Hermanos.
¡Que la Gran Fraternidad Humano-Dévica se extienda por toda la Tierra trayendo
Paz y Hermandad!
Reflexionemos
juntos sobre el poder de las palabras. Una palabra de celebración, nos eleva,
nos alegra, nos da ganas, nos da fuerza. Una palabra de bienvenida, nos
hace sentir necesarios. Una palabra de reconocimiento, nos vuelve poderosos.
¡Cuánto
servicio a la Vida, al Plan de Dios sobre la Tierra hacemos cuando pronunciamos
las palabras bienhechoras!
Sin
dudas, cuando hablamos es nuestro privilegio, nuestra oportunidad, el bien
decir, el hablar el bien, comentar lo bueno, reconocer lo verdadero, celebrar
lo bello. Oremos juntos para que nosotros, los humanos de la Tierra seamos
reproductores de luz y de amor con cada palabra.
No digo
que sea nuestro deber, porque no es así como lo quiero tomar, quiero marcar el
privilegio de co-crear con Dios a través de la palabra. Quiero destacar que,
los humanos, hemos desarrollado el lenguaje, ese que nos distingue de las
bestias. Quiero grabar en la consciencia humana que tener lenguaje es un logro
evolutivo. Un biólogo chileno Humberto Maturana dice que es porque los animales
aprendieron a cuidarse, a amar sus crías, a jugar juntos, y así se
desarrollo en ellos el lenguaje que los convirtió en humanos. Un salto cuántico
en la evolución nos permitió el habla.
Cuando
todas las palabras sean emitidas desde la verdad, desde la belleza y
desde la bondad, nos graduaremos de verdaderos humanos.
Con una
frase una madre puede dar confianza a un hijo y ayudarlo a salir de la
situación más amarga. Con una frase puede un maestro, una maestra, elevar la
autoestima de un niño y permitirle pasar la prueba más difícil.
Con una
sentencia emitida por una autoridad elevada un pueblo entero toma fuerza y se
eleva, de la nada.
¡Cuantas
palabras no sirven para los propósitos elevados! Esas, ojala nunca fueran
pronunciadas y si alguna vez las hemos pronunciado, pidamos perdón y reparemos
con frases llenas de ternura, de amor y de alabanza.
Que todo
lo que hablemos sea para decir el bien, para el bien decir, porque lo contrario
es “mal-decir”
Marta
Paillet
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