Por José L. Stevens
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La pérdida es
una de las experiencias más dolorosas que atraviesan los seres humanos en su
largo viaje hacia el despertar. Lo más doloroso de la pérdida es lo real que
parece a pesar de que vivimos en un mundo de engaño e ilusión. La pérdida está
en todos los lugares en que miramos porque vivimos en un entorno impermanente,
que es tan dinámico que está cambiando constantemente, en transición, y ofrece
infinitas oportunidades para reajustar, reestructurar y recalibrar. Esto es
especialmente cierto porque v
ivimos en una época en que el clima está cambiando
rápidamente y estamos considerando la posibilidad de que todo cambie
dramáticamente, de los árboles y el follaje a los patrones climáticos, a la
vida animal, y nuestras rutinas diarias y formas de vida. También estamos en un
momento de cambio dramático de la cultura, la pérdida de nuestra democracia, el
control autoritario, la corporatocracia, la innovación tecnológica, el colapso
de las estructuras religiosas, la inteligencia artificial y una lista casi
ilimitada de estructuras familiares que colapsan y parecen ser reemplazadas por
otras posibilidades. El problema con el que todos estamos familiarizados es que
a menudo no nos gusta reajustar debido a nuestros apegos y porque el ajuste nos
hace sentir incómodos. Usualmente lo resistimos y hacemos que extendamos
nuestro sufrimiento por mucho más tiempo del que es sabio hacerlo.Sabemos desde hace algún tiempo que el mundo está superpoblado o, para aquellos que no se sienten cómodos con ese concepto, que estamos ciertamente superando nuestros recursos y destruyendo rápidamente los que nos quedan debido a los desechos tóxicos y los daños al medioambiente. Lo que esto significa es que es sólo una cuestión de tiempo para que lleguemos a la realidad de que la población se reducirá a números mucho más pequeños. Este es el camino de la naturaleza. Esto ha sucedido antes y volverá a suceder, y luego la población volverá eventualmente a crecer.
Seamos realistas, todo está cambiando, todo, y el mundo será casi irreconocible dentro de cien años. No estoy diciendo que esto sea negativo de ninguna manera ni lo digo para asustarte o hacerte sentir incómodo. Es sólo un hecho con el que estaremos contendiendo. Incluso si pudiéramos implementar todos los esfuerzos de conservación que podamos imaginar, es demasiado tarde para hacer retroceder el reloj y continuar con nuestras viejas costumbres. Los seres humanos son resilientes, creativos, adaptables y orientados a la supervivencia cuando necesitan serlo. Sobreviviremos pero no sin enormes cambios, internos y externos. Los desafíos nos hacen fuertes y nos ayudan a crecer rápidamente. Cualquiera que esté en negación o se rehuse a enfrentarse a la verdad se encontrará con una sorpresa muy ruda, quizás demasiado grande para aceptarla. Quienes estén dispuestos a aceptar la inevitabilidad del cambio en este planeta crecerán y se volverán más poderosos, como siempre ha sucedido en el pasado. En estas condiciones de rápido cambio, las almas más viejas tienen una ventaja y las almas más jóvenes están en desventaja porque cuanto más viejo eres, más veterano eres, más difícil es desestabilizarte. Cuanto más joven eres, más dependiente eres de las autoridades y éstas pueden o no ser confiables. Sin autoridad interna uno se desestabiliza más fácilmente.
Las almas jóvenes de nivel avanzado estarán bien porque simplemente cambian su lealtad a lo que es conveniente, a donde está el dinero, a donde va el poder. Las almas de niveles iniciales están en mayor desventaja porque carecen de experiencia y se aferran a viejos paradigmas que están desapareciendo. Las almas maduras y viejas son las más adaptables porque usan el cambio para crecer y aprender. Ese podrías ser tú, o tal vez no si te aferras a glorias pasadas.
Echemos un breve vistazo a algunas de nuestras pérdidas porque son inevitables:
Por el momento, estamos observando la mayor pérdida de agua y aire naturales y limpios en nuestro amado planeta.
Estamos viendo la pérdida de muchos de nuestros animales favoritos y de la medicina que traen a este planeta.
Del mismo modo, estamos observando la pérdida de muchas plantas cuya medicina también perderemos.
Estamos observando la pérdida de hermosas áreas preservadas por la destrucción que realizan excavadoras, explosivos, perforaciones y productos químicos tóxicos.
Estamos viendo la pérdida de valores, ya que el mundo parece ser más nacionalista, racista y fuera de control.
Estamos viendo la pérdida de nuestros medioambientes oceánicos generadores de vida por los desechos tóxicos y los saqueos.
Estamos viendo la pérdida de fertilidad y la mayor posibilidad de esterilidad en los seres humanos.
Estamos viendo la pérdida de libertad para movernos, explorar y expresarnos libremente. ¿Quién es un inmigrante y quién no?
Estamos observando la pérdida de los medios de comunicación locales y los límites que le ponen a la corrupción con su vigilancia.
Ya estamos viendo la pérdida de cualquier sentido de privacidad y, por lo tanto, más pérdida de libertad.
Estamos viendo la pérdida de muchas cosas antes consideradas como derechos y ahora consideradas productos para ser vendidos como la privacidad, el acceso al agua potable, etc.
Estamos viendo la pérdida del sentido de seguridad personal a medida que las armas proliferan y el odio se expresa en acciones destructivas.
Tienes la idea. La mayoría de estos cambios serán temporales, aunque algunos tomarán mucho tiempo en repararse o corregirse y, en algunos casos, pueden perderse permanentemente como los animales, las plantas y los medioambientes.
¿Qué vamos a hacer? ¿Matarnos a nosotros mismos porque no podemos enfrentar el cambio? Muchos elegirán y están eligiendo esa opción, pero eso sólo es una forma de evasión y de negación temporal. No hay escapatoria, ya que todos volverán a enfrentarse a los cambios y a terminar las lecciones de una manera u otra.
En otras palabras, no hay escape. Esto no es porque no tengamos libre albedrío, porque claramente lo tenemos. En este caso ya hemos votado, ya hemos elegido, y esto es lo que elegimos a nivel de la esencia para ayudarnos a crecer y evolucionar como especie. A veces aprendemos de la manera más difícil.
Si la vida no cambiara y todo siguiera igual para que pudiéramos ser agradables y estar cómodos, tarde o temprano comenzaríamos a quejarnos del aburrimiento. De alguna manera u otra, los humanos siempre encontramos algo de qué quejarnos. Podríamos decir: "Bueno, está bien, que haya algunos cambios, pero que sean buenos, y no demasiados a la vez". En tus sueños. Así no es como sucede en la vieja madre tierra.
Durante mucho tiempo, los científicos basados en Darwin creyeron que la evolución sucedió en este planeta de una manera muy gradual y lenta. Se resistieron ferozmente a cualquier sugerencia de que podría haber sido algunas veces rápida, incluso repentina. Siempre han estado buscando el eslabón perdido para explicar por qué hubo saltos repentinos e inexplicables en el desarrollo del cerebro humano y del desarrollo social. Hoy día, cada día surgen nuevas pruebas para reforzar el entendimiento de que los eventos masivos crearon cambios repentinos e irreversibles en este planeta y llevaron a los seres humanos al borde de la extinción, no sólo una vez, sino quizás en varios momentos de nuestro pasado. En otras palabras, nosotros como especie somos veteranos del cambio, somos capaces de manejar enormes cambios que nos estresan al extremo, y hemos encontrado formas de sobrevivir y, de hecho, de prosperar. ¿Habremos experimentado conmoción, tremendo dolor, terror, rabia, y resistencia a los cambios? Pueden apostar que si. Pensamos que el mundo estaba llegando a su fin, pero sólo el mundo como lo conocíamos terminaba, y sí, cambió dramáticamente de la noche a la mañana a través de cometas y meteoros que chocaron contra las capas de hielo y las derritieron instantáneamente creando inundaciones inimaginables. Nuestros familiares se habían ido, nuestros suministros de alimentos se habían ido, nuestros rumbos se habían perdido, nuestras tradiciones se habían interrumpido, y las formas de vida se perdieron. Y, sin embargo, algunos de nosotros sobrevivimos y vivimos y prosperamos.
En otra era, no
hace mucho tiempo, la enfermedad destruyó más del 90% de la población de
América del Norte y del Sur. Cientos de millones de personas murieron casi de
la noche a la mañana por enfermedades importadas. Imagina un mundo en el que
repentinamente nueve de cada diez personas que conoces murieron horriblemente y
sin previo aviso. ¿Qué pasaría con sus cadenas alimentarias, sus sistemas de
gobierno, sus tradiciones, rituales, formas de vida? Serías lanzado a un mundo
nuevo e irreconocible donde literalmente tendrías que construir una nueva
civilización desde cero. Cuando los colonos llegaron a América, sólo quedaban
unos pocos restos de las vastas poblaciones de indígenas. Esas personas éramos
nosotros en vidas anteriores.
Hemos experimentado tal cambio anteriormente. Los recuerdos se encuentran en nuestros centros instintivos como parte de nuestra biblioteca de habilidades de supervivencia. Podemos manejar lo que surja. Quizás no todos pero nosotros, como especie, no vamos a desaparecer pronto de esta tierra, sin importar lo que piensen los pesimistas. Ni siquiera el intercambio de bombas nucleares nos va a exterminar. Tan sólo será un gran inconveniente. Preferiría que no se llegara a este tipo de locura, pero debemos saber que el final de la historia no está cerca. Cuando terminemos con este planeta será porque evolucionamos hasta el punto en que ya no necesitamos volver, pero no nos habremos ido prematuramente.
Démosle a la raza humana algo de crédito por ser resistente. Tal vez en algún momento cercano tengamos dos corazones en nuestros pechos, una cabeza mucho más grande, o tal vez nuestro tercer ojo interior saldrá hacia afuera. Tal vez nos volveremos lampiños y calvos o perderemos nuestras muelas del juicio para siempre. Las posibilidades son prácticamente infinitas. No te apegues demasiado a la forma en que se ve la gente hoy día. Mañana podríamos pensar que ser calvo es hermoso o podríamos desarrollar una nueva línea de moda para nuestras nuevas colas flexibles y sexies.
Entonces, ¿cómo nos adaptamos sobre la marcha a todos estos cambios? Expresamos nuestro dolor por la pérdida de lo viejo porque es poco saludable y destructivo absorberlo y pretender que todo está bien. En algunos casos, sollozamos repetidamente con tristeza para desahogarnos, pero no para martirizarnos. Luego observamos y vemos cómo vamos a adaptar, ajustar y recalibrar nuestras vidas. Miramos y vemos cómo podemos seguir sirviendo, nos arremangamos y nos ponemos a trabajar. Guardamos lo que necesitamos salvar y lo que podemos, y dejamos ir el resto. Al final del día, es el amor lo que no podemos perder, sin importar lo que suceda a nuestro alrededor. El amor es permanente y es la única respuesta. Nos amamos los unos a los otros, amamos al Espíritu, amamos nuestras vidas sin importar lo que pase. En quinientos años nos habremos acostumbrado a la vida en un planeta cambiado y habremos crecido unidos a él y quizás resistiremos más cambios. En este sentido, la naturaleza humana no cambia mucho. Sin embargo, viviremos en un mundo que ofrece más posibilidades de las que jamás creímos posibles.
Hemos experimentado tal cambio anteriormente. Los recuerdos se encuentran en nuestros centros instintivos como parte de nuestra biblioteca de habilidades de supervivencia. Podemos manejar lo que surja. Quizás no todos pero nosotros, como especie, no vamos a desaparecer pronto de esta tierra, sin importar lo que piensen los pesimistas. Ni siquiera el intercambio de bombas nucleares nos va a exterminar. Tan sólo será un gran inconveniente. Preferiría que no se llegara a este tipo de locura, pero debemos saber que el final de la historia no está cerca. Cuando terminemos con este planeta será porque evolucionamos hasta el punto en que ya no necesitamos volver, pero no nos habremos ido prematuramente.
Démosle a la raza humana algo de crédito por ser resistente. Tal vez en algún momento cercano tengamos dos corazones en nuestros pechos, una cabeza mucho más grande, o tal vez nuestro tercer ojo interior saldrá hacia afuera. Tal vez nos volveremos lampiños y calvos o perderemos nuestras muelas del juicio para siempre. Las posibilidades son prácticamente infinitas. No te apegues demasiado a la forma en que se ve la gente hoy día. Mañana podríamos pensar que ser calvo es hermoso o podríamos desarrollar una nueva línea de moda para nuestras nuevas colas flexibles y sexies.
Entonces, ¿cómo nos adaptamos sobre la marcha a todos estos cambios? Expresamos nuestro dolor por la pérdida de lo viejo porque es poco saludable y destructivo absorberlo y pretender que todo está bien. En algunos casos, sollozamos repetidamente con tristeza para desahogarnos, pero no para martirizarnos. Luego observamos y vemos cómo vamos a adaptar, ajustar y recalibrar nuestras vidas. Miramos y vemos cómo podemos seguir sirviendo, nos arremangamos y nos ponemos a trabajar. Guardamos lo que necesitamos salvar y lo que podemos, y dejamos ir el resto. Al final del día, es el amor lo que no podemos perder, sin importar lo que suceda a nuestro alrededor. El amor es permanente y es la única respuesta. Nos amamos los unos a los otros, amamos al Espíritu, amamos nuestras vidas sin importar lo que pase. En quinientos años nos habremos acostumbrado a la vida en un planeta cambiado y habremos crecido unidos a él y quizás resistiremos más cambios. En este sentido, la naturaleza humana no cambia mucho. Sin embargo, viviremos en un mundo que ofrece más posibilidades de las que jamás creímos posibles.
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Traducción:
Marcela Borean
Difusión: El Manantial del Caduceo
http://www.manantialcaduceo.com.ar/libros.htm
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