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18 de marzo de 2021

Armonizar su Corazón y Cerebro Para crear Sanación

Gregg Braden

En las tradiciones occidentales se suele decir que empezamos a morir en el momento en que nacemos, y esa creencia está tan firmemente arraigada en el modelo médico como lo ha estado históricamente y en la forma en que pensamos de la enfermedad y la sanación, por un lado. Y por el otro, las tradiciones espirituales más apreciadas siempre nos han dicho algo muy, pero muy diferente. Dicen que desde el momento en que nacemos empezamos a sanarnos. Y lo que la mejor ciencia, la de nuestro tiempo actual, la del siglo XXI, está demostrando que en realidad los órganos están diseñados para repararse a sí mismos, incluso los que nos dijeron que no podían hacerlo: el tejido de la médula espinal, el tejido

cerebral, el tejido cardíaco, el tejido pancreático, el tejido prostático, todos estos órganos que estamos tan acostumbrados a oír que nos están fallando en tantas perspectivas diferentes. Los órganos están diseñados para repararse y sanarse a sí mismos bajo las condiciones adecuadas, dado el entorno adecuado. ¿Cuáles son esas condiciones? Esa es la cuestión. Algunas son más bien ambientales; pueden ser externas al cuerpo, como el agua, el aire, la calidad de nuestra alimentación. Algunos pueden ser químicos, los suplementos que tomamos y algunos de los productos de hierbas que nuestros ancestros comprendieron y utilizaron con gran éxito en la sanación de sus cuerpos antes de que llegara la medicina moderna. Y creo que esos son interesantes. Lo que realmente me fascina es el entorno interno del que nos habló el Buda. De forma muy elegante, dijo que cada hombre y mujer es el arquitecto de su propia sanación y de su propio destino. No sé qué sentido habrá tenido esto para los de su época, pero en nuestro mundo actual tiene un sentido tremendo, porque la mejor ciencia del siglo XXI está confirmando ahora los principios más profundos, los principios espirituales, de nuestras creencias más antiguas y apreciadas, diciéndonos que, de hecho, estamos profundamente conectados con nuestros cuerpos, con el mundo, y esa interconexión es tan profunda que tenemos la capacidad de autorregularnos desde adentro para crear los efectos en nuestros cuerpos y en los demás cuerpos.

Una de las grandes ironías de nuestro tiempo es que después de 5.000 años de historia humana registrada, con los mayores avances tecnológicos de la historia de la humanidad, aún no hemos respondido a la pregunta más fundamental que podríamos hacernos sobre nosotros mismos. Y la pregunta es simplemente "¿Quiénes somos?"

La ciencia de los últimos 300 años nos ha dicho que estamos separados de nuestros cuerpos, separados los unos de los otros, separados de la Tierra, separados del Cosmos, y que la regla fundamental de la Naturaleza, se basa en realidad en un modelo de competencia y conflicto. Y esta idea de la separación y  del conflicto está profundamente arraigada en nuestras vidas, en nuestro mundo, en nuestra sociedad. Las economías del mundo, las corporaciones del mundo, el modelo médico, todo se basa en estas ideas de separación, de competencia y conflicto desde hace 300 años. Así que cuando comparto esta información, a menudo me preguntan: "Está bien, Gregg, lo entendemos; tal vez la ciencia no lo hizo del todo bien durante los últimos 300 años, este es el siglo XXI, tenemos internet, iPads y teléfonos celulares, ¿qué diferencia hay?" Y es una muy buena pregunta. Y la respuesta sorprende a muchos porque el mundo que conocemos hoy es un reflejo de la forma en que respondemos a la pregunta "¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos?" Cuando respondemos basándonos en la separación, la competencia y el conflicto, esas respuestas se reflejan en todo lo relacionado con nuestro mundo y nuestras vidas. Así que desde las economías globales que se basan en la competencia y el conflicto, las corporaciones y el modelo médico moderno (dos de nuestras relaciones más íntimas), estas ideas están tan profundamente arraigadas en nosotros que literalmente programamos nuestros cuerpos, a veces inconscientemente, para reflejar estas ideas de separación, competencia y conflicto y eso surge químicamente en nuestros cuerpos. La nueva ciencia ha revertido 300 años de pensamiento científico. Los nuevos descubrimientos -y estos se basan en la ciencia revisada por pares, por lo que no se trata de especulaciones, teorías o hipótesis, sino de ciencia pura revisada- nos dicen ahora, sin lugar a ninguna duda razonable, que estamos profundamente conectados con nuestros cuerpos, que estamos profundamente conectados con la Tierra, que estamos profundamente conectados entre nosotros, y que el modelo fundamental de la Naturaleza se basa en la cooperación con lo que los biólogos llaman ayuda mutua, no en la competencia y el conflicto como hemos escuchado en el pasado. Esto lo cambia todo, porque vivimos en una época de extremos en nuestro mundo y esos extremos en el mundo están creando extremos en nuestras vidas. Quizás ahora, más que en cualquier otro momento de nuestra historia, tengamos que pensar y vivir de forma diferente a como lo hemos hecho jamás y la nueva ciencia, que está confirmando las tradiciones espirituales más antiguas y apreciadas, nos está dando las razones para cambiar nuestra forma de pensar y nos está diciendo qué funciona y qué no, y ya no necesitamos hacer las cosas que no funcionan y podemos hacer muchas de las cosas que sí funcionan. Y esto se reduce a los principios básicos de nosotros, nuestros cuerpos, nuestra relación con nuestros pensamientos, sentimientos, emociones y creencias, y cómo intervienen en nuestra vida diaria.

Entonces, cuando la ciencia responde a la pregunta "¿Quiénes somos?", dice que para hacerlo bien, primero debemos responder a seis preguntas distintas, seis subpreguntas bajo el marco de "¿Quiénes somos?"  Así que si podemos imaginar una pirámide invertida de manera que el vértice esté en la parte inferior y estas seis preguntas estén en el centro de la pirámide, las viejas respuestas a la izquierda y las nuevas respuestas a la derecha. Esta sería una muy buena perspectiva para que entendamos por qué nos han hecho creer lo que nos han hecho creer y cómo los nuevos descubrimientos han cambiado esas creencias.

Empecemos por la base de la pirámide. La pregunta esencial cuando nos preguntamos "¿Quiénes somos?" es "¿De dónde venimos? ¿Cuál es nuestro origen?" Esa es la primera pregunta.

La segunda pregunta es "¿Cuáles son los orígenes humanos?" (porque pueden ser distintos de los orígenes de otras formas de vida).

La tercera pregunta se refiere a las relaciones. "¿Cuál es nuestra relación con nuestro cuerpo?".

La siguiente pregunta es "¿Cuál es nuestra relación con el mundo más allá de nuestro cuerpo?

La siguiente pregunta es "¿Cuál es nuestra relación con el pasado? ¿Es lineal o cíclico?"

Y la última pregunta es "¿Cuál es nuestra relación con la Naturaleza?"

La ciencia dice que si podemos contestar estas seis preguntas, entonces tenemos la oportunidad de responder a la gran pregunta: “¿Quiénes somos? ¿Quién soy?”

Decimos que la ciencia comenzó hace unos 300 años cuando Isaac Newton formuló las leyes de la física, de modo que durante unos 300 años la ciencia ha intentado responder a estas seis preguntas esenciales y sus respuestas nos han llevado a una historia de separación. Nos dijeron que el origen de la vida es aleatorio, que el origen de la vida humana es aleatorio, que estamos separados de nuestros cuerpos y que somos esencialmente impotentes cuando se trata de sanar nuestro cuerpo o incluso de regular la forma en que funciona en el mundo. Nos dijeron que estamos separados del mundo más allá de otros cuerpos, y que no solo tenemos muy poca influencia en lo que ocurre adentro, sino que no tenemos ninguna influencia en lo que ocurre en el mundo más allá de nuestros cuerpos.

Nos han dicho que la relación con el pasado es lineal, y esto es importante, porque la creencia es que la civilización ha tenido lugar solo una vez hace unos 5.000 años en la antigua Mesopotamia -en esa zona, en Egipto, en China. y se ha desarrollado de forma lineal hasta donde estamos hoy, hasta la cúspide o sofisticación que somos hoy. Y que sólo sucedió una vez.

La última pregunta ("¿Cuál es nuestra relación con la Naturaleza?"): A partir de 1859, Charles Darwin comenzó a decirnos que la regla fundamental de la Naturaleza se basa en la lucha, en "la supervivencia del más fuerte" (esas son las palabras que usó), que la Naturaleza está basada en un modelo de competencia y conflicto. Así que estas ideas de separación de nosotros mismos, del mundo, de competencia y conflicto, están tan profundamente arraigadas en nuestras vidas y en nuestro mundo actual que casi las damos por sentadas. A veces ni siquiera reconocemos lo profundamente arraigadas que están en nuestra vida actual. Están arraigadas en la naturaleza de las economías del mundo, que en estos momentos se tambalean y colapsan bajo el peso de su insostenibilidad, están profundamente arraigadas en las ideas de las empresas, en la forma en que las personas trabajan juntas, en cómo compartimos los recursos, en cómo sanamos nuestro cuerpo. El modelo médico, por ejemplo, está profundamente basado en estas ideas de separación. La mejor ciencia de finales del siglo XX y ahora de principios del XXI le ha dado un vuelco a 300 años de pensamiento científico con nuevos descubrimientos revisados por pares en la literatura científica, por un lado. Por el otro, hay reticencia y a menudo una resistencia flagrante a compartir esto en la cultura dominante. Así que los nuevos descubrimientos que revierten 300 años de ciencia no se ven comúnmente en las aulas, en los libros de texto, en los documentales, en los medios de comunicación convencionales por una serie de razones, y la gente me pregunta cuáles serán estas razones, y es fácil responderla: es el ego, el hábito, el dinero principalmente, el hábito de enseñar las viejas tradiciones y los libros de texto que las reflejan, y los educadores que durante treinta, cuarenta, cincuenta años de sus vidas han contado la misma historia. Es comprensible que haya reticencia a adoptar esas nuevas ideas.

¿Cuáles son las nuevas ideas? La mejor ciencia de finales del siglo XX y ahora de principios del siglo XXI nos dice que el origen de la vida ciertamente no es aleatorio. Nos lo dice la evidencia física. La ciencia nos dice que el origen de la vida humana, el ADN, no es aleatorio. Podemos hablar más de lo que eso significa, pero no somos simplemente el producto de una biología evolutiva fulminante que tuvo lugar hace 200.000 años. La mejor ciencia de nuestros días nos está diciendo que estamos profundamente conectados con nuestros cuerpos, y eso es importante. Nos está diciendo que nuestros pensamientos, sentimientos, emociones y creencias -que se originan tanto en el cerebro como en el corazón- desencadenan la química que puede revertir de veras la enfermedad, sanar nuestros cuerpos, desencadenar la longevidad de maneras que no han sido comúnmente aceptadas en Occidente. Así que la mejor ciencia ahora es atemporal. Esa ciencia nos dice que estamos profundamente conectados con el mundo más allá de nuestros cuerpos.

La física cuántica nos dice actualmente, más allá de cualquier duda, que esta conexión ya no es una controversia en cuanto a si estamos o no conectados unos con otros en el mundo. La controversia es hasta qué punto estamos conectados, hasta qué punto llega nuestra conexión, hasta qué punto podemos influir -y voy a utilizar esta palabra muy, pero muy intencionadamente porque no se trata de control y manipulación- hasta qué punto podemos influir en nuestros cuerpos o en los cuerpos de nuestros seres queridos cuando se trata de sanar, o cuánta influencia tenemos realmente en el mundo más allá de nuestros cuerpos.

La ciencia nos dice ahora -en lo que a esta idea lineal de la civilización respecta- que la civilización en realidad es cíclica y que nosotros somos el ciclo más reciente de 5.000 años. Cuando decimos que la historia comenzó hace 5.000 años, ese es el comienzo de nuestro ciclo. Hubo un ciclo antes de esos 5.000 años, y otro anterior a él, empujando la fecha de las civilizaciones tecnológicas avanzadas tardías hasta la última Edad de Hielo. La mejor ciencia de nuestro tiempo, al referirse a la civilización, ahora nos dice que es muchísimo más antigua de lo que nos han hecho creer.  Actualmente sabemos que nuestros 5.000 años de historia humana registrada son un ciclo y solo el más reciente de al menos tres ciclos. Lo que tenemos que preguntarnos cuando consideramos esto es: Si los seres humanos hemos estado aquí tanto tiempo y hemos pasado por tres ciclos de civilización, siendo este el tercero, ¿qué pudimos haber sabido en el pasado que hemos olvidado? ¿Qué sabían nuestros antepasados que quizá nunca hemos descubierto? ¿Qué podemos aprender de ellos? Y la última pieza de nuestro período, de nuestra pirámide invertida, es que la ciencia nos dice ahora que la regla fundamental de la Naturaleza está realmente basada en la cooperación y en lo que llamamos ayuda mutua, no en la competencia y el conflicto que Darwin propuso hace 150 años.

Esto lo cambia todo. Nuestra sociedad, las raíces, el fundamento de nuestra sociedad, data de finales de los años 50 y de  principios del siglo XX, precisamente cuando las ideas de Darwin estaban siendo adoptadas: competencia, conflicto, separación. Esas ideas fueron tan ampliamente aceptadas, están profundamente arraigadas en nuestras vidas en formas que a veces ni siquiera reconocemos que aparecen una y otra vez. Son los principios insostenibles en la forma de pensar, en la forma de vivir. Por ejemplo, la economía global se está hundiendo y colapsando en algunos lugares y la pregunta es por qué.  ¿Por qué no funciona el sistema? Porque se basa en una idea de competencia y conflicto que es una idea insostenible. El principio fundamental de la Naturaleza es la cooperación. La gente dice: "Bueno, vemos la competencia y el conflicto en la Naturaleza todo el tiempo". Y yo digo: "Sí, lo vemos. Tenemos que ser honestos con nosotros mismos, está ahí. Sin embargo, es en respuesta a condiciones específicas, no es la regla fundamental de la Naturaleza, y cuanta más competencia y más conflicto veamos en el mundo, eso nos indica lo mucho que nos hemos alejado de nuestra auténtica relación inherente con la Naturaleza.

Así que cuando consideramos estos nuevos descubrimientos, cambia la forma de responder a la pregunta: "¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos?". Pasamos de la idea de separación y competencia a la de conexión y cooperación que se refleja en el mundo que rodea nuestros cuerpos. Es la Naturaleza, está reflejada en nuestros cuerpos. Y comparto esto porque este principio es el principio de la sanación que a menudo se pasa por alto en el modelo médico moderno.  La medicina moderna se basa en las viejas ideas de separación, competencia y conflicto a nivel biológico, a nivel celular en nuestros cuerpos. Así que ahora tenemos una nueva forma de responder a la pregunta: "¿Quién soy yo? ¿Quiénes somos?"  No somos lo que nos han dicho en el pasado, probablemente somos mucho más de lo que nos hemos imaginado en nuestras vidas y entonces esto se convierte en una guía desde la que podemos mirar cualquier pregunta cuando se trata de nosotros en una relación con nuestros cuerpos, respuestas que se basan en la ciencia que refleja de nuevo las tradiciones espirituales más antiguas y apreciadas. Todos sabemos que hay una epidemia de enfermedades que se está extendiendo en nuestro mundo de una manera nunca vista anteriormente. Parte de ello se debe a que somos una civilización globalizada, es cierto, y algunas de las toxinas ambientales que solían estar localizadas están ahora más globalizadas. Sin embargo, en un nivel más profundo, puedo hablarles personalmente -de los viajes que he realizado en algunos de los lugares más magníficos, hermosos, prístinos, remotos y aislados que quedan en el mundo actual- donde las condiciones y las enfermedades que a menudo damos por sentado aquí en el mundo occidental, en el mundo moderno, ya sea por la edad, o simplemente por el medio ambiente, no existen en algunas de estas otras culturas.  He estado con gente en el sur de los Andes donde los cánceres simplemente no existen. No tienen cáncer de mama ni de próstata. En Asia, en Egipto, en Oriente Medio, hay personas de más de cien años que tienen una excelente memoria. Muchas veces se nos dice que la demencia está en la pérdida de memoria, que es una función de la edad. No es así. Según mi experiencia, tiene más que ver con cómo vivimos y alcanzamos esa edad, cuáles son los factores que contribuyen a estas condiciones que nos están robando lo que más apreciamos, que es la vida misma, la nuestra y la de nuestros seres queridos. A las personas a veces les cuesta ver la respuesta, pero está en la forma en que hemos elegido vivir nuestras vidas, en la forma en que hemos elegido pensar y creer sobre nosotros mismos mientras vivimos nuestras vidas, y estas son formas separadas pero relacionadas de ver lo que nos está pasando en nuestros cuerpos.

Cuando estaba en la escuela, me enseñaron que el cerebro es el órgano principal del cuerpo. El cerebro es ciertamente importante y todos lo reconocemos, pero la nueva ciencia nos está demostrando que el cerebro recibe del corazón muchas de las instrucciones que le indican qué hacer, qué química liberar en el cuerpo, qué fórmulas desencadenar en él. Probablemente no debería ser tan sorprendente que el corazón desempeñe un papel tan poderoso en nuestras vidas, porque es el primer órgano que se desarrolla en nuestro cuerpo cuando estamos en el vientre materno. Y uno de los grandes misterios del modelo médico occidental es qué desencadena ese primer latido, qué ocurre en un instante en el que hay una masa de células y tejidos inmóviles y en el siguiente pasa algo que activa los desencadenantes de la vida que comienza a pulsar como latidos del corazón.  ¿Qué ocurre? La ciencia aún tiene que responder a esa pregunta; no lo sabe con certeza.

Nuestros ancestros tenían una respuesta que la ciencia simplemente no puede respaldar en este momento. Lo que ellos nos transmitieron es que ese primer latido es el momento en que el alma entra en el cuerpo, en que hacemos la conexión con algo mayor, algo más grande que nosotros mismos. Y ya sea que lo creamos científicamente o no, el hecho es que algo sucede con ese primer latido y nos habilitamos y capacitamos, como seres humanos de formas que ninguna otra criatura que conozcamos tiene la aptitud de expresar. Eso es lo que nos da nuestro poder de sanar.

A menudo se dice que empezamos a morir en el momento en que nacemos. Lo que la ciencia nos está mostrando muy claramente ahora es que empezamos a sanar en el momento en que nacemos y la razón por la que puedo decirlo ahora es que sabemos sin ninguna duda que cualquier órgano del cuerpo humano está diseñado para sanar. Cada órgano en el cuerpo humano tiene la capacidad no sólo de sanar el daño sino de regenerar el deterioro en el tejido después de haber sido dañado. Podemos regenerar y sanar incluso los órganos que nos dijeron que no podíamos, como el cerebro, el corazón, el páncreas, el tejido de la médula espinal. Todo esto ha sido científicamente documentado con la capacidad de repararse y sanarse a sí mismos dadas las condiciones adecuadas, bajo las condiciones adecuadas, el entorno adecuado. Así que nuestro papel ahora, cuando hablamos de sanación y de la esencia de la sanación es ¿cuál es el entorno que optimiza nuestra capacidad de honrar el regalo de la vida en nuestros cuerpos? ¿De dónde viene esto realmente?  Y podemos verlo desde cantidad de niveles diferentes. Ciertamente el entorno físico, el aire puro, el sol, el agua potable, es una parte muy poderosa de eso y nuestros ancestros, hace miles de años, sabían que el aire puro y el agua potable eran medicina. Si alguien estaba enfermo, lo sacaban afuera y le decían: "Respira este aire, bebe esta agua" y milagrosamente empezaba a sanarse y ahora sabemos por qué.

Pero va más allá de eso. Sabemos que el ambiente interno, los pensamientos, sentimientos, emociones y creencias pueden ser sanadores o tóxicos. Y para la ciencia esta es una forma relativamente nueva de pensar en nosotros, en nuestra relación con nuestros cuerpos. Lo que ahora sabemos es que la calidad de las emociones que creamos dentro de nuestro corazón determina la señal que enviamos al cerebro para que libere sustancias químicas en nuestro cuerpo. Cada momento de cada día está teniendo lugar una conversación entre nuestro corazón y nuestro cerebro. Es una conversación bidireccional. Nuestro corazón mantiene una gran conversación con el cerebro y el cerebro se comunica con el corazón, pero no tanto. Se trata de una serie de señales más pequeñas que parecen volver al corazón.  Hay una conversación bidireccional y regulamos la calidad de esa conversación a través de las emociones que albergamos en nuestro corazón.  Así, por ejemplo, cuando sentimos que no estamos seguros en el mundo, cuando tenemos miedo, odio, ira, celos, rabia, ansiedad, ese tipo de sentimientos se basan en una señal específica para el cerebro y en base a esa señal el cerebro libera sustancias químicas en el cuerpo que refleja esa señal. Así que, en el caso de la ira, el odio, el miedo, los celos, la frustración, eso es estrés, y las sustancias químicas del estrés en nuestro cuerpo, como todos sabemos, son los altos niveles de cortisol y adrenalina, realmente buenos para breves períodos de tiempo, lo que llamamos “luchar o huir” cuando tenemos que tomar una decisión y correr como locos o detenernos y defendernos. Estamos diseñados para hacer eso, pero no estamos diseñados para vivir nuestras vidas bajo condiciones sostenidas de “luchar o huir”. Unos minutos, si no quieren vivir así cada día y cada hora y cada semana y cada mes. Conozco personas que lo hacen y se les nota. Llevan su dolor y ese estrés en sus cuerpos. Sus sistemas inmunológicos se debilitan en presencia de ese tipo de estrés. Las hormonas rejuvenecedoras se suprimen, porque toda la energía del cuerpo está dirigida a la lucha o a la huida.

Quiero ser muy claro, no quiero decir que sea malo tener esas experiencias cuando el estrés no está resuelto. El estrés no resuelto se convierte en un problema en nuestras vidas. El estrés en sí es solo una señal. Nos está advirtiendo que algo en el entorno necesita nuestra atención. Podemos honrar esa señal y decir: “¿Qué necesito abordar en mi entorno? ¿Qué necesito considerar? ¿Qué necesito cambiar?”, y luego hacer nuestra elección a partir de ahí. Creo que esa es una forma saludable de encarar el estrés.  Lo malo es cuando anestesiamos el estrés con drogas, alcohol, adicciones, adicciones a sustancias químicas o a lo digital, lo que es un problema nuevo hoy en día y la ciencia está empezando a hablar de ello. Todos tienen el mismo efecto. Así que este tipo de ambiente que creamos dentro de nuestros cuerpos se refleja directamente en la salud y el bienestar de nuestros cuerpos. Uno de los nuevos descubrimientos que me fascina se hizo en 1991 pero no se publicó hasta 1994 y es el descubrimiento de unas 40.000 células especializadas en el corazón humano que se concentran de forma muy precisa. Es una red neuronal dentro del corazón. Son células llamadas neuritas sensoriales; son como células cerebrales, pero no están en el cerebro y funcionan en el corazón de forma muy similar a como funcionan las células en el cerebro. Estas células piensan, aprenden, recuerdan, independientemente del cerebro craneal. Podemos sintonizar juntos nuestro corazón y nuestro cerebro, armonizarlos de modo que estos dos órganos separados compartan realmente una red neuronal común y tengamos la oportunidad de acoger el poder de esa red en nuestras vidas. Y aquí es donde tenemos las extraordinarias experiencias de niveles profundos de intuición, de precognición, y sus efectos sobre la salud como la activación de las hormonas rejuvenecedoras en nuestros cuerpos y la activación de una respuesta inmune tremendamente poderosa en ellos. Todo se reduce a nuestra capacidad de regular esta conexión entre nuestro corazón y nuestro cerebro. Y este es uno de los puntos en los que nuestros ancestros fueron muy claros en nuestras tradiciones. La ciencia recién ahora está alcanzando esa sabiduría.

Una de las preguntas que se hace la gente es de qué forma algo como un pensamiento o una emoción puede tener el poder de cambiar la química de nuestro cuerpo. Y es una muy buena pregunta, porque en el mundo moderno, en el mundo occidental, se nos ha condicionado en gran medida a creer que los pensamientos, los sentimientos y las emociones en realidad son cosas sin importancia. Por un lado, en nuestra cultura se nos ha enseñado a descartarlos, y por otro lado, en muchas culturas indígenas son lo más importante en sus vidas, son los agentes más potentes de sanación que alguien pueda tener. Así que la pregunta "¿Cómo funciona esto?" la estamos viendo en un par de niveles diferentes. Lo que sabemos ahora en nuestra ciencia moderna es que cuando sentimos una emoción dentro de nuestro corazón, esa emoción envía una señal a nuestro cerebro y la calidad de esa señal determina cómo responde el cerebro a la emoción. Así que, si pueden imaginar una señal del corazón al cerebro que sea una serie de ondas muy suaves, agradables, uniformes, (el termino que se utiliza es “coherentes”), el cerebro igualará esa química suave, uniforme y organizada y liberará las sustancias químicas que sustentan la vida en nuestros cuerpos. Aquí es donde nuestro sistema inmunológico se vuelve realmente fuerte, una súper respuesta inmune. Incluso las hormonas rejuvenecedoras se desencadenan en presencia de este tipo de señal del corazón al cerebro.

Por otro lado, la señal de la química del estrés -cuando sentimos esos momentos de frustración, ira, odio, celos, rabia, miedo- es diferente. Parecería que estamos apostando en el mercado bursátil. Es una carga de ondas muy caóticas, desorganizadas e irregulares que van del corazón al cerebro que las recibe y dice: "Oh, necesito igualar esta química, esta es química de estrés".  Aquí es donde la adrenalina y el cortisol, las hormonas del estrés, se liberan en el cuerpo, lo que -como dije- es bueno por períodos cortos de tiempo, pero ustedes no desean vivir sus vidas así, con esas sustancias químicas corriendo por su torrente sanguíneo.

¿Qué puede ser más importante que nuestra capacidad de regular la señal entre nuestro corazón y el cerebro? Eso se convierte, por mucho, en el centro de la salud y la sanación de nuestras vidas. Esta forma de pensar respecto a nuestro entorno interno difiere completamente de lo que muestra el modelo médico actual, que sugiere que estamos separados de nuestros cuerpos, por lo que no hay razón para esperar que cualquier cosa que podamos hacer desde el interior tenga un efecto beneficioso en nuestros cuerpos.

Recuerdo cuando descubrí esto por mí mismo. Yo era un corredor de competición. Viví veinte años en Denver, Colorado, trabajando con las corporaciones. Nunca tuve la oportunidad de hacer estas cosas en la escuela secundaria, así que en las corporaciones tuve la oportunidad de correr en equipos de triatlón y maratones competitivas. Y la primera vez que me lesioné la pierna corriendo y fui al médico y le pregunté: "¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo visualizar? ¿Qué puedo sentir para que mi rodilla se sane más rápido?" Y recuerdo que el médico me miró y dijo: "Hijo, puedes visualizar y sentir lo que quieras para sanar; esto no va a hacer ninguna diferencia. Es probable que se sane cuando esté lista para sanarse". Y yo pensé: "Oh, la visión de este hombre difiere mucho de la sanación que he llegado a comprender".  Pero no es sorprendente al ver cómo ha respondido la ciencia a la pregunta "¿Quiénes somos?". Por eso es tan importante. Nuestras vidas reflejan esta idea de la separación y la impotencia que proviene de la separación y vivimos nuestras vidas de esa manera. Es muy, pero muy diferente a vivir sabiendo que estamos diseñados, programados, para sanar y regenerar nuestros cuerpos cuando aceptamos la verdad más profunda de nuestra existencia y encaramos la vida de una manera completamente distinta.

Así que nos fijamos en la química que se desencadena desde el corazón y el cerebro. Es una de las formas en que comenzamos a iniciar este proceso de sanación en nuestros cuerpos. Y va aún más profundo, porque estamos hablando de las más de 40.000 células nerviosas en el corazón, las neuritas sensoriales. Cada una de esas células al ser estimulada de la manera adecuada, comienza a crear neuritas, y una neurita es cualquier apéndice que se extiende desde la célula misma. ¿Por qué es tan importante? Porque la neurita es la que forja las conexiones con las demás neuritas que crean las sinapsis a través de las cuales se transmiten las señales de nuestro corazón, así que cuantas más conexiones creemos, más fuerte será la señal y más reflexiva en nuestras vidas. Cuando aprendemos a ejecutar las técnicas, eso se convierte en una segunda naturaleza, no tenemos que sentarnos y encontrar el momento adecuado del día y cerrar la puerta, encender una vela, poner música, quemar incienso y crear el ambiente adecuado para desencadenar esta sanación en nuestros cuerpos. Una vez que empezamos a adoptar las técnicas para armonizar nuestro corazón con nuestro cerebro, podemos hacerlo en cualquier sitio.  Y la verdad es que cuando más lo necesitamos, suele ser en el momento menos oportuno de nuestra vida para poder hacer estas conexiones.

Es así como funciona. Es el acto mismo, el acto de sentir la sensación de ya haber sido sanados incluso cuando nuestro cuerpo nos está mostrando una enfermedad o dolencia. Cuando podemos percibir la sensación de estar ausentes de esa enfermedad, podemos percibir lo que se siente al estar enteros y sanos e intactos y plenamente capacitados, plenamente encarnados como un ser. Esa es la señal que motiva a estas neuritas a empezar a crecer y buscar otras neuritas que estén reflejando esas señales.  El acto, la expectativa de encontrarnos en ese estado de sanación, es lo que desencadena que nuestro cuerpo refleje lo que esperamos de él. Y no ocurre instantáneamente, se necesitan unas setenta y dos horas para que una neurita pueda conectarse con otra. Según la línea de tiempo, necesitan ese tiempo para crecer.  De modo que esto abre toda una nueva puerta de posibilidades. El número 72 es muy significativo en las tradiciones antiguas, en los textos antiguos, cuando de sanación se trata. Tres días, setenta y dos horas. Muchas tradiciones, incluyendo la cristiana, nos dicen que es lo que tarda en sanar un cuerpo normal y ahora sabemos por qué. Ese es el tiempo que estas conexiones neuronales tardan en establecerse, así que cuanto más podamos sentir la sensación de que nuestra sanación ya ha ocurrido, dando las gracias porque esa sanación que ya está presente, ese es el desencadenante para que nuestros cuerpos hagan crecer las células nerviosas para forjar las conexiones, para desencadenar que la química del cerebro refleje esa sanación.

Entre 1850 y 1859, Charles Darwin publicó un libro que rompió el paradigma, titulado El origen de las especies, y con ese libro la comunidad científica de aquella época de hace más de 150 años adoptó las ideas que presentaba, casi sin cuestionarlas. Lo que Darwin intentó hacer en su época, fue responder a la pregunta "¿Quiénes somos?" e intentó hacerlo sin necesidad de Dios, la religión, la fe, o la Iglesia, que siempre había sido la forma de responder a las preguntas en el pasado. Así que cuando, en la época de Darwin, la gente se preguntaba: "¿Cómo nos sanamos?" "¿Cómo podemos vivir nuestras vidas de una mejor manera?" "¿De dónde venimos?"  "¿Cómo funcionan las cosas?", tradicionalmente esas preguntas las respondía siempre la Iglesia. Darwin, como científico, dijo: "Voy a dar el primer paso para llevarle al mundo moderno una respuesta que no requiere a Dios, la fe, la Iglesia o la religión". Y El Origen de las Especies fue su manera de hacerlo. Por lo tanto, Darwin, quien obviamente era un científico, y personalmente creo que era un buen científico, en su época no tenía manera de saber lo que sabemos hoy sobre las células y las neuritas y el ADN que solo hemos descubierto recientemente. Por lo tanto, no se trata de criticar sus ideas, sino de entender por qué creemos lo que nos han hecho creer sobre nuestros cuerpos y por qué los nuevos descubrimientos están cambiando todo eso.

Lo que dijo Darwin fue que la vida comenzó como un solo organismo. Él no sabía cómo apareció y no trató de explicarlo. Dijo que la vida comenzó como un único organismo y que, durante un largo período de tiempo, ese organismo se convirtió en muchos organismos y la diversidad que vemos de esos organismos, que son diferentes -brazos y piernas y apéndices y diferentes formas de ver y de mantenerse erguidos o no- todo eso fue una respuesta del organismo a una necesidad que percibió en el entorno. Y en realidad este es un principio fundamental en la teoría de la evolución que dice que la Naturaleza nunca nos dará de más. Eso significa que solo se nos darán las cosas en nuestros cuerpos que necesitemos cuando haya demanda de ellas en el mundo que nos rodea.

La razón por la que lo menciono es porque es un problema cuando se trata de los seres humanos. Soy geólogo, un geólogo calificado,  y como tal puedo decir que la evolución es un hecho en el registro fósil. También puedo decir que se viene abajo cuando se trata de nosotros, los humanos. Y la razón se relaciona directamente con el motivo por el que tenemos la capacidad de sanarnos como lo hacemos. Los seres humanos aparecimos en la Tierra hace unos 200.000 años y no sabemos de dónde vinimos. No hay ningún registro fósil claro en el árbol genealógico evolutivo que conduzca hasta nosotros. Todas son líneas en el árbol evolutivo y, si se fijan bien. Son relaciones inferidas o especulativas. Sin embargo, se las ha enseñado como un hecho pese a que no tenemos pruebas que las respalden. Aparecimos hace 200.000 años, repentinamente. Tenemos un cerebro un 50% más grande que nuestro pariente primitivo más cercano, un sistema nervioso avanzado que nos permite las capacidades de una sanación autorregulada de la que estamos hablando. Eso nos diferencia de cualquier otra forma de vida, y la clave es que no hemos cambiado en esos 200.000 años.

Si toman el cuerpo de los llamados Humanos Anatómicamente Modernos (HAM), antes se los llamaba Cromañones, ahora se los llama HAM porque el nombre es autodescriptivo. Nosotros somos ellos unos cuantos miles de siglos después. Si los comparamos con nosotros, el tamaño del cerebro es el mismo, nuestras proporciones corporales son las mismas, nuestras capacidades no han cambiado. Lo que esto dice para la evolución es que el cerebro avanzado y el sistema nervioso que nos da la capacidad de sanar, eso no evolucionó durante un largo período de tiempo en respuesta al mundo. Parece ser inherente a nuestro ser, estuvo con nosotros desde que llegamos, y la ciencia nos dice que no hemos cambiado.  Podemos decir que hoy tenemos el diseño, el equipo con el que llegamos hace 200.000 años, de manera que les puedo decir que estamos programados para sanar. Estamos literalmente diseñados, no sabemos cómo o por quién o por qué. Típicamente, la ciencia no puede confirmarlo, pero lo que les puedo decir es que las ideas de Darwin sobre la evolución se vienen abajo cuando se trata de nosotros y nuestra capacidad de sanar nuestros cuerpos. Es un ejemplo perfecto de dónde se produce esa ruptura tal y como la conocemos hoy en día. Así que tenemos este sistema nervioso avanzado que regulamos a través de las elecciones que hacemos en nuestras vidas, lo que pensamos, lo que sentimos, lo que creemos y, específicamente, las emociones que elegimos para responder a lo que la vida trae a nuestra puerta. 

Entonces, cuando aprendemos a responder a las heridas de formas nuevas, saludables y empoderadas, literalmente estamos cambiando la química del dolor en nuestro cuerpo. Y cuando no aceptamos lo que vimos como fracasos en el pasado, cuando nos damos cuenta de que no son realmente fracasos sino algo que intentamos y simplemente no funcionó y ahora volveremos a intentar, ese es un sentimiento muy, pero muy diferente a la idea del fracaso y la comparación con el éxito.  Esto se traduce en la química de nuestros cuerpos, así que cuando podemos afirmarnos en nuestros cuerpos dando las gracias, la gratitud y el aprecio por la sanación que ya está ocurriendo en nuestros cuerpos, esta es la base de muchas de las oraciones y las meditaciones que he visto personalmente en los pueblos autóctonos de todo el mundo.  Incluso aunque no hay nada malo en ellos, siguen agradeciendo su sanación porque reconocen que es un proceso continuo. Nos estamos sanando a cada momento de cada día.

 

Una de las preguntas que la gente se hace a menudo es cómo puede algo que ocurre dentro de nuestro cuerpo tener alguna influencia, algún efecto, sobre lo que sucede más allá de nuestro cuerpo, más allá de los límites de nuestra piel y nuestra carne, cómo puede influir en el mundo que nos rodea. Tal vez la mejor manera de explicarlo, desde mi punto de vista, sea a través de una historia.

Vivo en el desierto alto del norte de Nuevo México, a una hora de la ciudad más cercana y a una milla de nuestro vecino más próximo. Es una parte del mundo muy aislada, remota, prístina, magnífica y hermosa. A principios de la década de 1990, esa zona sufría una grave sequía, la peor en más de cien años según recordaban los ancianos. El ganado sufría, los cultivos morían y la situación era realmente mala. Un querido amigo mío al que llamaré David para honrar su privacidad,  me llamó un día y me dijo: "Gregg, ¿te gustaría unirte a mí en un lugar que nuestros ancestros erigieron hace tanto tiempo que ni siquiera sabemos quién construyó esta rueda medicinal donde está para una oración de lluvia?" No tuve que pensarlo dos veces. Dije: "Claro, absolutamente, me encantaría".  Y no estaba preparado para lo que David me mostró ese día, pues esperaba algún canto, alguna danza, algún tipo de movimiento, algún tipo de ceremonia y no fue eso lo que vi en absoluto.  Caminamos a través de 130.000 acres de la más fragante salvia del alto desierto, del tipo que libera su aroma cuando tus rodillas rozan sus pequeñas hojas, algo simplemente hermoso, y llegamos a esta antigua rueda medicinal. David se sentó, se descalzó y se metió en el centro de esta rueda. Me dio la espalda, cerró los ojos y mantuvo sus manos en un mudra de oración sólo por unos segundos, en silencio. Luego me miró y dijo: "Tengo hambre. ¿Quieres ir a tomar el té?". Me sorprendí y le dije: "Sí, pero pensé que ibas a rezar para que lloviera". Y esta es la clave y por eso estoy compartiendo la historia. Me miró desde el interior de ese círculo directamente a los ojos y dijo. "No. Si hubiese rezado para que lloviese, no podría llover nunca, porque en el momento en que pedimos que algo ocurra acabamos de reconocer ante el Universo que ahora no existe. Estaríamos afirmando la misma cosa que estamos rezando para que cambie".  Y yo contesté: "Bueno, si no rezaste para que lloviera, ¿qué hiciste?" Y él respondió: "Cuando cerré los ojos, percibí lo que se siente cuando llueve a cántaros en nuestro pueblo. Sentí los olores que se perciben cuando la lluvia rueda por las paredes de tierra de mi casa de Pueblo.  Y sentí la sensación de mis pies desnudos en el barro, y el barro estaba ahí porque llovía mucho. Y di las gracias, gratitud y aprecio por la lluvia que ya se había producido". Fuimos al pueblo más cercano, almorzamos y cuando regresé a mi propiedad esa tarde, vi algo que no habíamos visto en mucho tiempo: grandes nubes negras ingresaban sobre las Montañas Sangre de Cristo. Al anochecer comenzó a llover y llovió y llovió y llovió. Llovió toda la noche, toda la mañana siguiente, la tarde siguiente, llovió y llovió y no paró. Llovió tanto que los campos se anegaron, las carreteras se inundaron y el ganado quedó varado. Llamé por teléfono a mi amigo David y le dije: "David, ¿qué diablos es esto? Es un desastre. Todo está cubierto por la lluvia, se está inundando todo". Él se quedó un momento en silencio y dijo: "Gregg, esa es la parte de la oración que los ancestros nunca pudieron comprender. Podían traer la lluvia, ¡pero no podían saber cuánta!"

Así que cuando cuento esa historia debo decir que -como científico- no puedo asegurar que la oración de David haya generado la lluvia. Lo que puedo decir es que hay una alta correlación entre el momento en que se ofreció la oración y cuando llegaron las nubes que no habían estado durante meses en esa área geográfica localizada. Vi los informes meteorológicos de la estación de televisión que pueden llegar a nuestras comunidades cercanas, y vi al meteorólogo de Denver, Colorado, observando la corriente en chorro que venía por el oeste y al llegar a Wyoming se sumergía en Colorado y luego en Nuevo México, hacía un pequeño giro y volvía a subir, justo sobre el lugar donde había llovido. Y el meteorólogo dio un paso atrás y simplemente dijo: "¡Ja!", porque no había visto nada igual.

Entonces ¿cómo ocurre eso? ¿Cómo es posible que la gratitud sincera de un hombre pueda influir en nuestro entorno físico?  Me gustaría compartirles la razón. A finales del siglo XIX hubo una tremenda revolución espiritual que estaba barriendo la Tierra. La ciencia y la espiritualidad estaban realmente muy unidas y se estaban uniendo en una visión compartida de nuestra naturaleza conectada y de cómo funciona el mundo. Pero todo eso cambió con la Primera Guerra Mundial. Entramos en una mentalidad de guerra y ni bien acabamos de salir de ella, llegó la Segunda Guerra Mundial y las demás guerras posteriores. Lo que tenemos que cuestionarnos ahora que estamos pasando por una revolución espiritual y científica similar. Y las guerras del pasado acabaron con la posibilidad de esta fusión entre ciencia y espiritualidad, ¿vamos a hacer lo mismo de nuevo? 

A fines del siglo XIX hubo un experimento muy famoso que se realizó en 1887 en la Case Western Reserve University, en el sótano de la universidad, en una habitación muy oscura, y el experimento se llevó a cabo para cambiar para siempre la forma de pensar de los científicos respecto al mundo. Se llamó el Experimento Michelson-Morley -dos científicos muy famosos- y su propósito era simplemente este: La comunidad científica creía que existía un campo de energía que conectaba todas las cosas, pero no se había podido demostrar científicamente. Además, había un cuerpo de científicos que decía que eso no existía, así que se realizó el experimento para determinar de una vez por todas, definitivamente, si este campo existe o no. En mi opinión, fue un buen experimento, pero mal interpretado. Funcionaba así: Si yo salgo al exterior y humedezco mi dedo y lo coloco por encima de mi cabeza y cuando lo hago no siento el viento contra mi dedo, mi suposición es que el aire no existe. Ese es el equivalente al experimento de Michelson-Morley.  El hecho de que el viento no sople no significa que el aire no exista. Ellos creían que el campo ahí fuera está en movimiento y que sería posible detectar el movimiento. El experimento no lo detectó y concluyeron que no existe un campo que conecte todas las cosas. Y la mejor ciencia del siglo XX se basa en esta idea de separación, en que no hay un campo que conecte todo lo demás, por lo que lo que hacemos no tiene ningún efecto sobre lo que ocurre aquí; lo que pido o rezo por mis seres queridos y mis familiares y mi cuerpo no tiene ningún efecto sobre ellos en la otra punta del mundo. Cien años después, todo esto cambió. Se repitió el experimento de Michelson-Morley con mejores equipos bajo los auspicios de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y no solo detectaron el campo que Michelson y Morley habían predicho, sino que estaba exactamente en el rango, bajo los parámetros que habían esperado cien años antes. Su equipo simplemente no había sido capaz de detectar el campo. Así que ahora sabemos que existe un campo que conecta todas las cosas. Esto está causando problemas en la comunidad científica porque la matemática se basa en la ausencia de este campo. Ahí es cuando la Física Cuántica entra en escena con la Física tradicional y están cambiando la historia. Cuando decimos "¿Quiénes somos?", ahora sabemos que estamos profundamente conectados con nosotros mismos, con los demás, con la Tierra, con el Cosmos, y sabemos por qué.  Así que cuando nos preguntamos cómo podría mi oración, mi meditación, mis pensamientos amorosos de gratitud y aprecio, impactar en la sanación de otra persona que está en la habitación conmigo o en la otra punta del mundo, ahora tenemos una respuesta. Y la respuesta es que estamos profundamente conectados a través de un fenómeno que se conoce como Entrelazamiento. Entrelazamiento es el término de la física que nos indica lo profundamente conectados que estamos en realidad. 

Nicholas Gisin fue el científico de Ginebra (Suiza) que lo determinó en los años 90. Tomó una partícula de materia, de fotones -de eso están hechos los átomos- y dividió ese fotón en un tubo porque quería dos fotones iguales, que fuesen gemelos. Utilizando cables de fibra óptica encerró estos dos fotones en direcciones opuestas el uno del otro, a más de once kilómetros en una dirección uno, a más de once kilómetros en la otra dirección el otro, por lo que estaban a veintidós kilómetros y medio de distancia entre sí, y luego comenzaron una serie de experimentos que demostraron  que lo que le ocurría a un fotón cuando se le hacían cosquillas (es el término que utilizaron), al hacerlo girar en el sentido de las agujas del reloj, por ejemplo, o al hacerlo tomar un determinado camino, lo que fuera que ocurriese aquí, el que estaba a veintidós kilómetros y medio de distancia actuaba como si estuviera teniendo exactamente la misma experiencia pese a que ya no estaba conectado físicamente. Y la pregunta que la ciencia ha tenido que hacerse es cómo era posible. ¿Por qué actuaban como si estuvieran conectados? Y la respuesta es que es un fenómeno conocido como Entrelazamiento que dice "Una vez que algo se unifica, que comienza como un todo aunque esté separado físicamente por muchos kilómetros o años luz, (es lo que están descubriendo en el Cosmos) todo sigue conectado energéticamente".   ¿Por qué es importante? Porque si nos remontamos lo suficiente en el tiempo, hubo un momento en el que ustedes, yo y la Tierra estábamos todos profundamente conectados antes del Big Bang, la gran liberación de energía. Cuando sucedió, las partículas comenzaron a separarse físicamente, pero siguieron conectadas energéticamente. Somos parte unos de otros. Son de esta Tierra y de todo lo que ven, y eso les da poder y me da poder a mí para participar en la sanación de nuestros cuerpos y los de nuestros seres queridos de formas que la ciencia recién está empezando a comprender. Así que la oración de mi amigo David es un ejemplo de la sabiduría indígena, de un principio que la ciencia sólo ha empezado a comprobar recientemente en condiciones de laboratorio.

Me fascina que nuestros ancestros, que no comprendían necesariamente la ciencia, pero sí las técnicas, supieran lo que funciona y lo que no funciona, conocieran y comprendieran la relación con el mundo. Eso me maravilla.  Como he mencionado, la ciencia tiene unos 300 años de antigüedad y durante 300 años ha intentado demostrar si tenemos o no esta conexión entre nosotros y la Tierra, mientras que nuestros antepasados, durante 5.000 años, empezaron con la suposición de que todo está conectado. Aunque trataran de demostrarlo 5.00 años, se planteó la cuestión de cómo podemos utilizar esa conexión para mejorar nuestras vidas y ayudar a nuestros amigos y a nuestra familia y tener una comunidad más fuerte. Así que aquí es donde la combinación de la ciencia y la espiritualidad es fundamental. La ciencia sólo puede darnos los detalles básicos de cómo funciona algo, no puede decirnos necesariamente cómo aplicarlo en nuestras vidas. La experiencia humana puede decirnos cómo sin saber específicamente por qué las cosas funcionan como funcionan. Así que hoy nos encontramos en esta época de extremos en nuestras vidas y en el mundo.  Mi sensación es que cuando aceptamos la unión de la ciencia y la espiritualidad, creamos una sabiduría que en su unión es mayor de lo que cualquiera de las dos podría ser individualmente. Y creo que eso es lo que nos da la ventaja evolutiva en nuestra época de extremos.

Mi amigo David y su oración son un ejemplo muy poderoso de este principio que fue comprendido por nuestros antepasados, y que la ciencia solo está empezando a confirmar en condiciones de laboratorio. ¿Qué sucedió cuando David creó esa oración? ¿Por qué tuvo el efecto que tuvo? Lo que la ciencia sabe es que vivimos en un mundo de campos eléctricos y magnéticos. Es un hecho aceptado. Recientemente, los descubrimientos han demostrado que el corazón humano, su corazón y mi corazón, son los campos eléctricos y magnéticos más potentes del cuerpo humano, no el cerebro como nos enseñaron en el pasado. El cerebro sí tiene un campo eléctrico y un campo magnético, y son relativamente débiles en comparación con el corazón humano. Así que si somos seres diseñados para comunicarnos con el mundo que nos rodea y ese mundo es un mundo eléctrico y magnético, para mí tiene mucho sentido que nuestra comunicación no sea necesariamente verbal, porque existe una comunicación energética con el único órgano de nuestro cuerpo diseñado para hacer precisamente eso: nuestro corazón.  Ahora sabemos que esta relación entre el corazón y el cerebro es profunda e influye no solo en lo que ocurre en nuestro cuerpo, sino fuera de él cuando somos capaces de armonizar el corazón y el cerebro. Esto es lo que mi amigo David hizo a su manera y es lo que se está haciendo ahora en el laboratorio.

Lo que hacemos es acceder a esa armonización que se llama coherencia y que se puede medir eléctricamente. La coherencia óptima entre el corazón y el cerebro es de 0,1 Hertz, una frecuencia muy, pero muy baja, de menos de 1 Herz, y curiosamente es la frecuencia con la que se comunican los delfines y las ballenas. Los militares, los submarinos, también la utilizan y crea problemas con los delfines y las ballenas, porque es una frecuencia universal y poderosa.

Cuando podemos percibir los sentimientos de nuestro corazón, cuando podemos elegir crear esos sentimientos que generan 0,1 Hertz entre el corazón y el cerebro, entonces estamos armonizados, estamos conectados, y eso se llama “coherencia”. El Instituto de HeartMath, un instituto de investigación pionero en el norte de California, fue uno de los primeros en confirmarlo de una manera práctica que podemos utilizar en nuestra vida diaria. Ellos hacen un trabajo increíble investigando el corazón de formas que no se hacen convencionalmente en las  ciencias duras. Lo que HeartMath descubrió es que cuando podemos cerrar los ojos, llevar nuestra atención hacia el interior y concentrarnos en nuestro centro del corazón, saliendo de nuestra mente, de nuestro cerebro, e ir a nuestro corazón, el acto de hacerlo, en primer lugar, modifica nuestro cuerpo que comienza a cambiar la química, porque por lo general nuestra atención está en el mundo que nos rodea y ahora estamos pidiéndole que se concentre en el interior, diciéndole al cuerpo que algo ha cambiado, que algo va a suceder. Ese es el primer paso.

Cuando empezamos a respirar un poco más lento de lo habitual, tal vez cinco a seis segundos para inhalar y exhalar o lo que sea que funcione para ustedes, lo que descubrimos es que eso le envía una segunda señal a nuestro cuerpo, porque el único momento en el que realmente empezamos a respirar de esa manera es cuando sabemos que estamos a salvo y en un ambiente donde está bien no estar atentos al mundo que nos rodea sino tener ese enfoque interno, así que respiramos con más lentitud y eso envía una segunda señal al cuerpo. Esta es una de las técnicas que se utilizan para llevar nuestra atención hacia nuestro corazón desde nuestro cerebro.

Ahora bien, mi amigo David, en su tradición autóctona, creó un mudra donde los centros de energía están en las puntas de los dedos y en las palmas de las manos y se juntan. Con este mudra tocó físicamente su centro del corazón de una manera muy budista. Los monjes, las monjas y los abades en los monasterios budistas lo hacen todo el tiempo y una de las cosas que están haciendo es representar los centros de energía de su cuerpo. Hacen contacto con todos estos circuitos corporales.

Cuando tocamos físicamente nuestro centro cardíaco, eso atrae automáticamente nuestra conciencia al lugar del cuerpo donde sentimos la sensación. Así que estamos manteniendo la presión físicamente justo en el centro cardíaco, moviendo la conciencia de la mente al corazón. No lo digo como una regla. Es algo que muchos han descubierto que funciona para ellos y puede funcionar para ustedes también. Son tradiciones indígenas, por eso lo hacemos; no tiene ninguna connotación religiosa, es un mudra energético muy poderoso que convoca nuestra atención a nuestro corazón en ese momento. A medida que desplazamos nuestra conciencia a nuestro corazón, a medida que enlentecemos la respiración, el tercer paso ahora es percibir en nuestro corazón los sentimientos de gratitud, aprecio, cuidado, compasión, para agradecer lo que ya ha sucedido. Y lo que los investigadores de HeartMath han comprobado es que esas palabras -otras palabras pueden funcionar para algunos, ustedes se conocen mejor que nadie- en condiciones de laboratorio, son las que optimizan esta coherencia: aprecio, gratitud, cuidado, compasión.  Y como podemos empezar a percibir este sentimiento, eso establece la coherencia que armoniza el corazón y el cerebro.

Este es el tercer paso. El primero es trasladar su atención al corazón. El segundo es cambiar su atención y ralentizar la respiración y el tercero es sentir la sensación. Y a medida que avanzamos por estos pasos tan sencillos, estamos armonizando el corazón y el cerebro en dos redes neuronales separadas en un único sistema potente. Una vez que estamos en este espacio, ahora la puerta está abierta para una miríada de usos desde este espacio tan poderoso. Aquí es donde podemos comenzar a percibir los sentimientos como si ya estuviéramos sanos, y nuestras células comienzan a responder a ello. Desde este lugar además podemos crear intencionadamente estados profundos de intuición que también juegan un papel poderoso en la sanación.

Todos conocemos la intuición espontánea en el mundo occidental al estar en un vehículo ante un semáforo esperando que la luz roja se ponga verde, sin pensar en nada durante esos pocos segundos, cuando de repente, de la nada, uno tiene esta tremenda intuición, entiende los interrogantes más profundos de la existencia humana y el significado de la vida y el propósito de nuestro origen y la luz se pone verde y todo desaparece porque ahora uno está enfocado en su vidas nuevamente. Esa es una experiencia espontánea.  ¿Cómo la creamos por encargo cuando lo elegimos? La técnica que estoy compartiendo con ustedes es la que se utiliza precisamente para hacerlo. Es con este profundo sentido de intuición que podemos realmente tener una conversación con nuestros cuerpos. Entramos en ese espacio y les pedimos a nuestros cuerpos que compartan con nosotros lo que necesitan en los momentos de dolencia y enfermedad. No les preguntamos con la mente sino con el corazón. Y aquí es donde las 40.000 neuritas sensoriales del corazón se hacen tan necesarias, porque ellas piensan y recuerdan y sienten y se comunican independientemente de nuestro cerebro, así que a medida que aprendemos a escuchar –literalmente- el lenguaje de nuestro corazón, no el lenguaje verbal, nuestro cuerpo puede decirnos lo que está experimentando, lo que necesita, lo que requiere de nosotros, lo que necesita cambiar en el entorno y lo que podemos hacer para facilitar lo que estamos programados para experimentar.

En muchos casos, los nuevos descubrimientos de la ciencia ahora están confirmando lo que nuestros antepasados nos dijeron durante mucho tiempo respecto a nosotros, la sanación de nuestros cuerpos y nuestra relación con nuestros cuerpos y la Tierra y nuestra capacidad de influir en la sanación. Lo que sabemos es que nuestro cuerpo es literalmente un espejo de lo que creemos que es cierto acerca de nosotros mismos y nuestra relación con el mundo. La clave es que muchas de nuestras creencias no son necesariamente conscientes.  Algunas de nuestras convicciones más profundas están arraigadas en nosotros antes de nacer, en el útero. Hasta alrededor de siete años, esencialmente somos una esponja abierta al mundo que absorbe los patrones de todas las personas a las que estamos expuestos y de las que estamos rodeados, por lo que tenemos cuidadores que son realmente conscientes y han aprendido a manejar sus emociones y a sanar sus heridas de forma saludable, y eso es algo realmente bueno.  Muy pocas personas que conozco han tenido la suerte de venir de esas familias. Muchos de nosotros tenemos experiencias, tanto en las relaciones como en el estado de nuestros cuerpos, cuando somos adultos y a veces jóvenes adultos. Esto no tiene que ser cuando tenemos cincuenta, sesenta, setenta años. Nuestros cuerpos en realidad están reflejando las creencias subconscientes que están aún con nosotros casi desde el momento de nuestro nacimiento. Pero no sabemos qué son, así que ¿cómo vamos a descubrirlo? Esta es una manera muy, pero muy diferente de pensar respecto a nuestros cuerpos. Si literalmente los podemos ver como un espejo de nuestras experiencias y nuestras convicciones, sin juzgarlo como correcto, incorrecto, bueno o malo, cuando aparezca una condición que muestre lo que el médico llamará dolencia o enfermedad, si podemos aceptar que nuestro cuerpo está expresando algo en ese momento como un reflejo que estamos albergando consciente e subconscientemente, podemos aceptarlo sin juzgar y utilizarlo. Mi querido amigo y hermano espiritual y colega, Darren Weissman lo llama un portal. Cada dolencia, cada enfermedad, es un portal en nuestros cuerpos. La cuestión es si estamos dispuestos a entrar en ese portal para observar y ver lo que nuestro cuerpo nos está diciendo realmente. Y cuando nuestra respuesta es afirmativa, entonces empezamos a ver que nuestro cuerpo solo está reflejando energéticamente la calidad de la creencia que sostenemos.

Yo vengo de una familia disfuncional. Mi padre era un alcohólico que se marchó cuando yo tenía diez años. Y antes de irse, les infligió daño a los tres miembros de mi familia -mi madre, yo y mi hermano pequeño- y cada uno interpretó sus experiencias de forma muy singular. Una de las características de su alcoholismo era menospreciar a los demás, criticar tremendamente, por lo que había muchas críticas entre mi familia y cada uno lo interpretó de forma diferente. En lo que a mí respecta, cuando lo oí nunca me lo creí, así que desde el principio tuve una forma sana de afrontarlo. Otros miembros de mi familia sí creyeron y aceptaron esas críticas a tal punto que su autoestima se vio dañada y eso afectó  las decisiones que tomaron respecto a sus parejas, sus trabajos, sus carreras, sus propios cuerpos y su salud, todo ello relacionado con estas creencias aunque ni siquiera eran conscientes de haberlas escuchado cuando eran muy jóvenes. Así que este es un ejemplo de cómo estas cosas pueden acortar nuestras vidas.

Cuando tenemos la sabiduría de reconocer que nuestro cuerpo no está necesariamente quebrado, que nos está expresando algo, y tenemos el valor y la fuerza de dar el paso y decir: "¿Qué pasa, cuerpo? Mi cuerpo, ¿qué me estás diciendo en este momento?" (Conozco a científicos que literalmente tienen conversaciones consigo mismos). Creemos que somos un individuo, pero en realidad somos una comunidad de unos cincuenta billones de células. Como diría Bruce Lipton, mi querido hermano, amigo espiritual y colega, esos cincuenta billones de células funcionan como una comunidad que tiene un nombre. Mi comunidad se llama Gregg. Así que puedo hablar con Gregg si estoy en la carretera, si estoy detrás del escenario, preparándome para salir, y empiezo a sentir algo en mi cuerpo. En lugar de atemorizarme y tomar algo para que desaparezca, le pregunto: "¿Qué necesitas, Gregg?" "¿Qué necesitas, cuerpo mío?" Literalmente, me hablo así a mí mismo y le pregunto desde mi corazón con la técnica que acabo de compartir, y lo que me resulta fascinante es que la respuesta es evidente incluso antes terminar de preguntar. Cuando estoy formulando la pregunta, mi corazón y mi mente ya tienen la respuesta y sé casi de inmediato qué necesito en ese momento. A menudo es algo sencillo, es cambiar la perspectiva de la creencia. La gente me pregunta todo el tiempo cuán profundamente conectados podemos estar en el mundo, es decir, cuán literal es esa conexión y yo les respondo compartiendo un par de historias.

Viví en el norte de California a principios de los años noventa. Tenía una amiga que estaba en una relación romántica, una relación íntima que estaba atascada. Ella la llamaba “la cita interminable” porque ambos no podían llevar la relación hacia un compromiso más profundo y no podían terminarla, así que ella sentía que estaban atascados. Un día almorcé con ella. Hacía tiempo que no la veía y le pregunté: "¿Cómo van las cosas?" Y ella dijo: "¡Oh, no creerías lo que ha pasado en mi vida!" Yo le respondí: "Bueno, inténtalo". Ella dijo: "Estaba sentada con mi novio en el sofá. Estábamos viendo la televisión cuando oímos un golpe en el baño. Fuimos a ver y la tubería del agua caliente debajo del lavabo había estallado con tal fuerza que arrancó la puerta del lavabo de las bisagras y la hizo volar contra la pared del otro lado del baño". Yo dije: "¡Guau, eso es increíble!" Ella dijo: "Todavía no he terminado. Cuando íbamos a entrar en el garaje para meternos en el auto e ir a la ferretería para arreglar el lavabo, vimos que el suelo del garaje estaba cubierto de agua caliente procedente del calentador de agua que había explotado en el garaje. Y mientras estábamos ahí, la manguera del radiador de mi auto se abrió y expulsó el líquido caliente del radiador por toda la entrada". Yo le dije: "Vaya, ¿qué demonios está pasando en tu vida?". Ella dijo: "No creerías lo que es mi vida… ¡Nuestra casa es como una olla a presión!" y entonces se detuvo en seco y dijo: "No creerás que eso tenga que ver con lo que acaba de pasar en el baño y en el garaje, ¿verdad?" Y yo dije: "Bueno, en mi mundo tiene todo que ver con lo que sucedió, porque la presión emocional que estás sintiendo en esta relación se refleja en el mundo que nos rodea a veces de formas que son obvias y a veces en formas que no lo son, y eso depende de si podemos resolver esas cuestiones o no. Creo que estamos profundamente sintonizados con nuestro mundo y los unos con los otros.  

Permítanme contarles una historia sobre la profunda sintonía que tenemos con los seres con los que compartimos este mundo. Mi mamá tenía una perrita que se llamaba Cory Sue, una pequeña terrier que ya no está en este mundo.  Cuando vivía, compartió una lección muy importante con mi mamá. Yo solía hablar con mi mamá. La llamaba desde cualquier parte del mundo todos los domingos para ver cómo estaba y decirle: “¡Hola!, ¿cómo estás?”, ya saben. La llamé un domingo y me dijo: "Estoy bien, pero estoy preocupada por Cory, ha estado actuando de forma extraña. La llevé al veterinario y le hizo algunas pruebas y le tomó unas radiografías y sus pulmones están cubiertos de manchas negras que están empeorando y amenazan su vida, ¿qué te parece?"  Y le dije: "Me preocupa Cory porque en mi mundo vivimos en una realidad reflejada, Cory está reflejando en su cuerpo algo de la realidad que compartes con ella. ¿Qué está pasando en tu cuerpo? ¿Te hiciste un chequeo médico recientemente?” Ella dijo: "Sí, me hice uno". "¿Te hiciste una radiografía de tórax?" "No, lo dejé para más adelante". Entonces le dije: "Fíjate en la radiografía". La llamé a la semana siguiente y ella lo venía dilatando. Dijo "Sí, lo haré, pero primero quiero hacer un jardín y tener césped en el patio, y quiero tener la casa pintada”. Todas diversiones. Yo le dije: "Mamá, ve a hacerte esas radiografías". Ella lo hizo y efectivamente mostraron que tenía un tumor maligno en el pulmón. Mamá ha leído todos mis libros y conoce todos mis programas, por eso comprende que la autosanación es posible. Quiero compartir esto con ustedes para que vean cómo podemos pensar diferente respecto a estas cosas. "Puedo comprender que es posible, pero no es para mí", dijo. "Necesito saber en mi mente que este tumor se ha ido,  quiero internarme para que me operen y me lo quiten, y una vez que me lo extirpen, eso me liberará de forma que cambie mi estilo de vida". Y empezó a hacer ejercicio y a tomar suplementos y modificó su dieta y todo eso, pero tenía que saber, en su estado mental, que estaba libre del tumor, y es lo que hizo. Por eso les cuento la historia.

Cuando se recuperó, llevamos a Cory al veterinario para que la examinara de nuevo y, cuando le tomaron las radiografías, todas las manchas negras habían desaparecido de su pulmón. Cory estuvo reflejando la condición en el cuerpo de mi mamá antes de que ella supiera que estaba presente. Y cuando observamos detenidamente, descubrimos que esto sucede todo el tiempo. Nuestro mundo es el reflejo de nuestras convicciones más profundas y de la encarnación física de esas convicciones y, a veces, los que nos rodean -personas y animales por igual- nos aman tan profundamente que asumirán y reflejarán las condiciones que tal vez no estemos preparados para ver todavía.

Uno de los lugares donde esto es muy frecuente en la vida cotidiana, es en las selvas del Perú, donde no tienen equipos médicos modernos ni máquinas de rayos X. Cuando alguien está realmente enfermo y el curandero local quiere saber qué sucede dentro del cuerpo de alguien, lo que hace es tomar un conejillo de indias y de una manera muy ceremonial pasa el cuerpo de este conejillo de indias, (solo lo pasa) a través de la energía de la persona que se siente enferma, y de manera muy compasiva le quita la vida al conejillo de indias y le abre el cuerpo. Sus órganos reflejarán lo que acaba de experimentar en el campo energético del ser humano que acaba de atravesar y asumir así de rápido. No es correcto o incorrecto, bueno o malo, es simplemente un reflejo de su reacción energética al cuerpo. Así que cuando el curandero nativo ve que algo está sucediendo en los pulmones -en el ejemplo del conejillo de indias, a la izquierda- puede saber que el pulmón izquierdo del humano necesita ser tratado y entonces pasará a todos los remedios herbales y el aire puro y el agua potable y el ejercicio y todas las cosas para sanar lo que se diagnosticó mediante a lo que reflejó otra criatura viviente.

Y comparto esta historia, todas estas historias, porque no oímos a menudo sobre esto. Nos enseñaron a creer que estábamos separados de nuestro mundo cuando en realidad estamos tan profundamente sintonizados y conectados con el mundo -tanto a nivel consciente como subconsciente- que si observamos de cerca lo que está sucediendo en nuestros cuerpos, obtendremos una visión más profunda de nuestras verdaderas creencias, no de lo que afirmamos que es cierto, no de lo que nuestra mente o ego dice que es verdad, sino un panorama de lo que realmente creemos, incluso a nivel subconsciente. Una vez hecho esto, como dice el Dr. Darren Weissman, ese es el portal y entonces podemos entrar en esa creencia y formular la pregunta: “¿Es cierto esto? ¿Dónde lo aprendimos? ¿Dónde escuchamos esto? ¿Quién nos lo dijo? Si no es cierto, ¿cómo podemos sanar eso? ¿Con qué podemos reemplazar esa creencia que apoyará un cuerpo más sano, un sistema inmunológico más sano?” Y debo decirles que puede suceder muy, pero muy rápidamente, mucho más rápido que las 72 horas que mencionamos anteriormente al hablar del crecimiento de las nuevas neuritas.

Tuve una experiencia personal con portales en mi cuerpo que me ayudó a aceptar mi pasado, y el Dr. Darren Weissman fue un catalizador que me ayudó a entender y hacer mis conexiones en mi vida. Fue después de la muerte de mi padre, quien falleció durante la primera semana de mi gira del libro El Código de Dios en 2004. Cancelé la primera semana de mi gira y volví para hacerle un homenaje a un hombre que realmente no conocía. No sabía hasta qué punto me estaba afectando y, poco después, me salió un sarpullido en la parte superior del cuerpo, en el pecho. No estaba ahí todo el tiempo, pero sí lo suficiente. Tenía una irritación que era la clave y a veces se agudizaba más. Intenté todo lo que se me ocurrió. No tenía ni idea de lo que me estaba pasando porque no era una experiencia consciente. Por eso acudí al Dr. Darren, que es un maestro en acceder a nuestras creencias subconscientes a través del portal de nuestros propios cuerpos.  Y me encanta la forma en que lo hace, porque no es una terapia de conversación, él tiene un protocolo muy específico, bum, bum, bum, hace las preguntas y según las respuestas sabe a dónde ir a partir de ahí para averiguar lo que nuestro cuerpo nos está diciendo. Bueno, en este caso el Dr. Darren y yo tuvimos una conversación de 45 minutos. A los 20 minutos fue capaz de determinar que mi sarpullido era literalmente una irritación que mi cuerpo estaba expresando, una frustración de mi incapacidad para sanar con mi padre cualquier asunto que tuvimos antes de que falleciera. Ahora que se había ido, aunque pueda hacerlo en el nivel interno, nunca podré tener una conversación física con él de nuevo. Y al final de la charla, el enrojecimiento y la hinchazón debida al sarpullido habían desaparecido por completo y a la mañana siguiente el sarpullido se había ido y nunca volvió. Y ese es un testimonio poderoso para mí que me dice cómo estas creencias subconscientes aparecen en nuestras vidas en los momentos que menos esperamos, a veces en el momento menos oportuno, y qué comunicación clara nos están presentando si aprendemos el lenguaje de nuestros cuerpos. Es una forma muy diferente de pensar en ellos.

El modelo médico diría "Ah, tienes un sarpullido, es una respuesta inmune a algo, pongamos un poco de cortisona para que desaparezca hasta que se cure", y ese es otro camino.  Así que no estoy diciendo que uno sea correcto o incorrecto, bueno o malo. No estoy juzgando eso, solo digo que nuestra orientación en la vida nos ayuda a determinar cuán profundamente queremos entender lo que la vida nos muestra. Y a medida que aceptamos las verdades más profundas de estas relaciones con nuestro cuerpo, la sanación se vuelve casi secundaria, la cura física del cuerpo es el subproducto de la resolución, del sentimiento, o la emoción, o la creencia. Y esa es la belleza de comprender la sanación de nuestros cuerpos.

 

Kelly Noonan Gores:

Entiendo perfectamente bien cuán condicionados estamos y cómo lo que no está resuelto se manifiesta a nivel físico. ¿Pero y los niños que llegan al mundo y tienen leucemia? ¿Es su destino?

 

Gregg Braden:

No lo sabemos. Puedo especular, sospecho que es el karma, el destino, la suerte. Soy un científico, me formé como tal. Creo que nos debemos a nosotros mismos el ser honestos, veraces y objetivos sobre quiénes somos y nuestra relación con el mundo, y esos hechos nos permiten seguirlo en mayor medida y ser inteligentes respecto a lo que eso significa.  La ciencia médica actual en Occidente, en mi opinión, tiene los mejores diagnósticos; no podemos estar sin diagnósticos, sin saber qué está pasando en nuestro cuerpo. No podemos superar la tecnología que tenemos hoy en día, la capacidad de mirar de forma no invasiva dentro del cuerpo y enterarnos de lo que está pasando. Ahora bien, lo que hagamos con esa información pienso que es lo que da lugar a la gran elección. Para mí, no hay elección, creo que nos debemos a nosotros mismos el honrar nuestros cuerpos y saber lo que está ocurriendo. Una vez que entendemos qué nos está diciendo nuestro cuerpo, ya sea utilizando diagnósticos médicos, yendo a ver a alguien como el Dr. Darren Weissman, y pasando por lo energético o lo espiritual, ¿qué hacemos con esa información? ¿Cómo la abordamos? Ahí es donde se unen toda la sabiduría de nuestros ancestros y nuestra sanación tradicional, nuestra sanación cuántica, el poder de la emoción para cambiar la química de nuestros cuerpos.

Así que lo que le digo a la gente es simplemente esto: “Tengamos en cuenta, sin entrar en todos los detalles, que estamos diseñados para sanar. El cuerpo quiere sanar y la capacidad de sanar no es un añadido evolutivo que se produjo después de 200.000 años de experiencia, es parte de nuestro diseño, sea quien sea el responsable de que lo tengamos desde que llegamos a esta Tierra hace 200.000 años. Así que sabiendo que estamos programados para sanar, sabiendo que nuestros cuerpos quieren sanar, entonces la cuestión se convierte en cómo lo estimulamos y lo facilitamos mejor y lo incorporamos en nuestras vidas. Todos tenemos diferentes sistemas de creencias y todos aprendemos de diferente manera, y aquí es donde creo que las cosas de las que estamos hablando ahora, desde mi perspectiva, se convierten en una herramienta que ponemos en la caja de herramientas con todas las demás para poderlas sacar y utilizar según sea necesario para nuestro más alto bien con lo mejor de nuestra capacidad. Así que ya sea que se convierta en una religión o más bien en nuestra propia práctica, creo que si podemos adoptar todas estas cosas juntas, ahí es donde encontramos nuestro mayor bien.

Las personas me preguntan: "¿Qué pasa con los niños, nuestros niños, los niños pequeños que vienen a este mundo dañados en el útero de alguna manera, o con alguna deformidad o alguna condición? ¿Cómo puede provenir de su subconsciente?" y la respuesta a eso es que simplemente no lo sabemos. Tengo que ser honesto y decir que lo que ha sucedido con cada ser humano antes de llegar aquí es diferente y no tenemos forma de saberlo. Y aquí es donde empezamos a cruzar los límites de la ciencia y la espiritualidad y se habla de karma o destino o suerte, y no sabemos lo que son. Lo que sí sé sin sombra de duda es que una vez que ese hermoso niño llega a este mundo, su cuerpo, sus células, su ADN, responderán a las condiciones del entorno que le demos. Nuestro trabajo es aprender a optimizar ese entorno y esas condiciones.

La epigenética es la nueva ciencia que nos dice en lenguaje científico que nuestro diseño genético no está codificado. No estamos sujetos al diseño original de nuestro ADN para toda nuestra vida; es como si la Naturaleza nos diera un código genético preestablecido y eso fuera suficiente para ponernos en marcha cuando venimos al mundo. Eso será todo lo que necesitarán algunas personas, otras eligen expandir sus vidas y para ello hacen las elecciones de pensamiento, sentimiento, emoción, creencia, estilo de vida, que realmente combinan y estimulan porciones de ese código en formas que no estaban antes. Otras personas tienen las condiciones, el virus o la enfermedad que estaba con ellos cuando llegaron al mundo, eso es lo que tienen para empezar, y sus cuerpos responderán positivamente, como todos los demás, a los factores epigenéticos, al medio ambiente, al amor, el cuidado, la compasión, a una profunda comprensión, a la relación con el mundo, a lo que sienten es seguro en el mundo, a la nutrición. La forma en que los cuidadores interactúan entre sí en presencia del niño es igual de importante, porque esa persona joven está aprendiendo a enfrentarse a la vida a través de los gestos, los patrones de voz y las emociones de sus cuidadores a los que sus padres lo están exponiendo en las primeras etapas de su vida. Eso nos pasa a todos. Así que no podemos conocer todos los factores antes de venir al mundo, pero lo que sí podemos saber con certeza es que estamos diseñados para sanar y que nuestros cuerpos responderán al estímulo sanador si sabemos cómo crearlo en nuestras vidas.

 

Kelly Noonan Gores:

Entonces, el amor es el mayor sanador…

 

Gregg Braden:

Me referiré a ello. Cuando armonizamos nuestro corazón y nuestro cerebro a través de las emociones, nuestro aprecio, cuidado, gratitud, compasión, una de las preguntas más comunes que recibo en una audiencia en vivo es que la gente me pregunta: "¿Qué pasa con el amor?" Es una buena pregunta. Y les hice la misma pregunta a los investigadores de HeartMath, y me sorprendió la respuesta. Lo que me dijeron fue: "Gregg, el amor significa cosas distintas para diferentes personas y todos tenemos distintas experiencias del amor.  Y para algunas personas no ha sido una buena experiencia, por lo que la palabra “amor” muchas veces puede no ser la mejor para armonizar el corazón y el cerebro, para crear coherencia. Eso por un lado. Por el otro, cada una de esas palabras está comprendida en él.  Así que el cuidado es una fase del amor, la compasión es una fase del amor, el aprecio, la gratitud son expresiones de amor, así que en última instancia estamos utilizando el poder del amor sin utilizar esa palabra específica.

Ahora tengamos en cuenta todo lo que sabemos sobre nuestros cuerpos, nuestras relaciones, nosotros mismos, los demás, los nuevos descubrimientos que están revirtiendo 300 años de ciencia. Para mí todo se reduce a un principio muy simple: Cuanto mejor nos conozcamos a nosotros mismos, mejor equipados estaremos para sanar nuestros cuerpos, para sanar nuestras emociones, para sanar la experiencia interior que nos permita amar en el grado más profundo en el mundo exterior, y creo que eso es realmente lo importante cuando se trata de la sanación que ahora comprendemos.                            

                      

Preview – Hay House HEAL Summit

https://www.discover.hayhouse.com/heal-summit-day2/#l¡p-pom-block-930

Título en ingles: Harmonizing Your Heart and Brain to Create Healing

Desgrabación y traducción: Susana Peralta

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