CARTA A LOS GRUPOS - Mes de Libra 2012
Somos el Alma, la
Conciencia expresándose a través de un instrumento – la personalidad -
compuesto por el cuerpo, las emociones y el intelecto. Sucede que cuando
estamos plenamente identificados con el instrumento, sólo nos interesan las
cosas de su mundo: la fama, el dinero, el nombre, las posesiones, etc. Pero
cuando nos reconocemos como la conciencia que habita el cuerpo empezamos a
descubrir esa otra realidad que nos hace trascender este mundo y desarrollamos
otro conjunto de valores que le aportan a la vida un brillo y un significado
especial. Iniciamos así el descubrimiento de nuestra conciencia inmortal.
La dualidad de “alma y cuerpo”, que aparentemente divide el mundo en dos partes, una superior, inmortal y divina y la otra inferior, mortal, perecedera está presente en todas las tradiciones espirituales de la humanidad.
Pero si
consideramos lo material como el mal y lo espiritual como el bien empezamos a
dividir lo indivisible. Es como querer separa a Dios Padre de Dios Madre. O al
Creador de su Universo. Lo que tiene de verdad la materia es el mismo espíritu
que la anima y la conciencia que es el alma que le da forma en esa gran red de
vida y conciencia que llamamos Universo.
Cuando separamos
al espíritu y a la materia y los colocamos en ámbitos diferentes estamos
auspiciando una ruptura en la misma percepción de la vida. De ahí que se ha
creado un sistema de falsos valores que le ha hecho mucho daño a nuestro mundo.
Por ejemplo, hay quien puede ser muy espiritual en el Templo, en la Iglesia;
pero como percibe el mundo de los negocios como perteneciente únicamente al
ámbito material, puede ocasionar daños a terceros sin remordimiento alguno
porque en ese mundo su Ley es la ganancia. Y cuando no se reconoce la divinidad
en la materia se puede, sin sentir culpa alguna, contaminar, depredar y dañar
la naturaleza sin misericordia.
Si miras
atentamente las estrellas y te dejas embargar por su belleza podrás ver el
rostro de Dios Madre en su titilar y si buscas su aroma, la rosa lo esparce
libremente al viento.
Mi papá me decía
que a pesar de que el hombre ha llegado a hacer grandes cosas no ha podido
producir un solo pétalo de rosa. – Sólo Dios, hija, sólo Dios – decía. Las
rosas rojas sobre su ataúd, el día de su entierro, expresaban tanta vida que la
muerte se desvanecía como el espejismo más grande de la vida en la forma.
Si reconocemos lo
divino en la materia, estamos reconociendo a la Madre Divina. No se trata de
alejarnos de la personalidad sino de transformarla imbuyéndola de alma, de
conciencia. El trabajo que vinimos a hacer a este mundo es transformar la
materia con la Luz del Alma de acuerdo al diseño divino. Y la materia que nos
toca transformar es la de nuestro cuerpo, nuestras emociones y deseos, y
nuestros pensamientos.
Recuerdo que en
los Congresos del Nuevo Pensamiento poníamos, en la entrada del salón, un
gancho de ropa bien adornado con un letrerito que decía: “Deja colgada tu personalidad
aquí”. La pretensión era
entrar como almas sin que la personalidad nos acompañara… Me pregunto cuántos
lo lograrían. Yo no. Mi cuerpo mental estaba atento a todo ese caudal de
conocimiento que se despliega en los Congresos del Nuevo Pensamiento, mi cuerpo
emocional se gozaba de las experiencias vividas y confieso que mi cuerpo físico
siempre estuvo allí conmigo.
Para todos
nosotros, habitantes de este mundo, existe solo una vida, la de todos los días,
la cotidiana, con sus momentos de exaltación y sus momentos de tristeza, con
los problemas y toda la secuela de experiencias que aporta la vida en la
materia. De lo que se trata es de afinar el instrumento para que la Conciencia
pueda expresar su acorde divino. Si la personalidad es como un violín, el
violinista es la Conciencia (el Alma) y la Partitura, el diseño divino.
Si guardamos el violín, el violinista no puede tocar y el mundo se queda sin la
música del Alma. Si el violín está desafinado, el Alma no puede ejecutar bien
la música, aunque conozca bien la Partitura. Nos toca afinar nuestro
instrumento de manera que pueda vibrar en las más altas frecuencias. Esa es la
verdadera “obra alquímica”, la transmutación que la vida espera de ti. Tu
tarea, tu responsabilidad, el regalo que le ofreces a la vida.
Por eso decimos
con el poeta, caminante no hay camino, se hace camino al andar viviendo
cada experiencia, extrayendo el aprendizaje oculto en cada cosa que nos
presenta la vida. Nuestra presente encarnación es nuestro karma y también
nuestro dharma. Es la oportunidad evolutiva que tenemos a la mano. La Enseñanza
de la Sabiduría nos ayuda a vivir, pero solo cuando ponemos en práctica lo
aprendido. Cuando nuestra vida diaria refleja su gloria. Entonces podemos decir
que conocemos la enseñanza.
Ahora cuando
medito le pido a la mente que se venga conmigo, que no se distraiga, porque la necesito
llena de luz para el trabajo. A mi cuerpo emocional le pido amorosamente que no
se resista a las vibraciones luminosas que se alcanzan en los estados de
meditación para que aprenda a amarlo todo, y a los elementales de mi cuerpo,
que no desperdicien la oportunidad de alimentarse de esa luz.
El Maestro Omraam
Mikhael Aivanhov nos advierte en sus libros que la personalidad siempre tiene
que estar vigilada por “su amo” porque cuando el amo está presente ella
se comporta bien. El amo es la Conciencia, es el Alma. Pero si el “amo”
abandona su puesto de vigilancia, se instala el caos en la vida y somos
arrastrados como hoja que se la lleva el viento, víctimas de un destino que
podemos dirigir con sólo saber quiénes somos y actuar de acuerdo a lo que somos,
la Vida Consciente encarnada
De ahí la
necesidad de mantener un nivel vibratorio que nos permita establecer la armonía
en nuestra vida para que el Alma infunda con su Luz a la personalidad. Esta es
la razón por la cual todo discípulo, en un momento de su vida tiene que
trabajar con la energía del Cuarto Rayo de Armonía, Belleza y Arte. La armonía
es la síntesis de todas las cualidades, de todas las virtudes reunidas, cuando
trabajamos con la armonía tocamos el corazón de las cosas, el Alma Universal,
el Centro de donde proviene la energía que todo lo transforma y organiza. El
Cuarto Rayo entona las distintas frecuencias que componen la personalidad con
la frecuencia del Alma, uniéndolas. Su palabra de poder. “Dos se fusionan en
uno” nos da la clave de su función.
Fusionemos la
personalidad con el Alma, llenémosla tanto de la vibración del Alma que ya no
se encuentre a sí misma, sino que más bien, en su lugar, aparezca el Alma, aparezcas tú.
En la vida de
todos los días se construye el sendero espiritual. Cada experiencia es un
aprendizaje del Camino. Tu tarea, tu misión está delante de ti, en lo
cotidiano. Tu vida es tu
obra de arte, tu poema. Extrae
de tus vehículos la esencia sagrada oculta en la materia y un día, cercano o
lejano, ellos te devolverán la imagen del Espíritu.
Con amor profundo,
Carmen
Santiago
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