La física cuántica nos habla de un campo unificado con el cual estamos haciendo constantemente intercambios. Siguiendo este enunciado imaginé como mis átomos y los átomos de este campo unificado se intercambiaban y por primera vez pude, en cierto grado, vivenciar la unidad en la que estamos todos inmersos. Fue un juego que se convirtió en una profunda experiencia espiritual. Y lo más impresionante fue que al sentir que desaparecían los límites de mi cuerpo, sumergida en ese campo, sentí un bienestar muy grande. Ese campo unificado es la fuente divina en la que vivimos todos, el trasfondo de nuestra existencia. En ese campo todo está conectado. No hay un solo elemento fuera de él.
Cuando
honramos la conexión con todo lo creado, la fuerza y el poder de nuestra
esencia divina se derrama sobre nuestras vidas. Cuando la negamos aquello que
no reconocemos, no existe para nosotros, desaparece de nuestra percepción. Y no
nos damos cuenta que la diversidad le da belleza a la unidad. Nuestro mundo
externo se convierte en una proyección de la mente. Si todo lo que ves es feo,
cruel, injusto, de alguna manera has permitido que todo eso que condenas te
penetre y se convierta en la respuesta que le das a la vida. No lo permitas. El
mundo nos está mostrando una cara muy fea. Si bien es bueno estar enterado de
los acontecimientos, no permitas que te arrastren y te quiten el milagro de ser
lo que eres en lo más profundo de tu ser. Cuando reconoces esa conexión divina
percibes la conexión sagrada de todos los demás. Y esta percepción se convierte
en un escudo protector que te sostiene y no permite que te arrase la
ola de maldad que azota el mundo que está mostrando una crueldad y una inmensa
falta de amor.
Nuestra sociedad se empeña en mostrarnos las
diferencias que nos separan sin reconocer que en lo fundamental somos iguales.
Estando en el norte de la India, en un centro tibetano que visité vi a varios
bebés tibetanos y observé que emitían los mismos sonidos que los nuestros y
hacían los mismos movimientos. En ellos podía ver a mis hijos. Y pensé… con
culturas tan diferentes y estos bebés borran las diferencias en un
instante.
Estuve también con unos hermanos rusos con los que
compartimos creencias espirituales y sorprendidos nos decían que la idea que
tenían de nosotros era tan diferente a la realidad. Entonces pensé… si algún
poder maligno quiere que no demos la nota que el universo espera solo tienen
que hacernos ver que somos diferentes y evitar que no podamos descubrir que
somos iguales en lo básico, en la esencia, en lo fundamental. Cuando aceptamos
la diversidad en la unidad de la vida podemos celebrar la existencia sin sentir
que todo aquel que piensa diferente está en mi contra y puede ser mi
enemigo.
Hay un servicio que puedes darle a la vida cuando
reconoces la profunda unidad que a todos nos contiene. Te invito: cierra tus
ojos, lleva tu atención al movimiento de la respiración y busca tocar con tus
manos ese campo en el que todo vive. Muévelas y concéntrate en sentir esa piel
sensible del Universo. Y suéltate, sin ideas o pensamientos, solo siente la
vida sin calificaciones, la vida, simplemente la vida.
Lograr esa conexión con la existencia misma es
urgente en estos tiempos. Cuando te conectas, a través de tu corazón fluye esa
corriente sagrada de compasión que viene de los planos más elevados de la
existencia, tan necesaria en estos tiempos.
Mírate, obsérvate y reconoce que eres parte de la
Madre Divina, que eres parte de su piel sensible, que eres parte de esa fuente
divina de donde todo procede. No importa la circunstancia que tengas en la
vida, eres un ser de luz y a través de ti, si lo permites, lo divino puede
hacer maravillas. Descúbrete y descubrirás las maravillas de la creación y
comprenderás que todo este esfuerzo de vida en la materia bien vale la pena.
Libérate de los prejuicios, las creencias
limitantes y sumérgete en tu infinito mundo interno. Y entonces lo comprenderás
…
Con amor, siempre desde el alma,
Carmen Santiago

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