. «¿No lo ve?», replicó
este último ácidamente, «estoy cortando piedras», mostrando así su disgusto de
lo que él consideraba un trabajo desagradable y sin valor.
El
visitante continuó e hizo la misma pregunta a otro cantero. «Me estoy ganando
la vida para mí y para mi familia», replicó el trabajador de una forma
atemperada que reflejaba una cierta satisfacción. Mas allá, el visitante paró a
un tercer cantero y le preguntó: «Y usted, que está haciendo?«. Este tercer
cantero replicó gozosamente: «Estoy construyendo una catedral«.
Había
atrapado el significado y propósito de su trabajo; era consciente de que su
humilde trabajo era tan necesario como el del arquitecto, y en cierto sentido,
tenía el mismo valor. Por lo tanto, realizaba su trabajo no solamente
voluntariosamente, sino con entusiasmo.
Recordemos
el ejemplo del sabio trabajador. Reconozcamos y seamos siempre conscientes de
que, por muy limitada que nuestra habilidad parezca, por muy modestos y
humildes que sean nuestros deberes, en realidad son partículas de una Vida
mayor.
Estamos
participando en la revelación del Plan Cósmico, «colaborando con Dios». Ese
reconocimiento nos permitirá aceptar cada situación, desempeñar cualquier
tarea, voluntariosamente, y con alegría.
EJERCICIO
PARA EVOCAR LA ALEGRÍA
[Inspirado
en Evocar Serenidad, publicado en el libro Psicosíntesis: A Manual of
Principles and Techniques (Un Manual de Principios y Técnicas) N.Y.: Hobbs,
Dorman, 1965; paperback-Viking Press, 1971.]
1/
Relaja toda la tensión muscular y nerviosa. Respira lentamente y rítmicamente,
expresa alegría mediante una sonrisa (mirarse en un espejo o visualizarse a uno
mismo haciéndolo, nos ayudará a asumir esta expresión)
2/
Reflexiona sobre la alegría, consciente de su valor y utilidad, especialmente
en nuestro agitado mundo moderno. Apréciala y deséala.
3/
Evoca la alegría directamente pronunciando la palabra varias veces.
4/
Imagínate a ti mismo en circunstancias que te preocupan o que te irritan; por
ejemplo, en presencia de personas poco amigables, teniendo que resolver un problema
difícil, obligado a hacer varias cosas rápidamente o encontrándote en peligro,
y sin embargo, mantenerte alegre.
5/
Planea permanecer alegre todo el día, ser un vivo ejemplo de la alegría,
irradiar alegría.
Nota:
este ejercicio se puede hacer (con las modificaciones adecuadas), no solamente
para la alegría sino también para otras cualidades: valor, gozo, paciencia,
voluntad, etc.
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