Hermanos,
vivamos cada día atentos a ser mas fraternos entre nosotros, contagiando a
todas las áreas de enfrentamiento y odio la voluntad inquebrantable de
mostrarnos unidos, como el Uno que somos.
Es
necesario que cada uno de nosotros asuma responsablemente el autogobierno de su
vida. Esto es, que nos hagamos cargo de nuestras acciones y de las consecuencias de
nuestras acciones, de nuestros pensamientos y de las consecuencias de nuestros
pensamientos.
Las
personas que no se pueden gobernar a sí mismas, necesitan del gobierno de
alguien de afuera, alguien que las vigile, y amenace con castigar si no hace lo
correcto. Estas personas son heterónomas. La ley, el deber de lo que tienen o
no que hacer, viene de afuera, de otros, de la ley humana o de los que ejercen
autoridad sobre ellas. Esto ocurre naturalmente en los niños a los que les
decimos todo el tiempo que hacer y los corregimos para que hagan lo debido.
Pero cuando los niños crecen, deben aprender la “Autonomía”, a dictarse sus
propias normas. Cuando esto ocurre plenamente en la vida de un humano hablamos de que
esa persona se autogobierna, es el jefe de sí mismo y hace lo correcto en todo
tiempo y lugar y no necesita que nadie lo mire, que nadie lo vigile, que nadie
lo castigue.
Cuando
los humanos lleguemos masivamente al estado de autogobierno no tendremos, más
engaños, trampas, odios, ni corrupción porque estas conductas solo las puede
tener el que no sabe autogobernarse, ser el amo de sí mismo.
José
Ingenieros, autor de “El hombre mediocre”, nos da una regla para seguir cuando
queremos ser en verdad dueños de nosotros mismos y dice “Vive tu vida de tal modo que cada uno de
tus actos pueda convertirse en Ley universal” Por ejemplo, si tú
arrojas papeles en la calle y piensas que todos, como norma, arrojaran papeles
a la calle en el mismo momento en el planeta, quedaríamos tapados de papeles y
entonces es una conducta que no te permitirás.
En las
paredes de viejo edificio de Naciones Unidas en New York se podía leer “No
hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti”. Imagina que
están cumpliendo esta regla, las personas, las organizaciones, los pueblos, las
naciones. En un instante terminaría el conflicto palestino-israelí y muchos
otros que llenan de dolor al mundo en este momento.
Practiquemos
juntos el autogobierno, seamos capaces de cumplir con nosotros mismos, con lo
que nos proponemos y no juzguemos a nadie porque sabemos que no estamos libres
de ningún error y las rosas de la fraternidad, impregnarán con su aroma la
atmósfera de la Tierra.
Desde lo
más profundo del corazón
Marta N.
Paillet
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