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3 de noviembre de 2025

¡El último encuentro SATURNO-NEPTUNO en Piscis!

por cristinalaird

El 23 de Octubre 2025, Neptuno retornó a Piscis por última vez en nuestras vidas, (aunque tengas un día de vida), ya que no retornará a este signo por otros 165 años. Dará los últimos chapuzones en las aguas que rige y lo hace hasta el 27 de Enero del 2026, cuando se fundirá con el Fuego de Aries por los próximos 13 años. Saturno, a su vez, después de haber probado el calor extremado de Aries, retornó a Piscis para terminar asuntos pendientes el 1 de Septiembre y también será forzado a re-entrar el impulso marciano de Aries el 15 de

Febrero del 2026 para finalmente formar esta histórica conjunción a 0º de Aries, con su hijo Neptuno. Algo que no ocurre desde hace más de diez mil años. La última conjunción de estos dioses en este signo fue en 1703, pero no a 0º.

Meditando sobre qué es lo que me dejan estos dos superpoderes transitando las aguas de la disolución, de la fantasía y el engaño, recuerdo la propuesta de Yuval Harari, acerca del poder del Cuento. Y me pregunto cuales son los orígenes de estas grandes historias que hemos y seguimos creyéndonos, algunas que resuenan a verdad y otras que son grandes mentiras y me pregunto cual es la mayor mentira que nos hemos inventado. Según Harari, la mayor mentira o mejor dicho el cuento más grande es el del valor del dinero.

Pero para mí, quizás la mayor mentira que nos contamos (no Ellos, Todos nosotros) y que seguimos repitiendo, es que estamos separados.

Separados de la Naturaleza, de los otros, del pulso vivo que sostiene el mundo. Esa ilusión de separación permitió la dominación, el miedo, la explotación… y la sensación de que el sentido de la vida debía buscarse afuera, en lugar de recordarse adentro. Sobre todo de que el enemigo está siempre afuera.

Pero cuando el velo se adelgaza, debido a nuestra extraordinaria creatividad humana, en el amor, en el arte, en la naturaleza, en esos instantes donde el tiempo se disuelve, vislumbramos la verdad: la conciencia no es una llama aislada, sino parte de un mismo fuego, descripto a la perfección en la obsesión de Vesta, de mantener la llama encendida.

Aunque también el relato que controla, a veces necesario, nació de la imaginación humana ya que como lo habrá pensado Moisés en el monte Sinai, cuando llevaba 600 mil o dos millones, (dependiendo cual cuento crees), de gente asustada y desesperada, ante la necesidad de mantener algún orden, como hombre sabio que sin duda habrá sido, en su conversación con Dios, éste «le dictó» los Diez Mandamientos.

Aún así tal vez la forma más sutil y duradera de dominación sea el control por el relato.

Cada sociedad vive dentro de una historia: un mito sobre lo que es real, lo que es posible, lo que vale, quién pertenece, quién manda. Y cuando esa historia se vuelve invisible, por tanta repetición, se convierte en un hechizo.
Quienes la narran, sacerdotes, reyes, gobiernos, y ahora medios y algoritmo, no necesitan imponer la obediencia; basta con que su versión de la realidad parezca “natural”.

Las historias más comunes ( que por supuesto yo, de la generación Plutón en Leo, algo de esto aunque no todo, también me lo he creído, por un tiempo) son:

el progreso es consumo, el poder es orden, la seguridad es obediencia, el dinero manda y el éxito es lo único importante.

Entonces lo vivimos como si fuera verdad, olvidando que no es más que un relato.
Controlar la historia es controlar la imaginación y sin la imaginación no hay futuro.

Pero hubo una era Mítica, donde el relato era comunión:

Al principio, las historias eran puentes, no cadenas. Y eso es lo que deberían ser.
El mito explicaba el pulso del Cosmos: por qué llovía, por qué aullaba el lobo, por qué soñaba el ser humano, como nos curaban las plantas y como el espíritu de los animales, nos enseñaban a sobrevivir. Narrar el mito era participar del mundo, no dominarlo. Aquí casi no había control: la historia servía al equilibrio. El narrador, el chamán, el vidente, eran Guardianes de la memoria, no dueños de la verdad. Muy conscientes de lo que hoy Rupert Sheldrake llama «la resonancia mórfica» o de lo afirma el Pansiquismo, que Todo en el universo tiene consciencia.

A medida que crecieron las civilizaciones, el mito se endureció hasta volverse ley. Los dioses vivos del bosque y del cielo fueron reemplazados por panteones organizados, y luego por un solo Dios. Así surgió la casta sacerdotal: los intérpretes de la voluntad divina. El relato se convirtió en autoridad.

Y aquí la fe, que antes era conexión, se transformó en obediencia al dogma.
Y la culpa, esa delicada autoconciencia humana, se convirtió en arma. Sino siento culpa soy mala persona. Particularmente en las dos religiones que emanaron en el principio de la era de Piscis.

“Obedece, reza y serás salvado; duda y pecarás.” (Nos dijeron y nos siguen diciendo).

Ya no fue necesario el látigo: bastaba con colonizar la conciencia. Sufrir se volvió santo, en vez de parte de la naturaleza humana en su lucha por sobrevivir, desear se volvió peligroso ( y si en cierta manera aún lo es). Nos inventamos cómo Hércules en sus 12 labores no hizo otra cosa que luchar contra el deseo, matando, domesticando y aprendiendo a cabalgar diferentes bestias. Así nacieron cárceles interiores más duraderas que cualquier muro. Y así llegó la Era Racional–Industrial, el relato como progreso. Ésto, que comenzó hace unos 250 años es lo que parece estar en crisis hoy. Un ciclo completo de Plutón el ahora llamado «planeta enano».

Cuando la ciencia destronó a los dioses, pareció que la humanidad se liberaba. Pero el mito solo cambió de traje. El nuevo relato dijo: Solo existe la materia. El mundo es una máquina. El progreso es salvación. La enfermedad es el síntoma, aunque nos detuvimos ante el analizar «síntoma de qué».

Los reyes y los papas fueron reemplazados por naciones, mercados y hoy por algoritmos, todos exigiendo fé en los números. Y la culpa mutó: ya no por los pecados del alma, sino por no producir, no consumir, no triunfar, no manejar la IA.
El confesionario se volvió oficina, espejo de autoexigencia. Pregúntale a los asiáticos que acuden a trabajan en ella de 9 a 9, seis días a la semana. Hasta camas y gimnasios son creados en las oficinas, para que el empleado viva allí sin tener que volver a casa. Producir, producir.

Y hoy: en la era digital, nos encontramos con el relato como simulación. Hoy, el relato se fragmenta a la velocidad de la luz. Cada uno vive en su pequeño mito programado: personalizado, monetizado, viral.
El control mítico se volvió algorítmico. Creemos elegir, pero los hilos invisibles del sistema escriben el guion y la mayoría de nosotros culpamos a unos «Ellos» invisibles que manejan estos hilos, lo que nos rinde antes de que siquiera lo intentemos. Elimina la Esperanza y de ello nace la Desidia: «No hay nada que yo puede hacer para cambiar todo esto»

La fé sigue existiendo, solo que ahora está puesta en lo intangible: en la red, la marca, los datos.
Y la culpa persiste, transformada en ansiedad: no soy suficiente, no soy visible, no estoy actualizado. No tengo suficientes seguidores. ahh, los seguidores son hoy el barómetro de nuestro valor.

Pero quizás la enseñanza de Saturno y Neptuno por las aguas Piscianas nos han llevado a algunas de nosotras y nosotros a la Era del Recuerdo, y al relato como Liberación.

Bajo todo ese ruido, algo despierta. La humanidad recuerda que el relato es también una tecnología sagrada. Cuando se narra con consciencia, no esclaviza: cura.

La Astrología, el Mito, la Poesía, la Música… son lenguajes antiguos que nos devuelven a la memoria de lo vivo. Nos recuerdan que podemos elegir historias que unan, que dignifiquen, que Re-encanten el mundo y nuestra vida.

El antídoto al control por el relato no es el silencio, sino el relato consciente, el que RE-conecta al alma humana con el cosmos que la sueña.

En mi comprensión de la Astrología, la carta natal, no determina, simplemente te ayuda a hacer consciente el relato en el que has nacido. Las diferentes historias de las que emerges toman vida en cada arquetipo que te habla desde tu psique y tu resonancia mórfica. Cada planeta conlleva una historia que debemos descubrir y podemos hacerlo en cuatro pasos:

1.- Recuerda, 2.- Acepta, 3.-Transforma y por sobre todo 4.- Honra.

Honrar a nuestros antepasados y las historias de las que emanamos, para poder realmente liberarnos de las garras de esas historias es nuestro trabajo y para terminar:

Empédocles, filósofo griego, poeta, místico y sanador, contaba que fue Afrodita quien formó el ojo humano y encendió en él un fuego divino para que pudiéramos ver. Ese fuego interior, decía, se encuentra con la luz exterior, y en ese encuentro nace la visión. No vemos porque la luz entra, sino porque dos fuegos se reconocen.

Él afirmaba que los humanos vivíamos bajo la influencia de dos fuerzas cósmicas fundamentales:

El Amor (Afrodita) que une, mezcla, armoniza

La Discordia (Eris) que divide, separa, desintegra

Toda creación, toda descomposición y renacimiento surgen de la danza perpetua entre estas dos energías femeninas. Así, Empédocles veía la existencia como un ritmo cíclico, como nosotras las y los astrólogos, un pulso eterno donde Amor y Discordia tejen y destejen la trama del mundo, y donde cada ser es una configuración temporal de esos elementos en tensión. Quizás ahora que Kirón viaja de la mano de Eris, tenemos la gran oportunidad de tomar consciencia de esta herida eterna y encontrar la formar de curar o por lo menos Re-conocer.
Y tal vez eso mismo ocurre ahora, cuando Saturno y Neptuno se abrazan por última vez en Piscis: el ojo del alma vuelve a encenderse antes de entrar en Aries.
Saturno, el que da forma al ojo, al límite, al contorno; Neptuno, la llama invisible que lo habita y lo disuelve. Si Saturno sin Neptuno se vuelve ciego de certeza y Neptuno sin Saturno se extravía en el mar de espejismos, su unión restablece el antiguo misterio:
solo el Amor, Afrodita, el poder creativo de lo Femenino, puede dar forma a la Luz.

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