POR: LUIS ALBERTO HARA
UNA
REFLEXIÓN SOBRE CÓMO LA CONCIENCIA ANTECEDE TODO FENÓMENO Y PODRÍA SER EL PRINCIPIO
FUNDAMENTAL DEL UNIVERSO, A PARTIR DE LAS IDEAS DE ANDRÉI LINDE.
La intersección entre la cosmología cuántica y la naturaleza de la conciencia es uno de los temas más fascinantes. Uno de los físicos que se ha atrevido a explorar cómo nuestra comprensión del universo -y sus fundamentos más básicos- están intrínsecamente ligados a nuestra percepción y conciencia es Andréi Linde. Linde es profesor en la Universidad de Stanford, reconocido mundialmente por sus significativas contribuciones a la teoría cosmológica, especialmente en el campo de la inflación cósmica.
En un artículo para el sitio Science and Non Duality, Linde enfatiza que
todos conocimiento, y toda descripción del universo debe empezar con la
conciencia pues es lo que hace posible todo lo demás:
Recordemos
que nuestro conocimiento del mundo no comienza con la materia, sino con las
percepciones. Sé con certeza que mi dolor existe, mi 'verde' existe, y mi
'dulce' existe. No necesito ninguna prueba de su existencia, porque estos
eventos son parte de mí; todo lo demás es teoría. Más tarde descubrimos que
nuestras percepciones obedecen a algunas leyes, que pueden formularse más
convenientemente si asumimos que hay una realidad subyacente más allá de
nuestras percepciones.
Este
pasaje subraya el punto de partida de Linde: la realidad, tal como la
conocemos, está filtrada a través de nuestra experiencia sensorial directa y
nuestra interpretación de esta.
Linde
explica cómo la mecánica cuántica, aplicada al cosmos, nos obliga a
reconsiderar la noción tradicional de tiempo y evolución. Según la ecuación de
Wheeler-DeWitt, la función de onda del universo, en esencia, no depende del
tiempo. Esto plantea un desafío al intentar describir la evolución del universo
a través de su función de onda, ya que, bajo este marco, el universo es tanto
inmortal como estático.
La
resolución a este dilema, según Linde, radica en el papel del observador. En
sus palabras, "la noción de evolución no es aplicable al universo en su
conjunto ya que no existe un observador externo con respecto al universo, y
tampoco existe un reloj externo que no pertenezca al universo". Este
enfoque destaca la importancia crítica del observador en la cosmología
cuántica, donde sin un observador, nos enfrentamos a un universo
"muerto", que no evoluciona en el tiempo. La sangre de la vida del
universo es la observación, en otra palabras la conciencia.
Linde
profundiza aún más en la complejidad de la situación al introducir la idea de
un "universo autoobservante", sugiriendo que la conciencia puede
tener grados de libertad intrínsecos, esenciales para una descripción completa
del cosmos. Plantea preguntas provocativas sobre si es posible entender
plenamente el universo sin primero comprender qué es la vida.
Linde
no solo desafía nuestras nociones preconcebidas sobre el universo y la realidad
material, sino que también sugiere que la exploración de la conciencia podría
ser fundamental para el avance de la cosmología. La interdependencia entre el
observador y el cosmos subraya una visión del mundo en la que la materia, el
espacio-tiempo y la conciencia están profundamente entrelazados, abriendo
nuevos caminos para la reflexión filosófica y científica sobre la naturaleza de
nuestra existencia.
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