“La invitación a vivir como seres multidimensionales no es un llamado a desconectarnos de la vida cotidiana, sino a verla desde una perspectiva más elevada”.
El tema de la multidimensionalidad del ser humano es central, es una visión expansiva y profunda de nuestra existencia. Desde esta perspectiva, el ser humano no es simplemente un cuerpo físico ni una mente lógica, sino una entidad vasta y compleja que opera simultáneamente en múltiples dimensiones de la realidad. Esta idea nos invita a trascender las limitaciones del pensamiento lineal y abrirnos a una comprensión más amplia de quiénes somos y de nuestro papel en el universo.
El concepto de multidimensionalidad parte de la premisa de que no estamos confinados únicamente a la realidad física y material que percibimos con nuestros sentidos. Cada ser humano es un canal de energía y conciencia que interactúa con dimensiones más sutiles, que trascienden el espacio y el tiempo. Estas dimensiones abarcan desde el plano emocional y mental hasta niveles superiores de conciencia donde reside nuestra conexión directa con el espíritu y el alma.
En este marco, la realidad física es solo una capa de una estructura mucho más amplia, como la punta de un iceberg que oculta vastos niveles de energía e información bajo la superficie. La multidimensionalidad implica que somos simultáneamente seres físicos, emocionales, mentales y espirituales, y que cada uno de estos aspectos interactúa constantemente con otros planos de existencia.
Cada dimensión está interconectada y nuestras elecciones y estados internos en una dimensión afectan directamente a las demás. Por ejemplo, las emociones que albergamos en el plano emocional pueden influir en nuestra salud física, así como en nuestra claridad mental. Del mismo modo, conectar con dimensiones superiores de conciencia puede traer un profundo sentido de paz, propósito y claridad a nuestra experiencia en el plano material.
La multidimensionalidad también destaca que el tiempo, tal como lo entendemos en la tercera dimensión, no es lineal en las dimensiones superiores. Esto significa que en niveles más elevados de existencia, todo ocurre simultáneamente: pasado, presente y futuro coexisten en un solo momento eterno. Este entendimiento abre la puerta a la posibilidad de sanar el pasado y de co-crear el futuro desde el presente, al alinearnos con nuestro ser más elevado.
Las dimensiones superiores son espacios de mayor libertad, expansión y conexión con nuestra esencia divina. En estas dimensiones, el miedo, la dualidad y las limitaciones propias de la tercera dimensión se disuelven, dando paso a experiencias de unidad, amor incondicional y claridad. Explorar estas dimensiones no implica abandonar el plano físico, sino integrarlo en una visión más amplia de nuestra existencia .
La capacidad de acceder a estas dimensiones está al alcance de todos, y el camino hacia ellas comienza con prácticas como la meditación, la introspección y la apertura a nuestra intuición. Al cultivar una mayor conciencia de nuestra multidimensionalidad, podemos empezar a vivir desde una perspectiva más plena, confiando en nuestra conexión con lo divino y permitiendo que esta conexión guíe nuestras acciones en el mundo.
En el contexto de los cambios planetarios actuales, el concepto de multidimensionalidad cobra especial relevancia. La humanidad, como colectivo, está atravesando un proceso de transición hacia una mayor integración de su naturaleza multidimensional. Esto implica un despertar masivo a nuestra verdadera naturaleza y una reestructuración de las formas en que interactuamos con nosotros mismos, con los demás y con el planeta.
En este proceso, la energía y la luz juegan un papel fundamental. Reconocer nuestra multidimensionalidad nos permite acceder a nuevas formas de sanación, creación y conexión. También nos libera de la identificación exclusiva con los desafíos de la tercera dimensión, mostrándonos que estos son solo una pequeña parte de una realidad mucho más vasta.
La invitación a vivir como seres multidimensionales no es un llamado a desconectarnos de la vida cotidiana, sino a verla desde una perspectiva más elevada. Esto implica reconocer que cada experiencia, ya sea placentera o desafiante, es una oportunidad para expandir nuestra conciencia y profundizar nuestra conexión con los aspectos superiores de nuestro ser.
Vivir multidimensionalmente significa también honrar todas las dimensiones de nuestra existencia, desde las necesidades físicas hasta las aspiraciones espirituales. Al hacerlo, logramos una mayor integración y equilibrio, y nos convertimos en agentes conscientes del cambio tanto en nuestra vida personal como en el colectivo humano.
La multidimensionalidad del ser humano redefine nuestra comprensión de quiénes somos y nos abre a un vasto potencial de crecimiento y realización. Al reconocer que operamos en múltiples dimensiones simultáneamente, podemos trascender las limitaciones del ego y la dualidad, conectándonos con una realidad más rica y expansiva. Este entendimiento no solo transforma nuestra experiencia personal, sino que también nos invita a participar activamente en la creación de un mundo más consciente y armonioso.
Fuente: Escuela Claridad
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