Por José L. Stevens
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Traducción:
Fara González López
Para la
persona promedio, el chamanismo siempre ha sido algo estrafalario, hasta loco y
extraño, pero después de una posterior investigación estas nociones usualmente
terminan siendo validadas por la ciencia. Una de las nociones más interesantes
del chamán es que todo en el universo come y consume y que todo es depredador o
presa, hasta aspectos del cosmos que normalmente no creemos que sean capaces de
actuar así. Ahora bien, esta perspectiva puede sonar algo alarmista o hasta
desagradable pero verán que realmente es una metáfora útil para entender cómo
evitar ser consumidos. Recuerden no obstante, que los chamanes son muy serios
respecto a su punto de vista de que este universo es como una jungla donde todo
se está comiendo a todo lo demás.
Es obvio
que nosotros los humanos comemos alimentos para sobrevivir y cuando miramos a
la naturaleza a nuestro alrededor, los animales y las plantas lo hacen también.
Casi todos los organismos biológicos consumen luz solar, oxígeno y nutrientes
del entorno para crecer con más salud, más fuertes y más grandes. Las bacterias
comen, los virus comen, los parásitos comen y así sucesivamente. A lo que no
estamos acostumbrados es a considerar que los huecos negros se están comiendo
los soles, los planetas, las lunas, las nubes de polvo, la luz, galaxias entera
y prácticamente todo lo que esté a su alcance gravitatorio. Hasta las galaxias
se consumen al colisionar entre sí. Así que, para los chamanes las cosas
materiales no tienen que ser organismos biológicos para consumir y ser
consumidos.
Sin embargo
esto es solamente el entendimiento superficial del universo de ‘consumir o ser
consumido’. La perspectiva chamánica dice que el comer ocurre a todos los
niveles. Si miramos más de cerca vemos que los países mayores consumen a los
menores, como es evidente en el caso de Rusia con su reciente anexión de
Crimen, y es así con cualquier nación que ha colonizado a otras. Las nuevas
civilizaciones consumen a las más viejas, las culturas mayores consumen a las
menores, los nuevos sistemas de creencias consumen a los más viejos y se
fortalecen mientras que los consumidos se debilitan y desaparecen. A veces
viven en forma fragmentada dentro del nuevo sistema, justo como partes de los
vegetales, granos y carnes que viven de manera transformada en nuestros cuerpos
carnosos después que los consumimos.
Esto
aplica por igual a los idiomas y tecnologías. El inglés tiene muchos fragmentos
de diversos idiomas que ha subsumido. Una nueva tecnología consume a la vieja y
la vieja queda eliminada. Usualmente la nueva tecnología tiene aspectos de la
vieja pero es más eficiente, efectiva o cumple con las necesidades que no hacía
la antigua. Así que si miramos bien de cerca veremos los remanentes de la forma
del coche de caballos en el nuevo auto, las piezas de tecnología de los viejos
aviones de hélice en los nuevos jets, los fragmentos de tecnología de las
antiguas computadoras en los dispositivos móviles y así sucesivamente. El mundo
se está comiendo a sí mismo, venciendo lo viejo y haciendo crecer lo
nuevo.
En el
mundo corporativo vemos una forma bastante obvia de comer y digerir a medida
que las grandes corporaciones integran y consolidan numerosos competidores. Las
industrias aéreas, bancarias, médicas y de seguros son bien conocidas por
consumir a su competencia, para convertirse en grandes gigantes que dominan el
panorama a través de la intimidación y la manipulación como los dinosaurios de
antaño.
El mundo
material es básicamente una gran boca y estómago que comen avanzando hacia
mayor poder e influencia. Una buena ilustración de esto es la jungla ecuatorial
donde todo consume a todo lo demás. Enormes árboles son destruidos por
enredaderas parásitas que entonces crecen al tamaño de enormes árboles que a su
vez son destruidos por otros depredadores que viven de sus cuerpos
descompuestos. El mundo del consumo va más allá de estas formas más obvias de
consumo para evolucionar. Sin embargo antes de continuar aclaremos que esta
actividad interminable de comer y ser comido no trae como consecuencia
necesariamente un mundo o un universo mejor. ¿Cuántas veces han visto
extinguirse a animales, plantas, tecnologías, países, creencias, culturas,
idiomas, corporaciones y similares? No todo el consumo resulta en evolución al
igual que no todo el alimento que se ingiere resulta en un cuerpo saludable. A
veces todo ese consumo resulta en la muerte o enfermedad del depredador. Este
es especialmente el caso cuando lo que se come no se digiere apropiadamente.
A un
nivel más sutil tenemos aspectos energéticos y psicológicos de nosotros mismos
a los que les gusta consumir y a veces esto no puede tener un buen resultado.
Los chamanes clasifican estos aspectos de nosotros como parásitos, consumidores
que destruyen el organismo como un todo. Estamos familiarizados con lo
que sucede cuando tenemos parásitos en el intestino, hígado y torrente
sanguíneo. No es bueno. De la misma forma, los parásitos en la
personalidad son igualmente debilitantes. A lo que los chamanes denominan
parásitos en la personalidad, los budistas llaman el ego. Yo le llamo al
parásito la falsa personalidad porque no es nuestro yo esencial sino un mero
pretendiente al trono.
Naturalmente
la falsa personalidad crece más y más fuerte cada vez que tiene éxito en la
activación de emociones intensas porque eso es lo que ella necesita comer para
sobrevivir a expensas de la personalidad sana. Tiene un millón de técnicas,
maniobras y métodos para lograr su objetivo. La falsa personalidad es como un
virus porque ella ha sobrevivido cientos de miles de años en una forma
efectiva. Mutando con cada generación aparece en nuevas e infinitas formas, no
obstante es de hecho el mismo viejo parásito que era al comienzo. Toda esta
creación de emociones desagradables estresa al cuerpo físico, lo oxida y
eventualmente lo destruye mediante enfermedades y accidentes.
Cada vida
en la que ustedes son consumidos por su parásito termina de la misma manera.
Los chamanes toltecas llaman a esto alimentar al águila. El águila se come
todas sus experiencias no digeridas cuando ustedes mueren. El águila se come
todo el conjunto de pensamientos, sentimientos, sensaciones y reacciones
incompletas que ustedes se negaron a experimentar plenamente a lo largo de su
vida. En otras palabras el águila come aquello con lo que se alimentó su
parásito. Esto es como el pez grande que se come al pequeño que a su vez se
come al todavía menor. El águila mantiene todas estas emociones no digeridas
para la próxima encarnación y la próxima y la próxima consumiendo en cada
vez otro grupo de reacciones no digeridas.
Todas estas
reacciones consumidas se mantienen en un registro hasta su próxima vida donde
ustedes se mantienen alimentando al águila, alimentando al águila, alimentando
al águila, hasta que finalmente logran el rompimiento. El rompimiento significa
que ustedes se viran contra el parásito, la falsa personalidad y la dejan
morir de hambre en lugar de alimentarla. Esto no sucede generalmente de una vez
como si cayera un rayo. Es muy gradual. Primero aprenden a identificar la
actividad parásita, entonces aprenden a no identificarse con ella, entonces ya
no reaccionan ante ella y finalmente la dejan morir de hambre.
Pueden
tener éxito a veces, y a veces el parásito gana porque tiene impulso, sin
embargo poco a poco ustedes se vuelven contra él. Finalmente tienen éxito y
cada vez que este trata de generar emociones que pueda comer, ustedes lo matan
de hambre al negarse a identificarse o a reaccionar con ello. Eventualmente la
falsa personalidad es incapaz de generar la intensidad de emociones de baja
frecuencia en ustedes. En su lugar ustedes activan la neutralidad y dentro del
contexto de la neutralidad cultivan otras emociones de frecuencia superior.
Generan gratitud, amor, perdón, compasión, asombro, alegría y serenidad. Estas
emociones son imposibles de comer para la falsa personalidad porque son de una
frecuencia demasiado elevada para el proceso digestivo de ésta. La falsa
personalidad está diseñada para comer solamente alimentos de baja frecuencia y
este es su defecto fatal. Como un auto que está hecho para funcionar solamente
con combustible diesel, no podrá hacerlo con gasolina de alto octanaje. Una vez
que entiendan esto evitarán cuidadosamente la resistencia y evitarán las
emociones de baja frecuencia que alimentan al parásito. Noten que ustedes
tampoco las gratifican. Al contrario simplemente las aceptan y entonces
reorientan su enfoque hacia las de frecuencia más elevada.
Pueden
llegar a ser muy buenos generando una frecuencia elevada para que la falsa
personalidad se desespere y recurra a estratagemas para hacerlos sucumbir.
Conociendo cada una de sus debilidades ésta tratará al máximo de sacarlos de
sus casillas estimulando la negatividad a través de la distracción. Quizás todo
les va bien sintiéndose bien cuando de pronto conocen que su empleo está amenazado
por un recorte de personal dirigido a disminuir en un 75% por ciento los
trabajadores en su posición. Tienen una elección. Pueden desesperarse y
recurrir al martirologio, al resentimiento y al desamparo. Si lo hacen, han
alimentado los parásitos y de nuevo estos surgirán con vitalidad renovada. Sin
embargo pueden sentir el entusiasmo del potencial de una nueva oportunidad
estimulada por este cambio en ciernes. Instantáneamente ustedes abrazan el
nuevo potencial que les ofrece este cambio y el parásito no puede encontrar un
anclaje de nuevo. Severamente debilitado este se escabulle para encontrar a
alguien con menos resolución.
Este
escenario les revela otro aspecto respecto al fenómeno de comer y ser comido.
La esencia solamente come alimentos de alta frecuencia así que cuando matan de
hambre a la falsa personalidad, están avanzando hacia alimentar a su esencia
haciéndola más fuerte y llena de vitalidad. Mientras más la alimenten mejor se
sentirán. La esencia se alimenta de luz, inspiración, creatividad, amor
incondicional, servicio, gratitud, bendiciones y más. En otras palabras comemos
atención amorosa, placer, compañía, éxito y todo lo que podamos nombrar que
tenga alto octanaje. La esencia solamente se alimenta de buenas cosas y las
buenas cosas se sienten mucho mejor que las cosas de baja frecuencia.
Esto nos
lleva a un aspecto crítico y muy importante del entendimiento de este asunto
chamánico de comer nuestro mundo. La digestión. Hay una gran diferencia entre
comer y digerir. Dedicamos gran parte de nuestra vida a comer sin digerir. Esto
resulta típicamente en indigestión y sabemos cómo se siente eso. Así que ¿qué
significa digerir el alimento que constituye nuestras experiencias, nuestras
emociones, nuestras reacciones y similar? Bajo circunstancias ordinarias
estamos distraídos por una gran cantidad de diversiones utilizadas por la falsa
personalidad incluyendo la negación, la proyección, la represión y más. Estas
maniobras evitan la digestión. Si yo siento intensa pena debido a que mi perro
murió pero no quiero sentirme triste puedo buscar pleito con alguien y
enojarme, y esto me permite sentirme poderoso en lugar de indefenso. No digiero
mi tristeza. Si me siento insultado por mi jefe y siento enojo pero no me
siento seguro expresándolo, puedo volverme sumiso en su presencia y sentir pena
por mi mismo en su lugar. El enojo no está digerido. Si soy un mártir y alguien
es bondadoso conmigo y eso me hace sentir un momento de gratificación, me
adelanto y lo quito de en medio para continuar sintiéndome como una víctima.
Dejo el buen sentimiento sin digerir.
Todas
estas experiencias y reacciones que no se digieren no desaparecen sino que se
almacenan en el subconsciente y crean indigestión. En otras palabras las
emociones y experiencias no digeridas nos desangran y envenenan nuestras vidas
en una miríada de formas. A veces se traducen y se almacenan como un exceso de
grasa en el cuerpo. A veces se muestran como alergias o síntomas de enfermedad.
¿Entienden? Estas emociones no resueltas continuarán almacenándose hasta que se
resuelvan de una manera u otra.¿Qué las resuelve? Hablando chamánicamente hay
varias formas de resolverlas. Una es retroceder y experimentarlas
plenamente una tras otra, un proceso llamado recapitulación. Otro es perdonar
las circunstancias que las crearon, un proceso largamente enseñado por Jesús y
por sus seguidores y por el Buda y sus seguidores. Cuando todo se perdona no
hay más culpa (una emoción incompleta y no digerida). Una de las enseñanzas
principales de Jesús fue ‘una mente sin culpa no experimenta sufrimiento’. Esta
era la verdadera enseñanza tras la crucifixión. Por tanto el sufrimiento
solamente puede surgir ante emociones no digeridas y las experiencias que las
generaron.
Si vamos
a comer es mejor que podamos digerir plenamente lo que hemos comido. Hacerlo
significa cortar el flujo sistemático de pensamientos y sentimientos que salen
a volar dejando gran parte de nuestra experiencia indigesta. Necesitamos parar
y experimentar nuestra experiencia. Conocerla de adentro afuera. Observarla
y aceptarla. Cuando aceptamos nuestra experiencia, ésta se transforma.
Cuando comemos pero no digerimos nuestra experiencia ésta no se transforma y se
convierte en asuntos no resueltos que se acumulan como bagaje.
Veamos
más de cerca este proceso de digerir adecuadamente y regresemos a nuestro
ejemplo de la persona que recibe la noticia de que puede perder su empleo en
una operación de racionalización de personal. Al recibir esta noticia la
persona puede comenzar un proceso de preocupación intensa y comenzar una serie
de historias tales como “si pierdo mi empleo no seré capaz de alimentar a mi
familia, pagar mi hipoteca, o enviar a mis hijos a buenas escuelas. Tendremos
que vivir de la beneficencia; perderé mi casa y quedaremos en la calle; mis
hijos no tendrán una buena educación y sus vidas quedarán arruinadas y todo
esto será mi culpa; probablemente perderé mi matrimonio y bla, bla, bla”. Noten
que todos estos pensamientos conllevan a más historias, más resultados
catastróficos que mantienen a la mente ocupada pero sin digerir nada. Para
digerir una experiencia la persona necesita estar en el momento presente
sintiendo el sentimiento que surja. Entiendan aquí que sentir el sentimiento no
equivale a darle vueltas a un manojo de preocupaciones.
Aquí
tienen el método más efectivo para digerir la experiencia. Digamos que tienen
la noticia en el trabajo que la racionalización se lleva a efecto. En lugar de
atemorizarse ustedes comprenden que tienen una reacción de miedo. Se enfocan en
esta reacción de miedo en su cuerpo y notan que su boca se reseca, su
respiración se acorta y tienen un nudo en el estómago. Estas no son historias.
Estas son sensaciones reales que el cuerpo tiene y ustedes las reconocen y las
aceptan por lo que son. Al aceptarlas y no resistirlas, sin tratar de escapar
de ellas, dejándolas justo donde están, ellas tendrán una tendencia a la
disipación. Quizás se disuelva la sensación de ansiedad solamente para ser
reemplazada por el enojo hacia la compañía por tomar esa decisión. Ahora se
enfocan en la sensación de enojo, una tensión en la mandíbula, las manos con
puños cerrados, una tensión en el estómago. Ustedes experimentan estas
sensaciones sin ignorarlas diciendo “Oh, solamente me siento enojado”. Por el
contrario dicen, “Tengo estas sensaciones en mi cuerpo que se sienten como
enojo”. De esta forma están digiriendo su experiencia, no etiquetando,
juzgando, rechazando, creando un drama o lo que sea. Simplemente experimentan
su experiencia dejando que sus sentimientos fluyan hasta que se terminen,
como la extinción de una tormenta, hasta que ellos se agoten.
Ahora
ustedes están en una posición para pensar entendiendo creativamente que
conjuntamente con los sentimientos de ansiedad y enojo, pueden tener realmente
un poco de entusiasmo o de alivio al enfrentar una oportunidad que se les
presenta. Quizás sientan como la quietud los inunda y entienden que saben
profundamente que no se derrumbarán. Hay muchas posibilidades pero no hay
drama, solamente grupos de sensaciones que el cuerpo produce cuando reacciona
ante algo que amenaza sus patrones de seguridad. Esto es lo que significa
digerir su experiencia. Las historias interminables no lo son.
Así que
revisemos un poco aquí. Estamos viviendo en un universo con depredadores
infinitos y presas infinitas. Nosotros y todos los demás somos ambos a la vez.
Siempre hay un depredador y siempre alguna presa. El quid de la supervivencia
es evitar ser comido y ser el que come una dieta estable de alimento de alta
calidad. Este alimento es nuestra experiencia. Cada uno de nosotros avanza cada
vez más en este juego hasta que eventualmente ya no somos comidos y somos el
que come a la vez. Generamos una corriente estable de neutralidad caracterizada
por la aceptación constante y el perdón en lugar de generar el drama negativo.
Eventualmente aprendemos a existir con una poderosa dieta nutritiva de alegría,
inspiración y amor y nuestros cuerpos ya no sucumben a la enfermedad, la
oxidación y la degeneración. El águila ya no necesita comer y almacenar nuestras
experiencias vida tras vida. Entonces experimentamos nuestras experiencias
cuando ocurren, sin acumulación.
En la
vida necesitamos ser más depredadores que presas. Ser un depredador en este
sentido no significa atacar y tragarse a los demás en nuestro ascenso al
escalón superior de la escalera. Por el contrario ser un depredador significa
convertir cada una de nuestras experiencias (alimentos) en una experiencia
alimenticia agradable. Independientemente de lo que se nos presente en el curso
de la vida respondemos experimentándolo en una forma de alta frecuencia. Si
arrollo una ardilla con mi auto puedo sentirme muy mal o puedo darle las
gracias a la ardilla por sacrificarse bajo mis ruedas eliminando alguna
negatividad o desafío y buscando mi bien mayor. De esta forma un evento triste
se convierte en algo esperanzador y en una bendición. Si pierdo un empleo puedo
entusiasmarme ante las oportunidades que esto me abre para hacer algo
diferente. No trato de luchar con las soluciones sino que les entrego el
desafío a mis aliados, al Espíritu, para la solución final. Siempre trabajo
desde una perspectiva de confianza, de fe y sin ser pasivo e inmóvil. Espero y
tengo la expectativa de que la solución al problema se presentará
inminentemente. Pase lo que pase, no doy cabida al resentimiento y a la culpa
de que mi espíritu guía me haya fallado. Al contrario veo que yo les fallé
porque perdí la fe en ellos durante un tiempo, no obstante no me culpo a mí
mismo ni me acuso ante esta ilusión. Solamente lo perdono y me siento neutral
ante ello.
Eventualmente
con esta poderosa estrategia ya no necesitaré ser un depredador ni tampoco la
presa. Ese aspecto del universo ya no se corresponde porque estoy jugando el
juego a una frecuencia que lo trasciende. Espero que esta explicación haga todo
este asunto chamánico de la presa y el depredador más entendible y
transformador. Quizás no sea tan extravagante después de todo.
José
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