VIRGO. Ser virginiano no es tarea fácil, representa un alto desafío para las personas de este signo. El psiquismo humano se organiza alrededor de un yo que se anhela radiante y seguro, buscando siempre dejar su sello individual y singular, pero Virgo invita a poner de lado todo anhelo egoico desproporcionado y a mostrar disposición a ocupar un lugar menos protagónico. Así, son propias de la naturaleza virginiana las cualidades de servicio, entrega y humildad, que podrán ser malinterpretadas como sumisión, debilidad de carácter o servilismo. O por el contrario podrán mostrarse híper críticos, meticulosos en exceso u obsesivos de un orden que nunca termina de satisfacerlo. Quedan atrapados por el hechizo virginiano de “entenderlo todo” y de que cada cosa se ubique “en el casillero que le corresponde”. El virginiano
queda así instalado en la eterna insatisfacción, observando todo desde en una crítica mirada perfeccionista y laberíntica, en donde lo logrado nunca alcanza o nunca es suficiente. Esta enmarañada actitud termina distorsionando y alejando a las personas de Virgo de sus potenciales talentos: la serena observación, el receptivo estilo para captar donde es necesario una ayuda, el expectante y reflexivo estilo que lo lleva a descubrir la lógica de funcionamiento de las cosas desde un lugar diferente y original. Desde esta receptiva mirada aporta un lado inteligente y genial desde sus pensamientos y sugerencias, con gran capacidad para observar los previsibles estilos de personalidad de sus pares, pudiendo ayudar a otros desde estas claras observaciones a cambiar actitudes dañinas o repetitivamente miserables.
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