por cristinalaird
La Luna Llena del 5 de
noviembre se forma a 13º Tauro (Luna) – Escorpio (Sol) 22′ y llega bajo un
cielo que tiembla en el borde del cambio. “El punto inmóvil entre el
deseo y la entrega”
Brilla desde Tauro, signo de la encarnación y la estabilidad, pero se enfrenta
al Sol en Escorpio, el signo de la metamorfosis.
El eje mismo pregunta: ¿Qué puede perdurar cuando todo
está destinado a transformarse?
En esta lunación, el cielo susurra umbrales: planetas detenidos en los últimos grados de sus signos, conteniendo el aliento antes de cruzar hacia lo desconocido o
retornando a completar una historia.Venus, regente de esta Luna, se encuentra en 28° de Libra, casi grado anáretico, el último instante de su reinado antes de sumergirse en las aguas profundas de Escorpio.
Neptuno, también al borde, en 29° de Piscis, retrocede hacia sus sueños familiares antes de su gran regreso a Aries en 2026 y completar un ciclo de 165 años.
Y Urano, mensajero del futuro, en 0° de Géminis, vacila antes de reingresar en Tauro: como si el cosmos mismo dudara entre la memoria y el despertar.
Esta tensión entre signos
colorea el clima emocional: finales que aún no terminan, comienzos que todavía
no se afirman.
La Gran Cruz — La geometría
frágil de la paz
El mapa celeste se teje en
torno a una Gran Cruz Cardinal, que vimos en la Luna Nueva en Libra, cuando el Sol y la Luna formaban esta figura
de fricción y urgencia y esto no significa negativa.
Esta vez, Júpiter se expande desde Cáncer, Plutón ejerce poder desde los
primeros grados de Acuario (el único planeta de la cruz en signo fijo), Venus
sostiene el vértice Libriano de la diplomacia, reemplazando el Sol y la Luna
que vimos en Octubre, y frente a ella Kirón y Eris en Aries reabren viejas
heridas de identidad y exclusión, como venimos viviendo desde hace un tiempo.
No es una cruz fácil, eso es
cierto: describe la lucha del mundo entre justicia y autonomía, negociación y
rabia. En el espejo colectivo, puede resonar con la fragilidad del
reciente Acuerdo de Paz entre Gaza e Israel, un equilibrio
alcanzado sobre arenas movedizas y un compromiso que suena a falso sin
verdadera intención.
Venus en Libra busca la armonía, pero su Yod con
Urano–Sedna y Saturno–Neptuno nos recuerda lo delicado que se vuelve el
concepto de paz cuando la verdad y el dolor aún no han sido plenamente
reconocidos.
En el plano personal, esta
misma tensión se infiltra en las relaciones.
Venus en sus últimos grados de Libra pregunta: ¿Puede el
amor sobrevivir al conflicto?
¿Puede la belleza convivir con la verdad?
Esta Luna Llena nos empuja a comprender que el equilibrio no es pasividad, sino
un acto de conciencia en movimiento, de compromiso auténtico, sin reservas,
siempre comprendiendo que «el otro» también está herido.
Marte, Mercurio y el diálogo
como pulso de la inquietud
En el momento de la
lunación, Marte acaba de ingresar en
Sagitario, encendiendo la voluntad de encontrar la verdad, de actuar, de
hablar, de liberarse.
En oposición a Urano–Sedna en la frontera
Tauro–Géminis, los impulsos rompen las contenciones: revelaciones, discusiones,
claridad repentina.
Mientras tanto, Mercurio camina junto a Marte, con Hermes al borde de su
retrogradación:
Mercurio se estaciona retrógrado el 10 de noviembre, regresando a Escorpio para
reencontrarse con Marte alrededor del 12, en los 6° de Sagitario.
Este ciclo describe palabras
que deben ser rectificadas o repensadas, verdades que emergen de las cenizas de
certezas anteriores. Los mensajes pueden ser malinterpretados antes de ser
comprendidos, pero ese vaivén es necesario: profundiza la conciencia. La
retrogradación se convierte así en un acto de purificación: la mente (Mercurio)
aprendiendo humildad ante el instinto (Marte)
En medio de la turbulencia,
existen corrientes de gracia y una geometría sanadora.
Juno en Leo forma trígono con Salacia en Aries, un aspecto sutil que nos
recuerda que el amor no se reduce a la posesión, ni la unión a la dependencia.
Chariclo, situada en Acuario y en el punto medio del
eje de la Luna Llena, aporta la medicina de la presencia
compasiva:
“La sanación comienza cuando
podemos sostener la herida del otro sin intentar borrarla.”
Así, la promesa de la Luna en
Tauro no es la comodidad sin desafío, sino la encarnación a través de la
empatía. Nos invita a hallar estabilidad no evitando el cambio, sino reavivando
la ternura dentro de él.
En medio de la tensión, el
cielo ofrece un flujo estabilizador: un Gran Trígono entre Júpiter,
Marte y la conjunción Saturno–Neptuno.
Esta figura actúa como una melodía oculta bajo el ruido: un recordatorio de que
incluso en el caos, el sentido persiste. Sugiere que la paz, tanto global como
personal, sigue siendo posible cuando la fe (Júpiter) se une a la imaginación
disciplinada (Saturno–Neptuno) y a la acción valiente (Marte).
Es un patrón de esperanza a través de la integración y la paciencia.
Símbolo Sabiano de 13º de
Tauro, de acuerdo a Dr Marc Edmund
Jones
“Un hombre manejando
equipaje.”
Este símbolo nos habla
del trabajo de la transición, del arte de revisar aquello
que hemos cargado con nosotros: el peso ancestral y el sentido de la
experiencia.
En esta Luna Llena nos encontramos, como ese viajero, entre dos caminos: una
mano en el pasado y la otra en lo que está por comenzar.
El hombre que maneja el
equipaje no está oprimido, sino consciente: sabe qué
debe llevar consigo y qué puede, por fin, dejar atrás. Es el símbolo de
la integración, el momento en que recuerdos, vínculos y
responsabilidades se re-acomodan para adaptarse a la nueva etapa.
En Tauro, este símbolo
adquiere resonancia física: habla de la encarnación, de reorganizar no solo
nuestras pertenencias, sino también nuestro equipaje energético,
emociones, apegos, viejos hábitos.
Y bajo el Sol en Escorpio sentimos que parte de ese peso no puede seguir
adelante; debe transformarse, convertirse en abono para la conciencia.
Este grado nos invita a
convertirnos en guardianes de nuestro propio tránsito:
a manejar lo que cargamos con respeto y a viajar más ligeros, lo que no
significa vacíos.
Todos y todas necesitamos herramientas: las que obtenemos de las experiencias
de nuestros ancestros que le dan fortaleza y nos enseñaron ternura.
Esta Luna Llena, en su tensión
con Escorpio, Venus y Marte, nos recuerda que la estabilidad verdadera no se
encuentra en la ausencia de conflicto, sino en la capacidad de transformarlo en
conciencia.
La fragilidad de los acuerdos de paz en el mundo refleja también la
vulnerabilidad de nuestras propias alianzas afectivas: ambos necesitan de una
presencia constante, de una vigilancia amorosa.
Venus, en su Yod con
Urano–Sedna y Saturno–Neptuno, nos habla de la vulnerabilidad
del amor y de la diplomacia, pero también de su poder para rehacerse
una y otra vez.
El amor no es un estado, es una práctica, un verbo.
Y en estos días, el cielo parece decirnos: la belleza se sostiene cuando
hay verdad; la verdad florece cuando hay compasión.
Chariclo, desde Acuario, custodia el punto medio entre Sol
y Luna: el lugar donde el alma puede ver al otro sin proyectar, sin exigir.
Ella susurra que sanar no es borrar el dolor, sino permitir que se integre en
una forma más grande de comprensión.
El Gran Trígono entre Júpiter, Marte y
Saturno–Neptuno mantiene encendida una fe madura: una espiritualidad que no
huye del mundo, sino que trabaja con él.
Quizás ese sea el verdadero propósito de esta Luna: recordarnos que la paz no
es la negación del deseo, sino su transmutación; que lo que duele puede
transformarse en propósito; y que incluso en medio del ruido, el jardín
interior sigue esperándonos, abierto, perfumado, eterno.
Bajo esta Luna Llena en Tauro,
el universo parece pedirnos que encontremos la estabilidad dentro del cambio,
la ternura dentro del conflicto y el valor dentro del amor.
Tal vez el mensaje más
profundo de esta lunación sea simple y poderoso:
La paz comienza donde somos
capaces de sostener, sin juicio, lo que en nosotros y en el otro aún busca
sanar.
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