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20 de enero de 2019

LA CRUZ DEL SENTIDO

Como se sabe, el “Libro Rojo” contiene los registros directos de lo que se conoce como la confrontación de Jung con su inconsciente, material que se convirtió, con el tiempo, en los fundamentos de su teoría psicológica. Jung se revela no solo como psicólogo, sino que también como un dotado artista, ya que los registros de sus experiencias son primordialmente visuales. Ya hemos dedicado algunas líneas a esto en otros posts. Esta vez exploraremos algunas películas que contienen la energía del conflicto que el Espíritu de la Profundidad y el Espíritu de los Tiempos (las grandes fuerzas que aparecen al inicio del libro), y que configuran lo que se denomina el “Cuaternio del Sentido”.

El Espíritu de las Profundidades despliega para Jung una cuaternidad progresiva y dinámica, que parte con un material propio del Espíritu de los Tiempos, lo que denomina como el Sentido. Adoptamos un cierto estilo de vida o sistema de creencias porque da significado a nuestra experiencia en el mundo, la explica “satisfactoriamente” y justifica el sesgo de nuestra mirada. De alguna manera, el Sentido da certeza. Pero es precario. Los seres humanos odiamos la incertidumbre en forma casi irracional, e intentamos mantener, incluso cristalizar el Sentido, como si quisiéramos clavar la Rueda de la Fortuna. Pero tarde o temprano nos damos cuenta de que el Sentido es limitado. Hay una dolorosa secuencia en“Boyhood” (dirigida por Richard Linklater, 2014) donde el adolescente protagonista Mason prepara sus cosas para irse del hogar materno a la universidad, y su madre estalla en un llanto airado: ¡Este es el peor día de mi vida, sabía que llegaría, y estás tan feliz de irte! ¿Sabes de lo que me di cuenta, así, de golpe? Que mi vida se fue, así, de golpe. Toda una serie de eventos importantes. Casarse, tener hijos, divorciarse. Aquella vez que pensaba que eras disléxico, cuando te enseñé a andar en bicicleta, divorciarse de nuevo, obtener mi título, finalmente encontrar el trabajo que quería… Enviar a tu hermana y a ti a la universidad ¿Sabes lo que sigue, ah? ¡Mi maldito funeral… solo pensé que habría algo más.




Todos estamos sometidos a procesos que llamamos “naturales”: nacer, pasar de la niñez a la adolescencia, aprender a ganarse el pan, casarse, ser padre, envejecer, morir. Hechos naturales e instintivos que también son arquetípicos. Se gatillan las mismas emociones e impulsos, pero nuestra consciencia hace que las experimentemos en forma diferente, y pongamos nuestro sello. Sin embargo, arquetípicos son también aquellos procesos que podríamos llamar “disruptivos”, y que no siempre están desplegándose para todos: quedar huérfano, perder algún ser profundamente amado, tenerlo todo y perderlo en cualquier plano, tener una experiencia paranormal o mística, ser encarcelado, volverse loco, prófugo o criminal, descubrir una vocación impensada, cambiar identidades. La Literatura y el Cine están llenos de ellos. Parecen ser los favoritos del Espíritu de la Profundidad, Pero no todas las veces su despliegue culmina en una experiencia de transformación. En “Respuesta a Job” (F.C.E., 1998) Jung escribe: “En la medida que el proceso de individuación se realiza, por lo general de manera inconsciente, como lo ha hecho siempre, tiene el mismo significado que tiene la bellota para la encina, la ternera para la vaca, y el niño para el adulto. Pero si el proceso de individuación se hace consciente, la conciencia tiene que enfrentarse al inconsciente y encontrar un equilibrio entre los contrarios. Como esto no es posible lógicamente, la única solución son los símbolos, los cuales hacen posible la unión irracional de los contrarios”.
Para la mayoría de las personas una experiencia disruptiva en el “aquí y ahora” de sus vidas es muy dura de aceptar. Suele asociarse a un sueño o una pesadilla, a un miedo potencial, a una “vida no vivida” (y que se espera no vivir). Añoramos el estado de Sentido, y nos apegamos a toda clase de símbolos personales: casa, trabajos, puestos, personas, como si fueran una suerte de “paraíso perdido”. Un notable ejemplo de una dinámica entre procesos naturales y disruptivos es “Una Aventura Extraordinaria” (dirigida por Ang Lee, 2012), donde el adolescente Pi pierde a toda su familia en un naufragio, y queda abandonado en un bote salvavidas solo con un tigre durante 200 días.

 Vemos como en el caso de Pi, una vida familiar hermosa y un desarrollo humano normal (que es su Sentido) es trastocado por el hecho terrible del naufragio y la deriva en el bote con Richard Parker, el tigre. Una terrible posibilidad se vuelve realidad, y lleva a Pi a las fronteras de la vida y la muerte. Exige de él cosas que nunca hubiera imaginado. Un estado de cosas que con el correr de los incontables días se impone como nuevo Sentido: la vida como un sobrevivir a cada momento. Un verdadero “aquí y ahora” porque quizás no haya futuro.
La “vida no vivida” puede tener una existencia muy potente, aunque sea simbólica. A nuestro entender, es lo que el Espíritu de la Profundidad le enseña a Jung como “Contrasentido”. El Contrasentido parece estar en otro lado, parece completar el significado del Sentido, como cuando entendemos un sueño mucho tiempo después. En general, nadie está tan individuado o realizado como para no tener un Contrasentido potencial esperándolo.
El Contrasentido parece muy vinculado a los arquetipos de la Alteridad y la Sombra. En cierto modo, al Eros y el Logos. En la película “Hombre de Familia” (dirigida por Brett Ratner, 2000), vemos como un poderoso y egoísta ejecutivo (Nicolas Cage) tiene la posibilidad de experimentar la vida que hubiera vivido, si no hubiera renunciado a su gran amor. El mediador numinoso o el Daimón que, impresionado por una buena acción del protagonista, propicia la experiencia, es un personaje negro (el actor de color Don Cheadle). En primera instancia, el protagonista rechaza la nueva realidad de vida familiar a la que ha sido “arrojado”. Su Sentido es el típico de una persona de su especie: definido por su cargo, exitoso, rico y mujeriego (la encarnación de un aspecto muy típico y global del Espíritu de los Tiempos). Pero el Espíritu de la Profundidad (en su oscura forma daimónica) irrumpe para cambiarlo de “realidad” o “espacio-tiempo”. Para él, la vida familiar es un absoluto Contrasentido: una cotidiana y “aburrida” vida de esposo con dos hijos pequeños, un trabajo en una rutinaria empresa familiar y el agobio de una hipoteca.


De manera de retornar a su anhelada realidad de poder, el protagonista debe dejar que la realidad en la que se encuentra solo suceda. Debe entenderla vitalmente, completa, hasta el “tuétano”. Sin embrago, esa realidad empieza a transformarlo. De los dos polos que conoce, algo empieza a emerger.
El “dejar suceder psíquica y físicamente” es una experiencia muy difícil. Es un concepto taoísta (Wu Wei) difícil de asimilar para nosotros los occidentales. Una tensión así puede ser muy creativa, pero es tremendamente inestable y con una fuerte tendencia a la neurosis. Se necesita al “tercero” armonizador, equilibrador. En términos junguianos, a la función trascendente. Es lo que se puede asimilar como lo que el Espíritu de la Profundidad llama el Suprasentido. Jung dice: “El Suprasentido es imagen del Dios venidero. Es comienzo y meta. Es el puente de paso al otro lado y la realización”.
En 2005 Steve Jobs fue invitado a dar un discurso de despedida para los graduados de Stanford. Había hecho un retorno espectacular a Apple, la empresa que él mismo había creado, luego de su expulsión ignominiosa años antes. Sus palabras, fuertemente autobiográficas, contienen el siguiente párrafo: Si no hubiera decidido dejarlo todo, no habría entrado en esa clase de caligrafía, y los computadores personales no tendrían la maravillosa tipografía que tienen ahora. Por supuesto, me era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en esa clase, pero fue muy, muy claro al mirar atrás, diez años más tarde. No puedes conectar los puntos hacia adelante, solo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tendrán que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro. Tienes que confiar en algo: tus instintos, el destino, la vida, el Karma, en lo que sea. Porque creer que los puntos se unirán te dará la confianza de confiar en tu corazón. Esta forma de actuar nunca me ha dejado tirado, y ha hecho toda la diferencia en mi vida.
¡Cuánta similitud hay para nosotros en estas palabras con lo que Jung escribe al final de“Recuerdos, Sueños, Pensamientos” (Seix Barral, 2007)!: La diferencia entre la mayoría de los demás hombres y yo consiste en que mis «tabiques» son transparentes. Ésta es mi peculiaridad. En los demás frecuentemente son tan espesos que no ven nada tras ellos y por ello creen que allí no hay nada. Yo percibo en cierto modo los procesos del subconsciente y por ello tengo seguridad interna. El que no ve nada, tampoco tiene seguridad, ni puede sacar conclusión alguna o no confía en las propias conclusiones. Es la intuición de “algo” que fundamenta el propio ser, da una profunda pero inexplicable certidumbre, y donde las tensiones entre opuestos en nuestras vidas encuentran un reposo. Es un vislumbre del Suprasentido. En un principio puede sonar como algo demasiado “intangible”, “etéreo” o “místico” (acusaciones que se le hacen al propio Jung), pero es algo mucho más “natural”. Podemos percibirlo de la manera que Jobs lo percibía: como el patrón geométrico que conecta todas las experiencias de “aquí y ahora”, las fundamenta y les da estructura. Les otorga completitud y puede transformarlas en Sentido. Por ello nos fascinan los Mandalas. Los Mandalas son una foto de lo que hemos percibido del Suprasentido en una determinada coordenada del tiempo y el espacio. Un vislumbre del Self. La energía psíquica que nos anima (en el sentido de “dar vida”), tanto individual como colectivamente no brota de su fuente en desorden. Se ordena de acuerdo a patrones numéricos y geométricos. Jung mismo decía que “el número natural era el arquetipo del orden hecho consciente”. Nadie ha visto (ni probablemente verá) un átomo o un gen. Son modelos teóricos que permiten ordenar la información y la experiencia y darle utilidad. Pero debemos nuestro avance tecnológico concreto a esos "entes” o “patrones” abstractos, incluso daimónicos.
Solo podemos ver el patrón mucho tiempo después. Se despliega como forma a través del tiempo y el espacio, como cuando recorremos un laberinto o se desarrolla una secuencia numérica. El espacio y el tiempo son aquello que impide que las cosas estén “todas juntas”, es decir, caos e indiferenciación. Nuestro ser necesita del espacio y del tiempo (ser-ahí) para conocerse. En ese despliegue, cae en la espiral del Cuaternio del Sentido ¿Por qué decimos esto? Porque en el Suprasentido puede revelarse y darse la posibilidad de respuesta a preguntas como ¿Por qué yo? o ¿Por qué ocurre/ocurrió esto? No tenemos respuestas en el momento, como una vivencia del principio de incertidumbre de Heisenberg. Estamos más allá de lo que vivimos y de lo que no hemos vivido (1).
Por ahora, vivimos en la incertidumbre de lo lejano. Lo “otro trascendente” está fuera de nuestra vista. En una suerte de eclipse del ser. Vivimos en el Cono de Sombra que arroja el Suprasentido. Es el Sinsentido. Jung dice: La Sombra es el Sinsentido. Es impotente y no tiene consistencia por sí misma. Pero el Sinsentido es el hermano inseparable e inmortal del Suprasentido. Son muchos los que necesitanla Sombra y no la luz para crecer”.
Uno de los reflejos mas extraordinarios que el cine que ha dado de esto es “El Séptimo Sello” (dirigida por Ingmar Bergman, 1957), que se inicia con la cita del Apocalipsis 8:1: “Cuando el cordero abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo como por media hora (otra vez, el tiempo). Es el “silencio de Dios”, el cono de sombra del Sinsentido sobre el espacio-tiempo en el que el caballero Antonius Block y su escudero desembarcan en su tierra natal. En la orilla la negra figura de la Muerteviene a buscarlo pero él la desafía a un juego de ajedrez. Ambos se sientan ante este tablero, esta figura geométrica cuyo patrón cuadriculado en blanco y negro reproduce tan bien la dinámica de fuerzas en conflicto que es nuestra realidad. Para Antonius Block, es la lucha entre Suprasentido y Sinsentido, tal como apreciamos en la siguiente escena:, donde al caballero dialoga con la Muerte disfrazada de confesor:


El Yo, viviendo en el reino del Espíritu de los Tiempos, sufre la irrupción del Espíritu de la Profundidad. Hay un estado de shock inicial donde el Yo queda desnudo, y el relámpago ilumina cosas nuevas y ensombrece cosas viejas. El Yo es desvestido, desvelado, y ello no puede causar sino terror. Y como en muchas experiencias individuales, reales o ficticias (películas, novelas, mitos) el súbito destello revela si hay algo o no hay nada. Recuerdo aquí la parte final de “Apocalipsis Now” (dirigida por Francis Ford Coppola, 1979), una adaptación de la famosa novela corta de Joseph Conrad “El Corazón de la Oscuridad” y situada en la guerra de Vietnam. En medio de la noche y la lluvia de la jungla camboyana, se produce el encuentro entre el enloquecido Coronel Kurtz, convertido en caudillo militar de los nativos de la región, y el capitán Willard, agente enviado a matarlo. En la oscuridad los relámpagos iluminan los restos del templo donde Kurtz mora. Uno espera morir porque la vida pierde todo el sentido (hay vacío), el otro espera vivir para encontrar sentido incluso en ese infierno (hay un destello de alma). Kurtz muere con las palabras “el horror, el horror” en su boca.

Es el terror al vacío. En el discurso de aceptación del Premio Nobel en 1954, Hemingway dice que“si un escritor es lo suficientemente bueno, cada día deberá enfrentarse a la eternidad o a su ausencia”. Quizás por eso provocó su muerte, cuando ya no tuvo la fuerza para sostener esa visión. Si no hay nada, el terror existencial espantará al ser humano, que correrá al intento de llenar ese vacío con cosas, personas y pensamientos, pero nunca podrá hacerlo porque no es más que una imagen de lo que hay dentro de él. Quedará encerrado en sí mismo, y cosificará al otro. La energía psíquica se volverá contra él, se verá poseído por el deseo por cosas y lo drenará. El narcisismo termina por destruir el vínculo con el otro, con la comunidad, como una suerte de “Agujero negro” psíquico.
El Suprasentido parece vinculado al arquetipo de la Vida y la Muerte, así como el Contrasentido parece vinculado al arquetipo de la Alteridad, al Eros como vínculo (2). En un sistema donde desaparece el Eros, también desaparece la Muerte, y solo queda la muerte (de lo que Byul Chung Han llama la “Mera Vida”), pequeña, que no concluye nada. Desaparece un Yo que no alcanza a recibir ni a intuir “algo” del Self…




(1) Permítasenos una digresión mitológica. En el Popol Vuh maya se cuenta que los cuatro primeros hombres, construidos casi perfectamente por los Espíritus del Cielo, podían “ver” lo cercano y lo lejano. Eran sabios e instruidos. Por ello, produjeron miedo en los Espíritus del Cielo: “Entonces fueron petrificados sus ojos por los Espíritus del cielo, lo que los veló como el aliento sobre la faz de un espejo; los ojos se turbaron; no vieron más que lo próximo, esto sólo fue claro. Así fue perdida la Sabiduría y toda la Ciencia de los cuatro hombres, su principio, su comienzo”. Probablemente lo que no estaba considerado era la posibilidad del “vislumbre”, de percibir la Totalidad.
(2) En “Sobre el Amor” (Editorial Trotta, 2010) Jung escribe: “Es una concepción necia la que tienen los varones. Creen que Eros es sexo, pero yerran: Eros es estar vinculado”.


(3) En “La Agonía del Eros” Han escribe que “la Dialéctica hegeliana de amo y esclavo describe de vida o muerte. El que después será amo no teme a la muerte. Su deseo de libertad, reconocimiento y soberanía lo eleva sobre la preocupación por la mera vida. Lo que induce al esclavo futuro a someterse al otro es el miedo a la muerte. El esclavizado prefiere la esclavitud a la muerte amenazante. Se aferra a la mera vida. No es la superioridad física de un partido lo que determina el resultado de una lucha; más bien, es decisiva la “capacidad de muerte”. Quién no tiene la capacidad de muerte no arriesga la vida. En lugar de ir a la muerte <>, permanece en si mismo dentro de la muerte>>. No se entrega a la muerte. Así se convierte en esclavo y trabaja […] El impulso vital incrementado y afinado hasta el máximo se acerca al impulso de muerte. El Eros es el medio de incrementar la vida hasta la muerte”. Aunque no conocemos en profundidad la obra junguiana, nos llama la atención que Jung no haya sido mas explícito acerca del par de opuestos Eros-Tánatos, a pesar de su curiosa relación con “los muertos”, a quienes incluso dirige sus “Siete Sermones”. ¿Será la influencia de la Alquimia y su concepto de renacimiento?

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