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20 de octubre de 2025

Inflamación: el fuego silencioso que habita en nosotros

Cuando hablamos de inflamación, muchas veces pensamos en hinchazón, enrojecer o dolor local. Pero la inflamación crónica es otra cosa: es un fuego tenue, persistente, que consume nuestros tejidos desde adentro, silencioso pero eficaz.

No es enemiga por naturaleza -fue un mecanismo vital para nuestra supervivencia- pero cuando se prolonga o se desregula, actúa como fábrica de desgaste, desequilibrio y enfermedad.

¿Qué es la inflamación crónica?

La inflamación aguda es la respuesta rápida del cuerpo ante una agresión: una herida, una infección, un golpe. Llega, combate, repara, se retira. 

La inflamación crónica de bajo grado es un estado de activación constante e inapropiada del sistema inmunitario. No siempre la sentimos ni la vemos, pero nuestro cuerpo la resiente.

Con el tiempo, ese estado inflamatorio persistente puede contribuir al desarrollo de enfermedades crónicas: cardiovasculares, metabólicas, neurodegenerativas, autoinmunes, incluso cáncer.

Este enfoque considera al cuerpo como un todo: los tejidos, el sistema inmune, la mente, la alimentación, la microbiota, las emociones. La inflamación crónica es, en buena medida, un reflejo de cómo estamos viviendo.

¿Por qué surge este fuego interior?

Algunos factores desencadenantes comunes:

Dieta pobre: alimentos ultraprocesados, azúcares refinados, grasas trans, excesos de carnes industriales.

Exceso de tejido graso visceral -la grasa no es pasiva: produce citoquinas inflamatorias.

Estrés crónico, falta de sueño, disrupciones emocionales.

Desequilibrio en la microbiota intestinal, permeabilidad (o “heridas invisibles” en la barrera intestinal).

Toxinas ambientales contaminantes, metales pesados, químicos.

Envejecimiento: con los años la regulación inflamatoria se debilita, y emerge el “inflamación- envejecimiento” (inflamm-aging).

No es una culpa individual, sino un desequilibrio profundo que requiere consciencia, reparación y nutrición adecuada.

Cómo “apagar” ese fuego: una sabiduría restauradora

Aquí convergen ciencia, sensibilidad y arte. No se trata de seguir modas, sino de reorientar el cuerpo hacia la armonía.

1)    Nutrición con alma

Algunos pilares:

Frutas, verduras y plantas: ricas en fibra, fitoquímicos, polifenoles, antioxidantes. Favorecen la red interna de regulación.

Granos enteros en su forma más pura, integrales, sin refinar.

Grasas buenas: aceite de oliva virgen extra, aguacate, frutos secos, semillas, pescados grasos con omega-3.

Legumbres, semillas germinadas, proteínas vegetales: nutren sin cargar el sistema.

Hierbas antiinflamatorias: cúrcuma, garjengibre, matcha, té verde, canela, ajo.

Eliminar o reducir considerablemente alimentos procesados, azúcares añadidos, harinas refinadas, grasas hidrogenadas.

Nota: No se trata de ayunos extremos ni dietas “milagro”, sino de reconstruir una alimentación nutritiva, viva, consciente.

2)   Intestino: el umbral de lo interno y lo externo

La barrera intestinal es el muro donde confluyen alimento, salud y conciencia. Si ese muro se debilita (lo que algunos llaman “permeabilidad intestinal”), se permiten entrar moléculas que el cuerpo interpreta como agresoras, encendiendo la respuesta inmune.

Cuidar la microbiota con prebióticos, probióticos, fibra variada, fermentados (según tolerancias personales) ayuda a fortalecer ese límite.

3)   Movimiento, respiración, ritmo

El cuerpo se abre, libera estrés, organiza su red interna mediante:

Ejercicio suave o moderado (yoga, caminatas conscientes, natación).

Respiraciones profundas, técnicas de pranayama, métodos de respiración que activan el sistema parasimpático.

Ritmos de descanso: sueño de calidad, pausas conscientes, conexión con la naturaleza.

4)   Gestión emocional, integridad psicoespiritual

La inflamación también es lenguaje del alma:

Estrés crónico, heridas emocionales no atendidas, estados de insatisfacción, ira contenida o dolor no procesado pueden alimentar ese fuego.

Prácticas contemplativas: meditación, journaling, respiración consciente, rituales terapéuticos.

Reconectar con propósito y sentido, permitiendo al cuerpo expresar y liberar lo que ya no le sirve.

5)   Apoyo inteligente (no depredador)

Evitar depender de antiinflamatorios de fondo (corticoides, AINEs) sin acompañamiento.

Fomentar procesos internos de “resolución de inflamación”: nuestro cuerpo produce moléculas llamadas resolvinas, protectinas, maresinas, que “apagan” el fuego de forma regulada (una línea reciente de investigación).

Suplementos si son necesarios, pero tras diagnóstico y evaluación individual.

Biomarcadores: las huellas invisibles de la inflamación

Los biomarcadores inflamatorios son las señales químicas que dejan los procesos inflamatorios en nuestro cuerpo. Son moléculas medibles en la sangre, la saliva o la orina, y permiten a médicos y científicos observar lo que el ojo no ve: la intensidad y persistencia del fuego interno.

Entre los más estudiados se encuentran la proteína C reactiva (PCR), las interleucinas (IL-6, IL-1p) y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-a). Cada uno cumple un rol específico en la comunicación inmunológica y, cuando sus niveles se elevan, revelan un estado de alerta sistémico.

Conocer estos valores no solo ayuda a detectar una inflamación activa, sino que también permite prevenir enfermedades crónicas antes de que se manifiesten: cardiovasculares, metabólicas, autoinmunes o neurodegenerativas.

En términos prácticos, los biomarcadores funcionan como un espejo bioquímico: reflejan cómo estamos viviendo, comiendo y gestionando el estrés. Escucharlos -a través de un simple análisis de laboratorio- es una forma de leer el lenguaje interno del cuerpo y tomar decisiones conscientes para restaurar la armonía antes de que el desequilibrio se transforme en enfermedad.

Un viaje, no una meta

Apagar una inflamación crónica no es algo de una semana ni de una “cura”. Es un proceso de re-equilibrio, de reencuentro con la biología esencial. A veces habrá retrocesos: días de desequilibrio, tentaciones, emociones que retornan. Pero con compasión y constancia, el cuerpo puede apagarse en su fuego improductivo y volverse de nuevo sanador.

NOTA. Este artículo es meramente informativo, no tenemos facultad para recetar tratamientos médicos ni realizar ningún tipo de diagnóstico. Te invitamos a acudir a un médico o profesional de la salud en el caso de presentar cualquier tipo de condición o malestar, evita la auto-medicación.

Fuente: Escuela Claridad

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